miércoles, 14 de marzo de 2012

Pequeño Cuento; Aprendiendo A Seducir Parte 19


-¿Qué te ha ocurrido? –Preguntó Margaret, sentada en el porche con todos al verla llegar completamente empapada-. ¿Ya tienes más férulas de recambio para el dedo?
-No –Gruñó pasando de largo y yendo directa al dormitorio, para coger ropa de recambio y dirigirse al baño. Cuando estaba a punto de entrar allí, apareció su madre.

-¿Estas bien hija? –Se notaba preocupada-. ¿No te hiciste daño?
-Mamá, estoy bien –Resopló entrando al baño y dejando que la mujer la siguiera. Sentándose ésta en la taza del lavabo, mientras su hija se desvestía y entraba en la ducha.



-¿Os habéis peleado nuevamente, verdad? –Preguntó cuando Silvia cerraba la cortina-. Esta tarde se pasó por aquí… Se le veía un tanto desesperado.

-Discutir, digamos que no me dio tiempo de ello –Soltó con sarcasmo su hija-. Me encontró cuando acababa de llegar, estaba en el abrevadero junto con Peter, que también me ha informado de la búsqueda de Donovan. En vez de decirme algo, solo tubo la brillante idea de lanzarme al abrevadero y largarse… -Gruñó con enfado recordando la despedida.
-¡OH! –Rió su madre por unos segundos-. ¿Cuándo lo vas admitir? –Preguntó de repente cambiando de tema.

-¿El qué? –Habló con cierta cautela y asomando la cabeza por entre las dos cortinas.

-Que te gusta –Dijo sin más su madre, alzando sus hombros antes de cruzar los brazos.

-Mamá… -Arrastró la palabra suspirando profundamente.

-No lo niegues –la riñó-, ya estoy bien harta de toda esta tontería.

-Se que estas deseando que me case… -Comenzó hablar volviendo a cerrar la cortina, para aclararse el cabello, pero su madre no la dejó terminar.

-Deja ya de negar lo que es más que evidente –Renegó la mujer mayor-. Créeme que nos haréis a todos un favor.

-¿Tanto se me nota? –Pronunció con gran derrota en la voz.

-Y no solo a ti –Volvió a reír por un momento-. Muchos de nuestros empleados, están por apuntar con una escopeta a Donovan delante de un altar, si con eso consiguen armonía en el trabajo.

-¡Pero de qué me estas hablando! –Abrió Silvia las cortinas.

-Que no eh visto en mi vida a dos ciegos más tontos que vosotros –Señaló con desespero y mirándola a los ojos.- Y no me niegues nada por favor –Dijo al ver el gesto negativo que hacía su hija con la cabeza-. Pregúntale a cualquiera… Donovan te quiere.

-No es verdad –Cogió la toalla y comenzó a secarse el rostro-. Estáis muy equivocados…

-No lo estamos cariño –Siguió hablando con calma Margaret.

-Mamá, créeme lo que yo digo –Salió de la ducha tras envolverse con la toalla el cuerpo-. Por propias palabras de Donovan.

-¿Qué quieres decir? –Frunció las cejas la mujer sin comprender.

-Ocurrió ésta mañana –Sus mejillas se tornaron aún más coloradas, al tiempo que bajaba la vista al cajón para buscar su cepillo del cabello-. Digamos,  que ésta mañana en casa suya me colé en su dormitorio pensando que él se hallaba fuera –Con aquel comienzo, captó la total atención de la mujer que se inclinó hacia delante para oír bien.- Buscaba mi muñeco y lo encontré. Pero por mala fortuna, él iba hacia allí. Me escondí en el baño, dentro de la bañera…

-¿Y? –Instó a seguir a su hija. Por el color de sus mejillas, algo había ocurrido.

-Pues que venía precisamente a darse una ducha –Su voz sonaba débil, a causa del apuro que sentía por contar lo ocurrido-. No sabía qué hacer… Me abracé al muñeco, él abrió el grifo sin mirar dentro mientras hablaba por teléfono. Y cuando me descubrió, digamos que vestido no iba… ¿Y por qué te estoy contando esto? –Se interrumpió confusa, pero su madre pidió que siguiera-. Digamos que me dijo algo así, como que él no desfloraba a jóvenes vírgenes fogosas… Salí de allí, y no se porque me habrá estado buscando –Dijo con enfado-. De modo que ya ves lo equivocados que estáis todos.

-Silvia…

-Supongo que se sentirá agobiado de echar una mano aquí –Comenzó a vestirse-. Si es cierto eso de que se me nota mucho, él lo sabrá y supongo que se sentirá agobiado, perseguido… Lo que sea…

-¿Ya terminaste de soltar tantas tonterías por esa boca? –Se puso en pie.

-¿Acaso se te empañaron los oídos con el vaho de la ducha y no oíste nada? –Habló con tono molesto, subiéndose el tejano por las piernas.

-Un hombre como Donovan, que se sintiera agobiado como tu dices –Señaló comillas con sus dedos-. ¿Te habría besado? ¿Cuántas veces van? –Calló por un segundo-. Y siendo éste un buen semental como se le ve…

-Mamá –Protestó indignada y colorada.

-Ni mamá ni ostias –Siguió renegando Margaret-. No creo que hayan sido besos inocentes… ¿Ha habido manoseos? –Preguntó sonriente.

-No tengo quince años, para que vengas con esas preguntas –Respondió abriendo la puerta del baño para salir.

-Veo que sí ha habido manoseos –Sonrió siguiendo a su hija hacia la cocina, para ir a dejar la ropa sucia en el cuarto de la lavadora.

-¿Quién habla de manoseos? –Preguntó Elisabeth, en cuanto ellas entraron en la cocina, estando allí para preparar la cena.

-Si queréis, pedimos que pongan la conversación en la emisora local –Dijo con cierto fastidio Silvia, al ver que cada vez se apuntaba más gente a llevarle la contraria.

-Le estoy haciendo ver a mí hija, que Donovan está interesado en ella –Explicó Margaret a su sobrina.

-Apoyo a tu madre –Indicó su prima-. Y no lo niegues, yo misma te eh pillado en uno de esos manoseos –Dijo señalándola con el cucharón.

-¿Te refresco la memoria? –Dijo utilizando cierto retintín Silvia-. No te dije ayer noche, que él no había hecho nada… Nada… -Recalcó con énfasis la última palabra.

-Y creo que no hará nada –suspiró la joven-, sino dejas de confundirlo.

-¿Qué yo lo confundo? –Utilizó un tono de voz mostrando gran incredulidad-. ¿Pero vosotras os oís? Me parece que el papel de casamenteras se os ha subido a la cabeza.

-Como sigas así de zoqueta, me parece que no habrá ninguna boda –Señaló Elisabeth exasperada-. Que ganas de darte con el cucharón en  la cabeza por si despiertas.

-Por favor, dejar el tema ya –Soltó sulfurada-. Lo único que pudo haber, fue un poco de atracción sexual. Pero que se ha esfumado…

-Porque tú has querido –Se apresuró a señalar Elisabeth.

-¡OH! –Soltó un gruñido desesperada-. Me da igual lo que me digáis. Ya estoy harta de que todo el mundo se entrometa en mi vida…

-Pero hija –Fue a protestar Margaret, pero Silvia la cortó en un gesto de mano.

-¡Que no mamá! –Vociferó cortante-. Que no me agobiéis más…

-Él te quiere –Susurró Elisabeth-. Se lo dijo una vez a Peter –Sonrió con temor a que le reprendiera por seguir hablando-. Y a su primo Alex, también le marcó terreno… Ha estado muy celoso de él… -Le informó casi en súplica por que escuchara aquello.

-Veo que habéis estado todos muy ocupados hablando a mis espaldas –Reprochó con desolación.

-Silvia, no te enfades –Pidió Margaret con ternura.

-No estoy enfadada –Suspiró, mirándola un segundo con ojos tristes-. Eso no me importa. Al fin y al cabo, lo hacemos todos. Solo que quiero que nadie me diga nada más de Donovan… ¿De acuerdo? –Las miró a los dos, para obtener una afirmación de cabeza de cada una-. Bien… -Volvió a soltar  un profundo suspiro-. Sino os importa, me voy a dar una vuelta. No me esperéis para cenar…

-Pero… -Comenzó a protestar su prima, pero Margaret la interrumpió.

-Muy bien –Sonrió-. Llévate el móvil.

-No te preocupes que sí –Sonrió saliendo de la cocina, pasando por el porche y saludando a los que estaban allí sentados, para ir en busca de su jeep.


Faltaba poco para que el sol desapareciera en el horizonte. Era un espectáculo, que uno nunca se cansaba de ver. Estuvieras del ánimo que estuvieras, te inundaba de calor. Pero estaba segura, que el verlo con compañía aún tenía que ser mejor… Pero la compañía adecuada, en aquel momento no estaba muy receptiva con ella. Aunque no sabía para que habría ido a buscarla aquella tarde. No creía que fuera para disculparse con ella, porque si era así a qué diantres venía el lanzarla al abrevadero.

Las palabras de Elisabeth, volvieron a sonarle en un rincón de su cabeza. Decían que él la amaba… Sonrió con sarcasmo, al pensar en aquella estupidez. Aquello era imposible. Donovan, era un donjuán de pies a cabeza. Solo le interesaba el sexo. No le gustaba atarse a ninguna mujer… Tensó la espalda al venirle un flash, de cuando cenó con su madre y ella el día que la llevó a la ciudad. Salió el comentario de que él solo tenía novias de una o dos noches. Y insistió mucho, en porque no veía posible el ser novia de él… Y allí fue el primer intento de beso… A partir de aquel momento, todo contacto que tenía con Donovan iba tendente a un pequeño casi encuentro casual…


Sus pulsaciones estaban comenzando acelerarse. Su actitud hacia ella había sido muy diferente a la acostumbrada, nada más decirle ella que lo veía un hombre atractivo, que tampoco se llevaban muchos años… Y lo importante, él se creía que tenía una cita programa con alguien.

-¡Hay dios mío! –Se llevó las manos a la boca, para tapar el gemido de horror que se le escapó-. ¡Que si está enamorado de mí! –Se dijo en voz alta y con lágrimas en los ojos, sin poder ocultar la sonrisa que le asomaba a los labios-. Que todos tenían razón… Que ha intentado seducirme desde un principio, y hacerme ver que yo… ¡Menudo idiota! –Gruñó de pronto, mientras se limpiaba las lágrimas y arrancaba el jeep-. ¡Y dicen que las complicadas somos nosotras! ¡HA! Menudo tarugo –Hablaba sola, pero feliz dirigiéndose al rancho de él.

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