jueves, 6 de octubre de 2011

Di que sí... Cap 7


-          ¿Me culpas por haber mal interpretado las cosas? ¡Saltó encima de ti medio desnuda!
-          Sí, pero debiste haberme escuchado. No me permitiste acercarme, desapareciste y sin dejar rastro. Me sentí la peor escoria de la tierra.
-          ¿Y como crees que me sentí yo? Mira, que el pasado se quedé atrás. Hace mucho que te perdoné y si lo que dices es cierto, lamento no haber tenido más fe en ti, pero acepta que no era fácil.
-          ¿El tener fe en mí?
-          Luke, las chicas del pueblo andaban detrás de ti, sabía que en la ciudad pasaba lo mismo, sí, me lo decían. Sentía que era cuestión de tiempo que te cansaras de mí, te aburrieras  de Krista la pueblerina y te divirtieras con otras.
-          Y por eso fue tan fácil creer lo que viste.
-          Sí. – Aceptó con voz triste.


-          Puedo llamar a Aldo y a Gema, ellos pueden decirte lo que pasó ese día. – Insistió él.
-          No. No es necesario.
-          Entonces…. – Inició él con cautela…- ¿Me crees?
-          Después de cinco años, no veo por que alguien insistiría en su inocencia en un asunto como este, en general creo que sí dices la verdad.
-          ¿Amigos? – Él extendió la mano y ella se sintió más triste todavía, no sabía que habría sido de los dos si hubieran seguido juntos, pero si sabía que el único hombre que había amado lo tenía ahora enfrente de ella y que habían perdido cinco años. Pero eso ya no importaba, había sacado algo bueno de todo lo malo, tenía Miss. Love, ella era Krista Love y eran un éxito. Así que, todo seguía estando bien ¿no? Extendió su mano y él la tomó la apretó y a su pesar volvió a sentir que algo le apretaba el pecho. Se soltó. – No podemos volver atrás. – Dijo él entonces. – Pero, siempre fuimos buenos amigos, ¿Intentamos serlo de nuevo?

Campanas de alarma resonaron en la cabeza de Krista, ellos habían sido amigos sí, pero al mismo tiempo habían sido amantes.


Una semana después…

-          Deja de inventar excusas, a estas altura se dará cuenta de que lo evades y deducirá que es por que todavía te afecta, cosa que no es cierta… - Natalia se detuvo al no obtener respuesta de Krista. - ¿Verdad que no? – Silencio… - ¡Oh por Dios! No me digas que…
-          No he dicho nada.
-          Tu silencio lo dice todo.
-          Él era inocente Nat.
-          ¿Y eso que?
-          Como que y eso qué… eso lo cambia todo ¡Todo!
-          Han pasado cinco años Kris, no se trata de borrar lo que ocurrió y retomarlo.
-          Lo sé, no soy tonta. Pero desde que lo volví a ver y desde que sé que todo fue un equivoco no me lo puedo sacar de la cabeza.
-          Sal con él entonces  y así te acuerdas de por que lo dejaste en primer lugar.
-          Yo no lo dejé.
-          ¡Claro que sí! Me dijiste que él no te amaba como tú a él y que era mejor para ti el irte del pueblo para olvidarle y no dejar que siguiera triturando tu corazón.
-          Es cierto. – Krista suspiró  y recordó cuanto le dolía ser el pasatiempo de fin de semana de Luke, aunque él le había propuesto matrimonio, borracho a más no poder ¿Eso significaba que en realidad sentía algo más? Tenía que dejar el asunto por la paz, saldrían y recordaría que era encantador, carismático, de excelente humor aparte de guapísimo y por supuesto recordaría lo que le quitaría las estupideces de la cabeza: Luke era un grandísimo Don Juan  y  seguramente a pesar del tiempo transcurrido seguía siéndolo. Habían sido novios pero todo el tiempo la sacó de quicio su actitud coqueta y abierta con las demás chicas ¡Oh si, como odiaba eso! Bien, empezaba a recordar. Perfecto.

Ella ya había llegado, lo sentía en el aire ¡Dios, siempre había sido así! Se puso rígido con tal de no voltear a ver, pero fue imposible sobre todo cuando los que ocupaban la mesa adyacente miraron con interés hacia la entrada del restaurante, claro que era ella.  Su cabeza giró por sí sola y la vio, iba con un precioso vestido color lila, sencillo y elegante al mismo tiempo, su precioso cabello suelto, casi nada de maquillaje, era la viva imagen de la frescura y la femineidad, tan bella… ella llegó a su lado, apenas le dedicó una sonrisa, los de la mesa de al lado no dejaban de verla, quiso golpearles, en serio ¿Qué rayos…? Allí iba él de nuevo con su obsesión por Kris.

-          Hola.
-          Hola. – Repitió él casi tontamente. Cielos, olía divino.
-          ¿Cómo te ha ido? El tráfico por poco me hace llegar más tarde ¿Te pasó lo mismo? Por poco me paso un alto. – Rió quedamente, su risa, no sabía cuanto había extrañado esos pequeños detalles de ella, la manera en que se recogía el pelo detrás de la oreja, como hacía gestos y ademanes explicando sus palabras, el brillo de sus ojos… Delante de ella casi se ponía a escribir una poesía, cosa más cursi y ridícula, pero con ella, todo eso siempre con ella, casi le hacía querer borrarla al completo de su memoria, casi. La tenía tan grabada dentro de él que le afectaba como si fuera un adolescente. – Luke… ¡Luke! – la voz de Krista lo sacó de sus pensamientos.
-          Perdona, ¿Qué decías?
-          ¿En que planeta estabas?
¡Dios! Ese ligero morro de impaciencia que ella solía poner, antes él se lo borraba con un beso, tosió para ver si eso ayudaba en algo a controlarse. 
-          Lo siento, pensaba en que…- En ti, como un soberano idiota.
-          ¿Qué?
-          En si aun te gusta la pasta.
-          Claro. – Esta vez la sonrisa de Krista hacia él fue totalmente luminosa y él sintió que se perdía de nuevo, carraspeó ¿Qué era? ¿Un chiquillo de dieciséis?
-          La comida sigue poniéndote de buen humor ¿eh?
-          Eso nunca lo dudes.
Así que verlo era buena idea ¿no? Menuda tonta que era. Desde que entró al restaurante siguió como un rastro invisible y llegó hasta él sin indicación alguna ¿cómo se le llamaba  a eso? No sabía. Apenas pudo sonreír pues estaba rígida del esfuerzo para no acercarse y plantarle el acostumbrado beso de antaño. Se puso nerviosa como una colegiala y empezó a parlotear sin sentido mientras él la miraba con esa mirada intensa que siempre le ponía todos los pelos de punta.  En cuanto él mencionó comida, se relajó un poco. Al poco rato charlaban como lo que deberían ser, lo único que deberían ser, viejos amigos. Aunque esa ligera tensión se sentía, no era tan intensa como al principio.


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