lunes, 4 de junio de 2012

Amargo Recordar Capítulo 8


-       ¿Cómo lograste que pasara por la aduana sin que me despertaran? Preguntó ella algo vacilante.
-       A base de pura persuasión-dijo suavemente-No tenía caso despertarte sobre todo por el estado en el que aún te encuentras. Mostré todos los papeles y debo decir que en realidad no fue tan difícil ¿Qué tiene de raro que un esposo lleve en brazos a su mujer, por que ella está cansada y en estado delicado de salud?
-       No estoy delicada de salud. De hecho estoy mucho mejor, me recupero de un golpe en la cabeza, no de una cirugía mayor- replicó, sin embargo, su salud no era la de siempre a decir verdad, el descanso le había sentado de maravilla, pero aun se sentía débil, débil y temblorosa en cuanto él mencionó que la había llevado en brazos.

Le hubiera gustado estar despierta solo para sentir sus brazos sobre su cuerpo. ¡Demonio de hombre! Ahí estaba ella de nuevo, fantaseando como una estúpida adolescente.

-       No era la apariencia que dabas, ni la que das –le dijo cortante- parece que estuvieras a punto de quebrarte en mil pedazos. Afortunadamente este avión está perfectamente equipado y creo que esas tres horas de sueño te ayudaran.
-       No soy tan débil, las apariencias engañan.
-       Ni que lo digas – sus ojos centellearon furiosos – y sobre todo tú eres experta en aparentar lo que no eres. Esa cara de ángel esconde un verdadero demonio.
-       Por poco se encogió, al notar toda esa furia. Pero ella no era de las que se echaban atrás.
-       ¡¿Podrías decirme de una vez por todas por que tienes esa actitud conmigo!? Estoy harta de no saber nada y sobre todo estoy harta de que me hagas sentir como si hubiera cometido un crimen y me haya fugado de la cárcel.
-         ¿En serio quieres saber que es lo que hiciste? Pero más importante aún, ¿realmente no recuerdas nada? O es sólo una esplendida actuación de tu parte, como las que siempre me solías ofrecer y yo tenía la soberana estupidez de creérmelas todas, absolutamente todas.
-         ¿Es necesario que te lea el reporte médico? – le dijo, tratando que su enfado superara el temor a enfrentarse a la verdad ¿Qué era lo que había provocado la furia de un hombre como aquel? No se veía tan temeraria como para provocarlo sólo por que si. Seguramente el tenía tanta culpa como ella en lo que hubiese sucedido. Ese pensamiento la impulsó a mantenerse firme.
-         No, no es necesario. Pero si se que eres capaz de aparentar lo que sea, por conseguir lo que quieres. No me precio de ser un hombre difícil de engañar, pero tú, querida, lo conseguiste con una astucia digna de aplaudir.
-         No soy tu querida, ni tu nada. No recuerdo cuando cometí la estupidez de casarme con un hombre como tú, que seguramente está tan terriblemente enfadado, por que no resulté ser una dócil oveja a la cual podías manipular a toda hora-

Dicho eso, se levantó precipitadamente de la cama, sin detenerse a ver que estaba en ropa interior.

-         Lamentablemente querida, yo si  recuerdo con absoluta precisión todo, incluida nuestra estúpida  Boda y con más precisión aún tu maravilloso cuerpo – avanzó hacia ella, mientras esbozaba esa sonrisa, esa condenada sonrisa que no podía negar reconocía y que le hacía sentir que se estaba quemando en vida, literalmente quemando.

Tan absorta estaba en la discusión y en sus palabras, que sólo el aire acondicionado le hizo darse cuenta que estaba en ropa interior. Sumamente azorada, se puso roja como un tomate, pero aún así no despegó la vista del hombre que tenía delante y que la miraba como si no hubiera comido en muchos días y ella fuera un bocado de lo más suculento. Instintivamente buscó con que cubrirse, pero fue demasiado tarde, el la tomó de las manos y la acercó a su cuerpo. Sujetándola con firmeza pero sin hacerle daño. Ella no dijo ni una sola palabra. Se debatía entre la fascinación al ver esos hermosos ojos del color del oro, y las ganas de salir huyendo de allí. Lo segundo no era una opción. Salir de allí corriendo en ropa interior ¿Qué podía alegar a la tripulación del avión? ¿Qué su marido quería hacerle el amor? Pero no era amor lo que había en sus intenciones, era deseo, puro deseo. Ella los sabía y casi no le importaba, casi. Por que era prácticamente un desconocido ¿iba a entregarse a él así como así? Su cuerpo parecía volver a la vida en su presencia, reconocía las manos que la sujetaban y el cuerpo duro y masculino sobre el que estaba pegada.

-         No tienes idea de cuanto tiempo he deseado esto- le dijo él con la voz ronca por el deseo y ella se estremeció.
-         Esto no está bien – dijo débilmente.
-         ¿Por qué? Eres mi esposa – le dijo suavemente pero sin soltarla aún.
-         Sí, pero yo no lo recuerdo – replicó – es como estar con un desconocido.
-         Tú quizás no lo recuerdes, pero tu cuerpo no me olvida – y dicho eso, dirigió una mirada burlona a sus pechos, los cuales estaban tensos y erguidos totalmente.
-         Tengo frío, es todo – le dijo furiosa.
-         Mentirosa, como siempre. Pero no cometeré los mismos errores de antes, déjame demostrarte cuan mentirosa eres – y se inclinó para besarla.
-         ¡No te atrevas a besarme!
-         ¿Qué se supone que harás?
-         Gritaré, lo juro.
-         Grita todo lo que quieras, permíteme recordarte que eso me excita.
-         ¿Los gritos de angustia de una mujer que sometes a la fuerza? –preguntó horrorizada.

Él se río con fuerza. Y su expresión se suavizó pero sólo por breves momentos, para luego volverse salvaje. Ella asustada quiso retroceder y se revolvió furiosa en sus brazos. Logrando que él la apretara con mas fuerza y la depositara en la cama poniéndose encima de ella para no darle margen a huir de ninguna manera.

-         Tienes una imaginación bastante siniestra. Jamás he necesitado tomar una mujer a la fuerza y jamás lo haría. Me gustan tus gritos, tus gemidos, como jadeas cuando te hago el amor, cuando estoy dentro de ti. Me gusta como estallas en mis brazos al llegar a la cumbre. A eso me refería – concluyó besándola en el cuello.
-         No tengo… la … la menor idea de lo que dices… por que … por que no recuerdo nada y no quiero tener relaciones contigo- terminó precipitadamente para no demostrar mas su nerviosismo y que él notara cuanto la afectaba, pero esos labios besando suavemente sobre su cuello no la ayudaban en nada.
-         ¿Tengo que repetirte que eras una mentirosa? Aunque eso lo sabes de sobra, lo eres, lo has sido y siempre lo serás- le dijo alzando la cabeza para mirarla al mismo tiempo que se acomodaba a su lado y la atraía hacia él.
-         No juro en vano, gritaré, lo haré tan fuerte que vendrán a ver que pasa – e intentó salir de la cama. Sin esfuerzo alguno él la volvió a colocar en la misma posición.
-         Nadie vendrá aquí, por que he ordenado que no nos molesten, no creo que se arriesgue absolutamente nadie, así como creo que no escucharán nada. Y claro que gritarás- le dijo ferozmente – lo harás y recordaras todo, si es que es cierto que has olvidado.

Dicho eso, buscó su boca y a ella no le dio tiempo de esquivarlo. La besó casi con violencia y ella tembló, quiso apartarse, pero su fuerte brazo la sujetaba sin darle opción a nada y cuando quiso gritar fue su perdición por que él aprovechó que abrió la boca y rápidamente se introdujo en su boca.
Su lengua penetró entre sus labios y la usó tal manera que ella empezó a flaquear. Usó su pericia imitando la danza primitiva de principios de los tiempos. Y ella empezó a responderle. Empezó a imitarle y sus lenguas se enredaron como en una batalla.  Las manos de él empezaron a explorar su cuerpo. Dejó de besarla y ella lo miró contrariada. Sonrió burlonamente y se dirigió a sus pechos, ella estaba sin nada, no se había fijado en que momento se había quedado así. Cuando sus labios se posaron sobre su seno, ella se sintió completamente perdida. Sabía que si él seguía, no podría detenerlo y realmente gritaría pero de placer.

Él empezó a lamer su pecho y a chuparlo, pasando luego al otro dándole la misma placentera tortura, ella se llevó un puño a la boca para que sus gemidos de rendición no los oyera, mientras una de sus manos bajaba lentamente por su vientre. La acarició en su parte íntima pero sin introducir su mano. Y ella suspiró insatisfecha. La colocó sobre las almohadas, y lentamente sin dejar de mirarla a los ojos le quitó lo que le quedaba de ropa interior. Ella sintió fundirse en las almohadas, su sangre literalmente hervía dentro de ella. Y una corriente de fuego sintió entre las piernas, una necesidad apremiante que no la dejaba ni pensar. Cuando por fin la liberó de la tanga. Empezó a besarla desde las puntas de los pies ascendiendo lento, demasiado lento para su gusto aun disfrutando tremendamente y rió suavemente cuando ella desesperada quiso acortar la distancia hacia el centro de su deseo.

- Tranquila, relájate – le dijo con un brillo peligroso en la mirada.
- Estoy relajada – le dijo casi sin aliento. Demasiado relajada. No recordaba algún motivo para no permitirle nada.
- ¿Te das cuenta de lo mentirosa que eres? – le espetó de pronto.

Y ella enseguida sintió que le acababan de arrojar un balde de agua helada.
-         Decías no desearme y era totalmente falso. Sí, una mentirosa – le repitió burlón.
-         ¡Aléjate de mí! – y se retiró sintiéndose estúpida.
-         Es demasiado tarde para esos despliegues de drama ¿no te parece?
-         Eres un imbécil – le dijo furiosa, tratando con todas sus fuerzas de reprimir las lágrimas de coraje y humillación. No le permitiría verla llorar ¡primero muerta! Se dijo, buscando con la mirada algo con que cubrirse e increíblemente no había ni una sabana o algo a la mano.
-         Insisto, no seas dramática. Y por el amor de Dios ¡Busca algo con que taparte! – le dijo con desdén.
-         ¡No hay nada! ¿Dónde dejaron mi ropa? Si no sales de aquí, cometeré un asesinato ¡lárgate!

Escuchó su risa y después un portazo. Se quedó inmóvil en la cama y poco después se percató de que su cara estaba húmeda por las lágrimas que afortunadamente había logrado contener. Se sentía tan tonta, tan idiota, una completa demente. Sólo había pensado en derretirse en los brazos de Máximo, un hombre que la despreciaba a todas luces. Ella no era así, no podía ser así.
¿Era tanto el deseo por un hombre del que no sabía nada y encima de eso la trataba así? con el cual estaba solamente por que era la llave de sus recuerdos olvidados. Y sin embargo, nada de eso le había importado y gustosa habría hecho el amor, o más bien habría tenido sexo con él, por que de eso se trataba para él. El amor no entraba en la ecuación evidentemente e igual para ella, puesto que no recordaba nada.
Pero él se había burlado, la había humillado sólo para restregarle por la cara que él tenía razón y ella era una mentirosa. Aceptaba que lo deseaba a pesar de todo y solo su pasado junto a él podría explicarle por que su cuerpo respondía así cuando era tocada por sus expertas manos.
Sí, había mentido al decir que no lo deseaba aunque detestara admitirlo, pero había más, mucho más en la acusación que él había hecho. No se trataba solo de sexo, no podía ignorar lo que había bajo la superficie.
¿Mentirosa? ¿Pero de que? ¿Por qué? ¿En que le había mentido ella? Al grado que la odiaba, por que estaba segura que la odiaba. La había encontrado, no por querer recuperarla como esposa, si no por que la quería hacer pagar. Pero, ¿pagar que? ¿Que ella lo hubiera abandonado? ¿Era eso? Y si era así ¿Por qué ella lo había hecho? Un hombre como él seguramente no estaría dispuesto a aceptar que su mujer lo dejara. Si así había sido, ella tendría razones más que buenas para haberlo dejado. De eso estaba segura.
Él no le diría por que ella se fue, o que lo provocó. Tendría que indagar por su cuenta. Aunque ¿realmente importaba? Ella sólo quería saber que había pasado en esos meses que no recordaba y no creía que esos meses los ocupara totalmente él. Quería recuperar sus escritos, su trabajo de todo ese tiempo. Por que ella nunca dejaba de trabajar. Si durante esos meses oscuros se había casado con un guapísimo hombre dispuesto ahora a la revancha por ser abandonado por su esposa. Le daba igual, recuperaría su trabajo y en cuanto aclarara otros detalles relevantes, se largaría, al parecer de nuevo.
Iniciaría los trámites del divorcio en cuanto pudiera.
Una llamada a la puerta, la sacó de sus pensamientos. Y ella seguía desnuda. Buscó frenética algo con que taparse y por fin encontró las sabanas en el suelo. Se envolvió torpemente y abrió un poco la puerta, segura que no se trataba de Máximo pues él hubiera entrado sin tocar con su arrogancia acostumbrada.

1 comentario:

  1. Cuando sabremos por qué ese carácter tan despectivo de él!!!! Cuando!!!!! ME tienes con el corazón en un puño.... Pobre chica, aún más confusa al ver como su cuerpo responde ante las seductoras caricias de un marido que no recuerda y que la odia!!! Ah!!!!!!

    Quiero más!!!!! No te tardes tanto carajo!!!

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