jueves, 19 de abril de 2012

Rechazo al amor.- 3


Mediados de Octubre.

Habían pasado unas semanas desde aquella fatídica noche. Aún le perseguía la mirada triste de Julia, al alejarse en aquel taxi. Y era él quien tenía la culpa… Aunque ella también, por ser tan cabezona. No le había comentado nada  a Peter, y suponía que ella tampoco al no recibir ninguna reprimenda de su amigo. Además tampoco había tenido el valor de hablar con su amigo respecto a su hermana. Sabía que le ocurría algo, pero ninguno de los dos iba a soltar prenda.  Aunque una pequeña idea se hacía. Conocía aquella familia desde los dieciocho años, bueno según le había contado su amigo cuando había habido problemas. Sabiendo lo afectada que se hallaba Julia por aquel punto, sabía que lo que tenía en mente desde hacía unos meses no iba  a poder ser en aquel momento. Tenía que cambiarlo todo y lo primero era ir hacer las paces con ella. Es decir, pedirle disculpas a Julia por las palabras que soltó aquella noche. Por ello ahora iba de camino al edificio de apartamentos, suponía que casi a las ocho de la noche se hallaría allí.
Una calle antes de girar en la de ella, tuvo que detenerse por la pequeña retención de tráfico que había. Pero aquello no fue lo que le llamó la atención, sino más bien el comportamiento de la gente que iba por la calle. Fue entonces cuando divisó en lo alto del cielo y a través de los edificios una enorme cortina de humo.
De repente el miedo le recorrió todo su cuerpo. Asustado como estaba, logró mover el coche y dejarlo medio subido en la acera para poder salir corriendo hacia aquella nube negra. A medida que se acercaba al lugar, escuchaba el caos del ruido. Allí estaban los bomberos, policía y ambulancias. Y sí, era el edificio de Julia el que se hallaba envuelto en llamas. No supo como le dio la orden a sus piernas de que se pusieran a correr con lo asustado que estaba. Sólo podía pensar lo peor. Por fin llegó al cordón policial, donde tuvo que llamar la atención de un agente y convencerle de que le dejara pasar pues su novia vivía en aquel edificio.
Era como estar en una pesadilla. Gritos, gente asustada, humo… Pero no la veía en ninguna de las ambulancias. Volvió a dar una vuelta sobre sí, y se quedó mirando por un momento con temor al antiguo edificio ardiendo en llamas y como los bomberos hacían todo lo posible por apagarlas. Aquello no podía estar sucediendo. En aquel momento le vinieron a la mente las palabras suyas y de su hermano de la otra noche, cuando intentaban convencerla para que se mudara a su piso. Y días después sucedía aquello… El destino no podía estar jugándole aquella mala treta. No tenía derecho a decirle quien era el amor de su vida y luego arrebatársela sin darle tiempo a nada, simplemente a robarle un cálido beso…
Fue entonces cuando salieron del edificio.... Llevando a una Julia completamente encogida en sus brazos. Fue en aquel momento que volvió a sentir como su corazón volvía a bombear con normalidad.
-¡Julia! –Exclamó desesperado acercándose a la chica, quien al escuchar su voz alzó su mirada llena de lágrimas y sin esperárselo se lanzó a sus brazos agarrándose con gran fuerza a su cuello.
-¡Alex!
-Llévela a una ambulancia –Le indicó el bombero que se dio la vuelta y volvió al edificio en llamas.
-¿Y Patrice? –Le preguntó ella con temor.
-¿Quién? –La miró detenidamente a sus ojos asustados, justo antes de acercarla a una ambulancia donde se ocuparon enseguida de ella.
-Mi compañera de piso, estaba conmigo… -Calló un momento cuando el paramédico empezó a inspeccionarla-. Se la llevaron antes que a mí… -Dijo un momento antes de que le pusieran una mascarilla de oxigeno.
-Ahora miraré por ahí –Le indicó sin ocultar el cariño en sus palabras.
-Es pelirroja… -Dijo con tono un poco cansado tras respirar un poco de oxigeno.
-Por favor… -Soltó un tanto impaciente el joven paramédico tras ver como no se estaba un rato tranquila.
-Ahora vengo –Le susurró él, justo antes de darle un beso en la frente-. Estate aquí descansando un poco.
Diez minutos después, aparecía Alex con Patrice abrazada a su cuerpo. Sabía que simplemente la estaba ayudando, por ello que la llevaba cogida de aquella manera por la cintura. ¿Por qué sentía entonces aquel veneno recorrerle por sus venas? Era lo mismo que sintió aquel día cuando lo vio agarrar a Olivia. No le gustaba para nada el que fuera Alex quien le hiciera sentir aquellas cosas. ¿Qué es lo que iba a ocurrir ahora? Se quitó la mascarilla y miró el edificio que moría envuelto en llamas.
-No te preocupes, verás como todo va bien –Le aseguró Alex que llegó junto a ella-. Por el momento os venís conmigo. Ya me han dado permiso para que podáis salir de aquí.
Poco rato después entraban en el lujoso ático de Alex.  Tanto Patrice como ella, aún se hallaban en estado de shock y ahora mismo un poco abrumadas ante tanta elegancia.
-Bien, sentiros como en vuestra casa –dijo con mucha calma-. ¿Os apetece una tila? –Preguntó mientras se acercaba a una puerta que había cerca del enorme ventanal que daba a una enorme terraza.
-Sí –Susurró Patrice con tono débil.
-Os la preparo y volveré a marcharme por un rato, quiero averiguar varias cosas de lo sucedido. Si queréis daros una ducha, en los armarios de los dos baños hay albornoces limpios para los invitados. Podéis utilizar lo que queráis, y escoger el dormitorio que más os guste… Enseguida vuelvo chicas.
Cuando Alex volvió bastante rato después, las dos se habían dado una ducha para quitarse aquel horrible olor de encima. Enseguida buscaron con la mirada por si llevaba alguna cosa conocida por ellas en sus manos, pero las traía vacías. Aquello no eran buenas noticias.
-Nos hemos duchado y ahora mismo nuestra única ropa se halla en la secadora –Aclaró Julia con dolor en el tono de sus palabras.
-Lo siento mucho chicas –Se disculpó mientras se quitaba la americana y la dejaba encima de uno de los sillones del salón-. Pero aún siguen intentando apagar el fuego, hasta que no pasen unas cuarenta y ocho horas no podremos saber nada. Podéis quedaros aquí todo el tiempo que necesitéis, como si es el curso entero –Miró fijamente a Julia-. ¿Habéis llamado ya a vuestros familiares? –Las dos negaron con la cabeza-. ¿Por que no avisáis a vuestra familia y amigos? -Sugirió acercándole a una el teléfono de línea y a la otra el móvil-. Tu hermano ya lo sabe, pero si quieres hablar de todas maneras con tu madre para tranquilizarla…
-Gracias, llamaré a mi madre –Susurró ella con timidez cuando sus dedos hicieron contacto al coger el teléfono.
Patrice aún seguía al teléfono con sus padres, cuando ella colgaba de hablar con su preocupada madre. Pero se quedó mucho más tranquila cuando supo que se hallaba en el piso de Alex. Con gran timidez se acercó a la cocina, donde se encontró al hombre cocinando. Aquella imagen le chochó un poco. Nunca se había imaginado que llevaría un delantal y se haría su propia comida. Más bien pensaba que se la harían las mujeres con quien él salía.
-Hola –Sonrió él-. ¿Todo bien con tu madre?
-Calmada al saber que me hallo aquí… -Admitió con pesar.
-Siento mucho lo ocurrido.
-Gracias –Aceptó con sinceridad-. Por suerte, si hemos perdido algo con el incendio es nuestra ropa y algún objeto personal. Todo el material del curso lo tenemos en la taquilla de la universidad.
-Ahora ya es un poco tarde, pero mañana iremos de compras… -Acto seguido sonrió un poco-. Espero que tengáis hambre. Os estoy preparando una sopa de verduras y de segundo tenemos salmón a la plancha.
-Muchas gracias…
-¿Pero? –Le preguntó él con media sonrisa y muy suspicaz.
-Procuraremos no ser una molestia durante supongo unas dos semanas –Resoplo apartándose el cabello del rostro-. No se lo que tardaremos en encontrar un apartamento de estudiantes libre.
-No sois ninguna molestia para mi –Dijo mirando a las dos chicas con sinceridad, una vez que Patrice había acabado la conversación telefónica y se les había unido-. Ya te ofrecí en su día mi piso. A mí no me  molestáis, sabes que con mi trabajo y más ahora que estoy de traslado no creo que vaya a estar mucho por aquí. Para mí, será una grata compañía cuando me halle aquí en Nueva York.
-Sí es así, a mis padres les gustaría reunirse con usted –comentó la chica joven-. Están buscando un vuelo para venir a echarme una mano con todo este lío, y quieren agradecerle su ayuda.
-No hay ningún problema… ¿Qué me dices Julia? –Le preguntó con aquella mirada tan profunda puesta en ella. Se sentía como si la estuviera desnudando en aquel momento.
-No lo se… -Se alzó de hombros-. Esperaré unos días para ver como transcurren las cosas.
-Muy bien. ¿Qué os parece si me ayudáis a poner la mesa?
El reloj que tenía en la mesilla de noche, marcaba las tres de la madrugada. ¿Cómo había dado su vida aquel giro tan drástico? Ahora, durante los próximos días dependía de a única persona que quería tener lo más lejos posible. Y según había podido observar, Patrice se había sentido muy aliviada ante el ofrecimiento de Alex. No había que ser muy listo, para saber que en aquellas fechas no quedarían muchos apartamentos de estudiantes disponibles y con aquellos precios bajos. No le veía mucha salida a su mala suerte. Con gran frustración se quitó la sábana de encima su cuerpo y se dirigió al balcón. Necesitaba sentir la brisa de la noche en el rostro.
Con mucho cuidado abrió la puerta corredera y salió al balcón que rodeaba el ático. Aquella terraza era preciosa con la tarima de madera. Cerró los ojos nada más llegar al muro. Respiró un poco más relajada, mientras alzaba los brazos al enorme cielo estrellado y se desperezaba con la misma gracia que un gato.
-Veo que mi camiseta no te queda del todo grande –Comentó Alex con voz rasposa sentado desde un rincón en la oscuridad de la terraza.
-¡HA! -Chilló asustada y avergonzada, sabiendo que al alzar sus brazos había mostrado al completo su cuerpo de cintura para abajo, vestido únicamente por un culote blanco de algodón-. No sabía que fueras un viejo pervertido –Soltó con cierto reproche.
-Y tu una exhibicionista –Acusó divertido dándole una calada al cigarro que tenía apoyado en un cenicero.
No sabía que fumaba…  Pero que le importaba aquel detalle, cuando lo tenía sentado delante suyo en un balancín y vestido únicamente con el pantalón de un pijama. Era atractivo. Ciertamente era imposible negarse a aquella verdad. Pero no tenía que dejar que aquello la influenciara.
-Y tu un mal educado, por no advertirme de tu presencia –Volvió a acusarlo cruzándose de brazos.
-Y tú una tonta por salir así, sabiendo que hay un hombre en la casa –Señaló mientras le repasaba de arriba abajo sin prisa alguna-. Te dejé también unos pantalones.
-Que se me caen –Le sacó la lengua-. Y ésta noche hace un poco de calor, por eso salí aquí…
-En la oscuridad, es donde mejor se piensa –Comentó con tono suave-. ¿Cómo estás? Y siento ser un pesado.
-Mi mente es un caos –Admitió alzando sus hombros.
-Lo sabía –Sonrió levantándose del balancín y yendo al lado de ella, para apoyarse en el grueso muro que hacia de barandilla-. Se que te va a costar mucho el aceptar cualquier ayuda que venga de mí. Hoy venía a buscarte simplemente para pedirte disculpas por lo ocurrido aquella noche. Digamos que mi comportamiento no fue muy caballeroso, a la hora de preguntarte ciertas cosas… Y se que ya es demasiado tarde para poder arreglar un poco la imagen que te has creado de mí.
-Alex… -Intentó detenerlo confusa por sus palabras.
-Me importas mucho Julia, y más de lo que te imaginas –Se giró a ella y alargó una mano hasta acariciarle con delicadeza una mejilla-. Pero mejor me callo viendo tu reacción y te recomiendo que mejor vayamos a la cama, mañana hay muchas cosas que hacer. Buenas noches cariño… -Susurró suave como la brisa que soplaba aquella noche.
A las siete de la mañana, ya tenía listo el desayuno para las chicas. Apenas había podido dormir algo con todo lo ocurrido, y suponía que lo mismo les habría ocurrido a ellas. Le sabía muy mal por la experiencia que había tenido que sufrir ella, pero gracias aquello tenía una oportunidad para intentar enfocar sus planes de futuro.
Había sido enorme el esfuerzo que había hecho en la noche, para no seducir a la joven cuando había salido a la terraza, vestida únicamente con una camiseta de deporte suya. Era realmente preciosa y no se daba cuenta de ello o no le hacía caso.
Según por lo que había observado, ella no quería nada relacionado de forma emocional con hombres si estos no eran de su entorno familiar. Y por lo visto, a él no lo aceptaba por que se había dado cuenta. En ningún momento, cuando había tenido la oportunidad de estar a solas con ella no había negado la atracción física que sentía hacia su persona. Y sabía perfectamente que con aquel beso que le dio, le había derrumbado un poco  su barrera emocional. Ahora mismo, resultaba una amenaza para su forma de vida planificada.
Más que nada, ahora tenía que comportarse de una manera diferente a la habitual con ella, si quería que dejara de lado su cabezonería y aceptara su ofrecimiento de que vivieran durante aquel curso allí. Dejó sus cavilaciones de lado cuando Patrice irrumpió en la cocina con cierta timidez.
-Buenos días –Le sonrió animado-. ¿Preparada para el jaleo de hoy?
-Buenos días –Le devolvió la sonrisa-. Espero que sí… ¿Aún no se ha despertado Julia?
-No. Ayer noche nos encontramos los dos sobre las tres de la mañana en la terraza –Indicó al tiempo que le servía a la chica un plato de macedonia-. La pobre estaba muy nerviosa para dormir…
-Normal, a mí también me costó un poco. Pero creo que eran la una la última vez que miré el reloj –Suspiró con pesar-. Muchas gracias Alex, pero no hacia falta que nos preparases el desayuno.
-No resulta ninguna molestia –Se sentó con ella en la mesa para comer también su macedonia-. Si os quedáis aquí, ya me devolverás el favor el día que te levantes primera.
-Haber que nos dicen en secretaria sobre los apartamentos. Y si te digo la verdad, nunca nos hemos sentado a tomar un desayuno adecuado –Rió-. Siempre hemos ido con prisas por levantarnos un poco justas de tiempo.
-Pues si os quedáis aquí, ya procuraré que cuidéis vuestra alimentación.
-No es que comamos mal –Se sonrojó al no saber si Julia se enfadaría por estar dando aquella información-. Siempre nos hemos turnado para la comida y cena… Pero fallamos en el desayuno…
-No te preocupes que no le diré nada a Julia –Dijo en tono cómplice y guiñándole un ojo-. Entonces, mientras me halle por aquí me haré el encargado del desayuno…
-¿De verdad qué no tienes ninguna ocupación hoy?-Le preguntó la chica.
-Sí, el ayudaros arreglar el caos que tenéis ahora mismo.
-No me parece bien que te molestemos con nuestros problemas –Frunció el ceño por un momento-. Además, Julia tiene razón en un punto…
-¿En qué? –Sintió curiosidad.
-Si nos quedamos aquí, seremos una molestia en tu vida personal –Explicó nerviosa.
-¿Te refieres a mi vida sexual? –Expuso con gran normalidad en su tono de voz, para no incomodar a la joven.
-Sí –Sus mejillas volvieron a sonrojarse.
-Puedes estar tranquila Patrice –Sonrió con cariño-. En este momento no hay nadie en mí vida…Pero una cosa que os dejo bien clara, es que si traéis compañía masculina que tengáis un poco de respeto por mí piso y por los que estemos en ese momento.
-¡UY, por mí no te preocupes! –Rió nerviosa-. En éste momento no me gusta ningún chico, pero tampoco lo traería aquí… Sería abusar demasiado de ti.
-Como gustes… Y sabes si Julia…. –No hizo falta acabar la frase, ella ya sabía pro donde iba.
-No. Además te informo que por parte de ella no tendrás que preocuparte de chicos –Masticó el último trozo de fruta-. Ella me dejó bien claro que ha venido para estudiar. No quiere saber nada del amor, porque cree que hay cosas más importantes que ese factor en la vida de cada uno.
-Ya veo… -Dijo pensativo-. Bueno, el paso de la vida lo irá diciendo. ¿No crees? –Se levantó para coger las tostadas recién hechas.
-Sí, una cosa que aprendí muy pronto es que no puedes dar nada por hecho nunca –Confesó con cierto pesar en la voz.
-Toda una verdad. Hay mermelada de fresa y melocotón… -Informó dejando los botes en la mesa.
-Fresa… Madre mía, hacía tiempo que no desayunaba así –Confesó contenta.
-Pues hoy averiguaremos si os quedáis aquí para que desayunéis así siempre –Rió Alex.
¿Cuánto rato llevaban allí? ¿Una hora? ¿Quizás dos? No lo sabía muy bien, pues a causa de la desesperación había dejado de mirar constantemente su reloj de pulsera. En ningún momento culpaba a las personas que se hallaban atendiéndoles en secretaria. Bastante tenían con todos los alumnos que se encontraban allí con el mismo problema que ella. Seguramente estaban como locos buscándoles alojamientos temporal o permanente. Simplemente rezaba, para que cuando les llegara el turno a ellas, aún hubiera algún apartamento libre en aquella ciudad. Para nada en el mundo quería metida en el piso de él. ¿Cómo iba aguantar tanto tiempo a su lado? Su sistema nervioso no estaba preparado para aquello. Y menos su mente. No quería tener que detenerse a estudiar las sensaciones que le recorrían por el cuerpo siempre que lo tenía cerca o la miraba. Como en aquel preciso momento que se hallaba allí con ellas, sin prestar atención alguna a lo que ocurría a su alrededor. No había ni una mujer o chica, que estuviera a menos de cinco metros, que no lo observara de forma descarada o simulada.
Aunque para miradas, la que le había dirigido él en la noche en la terraza. Aún sentía la vergüenza recorrer por su cuerpo al saber que le había visto casi desnuda. No sabía cual debía ser su comportamiento, era la primera vez que se veía en una situación como aquella. ¿Por qué todas las primeras veces de cosas raras, tenían que ser con él?
Casi una hora después, salía por la puerta de la universidad reflejando amargura en su rostro. La cosa no había ido como ella quería. Aún tenían que colocar a bastantes estudiantes, pero no daban abasto en buscarles una vivienda. De manera que les habían comunicado al resto de la cola, que aquella noche la pasarían en el polideportivo de la ciudad. Pero que pasaran por administración dando su nombre, que les harían entrega de un cheque por valor de doscientos dólares, para que cubrieran algún gasto. A más de darles un cupón de comidas para una semana en un buffet que había cerca de allí. Esperaban poder solucionar aquel caos en aquella semana.
Resumiendo… Aquello pintaba muy mal. Como bien había supuesto, el destino no tenía ganas de echarle una mano. Este quería que sufriera estando cerca de Alex, por una larga temporada. ¿Y si dejaba el trabajo en la cafetería y se buscaba uno más remunerado? Imposible. Sabía que no le sobraba tanto tiempo libre, para dedicarle más horas a un nuevo trabajo. Nada, tendría que hacerse a la idea de vivir en el piso de él, le gustara o no le gustara. Por suerte suya, tenía consigo a Patrice y aquello no significaba estar completamente sola con él.
-Alegra esa cara –Le pidió con amabilidad Alex, mientras les abría la puerta del coche-. Al menos no vais a dormir en el polideportivo –Le guiñó un ojo un tanto más animado que cuando había entrado en la universidad. De momento todo iba a favor de él-. Aún os siguen buscando una vivienda para todos, no os van a dejar de lado…
-Solo faltaba eso, con lo que cuestan cada mes los estudios –Suspiró Patrice-. Aunque me alegro mucho de tener tu apoyo Alex. Mañana llegan mis padres…
-No te preocupes que Alex se encargará de asegurarles que estaremos en buenas manos…. –Habló Julia con gran reprensión, provocando que su amiga se sintiera avergonzara por su entusiasmo ante la idea de quedarse en el piso del hombre.
-Sí así lo deseas, aún estas a tiempo de pedir numero para pasar la noche en el polideportivo con cientos de chicos y chicas de tu universidad –Señaló con mirada fría-. No estoy obligando a nadie… Y si también te molesta que os lleve de compras, dímelo que procuraré acercaros a la parada de bus más próxima, para que os la apañéis vosotras mismas. No vaya a ser que también os pueda manipular a la hora de elegir ropa.
-Yo… -Patrice no sabía si salir del coche o quedarse dentro. Se encontraba en medio de un confronta miento que no entendía para nada.
-Perdona Patrice –La miró con congoja Julia-. Es solo que estoy enfadada con todo lo ocurrido, y digamos que el verme en el piso de Alex… -Se mordió los labios sin darse cuenta, en un gesto nervioso-. Me siento como si estuviera controlada por mí madre y hermano.
-No, perdóname tu a mí –La agarró de las manos a través de la puerta abierta-, ahora comprendo que tal vez en su piso no tienes la misma libertad que yo… No deja de ser un conocido de tu familia. Déjame hablar con mis padres y a lo mejor me dejan más dinero para que podamos mudarnos a un apartamento independiente de la universidad…
Por fortuna, ninguna de las dos jóvenes miraba al hombre que tenían a su lado. Si lo hicieran, verían la sombra que había nublado su mirada ante la derrota reflejada si ella se marchaba. Después de todo aquel lío, podía que ella consiguiera alejarse de él como tanto anhelaba.
-¡Qué! No, perdona estás equivocada –Rió con afecto Julia-. No quiero que tengas que pedir más dinero a tus padres. Tampoco podría yo con un trabajo más intensivo… Todo es culpa mía. Por el momento nos esperaremos a que nos den una respuesta en secretaria, y viviremos muy a mi pesar con Alex.
Aquello hizo volver una luz de esperanza en las masculinas facciones que la observaban detenidamente.
-Pero… -Aquella vez quien se sonrojó fue ella-. Vete haciendo a la idea, de que no me vas a ver mantener conversaciones muy simpáticas con él… -Lo señaló con un gesto de cabeza-. Digamos que es el amigo de mi hermano, no mío…
-Lo que nuestra querida Julia quiere indicarte –La interrumpió con aire divertido y calmado-. Es que aún estamos en fase de aceptación… -Rió al ver como las dos jóvenes fruncían el ceño por sus palabras, pero cada una por una idea diferente-. Que se le va hacer –Se alzó de hombros al tiempo que se daba la vuelta y volvía acercarse al asiento del conductor-. La nuestra es una relación complicada…
-No hay ninguna nuestra relación… -Soltó con fuego en los ojos ella.
-Si tú lo dices –volvió a mirarla nuevamente de aquella manera, dejándola toda temblorosa.
Dirigió su mirada a su amiga, pero esta parecía que no se daba cuenta de lo sucedido, o era ella la loca que veía cosas donde no las había. Pero estaba muy segura de ello. Su cuerpo selo decía con aquel estremecimiento por toda su espina dorsal. Y lo que más le enfadaba, es que éste iba en opinión diferente a su mente. Ella quería alejarse, pero sus pies solo querían avanzar a lo que temía.
-¿Entonces nos acompañas de compras? Interrumpió con voz precavida Patrice.
-Si no os molesta, sí –La volvió a mirar-. Creo que ir en coche os será mucho más cómodo para las compras.
-Como quieras –Se alzó de hombros al tiempo que abría la puerta trasera del vehículo-. Pero luego no te quejes de que nos demos prisa.
-Tranquila que no me desesperaré –Le guiñó un ojo antes de sentarse tras el volante-. Para vuestra información, me gusta ir de compras.
-¿Entonces, eso significa que siempre acompañas a tus amantes de compras? –Dijo con hipocresía.
-¡Julia! –Se giró escandalizada su amiga-. Ya veo a que os referís con vuestra amistad.
-Tranquila Patrice –rió Alex uniéndose a la circulación de la vía-, en verdad los dos nos lo pasamos bien con el tira y afloja que nos traemos entre manos siempre.
-Bueno –Exhaló un suspiro más animada la joven-. Al menos se que estando con vosotros nunca voy a tener oportunidad de aburrirme. Y ahora, vamos corriendo que hay bastantes cosas que comprar… Y déjame indicarte, que no creo que sepas donde te has metido.
A las siete de la tarde llegaban cansados con montones de bolsas al piso de Alex, justo en el momento que el teléfono de allí empezaba a sonar. Éste soltó en el suelo su carga y corrió a descolgarlo a tiempo.
-¡Hola preciosa! –Saludó riendo-. ¿Cómo estas? Sí, la tengo aquí a mí lado. Acabamos de llegar de arrasar con bastantes tiendas de ropa –Volvió a reírse, sabiendo que Julia lo observaba detenidamente al saber que estaban hablando de ella-. Pues la verdad, es que han sido más rápidas que tú… -Dijo soltando nuevamente una carcajada al tiempo que se desabrochaba los puños de la camisa que llevaba y se arremangaba las mangas-. Muy bien cariño, un beso enorme –Se acercó a ella y le entregó el teléfono-. Son Olivia y Peter.
-Gracias –Se apresuró a decir, al tiempo que le arrancaba el aparato apenas sin rozarse con sus dedos y marchaba a la terraza hablar con la pareja, consiguiendo con ello que él se alzara de hombros divertido.
Salió al fresco de la terraza y allí se sentó en el balancín… Quería estar un rato a solas. En verdad, le urgía perderse de vista de la presencia de aquel hombre. Había resultado una actividad un poco difícil para su sistema nervioso. El que cada vez que salía junto con Patrice del probador con una nueva prenda, éste la repasara con su mirada sin perder ningún detalle. ¿Acaso su amiga no se había dado cuenta, o su mente se estaba volviendo un poco enferma?
-Hola –Saludó utilizando un tono jovial, una vez que hubo cogido un poco de aire-. Me encuentro bien, solo un poco nerviosa por todo el jaleo que implica… Sí, fue un buen susto por lo rápido que ocurrió todo… Dile a mí hermano que no hace falta que venga… -Sonrió al escucharlo de fondo-. Bueno, ya verá que es un viaje inútil… Sí, es mucha suerte que Alex aún se halle por aquí –Afirmó entre dientes-. Que no se preocupe que aún sigue vivo –Dijo exasperada al volver a escuchar su hermano-. Sí, me he comprado algo de ropa. Aún tenemos que ir por más cosas… Pero estamos pendientes de si nos encuentran un apartamento, y ver que alquiler nos piden cada mes –Soltó un poco de aire ante lo que le decían-. Que sí, si no encuentran nada adecuado nos quedaremos aquí, pero pagándole a Alex…
-Un dinero que no pienso aceptar, claro está… Dijo el hombre exaltando a la joven por su inesperada presencia.
-Me has asustado –Le recriminó con una mano en el cuello, callándose lo siguiente que le iba a decir al hallarse al hombre con el torso desnudo.
-Discúlpame por ello, no era mi intención –Se disculpó con sinceridad-. Pero no pienso aceptar ni un penique vuestro.
-Entonces no nos quedaremos aquí –Amenazó con gran petulancia.
-No me vengas con tonterías Julia –Se cruzó de brazos-. A mí no me importa teneros aquí…
-No me gusta la limosna de nadie –Siguió cabezona-. No Olivia, por más que me digáis no pienso cambiar de opinión… -Seguidamente Alex vio como ella fruncía el ceño  y tras alzar un momento los ojos al aire, soltaba un profundo suspiro y lo miraba entonces a él-. Toma, mi hermano quiere hablar contigo –Y tras pasarle el teléfono abandonó la terraza un tanto indignada.
-Dime Peter –Preguntó tras haber observado el comportamiento de ella mientras desaparecía de allí-. ¿Cómo qué quiero yo? –Frunció el ceño-. Tu hermana me ha pasado el teléfono, indicándome que querías hablar conmigo… Ya veo, se te ha escapado de una pequeña regañina… -Sonrió un poco ante la valentía de ella hacia su hermano Peter-. No te preocupes, ya veré como hago para quitarle esa tonta idea de pagarme… Bueno, nos vemos en unas semanas… -Colgó el teléfono y entró en el salón hallándose solamente a Patrice-. ¿Ya te duchaste tú también? –Le preguntó mientras miraba a su alrededor.
-Sí, ahora ha ido Julia –Le informó-. Aunque ha ido bastante enfurruñada…
-No te preocupes, es un pequeño mal entendido –Le sonrió-. ¿Os gusta la comida china?
-Sí, pero no hace falta que… -Empezó a protestar pero la cortó veloz.
-Aún tenéis cosas que hacer y supongo que querréis descansar, para que volváis mañana con las clases –Habló mientras se abrochaba los botones de la limpia camisa-. En una media hora me tenéis nuevamente aquí.
-No creo que le vaya hacer mucha gracia –Comentó mordiéndose las uñas un tanto nerviosa.
-Bueno, es lo que hay –Cogió las llaves y se encaminó a la puerta-. No todo va siempre al gusto de uno…
-Sí  –Con gesto anhelante ella dio dos palmadas-. Este año, va a ser bastante animado por aquí… -Se arremangó las mangas del fino jersey que llevaba y despidiéndose del hombre se encaminó a su dormitorio a guardar las compras en los cajones. 

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