domingo, 4 de marzo de 2012

Dark Angel 1 "Un Ángel a medianoche" Cap 11


Los felinos no vuelan, los ángeles sí…



Era la segunda vez que todo parecía estar a punto de irse al garete, y esta vez era totalmente su culpa. Escuchó pasos y lentamente se asomó. Rafael salía del baño con solo una toalla sobre las caderas.

¡Oh por Dios! Musitó Kendra. Sí que era… hermoso y sentía que se quedaba corta con esa definición. Su cuerpo parecía la obra perfecta de un genio escultor, él había encendido la luz y pudo ver con claridad como el agua aún goteaba por ese ancho pecho y caía de su pelo negro, sintió un intenso calor recorriéndole el cuerpo. Sintió ganas de salir solo para poder verlo mejor ¡Que absurdo! Pero ahora entendía  por que tanta emoción por ese hombre, había indagado un poco en Internet y resultó que era un soltero codiciado por un número incontable de mujeres, alabado por sus amantes que no paraban de decir cuan excelentes eran sus cualidades amatorias. Teniendo un cuerpo como ese y sabiéndolo usar, no lo dudaba ¿Se quitaría toda la toalla? ¡Que lo hiciera desde esa misma posición! Por que si se apartaba no podría ver nada. Lamentablemente se movió y ella se quedó sin la espléndida visión de Rafael medio desnudo.
De pronto oyó pasos cercanos y retrocedió hasta toparse con el fondo ¿La habría visto? Se ocultó como pudo entre sus trajes y camisas y vio como la puerta del armario se cerraba del todo. Gracias a Dios no era claustrofóbica y daba gracias también al cielo que no la hubiese descubierto y que ella contara con una pequeña ganzúa que le permitiría abrir el armario, pues la llave maestra era solo para puertas y ventanales. Ahora tendría que esperar a que terminara de trabajar y se durmiera. Eso pasaría en varias horas seguramente. Se sentó y se acomodó lo mejor que pudo, aunque sin dejar de estar alerta y tratando de apartar de su mente las imagen de Rafael que la desconcentraban por completo, pero sobre todo que le encendían todo el cuerpo.

Escuchó después de unos minutos cerrarse la puerta de la habitación, seguro que él salía dispuesto a trabajar. Seguía esa noche de contrastes, estaba algo así como en el limbo, había disfrutado de ver a Rafael casi desnudo pero estaba atrapada en el armario.

En media hora sería la una de la mañana, vio Kendra al consultar su reloj. Llevaba media hora ahí atrapada o poco más.  Cinco minutos después escuchó que la puerta se abría y se cerraba, las luces se encendían y poco después se apagaban, al parecer Rafael ya volvía para dormir ¿Qué tan pronto se quedaría dormido? Kendra calculó que no tardaría mucho en dormirse, después de todo ese día había sido bastante pesado para él y para ella añadió incorporándose. Aunque no estuviera del todo dormido si ella salía sigilosamente él no la vería.
El secretario ya no estaría afuera, y rogaba por que el guardaespaldas tampoco. Utilizó la ganzúa en miniatura que traía y sin respirar empezó a abrir la cerradura tratando de no hacer ruido, por fin lo consiguió y abrió lento la puerta, salió y vio la figura de Rafael en la cama, la sabana la tenía a medio cuerpo y ella tragó saliva al verlo ahí tan desenfadadamente masculino. Vio como su pecho subía y bajaba con suavidad, así que ya estaba profundamente dormido. Se acercó más para verlo mejor y sonrió. ¿Cómo podía ser un hombre tan irritante, tan guapo? Sintió deseos de tocarlo pero detuvo, ya estaba prácticamente tocando la cama ¿Qué le pasaba? ¿Desde cuando mandaba las precauciones al viento? Si que estaba trastornada.

Se dio la media vuelta y antes de alejarse, rápido como un rayo una fuerte mano aprisionó su muñeca ¡Pero si él tenía los ojos cerrados! ¡No había hecho ruido! Había sido sigilosa como un maldito gato y se suponía que él estaba dormido. No intentó sacar su mano, se dio vuelta y lo contempló mientras su cerebro trabajaba a toda velocidad intentando encontrar una salida ¡Eso le pasaba por estupida! No tenía por que haberse quedado observándolo.
Él seguía en la cama acostado, pero su largo brazo la retenía sin problemas, no hables, no digas una palabra se recordó frenética de lo contrario la reconocería. Rafael la observaba, el rostro de él no estaba completamente en sombras a diferencia del de ella. Una tenue luz a la izquierda de él que provenía de  una pequeña lámpara hacía que ella pudiera verlo con algo de claridad. La miraba con furia en su bello rostro. Él se levantó y ella se obligó a no mirar hacia la parte inferior de su cuerpo, ya que la sabana había caído. Sin embargo no iba desnudo, llevaba boxers negros, tiró de su muñeca y la acercó a él. Pudo ver el brillo increíble de sus ojos azules que en ese momento le lanzaban dardos.

-      ¿Quién rayos eres? – Le preguntó con voz controlada. Y ella se negó a responder. – Más vale respondas… - La amenazó y ella negó con la cabeza. - ¿Quién te mandó? ¿Eres el maldito ladrón que se llevó el Rembrandt? – Ella no pudo evitar sonreír y él apretó más fuerte su muñeca haciendo que ella se quejara audiblemente. Un rayo de luz atravesó los ojos de Rafael al darse cuenta que era mujer, no se había percatado de ello por la escasa luz que había donde ella estaba parada, el traje que Kendra llevaba dejaba ver todas sus curvas femeninas pero eso él aun no lo había visto.  - ¡Maldición! ¡Eres mujer! – Dijo y la soltó. Ella seguía teniéndolo difícil para salir por la puerta pues él le bloqueaba el paso, brincó a la cama y pateó la lámpara para que la luz fuera nula, seguía llevando la protección de la máscara pero sabía que él no dudaría en quitársela. Pero él no se lo iba poner sencillo, y enseguida otra luz aunque igual de tenue resplandeció por la habitación, la cual estaba llena de lámparas al parecer. Lo miró furiosa y esta vez el que sonrió fue él.
-      ¡Maldito! – Gruñó ella, olvidándose de que no debía hablar, pero afortunadamente él pareció no reconocer nada, después de todo había gruñido más que hablado.
-      ¡Ah, pero si tienes voz! – Dijo él que estaba cerca de la puerta que era su única vía de escape. – La ladrona tiene voz – Remarcó él. – y cuerpo de…Diosa. – Añadió con sonrisa peligrosa.

Kendra tragó saliva compulsivamente, esa mirada… todo él era peligro y aunque ella podía golpearlo por supuesto y salir de allí, algo la retenía de hacerlo. Quería salir limpiamente, sin destrozar la habitación ya que estaba segura que no iba a ser sencillo escapar de Rafael, además llamar la atención y despertar a todos los huéspedes del piso, no estaba dentro de sus planes. Y golpear ese bella cara… pero, tenía que salir de allí, así que ni modos, un golpe o dos podría soportarlo. Su cuerpo parecía de acero, lo más seguro es que la lastimada fuera ella. Kendra seguía arriba de la cama ofreciéndole la visión de su cuerpo enfundado en ese traje ajustado.


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