jueves, 1 de diciembre de 2011

Pequeño Cuento; Aprendiendo A Seducir Parte XI


Eran por lo menos las tres de la madrugada, y se encontraba tumbada en una cama que no era la suya completamente frustrada. Debido a todo lo ocurrido del día, que no podía conciliar el sueño. Aunque el punto más importante y fastidioso, era que durante unos días se encontraba en territorio peligroso contantemente. Se tapó la cabeza con la almohada para poder soltar un gemido ahogado lleno de frustración. La cosa no podía haber resultado más en contra de ella… ¿Pero por qué le salía todo mal en referente a ese maldito Casanova? ¿Acaso los astros querían que fuera él, el seleccionado para tener su primera experiencia sexual? ¿No tenían en cuenta sus sentimientos hacía él? Estaba claro, que tenía que romperse el corazón sí o sí… Pues entonces, el amor resultaba ser muy injusto.


Tenía sed. Pero estaba reacia a bajar a la planta de abajo en camisón y tener la seguridad de encontrárselo ahí. Estaba segura, que aunque estuviera allí toda su familia no resultaba ningún impedimento para él… Pero tenía mucha sed, se había olvidado de subirse un vaso de agua para dejarlo en la mesilla de noche. Si no bebía algo, no conseguiría dormir nada. ¡Dios, tenía que bajar!

Descender aquellos veinte cuatros escalones, se le hicieron un mundo eterno. Había dejado las zapatillas arriba, para lograr hacer el menor ruido posible. Ánimo, solo le quedaban cinco escalones… Y… ¡Conseguido! Había pasado aquel punto sin problema alguno. Ahora iría a la cocina, no encendería ninguna luz por si las moscas, y cogería su agua y volvería a subir al dormitorio.

Todo iba bien. Ya había saciado su sed y ahora tenía un vaso lleno de agua en su poder, solo cerraría la nevera y volvería a recorrer el camino con el mismo sigilo que había hecho antes.

-Hola… -Escuchó una voz masculina completamente desconocida a su lado, tras la puerta de la nevera aún medio abierta. Primero se quedó paralizada, luego soltó un grito medio ahogado al tiempo que dejaba caer el vaso al suelo-. Perdona, no quería asustarte… -Volvió hablar aquella voz, apareciendo tras la nevera.

Se trataba de un hombre moreno muy atractivo, que iba con tejanos y punto… Nada más… ¿Un momento, estaba mirando el cuerpo medio desnudo de un desconocido en vez de huir por si era un ladrón? ¡Dios, estaba enferma! Comenzó a dar dos pasos al revés para ir alejándose poco a poco…

-Tranquila, me llamo Alex… -Alargó las dos manos rápido al ver que ella estaba huyendo de él-. Soy el primo de Donovan… Es verdad, él se encuentra en este momento en su despacho… Yo he llegado hará poco más de media hora…

-Se supone que la escena del vaso de agua en la cocina ya la tenías finalizada –Interrumpió en aquel momento el dueño de la casa con cierto humor y tono de advertencia en la voz, mientras se acercaba a ella y se agachaba a recoger los trozos de cristal rotos que habían esparcidos por su alrededor-. No te muevas que vas descalza, podrías cortarte pequeña…

-Ha sido mi culpa, aparecí tras la puerta de la nevera… -Sonrió divertido el otro hombre.

-Al menos podrías pasearte un poco más decente por mi casa, sabiendo que hay invitadas –Le recriminó Donovan a su primo.

-Lo siento mucho –Volvió a disculparse-. No pensé que a estas horas alguien podría estar despierto… -Se alzó de hombros.

-No pasa nada –Le sonrió con timidez Silvia-. Tampoco nos ha informado de tu llegada –Lo culpó veloz, consiguiendo que éste se levantara y la mirara por un momento serio-. Me llamo Silvia –Dijo extendiendo su mano en un movimiento inútil, dado que al momento se vio alzada en brazos de Donovan y sentada en uno de los taburetes altos de la barra de la cocina-. ¡Oye! –Protestó veloz.

-Te dije que no te movieras, vas descalza y hay cristales minúsculos por todas partes… -Le medio gruñó él.

-Bruto –Lo fulminó con la mirada-. No te quiero como mi guardián –Se cruzó de brazos.

-Me parece perfecto –Le guiñó un ojo, alejándose a coger el recogedor y la escoba-. Me gusta más ser tu ayudante en las investigaciones.

-Ni en tus mejores sueños –Rebufó ella.

-Mmm… -Gimió Alex, logrando que ellos se acordaran de que no estaban solos en aquella habitación-. Creo que me estoy perdiendo algo muy interesante… -Sonrió mientras miraba a los dos.

-No te creas –Se bajó ella del taburete con la barbilla alzada y provocando a Donovan por ello-. Si conoces bien a tu primo, solo se trata de él y de su estúpido ego… Ahora si me permitís, me retiro a mi dormitorio… Tengo sueño… Buenas noches –Y salió brincando de allí con sumo cuidado de no cortarse con ningún cristal que pudiera haber por allí suelto.

-Maldita niña… -Gruñó él observándola salir de allí con aquel camisón casi transparente que le había alterado un poco la respiración.

-Me gusta esta chica –Soltó Alex risueño-. ¿Quién es ella, la casada o soltera de tus invitadas?

-Soltera –Gruñó medio enfadado Donovan tras barrer el suelo y tirar el contenido a la basura-. Me voy a la cama, ya tienes el despacho listo para que puedas dormir.

-Muchas gracias primo –Rió divertido tras ver el tono de su respuesta-. Que duermas bien…

A veinte metros de su casa. Allí la encontró Alex sentada en el suelo y con mirada triste hacia su querida casa.

-Buenos días –Saludó sacándola de sus pensamientos-. ¿Puedo? –Pidió sentarse a su lado.

-Hola –Sonrió asintiendo con la cabeza-. ¿Dormiste bien?

-Algo –logró decir al escapársele una risa-. Me salen prácticamente la mitad de mis piernas por el sofá cama.

-¡OH! –Se sorprendió ella-. Lo siento mucho, por nuestra culpa has tenido que pasar una pésima noche tras tu viaje –Se lamentó con sinceridad.

-Tranquila mujer, no te preocupes por mí ¿Cómo va la limpieza? –Preguntó mirando al frente.

-Va –Se alzó de hombros con pesar-. Ahí están. Hoy es el primer día, así que más bien están preparando básicamente todo para ponerse manos a la obra…

-Menudas mascotas fueron adquirir los renacuajos –Señaló riéndose.

-La verdad es que sí –Sonrió un poco-. ¿A qué has venido por aquí? –Preguntó con un poco de timidez y mirándolo un momento a los ojos.

-Pues una de sus mejores yeguas está a pocos días de parir y quiere que vigile el parto.

-Eres veterinario.

-Sí –Le guiñó un ojo-. Como sabe que estoy de vacaciones, me invitó a venir el otro día a pasar una semana por aquí…

-¡Y tienes que pasar los primeros días durmiendo mal! –Exclamó preocupada-. Eso hay que solucionarlo… -Dijo poniéndose de pie.

-No mujer, puedes estarte tranquila… -Se incorporó también-. He dormido en sitios peores.

-Pero no cuando esta uno de vacaciones –Comenzó alejarse hacía su jeep-. Voy haber que se puede hacer…

Aparcó el jeep en la puerta de la casa de Donovan, quedándose por unos momentos observando la casa. Que durante los siguientes días iba a representar su casa del terror. Aquella misma noche, había comprobado como él seguía con la misma fijación de acabar lo del otro día. Tenía que frenarlo. Pero no creía que siempre pudiera pararle los pies… Pues lo más importante, era que no sabía si iba a poder contenerse ella misma.

Desde lo ocurrido en la fregadera de la cocina, parecía una gata en celo. Solo tenía que observar su reacción ante Alex, el primo de Donovan al verlo semidesnudo la noche anterior. No es que ahora pensara también en él. Bueno, aunque si no sintiera lo que sentía por Donovan… Estaría disponible para el primero que le viniera de los dos. Pero por mala suerte, su cuerpo solo se interesaba por el que no debía… Sí, sabía apreciar un hombre atractivo, pero no hasta el punto de soñar a cada segundo con él. Soltando un profundo suspiro, se bajó del coche y caminó hacia el interior de la vivienda. Había que solucionar lo de Alex, el pobre no tenía que sentirse como castigado cuando él solo estaba de visita en unas mini vacaciones. Y quien sabía, a lo mejor había suerte y salían de aquella maldita casa…

-Hola tesoro –Saludó con voz cantarina su madre sentada en la cocina en compañía de su tía Luisa-. ¿Cómo has visto la casa?

-Pues poca cosa… -Se alzó de hombros al tiempo que bebía un sorbo del zumo de naranja de su madre-. Ahora más que nada, están acondicionando todo a su comodidad, para poder proceder a la limpieza.

-Que va para largo –Resumió su tía Luisa.

-Más o menos…

-Que te iba a decir… -Susurró su tía-. ¿Has visto el primo de Donovan? –Preguntó con ojos llenos de júbilo.

-Que os iba a decir yo… -Susurró con aire interesante y acercándose a ellas como si estuviera compartiendo un secreto-. Más vale que os busquéis un amante ya, ahora que aún engañáis con las pocas arrugas que tenéis… -Se rió.

-Serás impertinente –Renegó su madre-. Ya te lo dije Luisa, a mí hija le comienzas hablar de hombres y te encuentras hablando sola con una pared.

-Mamá, resultas muy pesada siempre con lo mismo –Volteó con los ojos.

-Yo solo quiero lo mejor para ti tesoro –Dijo alzando la barbilla con orgullo.

-Lo que tú me digas… -Se calló unos segundos al notar por el rabillo del ojo como Donovan se encontraba en el marco de la puerta. Sonrió al ver que tenía oportunidad de darle una pequeña puntillada al dichoso hombre-. Y referente al primo de Donovan, lo conocí esta madrugada cuando me levanté a beber agua. Se ve un hombre muy simpático y… -Sonrió traviesa-. Atractivo… -Volvió a sonreír inclinándose más encima de las mujeres para susurrar lo siguiente pero con medio tono, quería que él también lo escuchara-. Apareció en la cocina simplemente vestido con unos tejanos…

-¡OH! –Exclamaron las dos mujeres-. ¿Y como?...

-Hola Donovan –Saludó Silvia, no dejando seguir aquellas dos. Por el momento, ya le servía lo que él había llegado a escuchar.

-Hola chicas –Entró simulando una sonrisa-. Espero no interrumpir ninguna conversación privada de mujeres… Se os veía muy inmersas –Se acercó justo a su lado.

-No querido –Sonrió Margaret-. Una vez más, te damos las gracias por tu hospitalidad…

-Y una vez más, te indico que no tienes necesidad de agradecerme nada…

-De eso quería yo hablar –Interrumpió Silvia.

-Hija mía no comiences… -Renegó su madre con los ojos entrecerrados en plan amenaza-. No quiero ver como os volvéis a enfrascar en ninguna tonta pelea tú y Donovan.

-No se trata de eso mamá –Soltó con tono exasperado-. Resulta que estuve hablando un rato a solas con Alex en el prado de delante de casa… -Vio como Donovan alzaba una ceja ante aquella información y prestaba suma atención a sus palabras-. El pobre se halla aquí de vacaciones. Y por culpa de nuestro desastre, se ha visto obligado a dormir en el sofá cama del despacho en donde sobresalen la mitad de sus piernas…

-¡Oh, pobre chico! –Se llevaron las mujeres las manos al rostro.

-Si a Donovan no le importa… -Se giró a mirarlo un momento, para observar su rostro con una pequeña sonrisa.

-Silvia, aquí ninguna de vosotras se va a marchar a ningún hotel –Zanjó en una orden utilizando un tono seco-. ¿Verdad que quieres ir por ese camino?

-No –Mintió-. Simplemente pido de tratar de reorganizar un poco todo… Se halla de vacaciones y haciéndote un favor, no se trata de que se marche con un dolor de espalda.

-Increíble, solo hace unas horas que conoces a mi primo Alex y te preocupas más por él, que por lo que te has llegado a preocupar nunca por mí –Soltó con cierta mofa-. Y vete olvidando del asunto. Por unos días que duerma en el sofá cama no le va a matar…

-Creo que mí hija tiene razón –Intervino Margaret.

-Margaret sois mis invitadas –Comenzó a señalar él, pero la mujer lo volvió a interrumpir.

-Y él también. Y si no me equivoco, mucho antes que nosotras… -Lo desafió con la mirada-. Mi hija tiene razón, de modo que será mejor ir a mirar que tipo de arreglo podemos realizar para que todos podamos dormir de forma confortable por estos días –Ordenó encaminándose hacia el piso superior seguida por su tía Luisa y una sonriente Silvia y un Donovan gruñón.

Cinco minutos después, estaban todos en medio del pasillo de la planta superior. Ya habían inspeccionado todas las habitaciones. Y ahora estaba un poco nerviosa, pues comenzaba a sospechar que no había tenido muy buena idea que se dijera… Su plan no iba a funcionar. Su madre no iba a querer marcharse al hotel del pueblo. Dios, que idiotez había cometido… Se lamentó en silencio y sin mirar en ningún momento a la cara a Donovan. Quien seguro que ya había llegado a la misma conclusión que ella.

-Sí, tienes razón –Confirmó Margaret hablando con su tía Luisa-. Los niños, se quedan en el mismo dormitorio dado que son dos camas individuales. Mi dormitorio se lo cedemos a Alex, que la cama de matrimonio es grande… -Mierda, mierda… Se lamentaba en silencio y con la mirada baja-. Tú y yo, compartiremos el otro dormitorio que tiene las dos camas individuales. Y la otra habitación con la cama de matrimonio, se la dejamos a Elisabeth que esta tarde llega Alan y resulta más amplia para instalar la cuna. Y tú hija, como eres muy menuda dormirás en el sofá cama del despacho –Indicó satisfecha la mujer-. Ves Donovan, si igualmente había que redistribuir con la llegada del marido de Elisabeth. A Silvia no le importará dormir ahí por un par de días.

¡Como que no! ¡Ni en broma iba a dormir en el sofá cama del despacho! ¿Acaso se creían que era estúpida? Si dormía allí, no tenía ninguna seguridad ante la presencia de Donovan. Estaba segura, que se inventaría cualquier excusa para tener que entrar cuando todos estuvieran ya en sus dormitorios. ¡Porqué demonios no le habían informado de la llegada de Alan! Si lo hubiera sabido, no hubiera provocado aquel cambio y que al primo de Alex le siguieran colgando las piernas por unos días más… No le había dicho que estaba acostumbrado a dormir en sitios peores… ¿Pero cuando iban a salir las cosas como ella quería ante Donovan? ¿Tan mala había sido para que la castigaran de aquella manera? Alzó la mirada, y con lo primero que se encontró fue con la sonrisa divertida en el rostro de él.

-Imbécil –susurró con rabia-, al menos podrías ser caballero y dormir con tu primo y dejarme una cama…

-Soy vaquero –Le guiñó un ojo-. Necesito dormir bien para rendir al máximo.

-¡Hija! –La riñó su madre-. No seas tan maleducada. Es la casa de Donovan, no puedes quitarle su dormitorio. Bastante tenemos con que nos ceda su casa. Hay que dejarle un poco de intimidad…

-Claro, quedándome yo sin la mía –Protestó indignada.

-Pero si en el fondo te va a ir bien este cambio. Son muchas las noches que te levantas en casa, para encerrarte en el despacho a escribir… -Señaló su madre satisfecha con la decisión que habían tomado-. Bueno, tu tía y yo nos marchamos a la ciudad para estar cerca cuando se acerque la hora de ir a buscar a Alan al aeropuerto. Tú y Elisabeth, os encargáis del cambio de ropa en los dormitorios. Hasta luego Donovan –Se despidieron las dos mujeres bajando a la planta primera para salir por la puerta principal.

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