jueves, 20 de octubre de 2011

Pequeño cuento; Aprendiendo A Seducir Parte 10


-¡Silvia! –Exclamó indignada Camila entrando en el despacho y con el teléfono en mano.
-¡Qué! –Se sobresaltó en el sillón y miró por encima de la pantalla del ordenador.
-Tu pobre madre ha colgado el teléfono y ha tenido que volver a llamar, después de que la hayas dejado en espera más de cinco minutos… ¿acaso no me oíste bien cuando et avisé antes?
-No, perdona Camila –Se disculpó alzando el teléfono inalámbrico de la mesa-. Puedes colgar ya… -Camila la miró un segundo y luego se marchó renegando a voz baja-. ¡Hola mamá! Espera que conecto el manos libres… Ya puedes hablar…

-Siento mucho si te eh pillado en un momento de inspiración –Se disculpó la mujer.
-Tranquila –Sonrió contenta-. La verdad es que iba a tomarme un descanso… Eh avanzado mucho en la novela.
-¡En serio! –Exclamó emocionada-. Que ganas de leer lo que lleves avanzado –Se quedó callada un segundo-. ¿Cariño, qué es eso de una fractura de dedo por pegar a Donovan?
-¿Quién te lo ha contado? –Frunció el ceño.
-¿Te encuentras bien? –Se preocupó su madre al ver lo despistada que se hallaba-. Quien más va a ser, que Camila que está ahí contigo.
-Cierto mamá… -Resopló-. Es que voy un poco liada con la novela –Se excusó.
-¿Y ese es motivo suficiente para pegarle un puñetazo a Donovan? –Preguntó con retintín.
-Él mismo se lo buscó –Respondió con tono seco.
-¿Y qué fue lo que hizo? –Inquirió su madre.

-Pues… -Se sonrojó por un momento al recordar el episodio de la cocina, antes que el de la manguera-. Mamá, no tengo ganas de hablar de eso… De verdad que todo se trata de una tontería y simplemente Donovan se aprovecha para sacarme de mis casillas.
-Bueno, supongo que yo misma podré ver si se trata de una tontería o no, cuando mi avión llegue mañana… -Indicó no muy convencida.

-¿Ya vienes mañana? –Se extrañó un poco.
-Sí y… Verás… No voy sola… -Habló con tono culpable-. Por eso te llamaba. Verás, tu prima dice que no pasa nada si cierra la tienda una semana… Y como vi que le hacía falta el descansar ahora con la niña… Y ya sabes como son los gemelos…
-¿Has invitado a qué vengan al rancho? –Preguntó Silvia.
-Sí… Se trataría de tu prima con los niños y la tía Luisa. Alan no puede venir, y si lo hace sería para el fin de semana… -Se disculpó seguidamente-. Lo siento mucho tesoro, supongo que te molestaran para poder escribir…
-No –Sonrió-. Me irá bien el tenerlos aquí. Hace mucho que no los veo…
-¡De verdad! –Sonó más tranquila la mujer.
-Claro que sí… ¿A qué hora llegáis para ir a recogeros al aeropuerto?
-Temprano, sobre las nueve de la mañana se supone que aterrizaremos.
-Bien, allí estaré.
-De acuerdo tesoro, ya hablaremos cuando esté en casa. Un beso –Se despidió.
-Un beso mamá –Y colgó tras despedirse.

Se reclinó en el sillón, para llevarse las manos al rostro por un momento soltando un suspiro de frustración. Aquello iba a resultar un pequeño caos, pero al menos todo aquello la salvaba un poco.
Al día siguiente, llegaría su madre y al otro Donovan. Al tener toda aquella tropa por una semana rondando por allí, iba a ser como una especie de escudo ante él. Pues estaba segura que no se atrevería acercarse a ella con ninguna intención, que no fuera nada más que para el trabajo. De ese modo ganaría tiempo para poder pensar un poco, con lo ocurrido del otro día. Además de poder saber con exactitud, el grado de importancia que le daba también él.
Y con quien no iba a poder luchar mucho, resopló resignada. Iba a ser con su madre. Quien la conocía perfectamente y encima, tenía en gran estima al objeto de su dolor de cabeza perpetuo.

En vez de coger su jeep, había cogido la camioneta vieja que utilizaban en el rancho, para poder ir a recoger a todos los que llegaban. No sabía porque, pero aparte de ir medio cansada de no dormir lo suficiente a causa de Donovan. También estaba un poco nerviosa por encontrarse con su madre. No quería que averiguara sus sentimientos por él. Pero lo iba hacer… Lo sabía. Apenada aparcó en el aeropuerto.
-¿De verdad qué no somos ninguna molestia? -Preguntó su prima Elisabeth, cuando estaban sentadas afuera en la hierba, mientras los gemelos jugaban a la pelota.
-Que no... -Volvió a sonreír Silvia-. Hacía mucho que no nos veíamos y eso no podía ser...
-Lo malo de tener mucho trabajo -Suspiró la chica-. Silvia no quiero resultar pesada. Pero no creo que encuentres paz con esos mocosos para escribir.
-Ya te dije que voy adelantada... En estos dos días, digamos que mi mente a sido bendecida con cierto tipo de inspiración.
-¿Serás buena prima y me dejarás leer? -Pidió formando un puchero con sus labios.
-Claro que sí tonta -Rió-. Si tu me dejas bañar luego a ésta preciosidad -Se acercó para acariciar la mejilla de la nueva integrante de la familia.
-Trato hecho -Rió también-. Pero te advierto que es posible porque Alan no se halla aquí -Suspiró-. Es su momento relajante del día. Coger a Denise y bañarla tranquilamente, no es cambiable ni con la mayor cantidad de oro.
-Y me lo creo, es todo un sol -Miró a la pequeña que dormía relajadamente en brazos de su madre.
-¿Y cuando te animarás tu? -Soltó con risa cantarina.
-Primero, deja que encuentre al posible candidato para ese puesto tan importante -Rió.
-¿Y qué me dices de ese tal Donovan? -Silvia frunció el ceño-. Tu madre está encantada con él.
-Tú lo has dicho, mi madre -Contestó tosca-. ¿Vamos a bañar a esos dos mocosos para la cena?
-Sí -Comenzó a incorporarse-. Ya va siendo hora... ¡Niños a la ducha! Y espero que me cuentes que te ocurre con Donovan... -Rió caminando hacia la casa-. Se que me ocultas algo.
-No hay mucho que contar, créeme -Se alzó de hombros y siguiéndola.
-Pero ya es algo -Le guiñó un ojo.
Eran las once de la mañana, cuando se encontraba sentada en el porche con Elisabeth mientras se tomaban una taza de café. Que al fondo en el horizonte se divisó la camioneta de Donovan. Su corazón comenzó a correr un poco más de lo normal... ¡Era tonta! Se regañó así misma. Ya sabía que aquel día llegaría Donovan con Jack. Era momento de decirle adiós a su paz. De momento había conseguido salvarse de un interrogatorio de su madre, dado que siempre estaba ocupada con su tía Luisa. Pero el fin había llegado. Era el momento de enfrentarse a Donovan y lo que había ocurrido en la cocina la última vez que se habían visto. Pasaron dos segundos más y la camioneta se iba acercando a medida que su estado nervioso también se iba alterando. ¡No podía! Era una cobarde, lo aceptaba... Mejor se encerraba en su despacho.
-¿Dónde vas? -Preguntó Elisabeth.
-Creo que a mi despacho -Respondió con voz no muy segura.
-Pues creo que tienes visita -Le señaló la ranchera que se hallaba a pocos metros-. Yo no soy nadie para recibirlos y tu madre está en el pueblo con la mía...
-Tampoco necesita ser recibido quien viene -Soltó con fastidio-. Se trata de Donovan.
-¡En serio! -Respondió animada-. Esto va a ser muy interesante...
-No comiences -La amenazó justo cuando el hombre detenía el vehículo en la misma entrada.

¡Dios, que atractivo era! Suspiró para sí, cuando lo vio abrir la puerta del vehículo y bajarse de él. ¡No, no! ¿Qué demonios hacía comportándose como una más de sus admiradoras?Para nada tenía que ser así...
Tenía que tratarlo como si fuera su enemigo. Sí, eso era... Ya se sentía un poco más fuerte. Alzó la barbilla, con un brillo en sus ojos que se apagó en milésimas de segundo... ¡A quien quería engañar! El muy cretino iba en cabeza aquella vez.

-Hola... -Saludó sonriente subiendo por las escaleras del porche.
-Hola -Respondió escondiendo su mirada tras la taza de su café, dando un buen trago y sentándose nuevamente en donde estaba antes-. ¿Y Jack?
-Lo dejé en su casa, para que viera a sus dos mujeres -Sonrió un poco al ver lo nerviosa que estaba ella-. Y mira por donde, yo también tuve la suerte de toparme con dos bellas damas... -Le guiñó un ojo a Elisabeth, al tiempo que se acercaba a Silvia para detenerse a un paso de ella.
-Elisabeth, te presento al mayor don juan de por aquí -Soltó aún escondida tras la taza y con un brillo provocador en la mirada-. Donovan, ella es mi prima felizmente casada...
-¿Me adviertes por qué me tienes miedo pequeña? -Sonrió alejándose en dirección a donde se hallaba la otra mujer sentada, para inclinarse y besar su mejilla-. Es todo un placer.
-Y créeme que el mío también -Medio sonrió y suspiró la joven madre.

-¿De qué iba a tener miedo? -No pudo evitar preguntar con el ceño fruncido.
-De que centre mi interés en otra bella mujer que no seas tu -Soltó en tono serio y mirándola a la cara-. ¿Y éste va a ser el recibimiento que me merezco después de tres días sin verme? -Puso los brazos en jarra sin dejar de sonreír.
-Tenías que haber visto la fiesta que organicé el día de tu partida -Se burló-. Pero pensé que llegabas mañana, que es cuando me traerán las coronas de flores y las velas.
-¡Silvia! -Rió Elisabeth al ver la tensión sexual que flotaba en el aire-. No seas tan maleducada y mentirosa... Si me dejas decirte una cosa Donovan -Se puso en pie para colgarse de su fuerte brazo-. Desde que mí tía vino a echarnos una mano, solo eh escuchado elogios hacia tu persona. Y en muchos de ellos entra la opinión de mí prima Silvia.
-Eso, conviértete en la miembro numero uno de su club de fans -Volteó los ojos con cierto fastidio por los celos que la inundaban en aquel momento. Ella también quería agarrarse aquel fuerte brazo...
-¿Pero qué mosca te ha picado? -Soltó la otra chica-. Sabes que todo lo que eh dicho no es ninguna mentira...
-Yo solo digo, que no hace falta adularlo tanto... -Se puso también en pie-. Que luego se le sube mucho al tarro... -Dijo justo antes de desaparecer en el interior de la casa.

Quería estar lejos de su presencia, pero iba a resultar un tanto difícil. Cuando los dos la siguieron con paso tranquilo al interior hasta llegar a la cocina. Pero para poder ganar un poco más de tiempo en tener que mirarlo a la cara, se puso a fregar como pudo la taza.

-¿Cómo llevas la mano, aún te duele? -Preguntó posicionándose justo detrás de ella y exaltándola un poco.
-Como te atreves a preguntar por mi mano, cuando tu eres el culpable de que me halle en ésta situación... -Se giró a encararlo enfadada, pero al momento se le bajaron los humos cuando vio que casi lo tenía encima suyo. Soltó un suspiro lleno de frustración, al ver que aquello no iba a resultar nada fácil-. Por tu culpa voy retrasada en la novela -Intentó volver a culparlo, para poder ganar un poco de confianza si él se abatía simplemente un poco, aunque aquella última acusación no era para nada cierta.

-¡Pero mira que llegas a resultar arpía! -Interrumpió una vez más su prima Elisabeth riéndose y consiguiendo que también la mirara a ella a los ojos furibundos-. Así que tu sabes realmente el como se hizo daño -Soltó con sonrisa malévola-. Espero que me lo cuentes en algún momento -Guiñó un ojo-. Por lo visto, es sumario secreto... Y en referencia a esa última acusación que ha lanzado mi queridísima prima, te hago saber de buena tinta que para nada va atrasada en su nueva novela... -Le sacó la lengua a ella-. Y eso resulta increíble, estando yo aquí con mi madre y mis dos revoltosos mellizos.
-Ahora si que no dejaré que vengas nunca más de visita -Escupió Silvia cruzándose de brazos.
-Sabes que eso no te lo crees ni tú preciosa -Volvió a reírse la otra joven.
-¿Me dejarás volver a leer lo que has avanzado? -Preguntó Donovan con cierta curiosidad, al tiempo que le entregaba una enorme sonrisa seductora-. Me quedé con muchas ganas en el último punto...
-¡Tú también la estas leyendo! -Se sorprendió Elisabeth-. Vaya, eres el primer hombre que conozco que confiese leer novela romántica. Eso resulta muy admirable.
-Creo que si podemos sentarnos en el sofá para ver películas de comedia romántica, también podemos leerlas... Se puede aprender bastante de ellas... ¿No crees?
-Eso, intenta decírselo a mi marido Alan -Soltó con cierto deje de sarcasmo-. Y realmente, le está quedando muy interesante esta novela con toque erótico... No se porque se quejaba de estar estancada... -Guiñó un ojo-. La escena de la cocina encima del fregadero, te hace coger un poco de calor...
-¿En serio? -Se alzó una ceja en su rostro, mientras se giraba a ver a una Silvia completamente abochornada-. Vaya, no veas lo intrigado que me dejas... ¿Cuando me dejaras leerlo?
-Ni en tus mejores sueños –Sonrió con falsedad y alejándose de él-. Tú tendrás que esperar a que salga a la venta.
-¿Así de mala vas a ser conmigo? –Rió-. Después de lo mucho que te ayudo… Ahora dime una cosa… -Volvió avanzar hacia ella-. ¿Vas a necesitar que sustituya una vez más a míster plástico?
-Eso te gustaría –Volvió a mostrarle una vez más su falsa sonrisa-. Pero verás… Ya encontré un nuevo sustituto… -Se alzó de hombros, sabiendo que aquella mentira iba a implicar cierta presión en el hombre.
-¿Cómo dices? –Preguntó con los labios apretados-. ¿Peter no estará para nada implicado?
-Donovan, no tengo porque tenerte informado de mi forma de trabajar en mis novelas –Aquella vez volvió a sonreír, pero con gran satisfacción en su rostro.
-Yo… Esto… -Comenzó hablar una Elisabeth un tanto cohibida al ver la discusión tan íntima que mantenían aquellos dos-. Creo que voy ha echar un vistazo afuera… Me parece que llegan nuestras madres con la compra… -Y huyó veloz al porche principal, en donde era acertada la llegada de as dos mujeres mayores.
-Supongo que estarás muy contenta de tener a tú familia aquí –Señaló él.
-Pues sí –Levantó la barbilla para mostrarse bien orgullosa.
-¿Y también creerás que van a formar un magnífico escudo contra mí? –La miró detenidamente sin dejar de mostrar una seductora sonrisa.
-Que… -Se hizo la no entendida, al tiempo que mentalmente soltaba un improperio lleno de frustración, porque él la llegara a conocer de aquella manera.
-Verás Silvia –Acortó en un momento la distancia que los separaba-. No va a servirte de nada el tener aquí a tu familia. Te aviso, que continuaremos nuestra charla donde se interrumpió.
Tendría que volver a darle una bofetada, para eliminar esa mirada tan segura de su rostro. Cuanto lo disfrutaría, pensó con nervios… Donovan, acababa de declararle la guerra. Bueno, más bien le había afirmado que iba a perseguirla hasta tenerla para él solamente, y poder seguir con el episodio del otro día. Ahora mismo, toda ella temblaba en anhelo por el recuerdo de sus manos sobre su cuerpo. Y estaba segura, que eso él lo estaba viendo reflejado en su mirada.
-¡Donovan! –Exclamó Margaret entrando en la cocina con bolsas de compra en sus manos y seguida por otra mujer muy parecida a ella y por Elisabeth-. ¡Que alegría el verte aquí! –soltó la compra y se acercó a darle dos besos y un abrazo.
-Esto, si es una bienvenida... –Rió abrazando a la mujer pero sin dejar de mirar hacia Silvia-. ¿Cómo estás preciosa?
-De maravilla –Sonrió apartándose-. Deja que te presente a mi hermana… -Agarró a la mujer del brazo-. Luisa, este es…
-Casi tu hijo adoptivo –La cortó la mujer mayor-. Tenía muchas ganas de conocerte, no sabes la de cosas que me han contado de ti.
-Espero que todas buenas –Sugirió él bromeando y sin perderse el volteo de ojos de Silvia.
-Por supuesto que sí… -Rió Luisa sonrojándose un poco.
-¿Te quedas a comer verdad? –Medio preguntó y ordenó Margaret, no viendo como su hija se metía dos dedos en la boca en señal vomitiva con aquella invitación.
-Por supuesto –Aceptó, simplemente para poder seguir poniéndola nerviosa a pesar de hallarse un poco cansado del viaje-. Pero si me dejáis, antes me gustaría ir a mi casa para dejar la maleta y poder darme una ducha.
-Ningún problema, aquí comenzaremos ahora con la preparación. Hemos decidido hacer pollo al horno con verduras y salsa de tomate.
-Mmm… Que rico –Soltó un quejido de placer-. En media hora me tenéis aquí. Hasta ahora –Se despidió pasando por su lado y rozándose expresamente con ella.
-¡Que encantador y sexy! –Rió su tía Luisa, una vez que la puerta de la entrada se cerró.
-A que sí –Corroboró su madre.- Si yo fuera más joven intentaba cazarlo –Señaló mirándola en todo momento.
-Felicidades –Rebufó-. ¿Por qué no lo intentas igualmente? A lo mejor le van las maduras, más que las jovencitas…
-No seas tan impertinente –La encaró-. No entiendo por que ahora os lleváis como el perro y el gato. ¿Por qué le pegaste? –Puso los brazos en jarra.
-Habría que comenzar a preparar la comida. Y eso, que te lo responda don guaperas –Sentenció dando la conversación por terminada al ir a guardar las provisiones compradas.

Y por suerte suya, ya comenzaban a recoger los platos de la comida. Ahora vendría el postre, el café y Donovan se largaría a su casa. Anda que qué escudo ni que puñetas. Pensó completamente ofuscada. Allí todas las mujeres estaban en su contra. Solo hacían que alabar en todo momento al maldito playboy. ¡Y encima habían jugado al juego de la silla! Hasta que el señorito no hubo aposentado su trasero en una silla de la mesa, que no lo hicieron ellas corriendo para dejar libre la que había a su lado. Al menos, no había tenido que mirarlo a la cara… Pero sí oler su cuerpo, su loción de afeitar y colonia… Casi que al momento de sentarse en la silla, había querido saltar hacia la parte del postre… Coger la nata y en vez de volcarla en el flan, poner una primera capa en sus labios y luego ir bajando. ¡Genial, encima se sofocaba aún más ella solita!
-¿Cariño estas bien? –Preguntó su madre.- Se te ve un poco acalorada.
-Tranquila, con un buen café con hielo se me pasa –Se esforzó en sonreír-. Creo que eh comido demasiado.
-¿Quieres decir que no vas a querer postre? –Preguntó Donovan.
-Pues no –Respondió escueta sin mirarlo siquiera.
-No me lo puedo creer –Siguió insistiendo él-. Con lo golosa que eres… Y resulta ser un delicioso flan de huevo casero, con virutas de chocolate envuelto en una montaña de nata montada…
-Si tanto te apetece, cómete mi ración –Le escupió poniéndose en pie para llevar su plato y algo más a la fregadera.
-Si me lo das tu misma, me como todos los que quieras –Susurró en su oído tras ella, provocando que tirara su plato a la pica por el susto.
-¡Eres tonto! –Lo riñó enfadada y sin mirarlo aún.
-Para que te pones hacer nada con esa mano –La riñó su madre desde la mesa.
-¿Se ha roto algo? –Preguntó él sonriendo.
-No –Lo fulminó con la mirada.
-Que lástima –Chascó los dedos y rió al ver como ella comprendía que se refería al anterior suceso allí mismo.
-Imbécil –Lo insultó de tal manera que solo él pudiera oír. Luego, lo apartó un poco para seguir recogiendo cuando algo debajo la mesa le llamó la atención-. Chicos –Se acercó hasta donde estaban sentados los dos mellizos, para agacharse y coger una bola de papel mal doblada-. ¿Qué tenéis aquí guardado? –Rápidamente los niños se pusieron colorados, mientras veían como su madre se levantaba y se acercaba a ellos.
-No es nada malo –Confió con cierta timidez uno de ellos, al tiempo que ella desenvolvía la pelota para descubrir comida.
-Muy bien –Levantó el dedo Elisabeth-. ¿De qué bicho se trata y en dónde está?

-Prometemos cuidarlos –Comenzó a sollozar el otro pequeño.
-¿Cuidarlos? –Se alarmó Elisabeth-. Luke y Caleb, queréis explicarlo todo de una vez.
-Son gatitos bebés y su mamá… -Sollozó otra vez.
-¡Dios mío! –Se llevó Elisabeth una mano al pecho-. Decirme que no habéis escondido esa familia dentro de la casa –Suplicó mirando a su hijo, quien primero negó con gesto de cabeza un tanto tímido, para luego asentir con bastante energía y avergonzado.
-Pobrecillos –Sonrió Margaret-. ¿Qué no caminan aún los chiquitines?
-Sí –Respondió un tanto más animado el chico, al ver que no seguían con la reprimenda.
-Mamá –Habló Silvia con cautela-. Que yo recuerde, la única hembra que ronda por aquí es muy mayor para tener cachorros…
-Será una gata nueva… -Se alzó de hombros la mujer mayor.
-Son muy bonitos –Siguió hablando el chico-. De color negro todos, con una enorme cola gorda de color blanca que le sube hasta la cabeza… A la mamá se le nota más esa raya…
Inclusive el pequeño se calló al comprender que lo que había descrito no les había hecho mucha gracia a los mayores. Ahora mismo, todos lo estaban mirando en completo silencio pero con expresión de sorpresa.
-Dime que no es lo que creo que es… -Gimió con horror su prima Elisabeth.
-Créeme, que en ésta época del año es más probable… -Confirmó con gran lamento Silvia.
-Dios mío –Se llevó una mano a la frente, cerró los ojos y tras unos segundos que cogió aire los volvió abrir.- ¿En dónde los tenéis?
-Pues en nuestro cuarto bajo la cama hay la mamá con dos… -Se llevó un dedo a la boca en gesto nervioso-. Otro en el cuarto de la tía-abuela y otro creo que se coló en el baño.
-¡Cinco mofetas por la casa! –Exclamó su tía Luisa.
-¿Cómo han logrado entrarlas? –Preguntó Elisabeth-. Se supone que son salvajes, para nada domésticos… A la mínima levantan su cola…
-Mas vale que nos pongamos manos a la obra –Apresuró Donovan, que se estaba aguantando la risa por la increíble travesura que habían cometido los niños-. Abrid todas las puertas y ventanas de la casa, para que salgan por la primera que pillen cuando los vayamos acosar –Comenzó a ordenar-. Guardad todo lo que haya a la vista que se rompa por si las moscas… Y coged escobas y fregonas…
-Sí –Se apresuró a obedecer Elisabeth al ir recogiendo las cosas de la mesa con rapidez.
-Mamá, tú y la tía Luisa deberíais coger a los niños y alejarlos de la casa –Sugirió Silvia.
-Sí, creo que es lo mejor.

Un cuarto de hora después con las cosas de valor recogidas, los tres se dirigían con una escoba, fregona y el rollo de pintar las paredes hacia el dormitorio del fondo. El de su madre, en donde por aquellos días dormía también ella. Primero entró Donovan y luego ellas dos, abrieron la ventana y comenzaron a mirar por todos lados…
-¡OH! Detrás de la almohada –Susurró Elisabeth incrédula-. Esta medio dormido ahí…
-Eso puede representar una ventaja –Intervino Silvia-. Puede que se deje coger y sacarlo por la ventana…
-Tú alucinas –Masculló entre dientes Donovan-. Fijo que nos inunda con su perfume. Se asustará, somos más amenazadores que tus sobrinos.
-No se como lo han podido conseguir esos dos demonios –Sollozó Elisabeth-. Lo siento…
-Ahora no es el momento –La calló Silvia-. Hay que echarlos de aquí –Habló al tiempo que dejaba a un lado la fregona y se acercaba al cabezal de la cama, en donde dormitaba apaciblemente el animal.
Todo iba bien… Estaba llevando sus dos manos hacia el pequeño bulto, cuando éste se percató de su presencia. A lo primero, solo abrió sus ojos para después alzarse veloz en sus cuatro patas y mirarla directamente. Acercó una de sus manos al tiempo que le hablaba con tono suave… No tenía que darse cuenta de que los otros dos estaban allí conteniendo el aire, por la idiotez que iba a cometer… Pudo acercarse unos centímetros más, hasta que fue el pequeño que se acercó a olisquear sus dedos. Debían de oler a la comida. Solo esperaba que no le hincara el diente… Pronto mostró una sonrisa que iluminó su rostro cuando se acercó más para dejarse acariciar. Aquello iba resultando verdaderamente sorprendente por el momento. Ahora lo cogería en brazos y lo acercaría a la ventana o a la entrada de la casa… Se inclinó un poco más y puso con suavidad sus manos alrededor del pequeño animal, cuando de la nada sonó una música estridente provocando que el animal se asaltara y saliera corriendo por el pasillo no sin antes haber levantado su preciosa cola.
-¡Lo siento! –Se lamentó Elisabeth-. No me acordaba de mi móvil… Yo… ¡Dios que peste! –Se tapó la nariz y boca, para salir corriendo de allí seguida por Silvia y Donovan.
Ya afuera cogieron aire a bocanadas grandes.

-¡Ha salido uno corriendo hacía allí! –Exclamó Margaret observándoles con humor.
-Tú ríete, pero lamentamos informarte que ese era el primero –Indicó Silvia-. Y que es imposible que hoy duermas en tu cuarto.
-¡Oh! –Exclamó su madre en un quejido de sorpresa.
-Lo siento mucho –Se volvió a disculpar su prima.
-¿Y ésta por que se disculpa? –Preguntó Luisa observando a su hija.
-Porque sonó su móvil en un momento delicado –Rió Silvia un poco-. Asustó al lindo gatito por llamarlo así…
-Lo siento –Volvió a implorar.
-¡Vale ya! –La riñó su prima-. Quien te dice que todos iban a resultar tan confiados…
-Silvia tiene razón –Se acercó Donovan a Elisabeth para enfundarle ánimos al rodearle los hombros en un cálido abrazo que no pasó desapercibido pro Silvia-. Y creo que será mejor llamar a la protectora para que los saquen ellos, ciertamente ahora nos resultará difícil entrar ahí.

Cerca de dos horas después, la protectora de animales salía de la casa para soltar los restantes inquilinos no invitados. Se acercó a ellos, se quitó la máscara de oxígeno y les sonrió con cierto pesar.
-Todos están fuera… -Chascó la lengua el hombre-. ¿Espero que tengan un lugar en donde pasar l anoche, y puede que la de mañana también?
-¿Qué quiere decir? –Se adelantó Margaret a su hija.
-Señora, siento comunicarle que no es lo mismo eliminar el olor de una sola mofeta a la de cinco de ellas. Creo que van a necesitar una brigada de limpieza. El jugo de tomate y la lejía, no creo que sean suficientes para el nuevo ambiente que les han regalado.
-Lo siento, lo siento… -Sollozó otra vez Elisabeth-. Yo pago la brigada y el hotel…
-¡No digas tonterías! –Protestó Silvia al momento-. Tú no vas a pagar nada… Y aquí me pongo yo misma a limpiar con una mascarilla…
-Señorita –Volvió a interrumpir el de la protectora-. Créame que los desinfectantes que utilizan ellos no los encontrará en ningún lado. Y para entrar ahí dentro sin un traje como el mío, no creo que aguante más de un minuto con una mascarilla de farmacia… Y ya le informo, que aunque le vengan ellos por lo menos dos días fuera de su casa van a ser necesarios… -Informó con cierto apuro al ver la furia que iba apareciendo en los ojos de la joven.
-Informe a la brigada lo antes posible –Habló con voz autoritaria Donovan-. Será lo mejor y más rápido… Y nada de hoteles, os venís a mí casa el tiempo necesario.
-¡Qué! –Exclamó en desacuerdo Silvia-. Quien demonios…
-¡Gracias Donovan! –Saltó su madre ignorando la protesta de su hija-. ¿Pero no seremos mucha molestia? Y suerte que Camila tiene unos días libres, sino se pondría con los de la brigada… -Intentó buscar un poco la parte cómica al asunto.
-Creo que es mejor reservar en un hotel –Sugirió Silvia en un gruñido por el enfado que estaba aumentando a segundos por su torrente sanguíneo-. Somos demasiados…

-Mi casa es mucho más grande que la tuya –Interrumpió él con gran satisfacción en la voz y mirándola de soslayo-. Los niños tendrán un dormitorio para ellos y la piscina. Y vosotras también…
-Pues si que es grande tu casa –Habló su tía Luisa con tono meloso-. Eres un gran caballero… Pocos hombres hay pocos hombres hoy en día tan atentos como tú…
-Tampoco hagamos ahora aquí una entrega de medallas de oro –Dijo quisquillosa Silvia.
-Tranquila –Le guiñó él un ojo-. A ti te daré acceso a mí despacho para que puedas escribir.
-Tranquilo –Le devolvió el guiño con gesto amargo-. Pero estoy segura que me las podré arreglar en el dormitorio.
-Espero que no vayas a convertirte en raspunzel –Bromeó él-. No creo que sea muy adecuado pasarse todo el día en la misma habitación donde uno duerme… Debe acabar por resultar un tanto agobiante.
-¡Es verdad! –Se golpeó la frente ella con la mano, para después hablar con tono burla-. Se me olvidaba que tú solo sabes utilizar el dormitorio para dos cosas… Dormir y llevarte a mujeres…
-¡Hija! –La riñó su madre-. Ya empezáis con vuestras tonterías.
-¿Acaso eso ha sonado a envidia, mi dulce eh inocente vecina? –Apuntilló sabiendo que se anotaba un tanto.
-¡Y aquí tenemos al ego de Donovan! –Exclamó Silvia-. Hacía días que no sabía nada de él… Lo estaba echando en falta… -Soltó sacándole la lengua-. Bueno… -Suspiró resignada-. ¿Ideas para coger algo de ropa y demás?

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