viernes, 2 de septiembre de 2011

Ganar el perdón, octava parte


Si alguien le hubiera preguntado a Kate como estaba la comida, ella hubiera contestado que no tenía idea. Comía automáticamente , sin percibir el sabor, no podía quitarle los ojos de encima a Thery. Y aquella atenta observación le había hecho notar cuan fuerte era la relación padre hija.
Nicholas cortaba la comida de la niña, sin que ella llegara a pedirlo, también le quitaba del plato la cebolla que obviamente a la pequeña no le gustaba. Se comprendían y tenían una relación construida a lo largo de cinco años, no había forma en que ella pudiera competir con eso.

La situación era muy incomoda y  sólo los comentarios infantiles de Thery sobre su día en el jardín, le daban un cariz ameno y evitaban el silencio absoluto.
Apenas retiraron los platos, Thery se bajó de la silla y tomó la mano de Katherine.
-Ven, quiero mostrarte mi habitación – dijo la niña y ella se puso de pie.
Nicholas también se incorporó dispuesto a seguirlas, pero la asistente social lo llamó para permitir que madre e hija tuvieran un tiempo para ellas solas.
-Sr. Laurent, hay algo que quisiera preguntarle ...- dijo la mujer y con esas sencillas palabras lo detuvo mientras Thery y Katherine se marchaban escaleras arribas.
-Aquí – señaló la niña y al abrir la puerta Se encontraron en la habitación.
Era digna de una princesa, con muñecos y juguetes, estantes llenos de libros infantiles, cama con dosel, al menos era obvio que no le había faltado nada, excepto ella.
La pequeña, le mostró sus cosas favoritas y le contó historias sobre todo, entonces Kate recordó el regalo que le había traído y había dejado olvidado en el sofá.
Al mirar la habitación, notó una puerta.
-¿Y esa puerta dónde lleva?
-A la habitación de papá, pero ya no funciona. Cuando era bebé se abría, pero ahora papá dice que estoy más grande y no hace falta. Si necesito algo, puedo ir a golpear a su habitación.
Por lo visto Nicholas había estado muy pendiente de la pequeña, y además debía reconocer que era una niña adorable, se notaba que era feliz y amada. Aquello le daba un poco de paz, si su hija hubiera sido infeliz no habría encontrado consuelo, aunque también significaba que cualquier daño que infligiera a Nick repercutiría en Thery.
Era extraño pensar que él no la había amado a ella, pero que sí amaba a su hija.
Luego de mostrarle su habitación, la niña decidió continuar la gira por la casa. Así que a continuación se vio arrastrada a la habitación de al lado, la de Nicholas.
Kate tuvo sensaciones opuestas, por un lado la aversión que sentía por él y por otro curiosidad por conocer el espacio intimo del hombre que había  sido su amante y era su enemigo. Era una estancia amplia, con paredes azules y muebles de madera oscura.
Era un lugar sencillo, sobrio y muy masculino.
Thery corrió hacia la cama y se subió en ella, desde allí la llamó.
Katherine se acercó y siguiendo las indicaciones de su hija se sentó en la orilla.
-Me gusta saltar aquí, papá me dice que no lo haga, pero siempre me deja...- comentó jovial.
La mujer le sonrió a la pequeña pero al sentir la mullida suavidad tuvo un recuerdo fugaz de ella y Nicholas, un recuerdo que inmediatamente le hizo pensar en las mujeres que había habido después de ella, en las que habían conocido aquella habitación.
Sintió un ramalazo de repugnancia, más que nada por ella, le  repugnaba tener pensamientos de ese tipo.
-Muéstrame más...- sugirió y por suerte su hija entusiasmada la llevó a conocer otros lugares. Recorrieron las habitaciones de invitados, la cocina , fueron al jardín interno y finalmente regresaron al salón.
En ese momento, Kate recordó el oso de peluche y se lo dio a Thery, lo hizo con cierta reticencia, temiendo ser rechazada. Además después de ver aquella casa, era plenamente consciente de su inferioridad respecto a Nicholas, al menos en el terreno económico.
Sin embargo a la pequeña se le iluminaron los ojos con el regalo y lo abrazó muy fuerte.
-Gracias, ¡es bonito! –exclamó frotando su mejilla contra él y Katherine sonrió complacida.
-Bueno , cariño, es hora de que descanses un rato – dijo Nicholas a su hija, aunque el mensaje estaba dirigido a Katherine y sus acompañantes.
Recordar que su relación con su hija estaba limitada  por horarios de visita, la llenó de espíritu rebelde. No quería, no quería despedirse de Thery como si fuera una tía lejana, era su madre, quería quedarse con ella. Pero no podía, aún no.
-¿Te vas?- preguntó la pequeña con evidente desilusión y su madre se acuclilló a su lado.
-Sí, tengo que irme hoy. Pero mañana volveré, saldremos a pasear juntas – le explicó y la niña la abrazó. Kate inspiró profundamente para evitar llorar, luego de devolver el abrazo se desprendió , y le dio un beso en la frente.
-Quédate acá  Thery, acompañaré  a los invitados – dijo Nicholas y la niña asintió en silencio.
Los cuatro salieron de la casa y apenas estuvieron a una distancia conveniente, él la detuvo por el brazo.
-Mañana no es día de visita, ¿por qué le dijiste eso a Thery?
-No me importa si es día de visita o no, vendré a ver a mi hija y quiero salir con ella sin tenerte controlándome como si fuera una delincuente. Tú eres quien la secuestró no yo...
-Katherine, te lo advierto...
-¿Me adviertes? No tienes ningún derecho, por el bien de ella no quiero hacer las cosas peores para ti, pero si me obligas lo haré. Soy su madre y quiero verla, no soy una visita. ¿Sabes lo que se siente despedirte cuando no deseas hacerlo?
- No te dejaré a solas con ella.
-No eres tú quien decide, Nicholas, para eso está la asistente social. Quiero conocer a mi hija. No lo entiendes, no sabes lo que siento, no sé qué cosas le gustan, no conozco cual es su comida favorita, no sé que enfermedades tuvo o si es alérgica a algo, no sé que cosas le dan miedo o qué cosas la hacen feliz, no lo sé porque no me dejaste saberlo, porque no pude estar junto a ella..- dijo y las lágrimas que había intentado contener anegaron sus ojos.
-Sra. Holly, vamos – dijo la asistente social, acercándose a ella. Nicholas no pudo reaccionar porque aquellas palabras lo habían congelado.
-Volveré mañana- insistió Kate limpiándose las lágrimas con las manos y luego subió al auto.
























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