Esos
arcos de piedra ella los reconocía. Una Allyson en el éxtasis de la felicidad
los recorría admirando su estructura de la mano de un hombre y ese hombre era
Máximo. La imagen se formó en su cabeza y se vio emocionada inspeccionándolos y
siendo constantemente interrumpida por los besos y caricias de él. No hacía
frío pero su frente se perló de sudor y no escuchó cuando Máximo preocupado se
acercaba a ella.
Era la
primera vez que ella lo recordaba no como un hombre amenazante si no como el
hombre del que se había enamorado.
Cariñoso,
atento, divertido, encantador, seductor. Todo eso era mientras paseaban juntos
de la mano y le contaba la historia de la villa.
¿Realmente
habían estado enamorados? Todo parecía indicar que si.
Entonces
por eso él la había buscado, aunque creía que se había ido con otro hombre. Por
eso o por que quería vengarse de la supuesta traición.
Lo que la Allyson feliz y enamorada
había sentido mientras paseaban por los arcos, lo estaba sintiendo en ese
momento, luchó por contener las emociones de lo que estaba recordando.
-¿Te
encuentras bien? – le dijo Máximo preocupado.
-En
realidad no, me duele un poco la cabeza – tuvo que decir para que él no le
hiciera más preguntas. Aunque no estaba mintiendo del todo.
-En ese
caso, entremos para que descanses. Ella es Lola, estoy seguro que no tardaras
en recordarla, se llevaban estupendamente – y le señaló una afable señora de
mediana edad con un rostro que inspiraba confianza y que le sonreía dulcemente.
-¡Signora!
Bienvenida a casa, la llevaré a su habitación, debe estar cansadísima con el
viaje, su recuperación y todo eso – la tomó del brazo y ella deseando escapar
de él accedió sin protestar, además Lola parecía una mujer agradable.
-Gracias,
Lola – y esbozó algo parecido a una sonrisa mientras la enérgica señora la
guiaba hacia la villa.
A su
paso se encontraron con muchas más personas encargadas del servicio que la
recibieron todo sonrisas y muy amigablemente. Ella creyó reconocer algunos
rostros pero nada concreto.
No tuvo
mucho tiempo de admirar la villa por dentro, las paredes altas, el inmenso
recibidor y los hermosos muebles que conjugaban a la perfección entre lo
antiguo y lo moderno.
Un experto decorador debió haber hecho ese
trabajo. Era excelente, los pisos de madera brillaban bajo sus pies y a ella le
encantaba lo poco que observó. Pero por ahora lo que deseaba era descansar y
Lola la llevó hacia una hermosa e imponente escalera de madera, la cual seguro
conduciría a su dormitorio.
Recorrieron
un largo pasillo y abrió una hermosa puerta de dos hojas y entró a una amplia
habitación, los tonos suaves y claros con las que estaba pintada y decorada
inspiraban a la relajación. No así la inmensa cama, pensó irónicamente al contemplar
sus enormes proporciones. Esa cama con dosel y en color dorado con blanco no
parecía hecha precisamente para dormir. Pero daba igual, se sentía nuevamente
agotada y lo único que quería era quitarse la ropa y sumergirse en las sabanas.
Lola se despidió no sin antes decirle que le pidiera lo que necesitara. Cuando
le dijo que sólo necesitaba descansar un poco, se retiró. Empezó a desvestirse,
cuando se fijó que no habían subido su equipaje. Quedarse en ropa interior
bastaría, por si las dudas echaría el cerrojo a la puerta, no quería que la
pillara Máximo otra vez en ropa interior y quedara en ridículo de nuevo. Antes
de hacerlo se dirigió a los enormes ventanales que daban a la terraza, los
abrió y respiro profundamente. Tratando de borrar las sensaciones que le
despertaba esa casa y sobre todo el dolor.
Un dolor
sutil pero que aumentaba por momentos, no era un dolor físico, eso ella lo
sabía. Era una tristeza infinita que no se podía explicar, decepción,
resentimiento y… ¿culpa? Apretó los ojos desesperada ¿Sería posible que hubiera
sido infiel? No, se dijo con firmeza. Ella jamás hubiera sido infiel ni a
Máximo ni a nadie. Era una persona leal y no se imaginaba traicionando a
alguien como Máximo. Lo cierto era que si había cometido un error, pero no sabía
cual.
Se
acurrucó en la cama ya desvestida. No quería tomar más medicamentos, confiaba
en que el descanso le ayudaría a mitigar su dolor de cabeza. Puso la cabeza en
la almohada y se le llenaron los ojos de lágrimas ¿Qué le pasaba? Se tenía que
concentrar en dormir para recuperar sus fuerzas. Poco a poco el sueño la fue
venciendo pero no le trajo la calma que ansiaba. Pero si, le desveló cosas que
no recordaba.
Su
cerebro empezó a recordar mientras dormía, lo hizo de tal manera que ella
sentía que lo vivía de nuevo. Las cosas del pasado las experimentaba otra vez.
Y se vio en ese enorme salón, esperando su turno mientas William terminaba su
discurso y mientras ella pensaba…
Un discurso más se decía a si misma, y a descansar una
temporada.
Siempre se ponía algo nerviosa cuando tenía que hablar
frente a muchas personas, sobre todo cuando era un público como aquel. Los
florentinos sabían mucho de historia y arte. Florencia en si era una ciudad
mágica por la mezcla de arte, historia, cultura y tantas cosas.
William, la había incluido en todos los eventos habidos y
por haber aunque su presencia no siempre
había sido necesaria. Estaba empezando a pensar que él la quería tener cerca
siempre, a alejarle los admiradores cosa que fácilmente hubiera logrado ella y
a querer controlarla en casi todo, a mirarla de una manera un tanto extraña que
la incomodaba pero eran imaginaciones suyas se apresuró a corregirse. William
podía ser su padre, de hecho era su mentor. Su amigo y le debía demasiado. Él
la tenía que ver como una hija y era así como la veía.
Concluyó William y la sala aplaudió. Era su turno ahora, los
nervios los tenía a flor de piel, sonrió recordándose que conforme avanzara en
su disertación estos se esfumarían. Hablar de lo que la apasionaba era algo que
disfrutaba.
Un murmullo en la sala, llamó su atención y se quedó fija
en la silla aguantando la respiración ¿Quién era ese hombre? Ella había
conocido en sus viajes por el mundo toda clase de hombres, guapos, guapísimos
pero el que se dirigía a su asiento con gesto impaciente y algo irritado era
algo mas que eso, más mucho más. Empezó a sudar conforme proseguía con el
análisis, sus nervios eran por otras razones ahora.
Alto, moreno, anchos hombros, cuerpo para quedarse con la
boca seca.
Era decir poco. Era una conjugación de belleza masculina
en todo su esplendor, pero no era una belleza delicada, se adivinaba un recio
carácter por su andar, su porte firme y elegante que se imponía empequeñeciendo
todo a su alrededor.
Nunca jamás un hombre había tenido ese efecto en ella, al
grado de sentir sus hormonas revolucionarse.
Se obligó a concentrarse, tenía que dar un discurso por
todos los cielos.
La anunciaron y ella se obligó a apartar la mirada y
dirigirse al estrado.
Tenía que concentrarse, no lo mires se repitió una y otra
vez.
Empezó un poco desorientada y algo mareada. Pero la
profesionalidad y experiencia salieron en su rescate y muy pronto se sumergió
de nuevo en el tema que exponía.
Era terriblemente conciente de su presencia, casi podía
jurar que la miraba fijamente.
Y tontamente quiso comprobarlo le lanzó una rápida mirada
que produjo el mismo efecto de antes y tuvo que detenerse para poder hablar sin
que sonara incoherente, utilizó la excusa de componer sus notas.
-Allyson, querida ven aquí – la llamaba William con gesto
un tanto posesivo. Frunció el ceño, pero se acercó.
-Debes de conocer al señor Vechio es uno de nuestros
mecenas mas interesados por el arte y su conservación.
Al terminar el discurso ella se había sentido satisfecha.
La gente se había reunido en otro enorme salón dónde se habían puesto muchas
valiosas obras de arte propiedad de la familia dueña del hotel, los Vechio de
quien no sabía demasiado y mientras todos las admiraban, el champán y
bocadillos deliciosos circulaban incesantemente. En vano lo había buscado con
la mirada, pero no la tenía fácil pues era abordada con regularidad por
diversas personas y ella todo encanto y profesionalidad había charlado con
todos, no debía olvidar que era un evento para recaudar fondos. Por lo pronto
sabía que William ya había recibido numerosos cheques y el evento estaba
saliendo mejor de lo esperado.
Fue cuando ella se acercó a William respondiendo a su
llamado que lo vio. No se había fijado antes pues otras personas lo cubrían. Y
simple y sencillamente se lo quedó mirando, sin decir nada contemplándolo.
Él actuó igual que ella y fue hasta que un William muy
enfadado que se esforzaba por disimular su enojo carraspeó. Que Máximo vechio
se presentó.
-Un verdadero placer conocerla Señorita Castillo – le
dijo en un excelente español y le besó la mano.
La piel se le puso chinita y retiró su mano
inmediatamente para que él no lo notara. No tenía la menor idea de que se
trataba de un Vechio pero esbozó su mejor sonrisa profesional y sintiendo que
su voz ya no iba a salir temblorosa se permitió contestarle.
-Encantada signor Vechio, debo agradecerle a nombre de
Sir William y mío que haya expuesto estas valiosas obras de arte propiedad de
su familia y por permitirnos hacer el evento en su hotel. No tenemos como
agradecerle por tan amable gesto – no podía creer que hubiera respondido sin
tartamudear y que sin pensarlo lo hubiera hecho en el idioma de él, en italiano…
Inquieta
por lo que recordaba en sueños, se revolvió en la cama, aun sin despertarse.
Máximo
se paseaba intranquilamente con una copa en la mano por la Biblioteca de la Villa , pensando en como
apartar de su mente el deseo imperioso que tenía por su aún esposa, si solo se
tratara de eso pensó con frustración no sería un grave problema pero a cada instante
a su lado descubría que no quería dejarla ir y que su corazón insistía en recordarle
lo mucho que la había amado y temía aceptar que aún existía ese sentimiento.
Allyson
descansaba plácidamente en esos momentos, o al menos es lo que él esperaba que
hiciera. No quería verla vulnerable, quería verla como lo que en realidad era:
una mujer sin escrúpulos, infiel, descarada y mentirosa, para así devolverles
los golpes limpiamente. Aunque las venganzas de limpias no tenían nada. La
utilizaría, se hundiría en su cuerpo cuantas veces quisiera y con ello imprimiría en ella su sello de tal manera que
no lo olvidara jamás aunque no lo amara. Después de haberse saciado de ella, no
sabía muy bien que hacer ¿mantenerla a su lado? No, si no quería volverse loco.
La
tendría el tiempo suficiente para sus planes, no sabía cuanto tiempo sería eso
y mientras eso pasara no la dejaría escapar como la última vez. Una vez logrado
el objetivo que ella hiciera lo que quisiera, pero lejos de él. En el momento
que ella recordara vería que no tendría escapatoria.
Aunque
si tenía que ser sincero, debía admitir que no quería que ella recordara todo.
No estaba orgulloso de muchas cosas que le había dicho y hecho a Allyson, por
mucho que se lo mereciera. Apretó con fuerza su copa y se quedó observando el
líquido cuyo color le recordaba los ojos de Allyson. Bellos, tan expresivos y
al mismo tiempo parecían tan puros. Emitió una risotada amarga. No olvidaba
como lo había impresionado desde que la vio por vez primera y cómo lo había dejado
hecho totalmente polvo al descubrir que era una mujer que resumaba inteligencia, ingenio y encanto. Cuando la había
escuchado dirigirse a él en italiano se había sentido como un adolescente con
todas las hormonas aceleradas y a flor de piel.
El evento
donde ella había hablado había sido en ingles ya que todos los presentes lo
hablaban y había unos cuantos de otros países, por ello no había pensado que
ella lo hablara o al menos lo hiciera como si fuera de la misma Florencia. Su
acento era impecable y él quiso sacarla de ahí inmediatamente y llevársela muy
lejos pero sólo después de haberle dado
un puñetazo al cretino de William que lo miraba con gesto de amante furioso por
tan solo permitirse mirar a su bella amante.
¿Por qué
fue tan estúpido? ¿Por qué le creyó cuando le dijo que entre William y ella no
había nada?
Claro,
que ayudó mucho el que él fuera el primer hombre de su vida. En cuanto fueron
presentados tanto ella como él ignoraron a William y solo se trató de ellos dos
en ese salón abarrotado de gente. Se sentó con cansancio en un sofá mirando una
valiosa pintura que era una de las favoritas de Allyson y que había estado
expuesta esa vez que la conoció. Todo seguía clarísimo en su mente, todo sobre
ella estaba grabado en él como por fuego.
Aprovechando
lo que ella había dicho, que no sabían como agradecerle las atenciones para el
evento. Él la había invitado a cenar y le había dicho:
-Estoy
seguro de que William estará complacido de que me acompañe esta noche a cenar.
Dado que él aún tiene que atender algunos detalles del evento, será un placer
hacerle compañía.
-En
realidad Allyson va a ayudarme – había dicho casi atropelladamente William.
-Estaré
encantada de acompañarlo Señor Vechio – había dicho Allyson para sorpresa
mayúscula de William y para satisfacción de Máximo – no creo que tengas
problema alguno sin mí William y estoy segura que tardaras mucho aún como
siempre sucede en esta clase de eventos y se que no te seré de ninguna
utilidad, así que acepto la invitación del señor Vechio.
-Máximo,
no señor Vechio eso es muy formal ¿verdad Allyson? – le dijo él con la mejor de
sus sonrisas.
Cómo
ella misma le había dicho después, lo que en realidad quería era escapar un
rato de William, se sentía abrumada por él y claro, Máximo se lo había creído
todo.
Lo que
sucedía es que estaba aburrida y él había sido una excelente distracción.
La cena
había sido de las mejores que recordaba en su vida. Ella había tendido el
anzuelo y él gustosamente lo había aceptado.
A partir
de ese momento, su interés por ella se incrementaba conforme pasaban los días.
Y ella supo manejarlo a la perfección. Rechazó muchas de sus invitaciones a
salir aunque para ese entonces ella estaba tomándose unos días libres, le decía
que estaba investigando para un libro que escribía y no tenía mucho tiempo. Eso
era algo nuevo para él.
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