martes, 13 de marzo de 2012

Dark Angel 1 "Un Ángel a medianoche" Cap 14


No tenía sentido. O quizás sí lo tenía, era una ladrona después de todo. Regresaba algo que se había robado, lo seducía y dejaba como un tonto y de paso ya había decidido que por regresar el Rembrandt, tenía derecho de llevarse otra pintura, menos valiosa pero propiedad ajena definitivamente. Tenía que hablar con Fabio, todo empezaba a ser claro y al mismo tiempo confuso.


Por esa noche ya había tenido bastante, dio ordenes de que revisaran y buscaran hasta la más mínima pista, él se iría a dormir, si es que podía. Esa mujer lo había dejado con una necesidad que no había sido satisfecha y con un coraje tremendo. Con un azote cerró la puerta de su habitación y se fue a la cama.

Kendra estaba acostada con la respiración aún agitada sobre la enorme cama de su habitación en el Hotel,  aún no se creía haber salido del lío en el que se había metido. Si no se hubiera percatado que él estaba viendo el tatuaje que tenía y que cualquiera podía ver si ella usaba un atrevido bikini, cosa que hacía con frecuencia. Tatuaje que podía reconocer Rafael Briatore en dado caso, la probabilidad que eso pasara no era tan remota. 
Le había entrado el pánico en ese momento y había actuado rápidamente, se había dado la vuelta, lo había vuelto loco y  ella había necesitado de toda la fuerza de voluntad del planeta al tratar de controlar el inmenso deseo que quería absorberla, pero él la reconocería, él la odiaría y eso pudo más que su deseo. Se había llevado la mano a la nuca y había sacado ese par de pequeñas esposas que llevaba incluidas en su traje. En un principio le había parecido ridículo llevarlas, pero ya le habían ayudado en otra ocasión y ahora las llevaba siempre, esta vez también le habían ayudado y salvado de algo mucho peor.

Ese condenado tatuaje y el miedo a ser reconocida por él después, la habían ayudado a salir del trance sensual al que la había llevado Rafael, ese hombre la había hecho disfrutar y sentir como nunca jamás había sentido ¡Había estado a punto de tener relaciones con él! ¿Es que estaba demente? Sí, lo estaba, de remate, se había salido de control totalmente. En cuanto lo había esposado, había salido como alma que llevaba el diablo hacia la puerta, brincado por el balcón y atravesado por las cornisas en la mitad del tiempo que le había tomado la primera vez, a salvo en su habitación se había quitado la mochila y desplomado en la cama y puesto tensa al escuchar todo el movimiento de gente en el piso,  al oír que todo parecía normal de nuevo, una risa descontrolada empezó a abrirse paso en su garganta ¡parecía una loca! Se tapó la cara para evitar hacer ruido  y de un salto se levantó, tomó su móvil que había dejado allí  y a fin de evitar más risas descontroladas marcó a Brisia.

-      Soy yo. – Susurró
-      ¡Gracias al cielo! ¡Estábamos locas de preocupación! ¿Qué sucedió? ¿estás bien? ¡Te mataré! – Lo dijo todo al mismo tiempo.
-      Me descubrió – Dijo de golpe – No, no me vio el rostro, estoy bien, logré salir y deja las amenazas de asesinato para otro día. En unas horas nos veremos, ahora mismo siento que voy a morir de tensión acumulada, estoy exhausta. – colgó sin dar tiempo a que Brisia dijera nada más.

 Se quitó la ropa y recordó las manos de Rafael sobre su cuerpo, su boca sobre ella… ¡ese hombre sabía lo que hacía! Era un maldito experto. Se duchó al sentir su aroma en ella, no quería tener sueños y fantasías eróticas de él si es que quería dormir bien.
Al salir del baño recogió toda su ropa en la maleta,  hasta entonces se percató de la mochila que yacía tirada a un lado de la cama, la levantó y recordó que a Rafael no le había dado tiempo de desvestirla en su totalidad y menos de quitarle la mochila de la espalda, la pintura estaba un poco estrujada la extendió y agradecida vio que tenía arreglo. Todo ese embrollo había sido por esa pintura, en realidad por su estupidez.  Vio su reloj y faltaba poco para las dos de la mañana, se acostó con un suspiro de alivio en la cama y al poco tiempo se quedó profundamente dormida.

Tres horas después de sueños eróticos y con una frustración monumental por no haber podido disfrutar de Rafael, se despertó. Faltaba poco para las seis de la mañana, se peinó, se vistió con el atuendo con que había entrado aunque con un vestido diferente, gruñó al ver el enorme estomago que llevaba a cuestas. Se puso la peluca, el sombrero y las enormes gafas que de paso ocultaban sus enormes ojeras. Metió con cuidado la pintura en la maleta, dado el tamaño entraba sin problema alguno y antes de salir inhaló y exhaló, por poco se pone a suplicarle a Dios que no se topara con Rafael, pero él ya le había ayudado mucho a pesar de no merecerlo, así que se abstuvo de importunarle de nuevo, al menos por ese día.

Abrió y salió con paso decidido olvidándose que una mujer embarazada con semejante estomago no podría caminar al ritmo que lo hacía ella, al recordarlo aminoró el paso y gimió al ver que el elevador aún no llegaba. Empezó a escuchar voces en la habitación de Rafael y ella empezó a desesperarse, al ascensor le faltaba un piso para llegar, cuando parecía creer que lograría irse, la puerta de la habitación de  él se abrió, ella miró de reojo y vio que salía su secretario, las puertas del ascensor se abrieron, ella entró  y un guardaespaldas corrió para detener las puertas. Ella le dirigió una mirada irritada, que por supuesto no surtió efecto alguno por que para empezar  las gafas no dejaban ver sus ojos.  El pequeño secretario entró y le dio los buenos días con mucha amabilidad, ella le sonrió pero no le habló. Cruzó los dedos mentalmente para que Rafael no se les uniera, en cuanto lo vio aparecer y entrar con ese gesto de enfado, el ceño fruncido e increíblemente guapo, empezó a sudar frío.

¡Que tonta! Por supuesto que tenía que haberse encomendado a Dios antes de salir, ahora ya era tarde. Para terminar de completar las cosas, él se puso a su lado y hasta que se cerraron las puertas después de que entrara uno de sus guardaespaldas, él pareció reparar en ella, las puertas del ascensor reflejaban muy bien a sus ocupantes como si de un espejo se tratara y notó como Rafael la observaba, estaba tan cerca de acabar con esa maldita situación decía ella por dentro, ¡Dios mío! Por favor concédeme este último favor… del día, suplicó.

-      Buenos días. – le dijo él con voz aterciopelada. Ella no dijo nada. – Disculpe mi descortesía por no haberla saludado al entrar. – Ella fingió un ataque de tos e hizo ademanes con la mano indicándole que no había problema alguno. Él todo solícito le dio su pañuelo y ella a regañadientes lo aceptó, masculló un gracias entre la tos que fingía. - ¿Es usted de aquí? – Preguntó al ver que ella parecía dejar de toser, por supuesto ella tuvo que volver a toser e intervino el secretario.
-      Rafael, deja de hacer preguntas. La señora parece no sentirse bien.
-      Estoy bien. – Masculló Kendra y las puertas se abrieron dándoles paso al vestíbulo del Hotel, ella le devolvió el pañuelo sin levantar la vista.
-      Quédeselo. – Fue la respuesta de Rafael, ella asintió y avanzó hacia recepción. Sentía la mirada de él clavada en su espalda, a pesar de querer correr se obligó a caminar como una mujer embarazada lo haría.

Kendra entregó la tarjeta llave al recepcionista y liquidó su cuenta en un santiamén, asintiendo a las preguntas corteses del que la atendía y sin soltar palabra alguna, de cuando en cuando tosía pues presentía que seguía siendo observada. Volvió a negarse a que le llevaran la maleta y se dirigió a la salida, no vio rastro de Rafael pero no por ello dejó de sentirse inquieta, pues aún sentía su presencia, por muy tonto que eso fuera.

Un atento portero le preguntó si se iría en un taxi, ella le indicó que sí. Cuando empezaba a pensar que por fin acabaría todo, sintió a Rafael detrás de ella.

-      Puedo llevarla dónde guste. – le dijo sin dejar de observarla con interés.


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