lunes, 1 de agosto de 2011

El Dulce sabor del Amor 2


Medio esperaba que todos se hubieran dispersado, pero resultó que más de dos docenas de ojos me miraban con distintas expresiones en sus rostros que iban de la diversión, la burla a la sorpresa. La furia vino en mi ayuda sobre todo al recordar que el condenado canoso no se había disculpado.
-          ¿Alguien más quiere? Me quedó delicioso. – Dije con furia señalando el pastel.
-          No lo dudo. – Una voz profunda pero llena de un matiz divertido dijo aquello, giré para ver de quien se trataba y para mi asombro y consternación era él que me ofrecía un pañuelo. Lo tomé, dejando el pastel en sus manos, y luego… ¿Qué se podía esperar? Me alejé de allí como si me persiguieran los mil demonios.

 Y ese fue mi primer encuentro, que sinceramente pensé que sería el último, ¿Por qué quien desearía volver a encontrarse al hombre de sus sueños después de esto? Yo, no.


Chocolate, oh delicioso chocolate. Indispensable para esta receta.
Recuerden, el preparar Postres, no se trata de un proceso mecánico,
sin vida, menos aún si lleva este enloquecedoramente rico ingrediente.
Agréguenle entusiasmo, pasión y sobre todo amor.
Nota del libro de postres: Apasionadamente rico, K. Candy.


-          Eres todo un éxito. – Decía Silk mientras devoraba la segunda rebanada de “Pasión oscura” el nombre lo habían acuñado después de comprobar que el pequeño experimento culinario de Candy era delicioso y después de que Candy relatara el bochorno ocurrido y volviera a cocinarlo. De eso ya hacía un tiempo. – Y, dime ¿lo has visto de nuevo?
-          No. – lo dijo casi gruñendo.
-          Ajá.
-          ¿No te rindes verdad?
-          No.
-          Mmm. Lo siento por ti. ¿Cómo se supone que lo vería de nuevo? Déjame ver, me presento en el edificio, aguardo a que salga y en cuanto lo vea me tiro en la cara otro pastel previamente hecho para tal fin, con la finalidad de que me reconozca.
-          No es mala idea. – Reflexionó su amiga haciendo que lanzara una exclamación de frustración. – Vamos Candy, de eso ya pasaron varios meses ¿me dirás que no tienes ganas de saber más de él? Si recuerdo bien, durante días no dejabas de decir lo hermoso, guapo, arrebatadoramente bello que era y…
-          No sigas por favor… - Gimió para luego quitarle el plato a su amiga que milagrosamente tenía media rebanada todavía. – Si sigues por allí…
-          Me callo, me callo. – En cuanto le devolvió el plato, añadió. – Por hoy. ¿Qué tal el negocio? – Preguntó para cambiar de tema, aunque demasiado bien sabía que no duraría mucho esa paz.
-          Mejor de lo que pensé, encontrar este local enfrente tuyo fue genial, el alquiler es de lo más bajo aun no me lo puedo creer. Y las ventas creciendo o al menos manteniéndose.
-          Es que tus postres son de lo mejor, los pasteles ni se diga y la tarta de frambuesas con licor… mm ¿tienes por cierto de esa?
-          Silk a este paso no te va entrar nada de esa lencería tan bonita que diseñas.
-          A Rheet no le importará créeme.
-          Lo creo. - Candy sonrió recordando al esposo de su amiga, un buen hombre que la había hecho muy feliz.


Sin tan solo ella pudiera conseguir algo así y de preferencia con su “pasión oscura” como había nombrado al espécimen masculino que azotaba sus noches. – Suspiró.

-          No creo sea difícil el verlo de nuevo. – Silk volvió a la carga.
-          Y ahí vamos de nuevo… Seguramente es uno de esos hombres que le gustan las chicas con nombre de perro.
-          ¿Cómo? – Silk se atragantó de la risa.
-          Linda, Patsy, Barby nombres así.
-          ¡Basta! – Sofocando la risa su amiga retomó el tema con más ganas. – ¡Ni siquiera lo sabes! Dale una oportunidad, en cuanto vea como eres, caerá redondo a tus pies.
-          Tu fe en mí me enternece en serio, pero hay que ser realistas. Además, el hombre me tiene loca… o me tenía loca. Ya no – Mintió - Sé como es y no me conviene.
-          ¿Cómo está eso de que sabes como es?
-          Lo he seguido viendo, lo he visto en varias ocasiones.
-          ¡No me has dicho una palabra! ¡cómo pudiste!
-          ¡Por Dios santo! Me reclamas como si hubiera ganado el nobel de la paz y no te haya dicho. Lo he visto pero de lejos, aclaro. Hacemos entregas en su edificio. Me sorprendí un día que recibí una llamada preguntándome si teníamos ese servicio, y aunque no era así dije de inmediato que sí. Hubiera sido tonto decir lo contrario, recién comenzábamos y me venía genial tener más clientela y ahí empezó todo. – Finalizó esperando haber calmado la sed de información de su amiga, que ilusa.
-          Sigue… sigue….
-          Pues nada, que la dirección resultó ser la de Kensington & CIA. Obvio no quería regresar al sitio pero me armé de valor, después de todo no soy de las que se esconden y quería saber si alguien me iba  a reconocer, no se, estar preparada de algún modo para saber si de pronto en la calle sería blanco de burlas de gente de esa empresa. Entré y nadie pareció reconocerme, tomé el ascensor cargada de mis pastelillos especiales y…
-          ¿Los de moka?
-          Si, esos.
-          Entonces, ¿solo fuiste para salir de dudas?
-          Claro.
-          ¿No fuiste para verlo de nuevo…?
-          Sabes que sí. – Admitió derrotada.
-          Ok, prosigue. – Continuó Silk muy contenta de tener la razón.
-          Él iba en el ascensor…

-          ¡No! – Exclamó su amiga encantada.
-          ¡Pues si!
-          ¿Y luego?
-          Me escondí entre las cajas que llevaba y que afortunadamente tapaban mi rostro.
-          Cobarde.
-          Precavida.  Entré como pude y él apretó el botón de su piso. Yo por las cajas no podía, aún así lo intenté ¡Y él no parecía hacer ningún intento por pulsar el botón por mí!
-          Debiste habérselo pedido.
-          Ya. Seguí intentándolo. Y por fin con la voz cargada de risa me dice: ¿Puedo ayudarla?
-          ¿Y que le dijiste?
-          Piso 12 por favor.
-          ¿Sólo eso? – Preguntó sorprendida Silk.
-          ¿Qué se suponía que le dijera? ¡¿Hola, soy la tonta que enterró la cara en su propio pastel por estar ensimismada viéndote?! ¡Pues claro que no! Me bajé antes que él y creo que se quedó riendo, quizás contribuyó el hecho de que salí casi corriendo. Creo que tiré una cajita con un pastelito pero no estoy segura, no recuerdo mucho más. Después de eso ha habido más y más pedidos de los distintos departamentos, de vez en cuando he ido  y lo he visto en acción.
-          ¿A que te refieres exactamente?
-          Lo he visto como un encantador de serpientes, embobando a su concurrencia: empresarios, empleados, propios y extraños – Iba a omitir que siempre miraba asegurándose que nadie se diera cuenta e iba a omitir que las cosas parecían caérsele de la mano o se le agravaba la tendencia a chocar con las personas-  Y claro de vez en cuando llevando del brazo una preciosa belleza de todos los colores y sabores, rubias, pelirrojas y…
-          ¿Y…? – Silk se aproximó a ella como para no perderse ni una sola palabra.
-          Ninguna morena. – Candy se dejó caer en la silla enfrente de Silk. – No le gustan las morenas. Yo soy morena. – Añadió como si fuera necesario.
-          Eso es ridículo. ¿Quién podría decirle que no a ese precioso pelo del color del chocolate o a esos ojos del color de la miel fundida sobre un delicioso hot cake? ¿O  a esa piel del color de un helado de coco sobre una base de…?
-          Ya, ya entendí. Silk creo que deberías ir a una reunión para los adictos a los postres y tratar tu problema.
-          Graciosa. – El teléfono sonó cuando iba a responderle.


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