jueves, 16 de junio de 2011

Pequeño Cuento: Aprendiendo a Seducir. Parte II


Venía caminando por el camino bastante enfadada con Donovan, que hasta que no llegó casi a la entrada de su casa no reparó en la presencia de él y su madre en el porche sentados con cervezas en sus manos. ¡Increíble! Pensó con cierto fastidio al haber la mínima posibilidad de que Donovan le hubiera contado lo ocurrido a su madre en la librería. Ya tenía risas para un mes de su madre… ¿Porqué no tenía una entrada trasera por la cocina como muchos otros ranchos? ¿Qué diantres le habría contado aquel vaquero a su madre, para justificar que cada uno hubiese llegado por separado?

-Hola cariño –Saludó Margaret-. ¿Al final has visto a Kate?

-¿Qué? –Frunció el ceño sin saber a qué se refería.

-Donovan me ha contado que te has bajado en el pueblo, por que querías verla.

Mientras su madre le hablaba, pudo observar por el rabillo del ojo unas milésimas de segundos al hombre para ver como éste le guiñaba un ojo sonriendo. ¿Acaso se creía que le hacía un favor por callarse? Imbécil… ¿Quién se creía qué era?

-Tesoro, me ha llamado tu tía Luisa y…

-Perdona que te interrumpa mamá, pero que quede claro que no vengo de ver a mi amiga.

-¿Ah no? –Frunció ésta el ceño, al tiempo que Donovan se incorporaba un poco en la silla.

-No –Ahora sí que lo miró directamente a los ojos-. Vengo caminando del pueblo, por que me enfadé con Donovan en la ciudad y cogí el autobús.

-¿Os habéis enfadado? –Se preocupó ésta.

-Yo no, pero tu hija es muy cabezona… -Comenzó a excusarse el hombre, pero Silvia no lo dejó terminar.

-Yo seré cabezona, pero tu un idiota rematado –Acusó ella con carácter.

-¡Hija! –Se sorprendió Margaret.

-Mamá, no te sientas ofendida por mi actitud hacia Donovan. Pero hoy se lo merece…


-No estoy de acuerdo –Se defendió él.

-Pues sí que os habéis peleado –Miró a los dos Margaret con cara de preocupación.

-No –Respondió él apresurado-. Simplemente tenemos un punto de vista diferente.

-Que punto de vista, ni qué leches… -soltó la joven echando chispas.- Dile a mi madre lo ocurrido hoy.

-¿Estas segura? –Alzó una ceja sorprendido y divertido por lo ocurrido.

-Chicos me estáis preocupando –Señaló un tanto nerviosa la madre.

-Me ha seguido –Acusó su hija señalándolo con el dedo-. Y se cree con todo el derecho a escogerme por así decirlo, el como debo llevar una cita… ¡Me está intentando dar ordenes a doquier! –Habló lo más indignada que pudo.

-¡Tienes una cita! –Exclamó emocionada la mujer mayor.

-No –Respondió sulfurada por saber lo que implicaba eso para ella.

-Sí que la tiene –Se levantó él de la silla y cruzó sus brazos sin soltar la bebida y mirándola con el ceño fruncido.

-No la tengo –Volvió a señalar-. Y si la tuviera, que no es el caso vuelvo a indicar… -Se acercó hasta él y lo empujó con un dedo en el pecho musculoso-. No es de tu incumbencia.

-Es que me tienes un poco preocupado por tus compras –Dijo aguantando una sonrisa sabiendo que esperaba montar un pequeño lío.

-¡Es verdad! –Interrumpió emocionada su madre-. ¿Qué te has comprado cariño?

-Eso –Rió él-. Dile que has comprado…

-Mira que me sorprende mucho el conocer esta faceta tan idiota de ti –Inquirió Silvia, sabiendo que lo molestaría un poco.

-¡Cariño! –La volvió a reprender su madre una vez más, pero un poco más calmada al ver por donde iba aquella discusión entre los dos.

-Me eh comprado un libro que habla sobre seducción y…

-¡Y para eso tanto lío! –Rió Margaret.

-Pero Margaret –Comenzó a protestar él-. Eso no es…

-Yo voy a mirar la cena que ya mismo esta… -Se dio la vuelta y caminó tres pasos para detenerse y hablarle a su hija-. Cariño, que antes me interrumpiste cuando llegaste y quería decirte que ha llamado tu tía Luisa. Tu prima ha tenido un hermoso niño, y me ha pedido si puedo ir y ayudarla en la tienda durante una semana. De manera que mañana cogeré un avión. ¿Te parece bien?

-Claro mamá –Respondió con mirada divertida, al saber que aquello no le hacía ninguna gracia al hombre-. Puedes marcharte tranquila, no me da miedo quedarme sola. Y tengo aquí a Donovan para cualquier asunto referente con las reses.

-¿Cómo no puede darse cuenta tu madre, que te deja vía libre para tus locuras? –Comentó un poco tosco.

-Esto es increíble… -Resopló con humor-. Donovan soy una mujer adulta. ¿Acaso no estas con mujeres que harán más o menos lo mismo? ¿Llamamos a sus hermanos o familiares para pedirles permiso en llevártelas a la cama? No creo que mi padre te dejara para mí una inscripción a un convento –Subió los escalones del porche y se encaminó a la puerta-. Voy a guardar mis compras en un sitio seguro –Expuso riéndose y guiñándole un ojo, para ver como aún fruncía más el ceño.

-Tranquila, que no pediré ir al lavabo para investigar por tu dormitorio –Gruñó por lo bajo.

-¿Te quedas a cenar? –Preguntó nerviosa.

-Sí –Sonrió él-. Tu madre me ha invitado.

-Oh tú se lo has insinuado… -Puntualizó con cierto retintín.

-Si quieres lee entre líneas… -Rió pasando por su lado y dirigiéndose a la cocina al tiempo que la dejaba allí enfadada.

-Será imbécil –Masculló entre dientes-. Este se va a enterar cuando no esté mi madre –Un brillo de venganza asomó en sus ojos y en la sonrisa de sus labios, cuando tomaba rumbo a su dormitorio.

Quince minutos después, salía de su dormitorio nueva tras haberse dado una refrescante ducha y cambiado de ropa. Al llegar a la cocina, vio a Donovan acabando de colocar las cosas en la mesa. Como siempre eran ellas dos, estaban acostumbradas a comer siempre allí, dejando el salón para eventos navideños o cumpleaños. Le daba rabia, el ver como parecía él uno más de aquella estancia.

-Te has duchado –Observó su madre, comenzando a servir los platos.

-Sí, hoy ha hecho bastante calor –Explicó llevando a la mesa el plato que le entregaba su madre.

-¿En serio? –Preguntó medio riendo Donovan-. Pues yo no me eh dado cuenta… ¡Que tonto! –Se golpeó la frente imitándola-. Si mi camioneta nueva tiene aire acondicionado…

-Idiota –Le sacó la lengua.

-Vamos chicos –Rió Margaret, dejando dos platos en la mesa y sentándose-, cualquiera diría que sois novios y esto es una pelea de enamorados.

-¡Mamá no digas tonterías! –Se rió con falsedad Silvia.

-¿Es que ser mi novia representa una tontería? –Peguntó él con curiosidad y sentándose también.

-¿En serio lo estas preguntando? –Se sorprendió ella para reír, al ver como asentía él con gesto de cabeza-. Venga Donovan, hace mucho que te conozco y jamás hemos sabido que tuvieras novias, más bien todo han sido ligues esporádicos…

-Pero eso no responde a mí pregunta –Volvió a señalar él, confundiendo a la chica y picando la curiosidad de Margaret-. El que no me hayas visto novias, puede significar que ninguna se merecía esa categoría.

-¿Y ya hay una? –No pudo evitar interrumpir su madre, obteniendo como única respuesta un guiño de él-. Aguafiestas… -Suspiró la mujer-. Estoy segura, que el insulto de mi hija iba por otro camino… Yo te digo, que te veo como un novio excepcional. Serías amable, atento, cariñoso, apasionado… -Dijo en broma, al tiempo que pinchaba con el tenedor un poco de lechuga y tomate de la ensalada central.

-Mamá, no comiences con ello –Volteó los ojos al techo.

-Es verdad –Se giró la mujer mayor a Donovan divertida-. Me tiene prohibido utilizar según que palabras… -Le guiñó un ojo, cogiendo su copa llena de vino y dando un buen trago.

-¿Y eso? –Quiso saber él-. Bien que las emplea en sus novelas… ¡Oh! –Exclamó de repente cuando Margaret escupió el poco vino que aún tenía en la boca, y comenzaba a toser totalmente roja y nerviosa-. ¿Estás bien? –Comenzó él a darle suaves golpes en la espalda.

-Tranquilo –Habló un tanto indiferente Silvia, comenzando a picar de su plato-. Eso ha sido a causa de tu comentario. Recuerda que no debía saber que ella te ha contado quien soy…

-Mierda… -Susurró el hombre, acariciando ya la espalda-. Lo siento Margaret… No pude evitar contárselo a tu hija, por cierto acontecimiento ocurrido hoy.

-No pasa nada –Respiró de forma normal-. Lo siento tesoro, pero…

-Da igual mamá –Le sonrió ella-. Se que a mí pesar Donovan es una persona de confianza para nosotras.

-¡Aleluya! –Exclamó éste risueño-. Por fin vuelves a decir algo bueno de mí, desde que me calificaste como hombre sexy hoy en mi camioneta, que me has tratado como un trapo viejo.

-¡Yo no dije nada de eso! –Protestó veloz.

-Sí que lo hiciste, pude leerlo perfectamente entre líneas –Indicó con gran satisfacción.

-Suerte tenemos de que no seas psicoanalista –Soltó con burla la chica.

-Ya claro… -Siguió sonriente-. Te molesta reconocer que tengo razón.

-Creo que me estoy perdiendo un poco… -Mientras ellos iban discutiendo, Margaret los observaba divertida bebiendo una y otra vez de su copa sin apenas probar bocado de la cena.

-Di la verdad Donovan –Se burló-. Te aterra no tener a todas a tus pies. Lo que me sorprende, que también quieras abarcar el campo de las jovencitas.

-¿Me habéis escuchado? –Volvió a interrumpir con voz débil la mujer mayor.

-Tranquila mamá –Rió ella-. No te pierdes mucho, todos los egos son iguales.

-Gallina –La acusó él completamente divertido por la discusión que estaban manteniendo.

-¿Qué? –Frunció el ceño-. ¿Por qué?

-Te da vergüenza reconocer que te atraigo –Confesó con normalidad.

-¿Es eso cierto? –Se emocionó su madre, volviendo a llenar su copa.

-¡No! –Negó con gran efusividad-. Es solo que desde un principio él a interpretado mal mis palabras –Mintió un poco nerviosa-. Y deja de beber –Sugirió, obteniendo como respuesta un levantamiento de hombros.

-Ya decía yo que eso sería un sueño –Soltó Margaret-. Si no fuera por las novelas que escribes, pensaría que eres lesbiana. No me importaría, pero así sabría que no tendría que esperar con emoción un yerno.

-¡Mamá! –La riñó entre dientes, no quería que Donovan capturara tanta información de su vida personal-. Suelta ya la copa… -Volvió a mascullar.

-Te llevo más de diez años de experiencia, a pesar de que escribas tú de amor… -La miró intensamente a los ojos.

-¿Y? –Alzó una ceja con miedo.

-A que sabe cuando una mujer lo mira con cierto deseo –Interrumpió una vez más su madre con cierta burla en su voz-. Estoy segura que se ha dado cuenta de que lo miro más de una vez cuando se quita su camisa… -Se rió provocando que él también lo hiciera.

-Pero se que lo haces de forma sana, Margaret –dijo con voz sexy y guiñándole un ojo.

-¡Por dios, haced el favor! –Se avergonzó Silvia veloz, al tiempo que le quitaba la copa a su madre de las manos.

-¿Quieres que te diga por que resulta mi hija tan quisquillosa con estos temas? –Dijo un poco frustrada al ver que su hija le quitaba la copa.

-Ni se te ocurra –La advirtió la joven-. Mira lo que te esta haciendo el vino…

-No estoy borracha, solo un poco chispa por no haber comido mucho –Protestó la mujer agarrando su copa una vez más.

Un poco molesta intentó apartarle la copa una vez más, pero Donovan se le adelantó presionándola con sus manos, para que no la moviera de donde la tenía su madre.

-Quita tus manos –Lo fulminó con la mirada.

-No –Rió de forma descarada-. Eres la única aburrida de ésta mesa. Déjala que se divierta un poco…

-Di que sí Donovan –Sonrió su madre-. Una vez en la vida que me ponga chispa no me va hacer daño… ¿Cuándo vas a disfrutar un poco? ¿Cuándo vas a vivir un romance? Quiero que descubras el amor como lo hice con tu padre… ¿Sabes que no ha salido nunca con un chico? –Le explicó a él quien se giró a mirarla sorprendido-. Nunca la han besado… ¿Crees que sus fans se creerían eso tras leer sus novelas?... Y lo divertido que…

-Mamá –Pidió con súplica en la mirada.

-Margaret… -Intento capturar su atención él, al ver que aquello que iba a decir era importante para ella. Aquel brillo de desesperación en sus castaños ojos, se lo estaban clamando a gritos. Pero no pudo hacer nada, sus oídos capturaron las palabras de ella.

-Es virgen. Y tiene que escribir ésta última novela con toque erótico… -Soltó riéndose por efecto del vino-. ¡Uy! –Se dio cuenta de su error demasiado tarde-. Disculpa hija, yo… Hacía mucho que no bebía…

-No pasa nada mamá… -Se esforzó en sonreír un poco, sin atreverse a mirarlo-. Y tienes razón, tengo que divertirme un poco más… -Confesó de repente con el ceño fruncido-. Así que brindemos por un comienzo nuevo –alzó su copa y se bebió de un solo trago todo el contenido de ella.

-Oh, Oh… -Se quejó Donovan-. No creo que eso sea muy buena idea… -Advirtió cuando la joven llenaba una vez más su copa y la de su madre.

-Tú te callas ahora –Lo miró desafiante y con sonrisa pícara-. Tienes razón en dos cosas… -Se puso de pie y levantó su copa en dirección a su madre-. Brinda conmigo mamá…

-Creo que ya voy muy mareada para otro brindis –Se disculpó con voz débil.

-Pues brindaré sola –Rió y de un trago volvió a beberse el contenido entero de la copa.

-Esto no va acabar bien –Se quejó él.

-Cosa numero uno –Señaló Silvia con un dedo-. Soy una gallina en cuanto se habla de sexo –confesó alzando la copa de su madre y logrando alarmar al hombre al ver que hacía desaparecer en unas milésimas de segundos nuevamente el contenido de la copa-. Y punto numero dos –Levantó aquella vez dos dedos, para después agarrar la botella de vino y vaciarla un poco más-. Tienes razón, te encuentro un hombre atractivo… Brindo por que me regales la vista cada día de mi vida –Y volvió a vaciar la copa, consiguiendo que Donovan resoplara.

-Yo ya no tengo más hambre, pero un buen café si que me tomaría… -Confesó éste incorporándose y recogiendo su plato y casualmente la botella casi vacía de vino.

-¡Oye devuelve eso aquí! –Protestó ella levantándose y yendo tras él a la nevera-. No decías que fuera más divertida…

-Divertida –Inquirió él-, pero no a causa de acabar borracha… -Abrió la nevera y guardó la botella allí.

-Ves como me tratas como una niña –Se quejó cruzando sus brazos y mirándolo con el ceño fruncido-. Mi madre si puede emborracharse, pero yo no por que soy joven.

-Tu madre, notándose un poco chispa le daba sorbos y comía un poco más –Puso al fuego la cafetera que había dejado Margaret lista en la encimera-. Pero tú no. Si ni siquiera creo que hayas notado el sabor, no le has dado tiempo a tu paladar de saborearlo –Acusó apoyándose en el mueble.

-Pues por hoy yo no quiero saborearlo más –Informó Margaret levantándose con su plato y el servilletero-. ¿No os importa acabar de recoger vosotros lo que queda? Yo me retiro a tumbarme a mi dormitorio, que se me pase esto… -Se llevó una mano a la frente-. Espero estar bien para el viaje de mañana.

-Tranquila Margaret, ya me ocupo de que todo quede bien recogido –Aseguró con amabilidad.

-¡Tú tienes la culpa de que se halle en ese estado! –Reprochó Silvia en cuanto se quedaron a solas.

-Si no te conociera –suspiró-, pensaría que me tienes manía.

-¿Y quién te dice que no es así?

-Lo que tu sientes hacía mi, no se califica como manía preciosa –Apartó la cafetera y sirvió el café un poco templado en una taza-. ¿Quieres? –Se la ofreció.

-No me cambies de tema –Soltó confundida.

-No lo hago –Dijo dejando a un lado el café y volviendo a recoger las copas y el plato de ensalada, mientras que ella en busca de una respuesta se había acercado a él y cogía lo último que quedaba-. Después de la cena de hoy, llego a comprender unos cuantos puntos tuyos –Dijo acabando de poner el friegaplatos en marcha.

-Yo también… Que eres un imbécil pretencioso –Se acercó a él deteniéndose apenas a un paso.

-Mejor tomate el café, o nos esperamos a que se te pase la tontería que llevas encima y hablamos otro día –Sonrió divertido sin apartar su mirada de la de ella.

-Deja de darme órdenes –Señaló molesta y mareada-. Deja de tratarme como una niña yo…
-Silvia no te trato como una niña, ni siquiera te veo como ella… -La agarró por los hombros acercándose ese paso y logrando que sus pulsaciones se aceleraran un poco más, provocando que aún tuviera más calor corporal del que necesitaba en aquel momento con aquel mareo.

-¿Qué pretendes? –Se hallaba nerviosa, acalorada y mareada pero aún así intentó separarse unos centímetros de él. De repente, había notado que su rostro se hallaba a unos pocos centímetros del de ella.

-Enseñarte lo que tu sientes hacía mí –susurró con voz rasposa y sexy, volviendo acercar su rostro al de ella.

-Yo… -¡Iba a besarla! ¡Su primer beso! ¿Le olería bien el aliento con tanto vino? ¿Era bueno dejarse besar en aquel momento? ¡Maldita sea, todo le daba vueltas! Estrujó sus manos un par de veces para aliviar stress. ¿Y porqué quería besarla? ¡Tenía que haber ojeado el libro antes de entrar en la cocina aquella noche! ¿Cerraba los ojos o no? Mejor lo hacía… ¡Oh, no! Su mareo se acrecentó provocando una subida de nauseas haciendo que empujara el hombre justo antes de devolver delante de él-. Genial… - Gimió débil limpiándose los labios con el dorso de la mano. Aquello solo le podía ocurrir a una imbécil como ella.

-¿Te encuentras mejor? –Sintió el calor de la mano masculina en la espalda. Que agradable era… Sus ojos se empañaron de lágrimas de frustración, no dejándole ver que Donovan suspiró y seguidamente la alzó en brazos para conducirla a su dormitorio. Una vez allí, abrió la cama con ella en brazos y la depositó con delicadeza en ella para quitarle las sandalias y taparle los pies desnudos con la sábana-. Lo que te conviene ahora es descansar… -Fue a protestar, pero no la dejó-. No me digas que eres mayor… Es lo único que te sentará bien. Mañana nos vemos… -Se inclinó y le depositó un suave beso en la frente.- Adiós.

-Adiós… -susurró con gran malestar y cerrando los ojos ante la oscuridad de su dormitorio. No tenía ganas de pensar, solo quería dormir para que se le pasara aquel mal cuerpo.

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