martes, 14 de febrero de 2012

Ocultándose Al Amor Cp 2

Tumbado en la cama del hotel, con la hoja dorada en sus manos lo halló su compañero de equipo cuando entraba por la terraza que compartían de la habitación del hotel.

-Aún no logro comprender como no se te ha desgastado de tanto mirarla -Rió Sandro, yendo a sentarse en la silla más próxima.

-Déjame tranquilo -Avisó empleando un tono risueño-. Lo que te ocurre a ti, es que te molesta verme siempre con ella, porque te da rabia que aún no te ha llegado a ti.

-Y créeme que prefiero seguir así, a verme sufrir como tu -Confesó con humor-. ¿Cuanto hace que te llegó? ¿Cuatro... Cinco años? -Frunció el ceño un momento-. Y aún no sabes nada. Yo no podría aguantar una incertidumbre como esa. El saber que mi alma gemela aún esta por nacer -Rió-. No sabía que en el futuro te ibas a convertir en un asalta cunas.

-No digas eso -Le lanzó un cojín de la cama.

-Es la única respuesta que le veo posible -Se alzó de hombros-. En todo este tiempo no has logrado averiguar nada. Solo cabe la posibilidad de que tiene que nacer aún... ¿Cuántos años te quedaran para jubilarte cuando lo hagas? -Bromeó-. Tal vez deberás echar mano de la viagra.

-¡Sandro! -Lo fulminó con la mirada.

-Vale, vale... -Levantó sus manos al tiempo que se incorporaba de la silla y se marchaba a su dormitorio por la terraza nuevamente-. Te espero abajo en una hora para ir a comprobar los coches. ¡No tardes!
Su amigo Sandro tenía razón. Pensó con cierto pesar mientras se levantaba y guardaba la carta en su sobre, para meterla dentro del cajón de la mesilla de noche. Para después dirigirse al baño, desnudarse y darse una ducha.

Aún recordaba cuando le llegó el sobre. Tenía por aquel entonces veinte y siete años. Y se encontraba en Italia, en casa de su madre de visita en un descanso de los entrenamientos. Por aquella época, había ganado su primer campeonato del mundo en (GT).Fue cuando comenzó hacerse un hueco en el mundo de los famosos. Y su madre bromeó del momento que le había escogido el destino para hacerle llegar la carta. Volvió a reír al recordar sus palabras. La mujer le indicó que no iba a poder ligar con muchas fans si ya le llegaba el amor verdadero.

Que equivocados que estaban. A lo primero, se había sorprendido al descubrir que su futura media naranja era una joven francesa. Apenas viajaba por entonces fuera de Italia. Pero una vez que hubo ganado, no estaba apenas quieto en su tierra natal. No tenía que preocuparse por el dinero... Suponía que la conocería en uno de aquellos viajes. Pero los meses fueron pasando y no ocurrió nada. Se extrañó un poco y decidió intentar averiguar por su cuenta, quedándose aún más confuso al no poder averiguar nada de la mujer en cuestión. Sí existía el apellido, pero no había ninguna joven casadera o que fuera menor de cuarenta años. Quien sabía si por primera vez aquellos sobres habían cometido una equivocación. Por suerte, los únicos que sabían de su existencia eran su madre y Sandro. Quienes habían prometido silencio, para que no se formara ningún revuelo al ser la persona mediática que era.


-¡Aleluya! -Exclamó lanzándose a la cama pequeña de su habitación en casa de su padre. Un año más que llegaba verano y finalizaba un curso más de ingeniería mecánica con excelentes notas. Ahora, podría pasar mucho más tiempo con su padre. Aquellos últimos tres meses, habían sido de mucha locura con tanto examen. Sin apenas disponer de suficiente tiempo libre, para salir de la biblioteca de la universidad.
Unos discretos golpes en la puerta interrumpieron sus pensamientos.

-Jaimie –La llamó su padre-. ¿Puedo pasar?

-Sí –Respondió sentándose en la cama-. Dime… -Le sonrió feliz.

-Supongo que ese grito que hemos escuchado abajo en el taller, es por causa de tus vacaciones… -Preguntó con cierta burla.

-Pues sí –Rió-. ¿Qué más podría ser papá?

-No lo se –Se alzó de hombros Gerard-. Pueden ser muchas cosas…

-No lo creo –Se levantó para ir agarrarlo del brazo y salir del dormitorio-. Últimamente solo eh estudiado, no eh tenido tiempo de hacer otras cosas.

-Entonces, supongo que te gustará  unirte a las pistas conmigo –Señaló su padre-. Tu tío y yo, queremos hacer una pequeña prueba al coche que tengo aquí abajo.

-¡Sí! –Saltó besándolo en la mejilla-. Cojo mi mono y el casco…

-Alto, alto –Rió el hombre-. ¿Quién ha dicho que vayas a ser tú quien lo pruebe?

-Creo que me lo merezco por las buenas notas que eh traído a casa –Le guiñó un ojo-. Y no puedes negar, que soy muy buena piloto de pruebas sabiendo a más de mecánica.

-Empiezo a creer que tu madre tiene algo de razón –Alzó la mirada al techo-. En lugar de una hija, eh creado un monstruo de la carretera… -Bromeó.

-Que no te oiga decir eso –Le recriminó abriendo el vestidor que había en otro dormitorio, para hacerse con su prenda más preciada-. Si no quieres que te haga a ti y a Paul, la vida imposible.

-¡Dios no! –Soltó una carcajada-. Mejor mantendremos el pico cerrado. Eso me recuerda, que deberías llamarla antes de salir hacia las pistas. Ya sabes que debe estar nerviosa esperando una respuesta de tus notas. Y tu hermano pequeño, está esperando para que te bañes con él en la piscina, según me comentó Juliette.

-Bien –Sonrió al pensar en su hermano de cuatro años-. Ahora la llamaré, primero déjame que cargue esto al coche.


Dos días después, aparcaba el coche de su padre en la puerta de casa de su madre. Venía con una pequeña maleta, para pasar unos días allí y poder convencer a su madre, de que aquel año no iba a irse con ella de vacaciones. Sino a Italia con su padre, a preparar los coches para el gran GT. Sabía que aquello no le iba hacer mucha gracia a la mujer, que durante las primeras horas renegaría, pero después acabaría dando su brazo a torcer por la ayuda de su padrastro. Aquello no podía dejarlo escapar. Era una gran anotación para su curriculum profesional.

-Bien –Soltó un profundo suspiro al quitar las llaves del contacto-. Vamos a por ello… -Abrió la puerta, para bajarse y dirigirse a la casa.

A pesar de ser las cinco de la tarde, el sol aún picaba bastante para estar sentada en la tumbona de la piscina. Se encontraba sola, escuchando música en su mp3, mientras que su madre y hermano echaban una pequeña siesta. Aunque ya mismo aparecían por allí. Pero quien lo hizo al rato, fue Paul que llegaba de trabajar y se sentaba en la tumbona de al lado suyo.

-Hola –Lo saludó con una sonrisa, quitándose los pequeños auriculares y dejando el aparato a un lado-. ¿Ya terminaste por hoy?

-Sí –Sonrió-. ¿Y tú ya terminaste las clases, verdad?

-Sí señor –Sonrió feliz-. Ahora, a disfrutar del verano…

-En Italia –Terminó la frase el hombre por ella, sorprendiéndola con sus palabras.

-¿Cómo lo sabes? –Preguntó un tanto nerviosa, mirando a su alrededor por si su madre rondaba cerca.

-Me encontré a tu padre en el centro de la ciudad –Confesó con sinceridad-. Nos fuimos a tomar una cerveza juntos y me habló de ello –Se le escapó una carcajada-. Te va a ser un poco duro…

-No me digas eso, Paul –Soltó con cierto fastidio-. ¿Estás enfadado?

-No tesoro… -alargó su brazo para sujetarle la mano-. Eres una mujer de veinte y un años. Normal que no vayas con tus padres de vacaciones. Y más conociendo la causa –Le guiñó un ojo-. Si pudiera me iba contigo, pero tu madre me cortaba el cuello.

-En eso tienes razón –Admitió muy a su pesar.

-Hay que mirar como decírselo –Dijo en tono pensativo el hombre-. Pues lleva unos días contándole a tu hermano, que te vienes con nosotros de vacaciones.

-Maldita sea –Gruñó con fastidio-. Puedo mirar el calendario y…

-Volverte loca con subir y bajar –La interrumpió Juliette dándoles un susto de muerte.

-¡Mamá! –Se levantó de la tumbona.

-¡Juliette! –La miró su marido sorprendido-. Si que llegas a ser sigilosa…

-No intentes excusarte Paul –Lo fulminó un momento con la mirada-. Sabes que con éste pequeño es difícil no hacer ruido –Señaló entregándole al adormilado niño a su padre.

-¡Papi! –Lo besó con cariño.

-Hola pequeñajo. ¿Todo bien estos días? –Lo trató como si fuera el hombre de la casa en su ausencia mientras lo besaba con cariño-. No hablábamos a escondidas, ni tratábamos nada… -Se disculpó con su mujer.

-No me deis excusas –Suspiró sentándose en la tumbona con su marido-. No soy ninguna tonta –Los miró a los dos-. Sabía que esto iba ha ocurrir, cuando el otro día en la cola del supermercado, los chicos que iban delante de mí hablaban del campeonato de Italia, y mencionaban la escudería para la que suele trabajar mucho tu padre…

-Si quieres puedo decirle a papá que no voy… -Se ofreció la joven.

-Y verte todo el verano con cara larga por mí culpa –Soltó con sarcasmo-. Ni hablar preciosa.

-Pero sí que hay unos días de descanso. Me puedo coger un billete de avión y volar a España… En unas horas, estaría con vosotros… -Explicó un poco más animada.

-¿Pero eso no te resultaría muy agotador? –Meditó su madre.

-No –Sonrió ella-. Me serviría para descansar de tanto stress, a causa de las prisas de la carrera.

-Bueno, eso ya se verá cuando llegue el día –Se puso en pie-. Pero ahora, por el momento te toca bañar a tu hermano.

-¡Baño! –Alzó las manos al aire, contento por aquello.

-Eso esta hecho –Aceptó de buen grado, de poder bañar aquel precioso ángel-. Vamos enano, que nos espera una bañera cargada de burbujas.

-No me lo mal acostumbres –Protestó Paul con buen humor-. Que luego siempre me toca a mí meterlo en la ducha, y no quiere al ver que no puede chapotear.

-Yo soy su hermana –Le sacó la lengua-. Tengo derecho a mimarlo… A ti, te corresponde llevarlo por el buen camino metiéndole broncas.

-¡Muy graciosa! –Le gritó cuando desaparecía en el interior de la casa. Después se giró a su esposa-. Estoy muy orgulloso por como te lo has tomado.

-¿Qué esperabas? –Le dio con el codo en las costillas-. Es mí hija, y se que es un bien para su futuro –Respiró con fuerza-. Aunque me da un poco de miedo, al saber que conduce esas máquinas tan veloces.

-Un día deberías de ir a verla actuar en las pistas –Sugirió con tono calmado.

-Sí, un día… -Sonrió débil-. Pero aún no ha llegado ese día… Se que el miedo no me dejaría verla con buenos ojos. Por eso prefiero quedarme al margen. Tú y Gerard, ya la vigiláis por mí.

-Puedes darlo por hecho mi amor –La rodeó con sus brazos para besarla.- ¿Qué te parece si me ayudas a ducharme? –Le guiñó un ojo-. Esos dos van a tardar un poco con tanta burbuja –Indicó con tono picaron, conduciendo a su esposa hacia el interior de la casa.


Dos días después, se peleaba con el pequeño a causa de que quería más golosinas de las permitidas, a comprar en el supermercado. Al final entró en razón, si él llevaba el bolso en forma de mochila de su hermana hasta casa.

-Hola chicos –Los saludó su madre en la cocina-. ¿Cómo ha ido?

-¡Mira mami! –Le enseñó como llevaba el bolso colgado en su espalda-. Como un niño grande.

-Es verdad –Le acarició la mejilla-. Como los grandes cuando van al colegio.

-Dentro lleva su bolsa de golosinas –Informó Jaimie, comenzando a guardar la pequeña compra-. Ha insistido en custodiarlas –Rió-. Corre enano, saca tus golosinas antes de que me las coma yo…

-Solo una –Ordenó Juliette ha su hijo pequeño, quien asintió feliz-. Y ojo con Bleau, que le gustan mucho.

Pasada una hora, miraban las noticias mientras acababan de comer el delicioso estofado que había preparado Juliette. Cuando en el tiempo de los deportes, Paul subió el volumen ocultando una sonrisa al ver que iban hablar del GT.

-¡Coches! –Exclamó emocionado Pierre subido en su sillita.

-Sí, coches –Rió Jaimie-. Y yo voy a llevar uno de esos.

-Y contigo ya hay suficientes conductores en la familia –Resopló su madre-. Tu tendrás que escoger otra profesión –Le dijo con ternura a su pequeño, acariciándole la nariz con el dedo.

-No se que decirte –Rió Paul-. Se emociona mucho cuando ve un coche. Y parece que reconoce un modelo potente.

-Prefiero que se emocione más por una pelota de fútbol –Suspiró la mujer mayor-. No soportaría que otro más se enamorara de los coches.

-Mira, no es ese Santino Vizenzo –Interrumpió Paul.

-Sí –Se le iluminaron los ojos al ver al atractivo piloto salir en la tele-. Y voy a tener la oportunidad de conocerle.

-Es muy guapo –Guiñó su madre el ojo al tiempo que utilizaba un tono risueño-. Tal vez un poco mayor… Pero…

-No creo que Jaimie se haya fijado en eso –Rió su padrastro-. Sino más bien en su coche y como conduce.

-Que poco conoces a las mujeres mi amor –Puntualizó su esposa-. A mí el brillo de sus ojos no me engaña
–Dijo consiguiendo que su hija se sonrojara un poco.

-¿En serio? –La miró asombrado el hombre-. No resulta un poco mayor como dice tu madre… Son unos once años… -Carraspeó un poco.

-No niego que es un hombre atractivo –Se alzó de hombros-. Pero puedes respirar tranquilo –Le guiñó un ojo-. Que ganas más con tus observaciones Paul. Me voy a echar una pequeña siesta. ¿Me llevo a Pierre?

-Gracias cariño –La miró su madre aún divertida por su escape-. Un poco de tranquilidad no me vendrá mal.

Diez minutos después, su hermano pequeño dormía plácidamente a su lado. Mientras que ella no conseguía conciliar el sueño en aquel momento, después de haber visto al famoso piloto en la televisión. Llevaba el seguimiento de su carrera desde hacía unos seis años, antes de que ganara su primer campeonato. Podría decirse, que parecía de emocionada ante la idea de conocerlo, como una chica de quince años conociendo a su cantante favorito. Se ponía un poco nerviosa, al saber que iba a tocar su coche para mejorarlo y compartir conocimientos con él… Y más aún, que él pudiera verla conducir.
¡Que ganas de emprender aquel viaje! Sonrió medio adormilada, y cerrando los ojos para tratar de dormir un poco.

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