domingo, 5 de febrero de 2012

Dark Angel 1 "Un Ángel a Medianoche" Capitulo 10


Con tantas cosas se le había olvidado que había jurado llevarse el cuadro, él seguro ni lo notaría. Y si lo notaba jamás en la vida se atrevería siquiera a pensar que una estirada, mimada señorita de la alta sociedad entraría en su habitación y se llevaría el cuadro. Entró a la habitación y descubrió que el reflejo que le había llamado la atención era de las esquinas plateadas del marco de la pintura que Rafael le había ganado. Cerró la puerta con cuidado.

-      ¡Kendra, has tardado mucho! ¿Todo bien? – escuchó a Bri.
-      ¿Bien? Yo diría que excelente. – Respondió y escuchó maldecir a Bri.
-      ¡Sal de ahí! ¡Olvida el estupido cuadro que te ganó en la subasta!

¿Olvidarlo? ¡Ja! Primero muerta, bueno, no tanto así. Pero estaba más que dispuesta a recuperar lo que de cierta forma era suyo.

-      Casi es medianoche, él no tarda en volver ¡Lárgate de esa habitación! De hecho está por llegar al Hotel. – Esta vez fue Sulin la que habló y ella pensó que únicamente querían sacarla de allí para que no cumpliera lo que les había dicho por la mañana.
-      Buen intento Su, pero me llevaré el cuadro. – Lo tomó y lo sacó del marco. Lo enrolló y se lo colocó donde antes había estado el Rembrandt y se dirigió a la puerta que daba a la sala sin evitar sentirse muy contenta.
-      ¡no salgas! – Le dijo con urgencia Bri. – Acaban de entrar sus guardaespaldas. – Kendra se quedó en su sitio y luego se coló en su mente que esas dos le estaban jugando una muy mala broma. Caminó decidida a la puerta y se quedó helada al oír voces. Corrió hacia la ventana de esa habitación que daba hacia otro extremo de la calle, pero antes de llegar el pomo de la puerta empezó a girar y su única salida fue meterse en el enorme armario de la habitación. Sin tiempo a cerrar por completo la puerta del armario, se metió lentamente entre los finos trajes de Rafael hasta tocar la pared de madera del fondo y se quitó el intercomunicador.

¡Maldición, maldición! ¡Mil veces maldición! Decía Kendra por dentro. Escuchó la sensual voz de Rafael que hablaba por teléfono y lo hacía en el muy sexy idioma italiano que ella entendía, ya que había pasado muchas vacaciones en ese país, al grado que había aprendido el idioma.

-      No te preocupes preciosa. – Alcanzó a escuchar con claridad que él decía – Nos veremos pronto. – Kendra se descubrió apretando la mandíbula. – sí, si, yo también te extraño. – Ella decidió avanzar hacia la puerta para ver si existía la posibilidad de tener un medio de escape.

La puerta para salir de la habitación la miraba demasiado lejana, aunque ella era rápida y a juzgar por la reacción de Rafael tan despreocupada, el cuadro no había sido encontrado aún. Eso no serviría de mucho si de pronto la veía atravesar por su habitación. ¿Qué hacer, que hacer? esperar, no había de otra. Rafael cortó la llamada y se quitó la chaqueta, a pesar de que no había encendido la luz de la habitación, se colaba por la ventana cierta claridad y ella podía ver algo.

A ese hombre seguro cualquier ropa le iba de maravilla, deseó que encendiera la luz para verlo mejor y siguió medio asomándose a través de la puerta entreabierta del armario. Él puso la chaqueta sobre una silla y se desabrochó la camisa, a pesar de la penumbra vio ese ancho pecho musculoso pero sin exagerar ¡Y lo estaba viendo más cerca que Bri y Su! Se los diría por supuesto, pero antes tenía que salir de allí.

Aunque en ese momento él se quitó la camisa y a ella se le olvidó todo, se quedó pegada en su sitio observándolo con deleite. No todo había salido tan mal esa noche, ya que él estaba justo en su campo de visión. Dejó la camisa en la misma silla y se desabrochó el pantalón, ella casi cruza los dedos esperando que nada interrumpiera su Streep tease personal, pero en eso él se dirigió al baño y ella suspiró  pensando que era demasiado bueno para ser verdad. Abrió lentamente la puerta del armario y vio la luz del baño encendida con la puerta abierta ¿se estaría duchando? ¿Le daría tiempo de echar una miradita? ¡Basta Kendra! Se regañó a si misma.

Con sumo cuidado atravesó la habitación y abrió la puerta para salir hacia la sala de la suite y de allí escapar por la ventana, pero se detuvo al ver que el condenado hombrecillo que tenía por secretario Rafael, estaba de lo más tranquilo en un extremo, sentado en un sofá absorto en una computadora y sin notar para nada la pintura sobre la televisión. ¿Es que iban a trabajar a medianoche? Ese hombre no sabía cuando detenerse ¿Y tú si? Le dijo su conciencia con sorna a la que ignoró. Decidió salir, después de todo ese hombre no iba a detenerla. Pero cuando iba a deslizarse hacia la sala, notó una sombra enorme que venía de los ventanales ¡Ahí había un guardaespaldas! ¿Acaso se quedaban en la misma habitación? El hombre fue hacia otro sofá y tomó el mando a distancia que por supuesto no funcionaba pues la pintura tapaba toda la pantalla. Extrañado se levantó y al ver la pintura la apartó y volvió a sentarse. Así que ese hombre no tenía conocimiento de la pintura, era eso o pensaba que se trataba de la que su jefe había comprado apenas.
El hombre era enorme, aunque podía esquivarlo, estaba en la trayectoria que tenía que pasar para salir, en un santiamén podía pedir refuerzos y ella estaría en un lío monumental.

Escuchó la ducha y con cautela cerró la puerta dispuesta a pasar la noche en el armario. El sonido de la ducha paró y ella corrió a esconderse. Se puso el intercomunicador y escuchó voces frenéticas.

-      La voy a matar, juro que la voy a matar. – Decía Bri.
-      Estoy bien, nadie me ha visto. – Susurró.
-      ¿Tienes idea del lío en el que estás metida? – Preguntó Sulin.
-      Saldré de aquí, aún no se como pero lo haré. – Intentó convencerlas.
-      ¿Dónde estás? – escuchó la voz tensa de Bri.
-      En el armario de la habitación.
-      Tendremos que ir por ti.
-      ¡Olvídalo! Será peor. Dije que saldré y lo haré. Tengo que quitarme esto de la oreja. Necesito afinar el oído.
-      ¡No, espera…! – Dijo Su, pero ella ya se lo había quitado de nuevo. 

Era la segunda vez que todo parecía estar a punto de irse al garete, y esta vez era totalmente su culpa. Escuchó pasos y lentamente se asomó. Rafael salía del baño con solo una toalla sobre las caderas.


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