jueves, 16 de febrero de 2012

Pequeño Cuento; Aprendiendo Seducir Parte XVI

Un poco encogida por el frío que estaba sintiendo, se acercó con pasos saltarines hacia la puerta que debería de estar abierta y no cerrada, como había hecho Donovan. Allí, pudo ver a través del cristal pequeño, como el hombre se acercaba hacía ella con una media sonrisa en el rostro y simplemente unos calzoncillos como única vestimenta. Suspiró con fuerza y pesar al notar como todo el bello de su cuerpo, se erizaba aún más a causa del deseo instantáneo que sintió con aquella magnifica vista. Por suerte, que pensara que era por tener frío, cosa que ya no sentía con aquel panorama.
-¿Acaso has nadado con el camisón puesto? –Preguntó éste nada más abrir la puerta y observarla detenidamente de arriba abajo sin dejar ni un centímetro de su cuerpo olvidado a la vista.
-No – Respondió escueta y pasando por su lado, para poder entrar dentro sin lograr evitar el que sus cuerpos se rozaran si el muy paleto se había plantado en medio del hueco de la puerta. Logrando con aquello, que su cuerpo prendiera fuego con él calor que desprendía el de él. Que bien olía su champú… Pensó en silencio y un tanto nerviosa al evitar a cada milésima de segundo, de no mirar más abajo de los hombros de éste. Aquello le confirmaba que no utilizaba pijamas-. Simplemente no me llevé ninguna toalla.

-Ni tampoco ninguna bolsa para que no se te mojara la férula del dedo –Soltó con cierto fastidio, cerrando la puerta en un instante y volviendo a conectar la alarma a modo nocturno para después agarrarla del brazo y conducirla a una silla de la cocina y sentarla allí de un fuerte empujón.
-¿Pero qué te crees que haces? –Comenzó a protestar de forma inútil.
-Quédate ahí sentadita sin protesta alguna –Soltó con orden tajante.
-A mí nadie me dice donde debo sentarme –Se fue a levantar de la silla, pero Donovan se acercó a ella dos pasos con mirada dura.
-Escoge la silla o encima de la encimera de la cocina –Habló con los brazos en la cintura y sin dejar de mirarla a los ojos sabiendo lo que significaba aquello-. Pero hay que cambiarte esa férula.
-Soy mayorcita para ello –Alzó su cuerpo con cierto orgullo, para hablarle con tono prepotente-. Agradezco tu ayuda, pero tengo de recambio en mi maleta.
-Gracias por nada –Resopló frustrado-. Quédate ahí quieta como te dije, ahora mismo vengo con esa férula nueva –Volvió a ordenar con tono serio mientras salía de allí.
-Será imbécil –Insultó completamente indignada y descolocada por la actitud tan diferente que le mostraba a minutos anteriores desde lo alto de la ventana.
-Te eh oído –Se quejó éste con un susurro y volviendo asomar su cabeza en aquella estancia-. Ahora mismo vengo –Y volvió a desaparecer.
-Me importa un pepino –Replicó una vez más ella en un pequeño gruñido, sin querer despertar a nadie de la casa y que los encontrara allí aquellas horas de la madrugada.
-Mierda… -Susurró reclinado en el suelo ante la maleta de Silvia. Desde lo alto de la ventana no había podido apreciar que su ropa de dormir se hallaba mojada, y hasta que no se había acercado a dos pasos de ella no había notado que encima era como si no llevara nada, y ésta no se había dado cuenta otra vez como ocurrió aquel día con la camiseta verde y que acabó con su dedo accidentado. Y encima, ahora estaba reclinado delante de su maleta teniendo que apartar sus braguitas de encaje para buscar la puñetera férula. Aquello era horrible, ahora sabía que todos los días llevaba ropa interior sexy para trabajar. Nada de tejidos de algodón como solían llevar muchas mujeres de allí en los ranchos. Todo aquello iba acabar con él. No creía que su presión arterial pudiera soportar tanto. Al día siguiente se acercaría él mismo a comprobar como iban los de desinfección, y si hacía falta les daría una prima por que se dieran un poco más de prisa. Al final halló el instrumento de enfermería. Lo agarró con la vista ya medio nublada y salió de su propio despacho con paso apresurado. Allí sus fosas nasales estaban inundadas del perfume de ella al mover sus prendas, necesitaba aire puro en ese mismo instante-. Ya estoy de vuelta –Siguió hablando con tono serio nada más entrar en la cocina.
-Lo siento, no me dio tiempo a prepararte una fiesta de bienvenida –Soltó con cierto sarcasmo aún sentada en la silla-. Te dije que no hacía falta que la fueras a buscar, yo misma se ponerme ese cacharro.
-No lo dudo –Se acercó a un paso de ella, ignorando sus palabras anteriores-. Pero con un poco de ayuda seguro que conseguiremos la presión necesaria para sujetar de forma adecuada ese dedo –Dijo ya buscando su mano y quitando el esparadrapo de la mojada férula.
-Y tampoco sería necesario el estar haciendo esto si tú no hubieras…
-Mejor cierra tu pico si no quieres volver a meterte en líos –La interrumpió él sin alzar en ningún momento la mirada de su mano.
-¿Pero se puede saber qué mosca te ha picado? –Protestó dando al momento un fuerte tirón para recuperar su mano y apretarla contra su cuerpo.
-A mí ninguna, pero cuando vas a empezar a madurar un poco en ciertas cosas –Le refutó intentando volver a recuperar la mano.
-Eres… Eres… -Intentaba decir sin salirle las palabras adecuadas mientras conseguía que no le agarrara la mano-. Vete al mismísimo infierno –Le escupió dándose media vuelta para poder volver a lo que era su dormitorio por unos días, pero la entrada de Alex en la cocina evitó que pudiera salir a tiempo de allí.
-Hola chicos… -Alzó una ceja de sorpresa al hallarlos allí a los dos y observando detenidamente el como iban vestidos-. ¿Todo bien?
-Sí –Dijo Donovan.
-No –Replicó ella-. Tú primo es un completo memo… Y ahora me voy a dormir si me dejas pasar por la puerta –Lo miró molesta a causa de Donovan.
-Claro –La miró un momento detenidamente, para desviar veloz la mirada un tanto incómodo.
-Alex… -Siseó su primo entre dientes sabiendo lo que le ocurría.- ¡Vuélvete a la cama!
-¡Dios, pero mira que llegas a ser cretino! –Farfulló ella al ver como le había hablado también al otro hombre-. ¿Acaso todos deben acatar tus órdenes?
-Silvia –La intentó calmar Alex con una sonrisa en el rostro y mirándola fijamente a la cara-. No ocurre nada, no te tomes a mal la orden de Donovan hacia mí… -Volvió a reír con suavidad-. Lo comprendo perfectamente y tiene mucha razón, creo que no pinto nada en éste momento aquí.
-¿Cómo? –Lo miró sin comprender a que venía aquella complicidad con el hombre-. Paso… -Alzó sus manos al aire-. Me voy a dormir. No quiero saber nada más de vuestras idiotas normas de machitos. Estoy hasta las mismísimas narices de todo… -Y desapareció de allí casi dejando al pobre hombre clavado en el quicio de la puerta, al colarse por el hueco de la puerta con él aún ahí.
-¿Qué le has hecho esta vez para que se coja ese mosqueo? –Preguntó Alex divertido acercándose a la nevera y sacando la botella de agua fría.
-Dejarla encerrada en la calle –Dijo aún molesto por todo-. ¿No te dije que si bajabas por la noche, llevaras más ropa? –Inquirió consiguiendo que su primo se atragantara con el trago que estaba dando al entrarle la risa por sus palabras.
-Y me lo replicas hallándote tú en calzoncillos y ella como si fuera desnuda, habiendo estado los dos aquí solos…. –Reveló con gran socarronería-. Estáis perdiendo mucho tiempo –Rió cerrando la nevera y dirigiéndose a la puerta-. Te comes demasiado la cabeza –Aconsejó justo antes de salir de allí y dejando a un Donovan completamente frustrado como todas las noches anteriores desde que la había llevado en su coche a la ciudad aquel maldito día.

Eran las nueve y poco de la mañana, cuando se acercaba a casa de Silvia para hablar con los operarios de limpieza. Aquello tenía muchísimo mejor aspecto, pues estos ya no vestían con ropa parecida a la de un astronauta. Sino más bien con sencillas mascarillas de respiración. Se detuvo un momento en la entrada para llamar la atención de uno de los trabajadores que andaba cerca.
-Buenos días –Lo saludó con amabilidad al ver que éste se acercaba a él.
-Buenos días señor –Dijo ya delante de él-. ¿Busca a alguien?
-No, solo venía para informarme de cómo tenéis el proceso de limpieza –Se llevó la mano a la cartera para sacarla del bolsillo.- Y me preguntaba si os daba un poco más, si  sería entonces posible que  pudiera agilizarse un poco más el asunto…
-Muchas gracias –Sonrió el hombre-. Pero ya ha estado aquí antes la chica, y nos ha ofrecido también una pequeña suma por ello. Nosotros encantados, pero en verdad hoy mismo acabaremos con todo el jaleo que hay aquí. Aún así, ella ha insistido en darnos una buena propina por nuestra rapidez en la limpieza de la casa –Volvió a sonreír-. Ojalá todos nuestros clientes fueran tan atentos como ustedes.
-Y todo el mundo tan honrado como usted –Le estrechó la mano-. Pues muchas gracias por todo. Hasta luego… -Se alejó con el ceño fruncido hacia su coche y una vez que estuvo dentro de él no pudo evitar murmurar en voz alta-. ¿Qué estoy perdiendo el tiempo?  -Se dijo recordando las palabras de Alex-. Ella sí que no lo pierde –Dijo con ironía al ver lo rápida que había sido en acudir aquella misma mañana para hacer lo mismo que él, acelerar la marcha de su casa. Aquello ya estaba claro, tenía la respuesta en sus mismas narices. Lo quería lo más lejos posible… Pues eso iba a obtener. Ya estaba harto de tanta tontería, era obvio que la vida en pareja no era para él. Lo mejor sería comenzar lo más rápido a olvidarse de ella y en recuperar su antigua vida, con solo amigas que no le dieran ninguna complicación.

-¿Esta misma tarde volvemos a casa? –Preguntó completamente desanimada Margaret ante la noticia que le acababa de comunicar su hija.
-Sí –Respondió con cierto brillo en la mirada, mientras le daba un sorbo a su taza de café-. De modo, que mejor vayamos recogiendo que en una hora ya podemos volver a la normalidad.
-¿No podremos bañarnos más en la piscina? –Preguntó triste uno de los pequeños.
-Eso se lo tendréis que preguntar a Donovan –Les dijo con una sonrisa, para que no se pusieran a llorar-. Pero estoy segura que no habrá ningún problema en ello.
-Que lástima… -Habló aquella vez Luisa-. Nos lo estábamos pasando muy bien todos aquí.
-Chicas, que no estamos de vacaciones –Se cruzó de brazos-. En verdad aquí estamos estorbando. Así que ir haciendo lo que queráis, pero en una hora nos volvemos a casa –Dijo medio enfadada,  saliendo de allí para encerrarse en el despacho y poder calmarse un poco al ver como todos estaban casi en contra de ella.
Respiró con profundidad unas pocas veces, recordándose que en una hora volvería a la seguridad de su casa, y podría perder de vista a Donovan. Pues no era nada bueno para su estado emocional. Necesitaba volver a recuperar su tranquilidad, y lo haría en su territorio y estando sola, sin nadie que la lanzara  a los brazos de él como hacía su prima Elisabeth. Quien en tres días también emprendería la marcha…

Pero antes, tenía que intentar averiguar una cosa muy importante para ella. Y aquel era el momento, Donovan no se hallaba allí y todos estaban en la cocina sumidos en un estado de tristeza. Entraría en el dormitorio de él y buscaría si se encontraba allí su muñeco. Aquella guerra, aún no había acabado para ella.

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