Una
llamada a la puerta, la sacó de sus pensamientos. Y ella seguía desnuda. Buscó
frenética algo con que taparse y por fin encontró las sabanas en el suelo. Se
envolvió torpemente y abrió un poco la puerta, segura que no se trataba de
Máximo pues él hubiera entrado sin tocar con su arrogancia acostumbrada.
-
¿Señora Vechio? – habló una voz femenina.
-
¿Sí? – y asomó
únicamente la cabeza.
-
Su esposo me
pidió le trajera esto- y le extendió una pequeña maleta que no reconocía como
suya. Aunque en realidad ella no tenía por que reconocerla.
-
Gracias.
-
Y, también me
pidió le ayudara en todo lo que necesite.
-
Por ahora estoy
bien. Gracias de nuevo.
-
Me da gusto que
se encuentre bien – le dijo la bonita y elegante azafata sinceramente.
-
¿tú me conoces?
– preguntó curiosa Allyson.
-
Por supuesto,
señora – y le dirigió una brillante sonrisa.
-
En ese caso,
pasa por favor por que si necesito tu ayuda.
-
Encantada
señora Vechio.
-
Allyson, dime
Allyson – y una chispa de esperanza surgió en su interior.
Una vez
duchada, cambiada y ayudada en todo momento aunque no lo necesitaba por la
chica. Empezó a conversar con ella. Al principio de cosas sin importancia.
-
Entonces
trabajas para mi esposo desde hace años.
-
Así es. El
señor Vechio ha sido siempre un buen jefe.
-
Me lo imagino –
sonrió falsamente, para no despertar sospechas.
-
¿Y cuando fue
la última vez que me viste? – le dijo aparentando una conversación normal y
disimulando su creciente interés.
-
Oh, es cierto.
Usted tiene perdida de memoria ¿verdad?
-
¿lo sabes? –
preguntó sorprendida Allyson.
-
Si, su esposo
quería que la tripulación la supiera para no importunarla en lo más mínimo por
su estado de salud y al mismo tiempo estar al pendiente de lo que usted deseara
en todo sentido. Aunque en realidad- y sonrió soñadora- su esposo siempre ha
sido un ángel con usted, se nota que está completamente enamorado.
No tenía
idea que mantener la sonrisa le fuera a costar tanto. Pero haciendo otro
esfuerzo la mantuvo y asintió como si en realidad fuese así. Por dentro, ardía
de furia. Hacer todo ese despliegue de atenciones para ella, cuando en realidad
la detestaba. Y la había llamado dramática. ¡El actor era él!
-Entonces
– continuó Allyson, tratando de ignorar la cara de ensoñación de la azafata al
hacer referencia a Máximo – ¿Cuándo fue la última vez que estuve en este avión?
– quizás era información no tan importante, pero algo era algo y con un poco de
empeño podría reunir poco a poco las piezas de su rompecabezas personal.
- Bueno,
de ello hará ya varios meses y no recuerdo con exactitud.
Perfecto,
lo que le faltaba. Tenía que buscar en otro lado.
-
Y dime, ¿Cómo
te enteraste de que tu jefe se había casado?
-
La noticia no
se supo, si no hasta que usted y el señor fueron fotografiados comprando unas
flores y ambos llevaban sus alianzas de matrimonio – le informó gustosa de
estar ayudando en algo a la señora Vechio.
Así que
eso le confirmaba que su matrimonio no fue algo público. Un momento,
¿fotografiados? Entonces eso también le corroboraba lo que le había dicho
Jaquie y las miradas de todos en el aeropuerto su vida era como la de esas
personas que siempre tenían fotógrafos pegados detrás todo el tiempo. Un motivo
más para dejar esa vida. Ahora recordaba mejor las fotos de las revistas que le
había mostrado Jaquie.
-
Lamento que te
haga estas preguntas – y le sonrió dulcemente – te parecerá raro que no se las
haga a mi esposo ¿verdad? Pero verás, él desea que recupere la memoria poco a
poco sin forzarme para nada y bueno, yo soy algo impaciente –volvió a sonreírle
–
-
La entiendo
perfectamente. No se preocupe.
-
Entonces, mi
matrimonio no fue algo que saliera publicado – se sentía aliviada por ello, no
quería que sus padres se enteraran así, hasta que volvió a centrarse en la
conversación – pero después ¿fue del conocimiento público?- se sentía algo
tonta repitiendo lo que estaba escuchando pero tenía que dejar en claro la poca
información disponible.
-
Así es. Pero
nadie confirmó la noticia. Simplemente era un hecho que el señor, el soltero
más codiciado de Europa había encontrado a la mujer de sus sueños – le explicó,
como si estuviera contando un cuento de hadas.
Sería de
sus pesadillas. Por que lo mismo le pasaba a ella con él.
De lo
que al menos estaba segura es que sus padres debido a su profesión no tenían ni
idea de que su única hija se había casado. Seguramente estaban en un lugar
remoto, alejado de esa clase de noticias. Gracias al cielo por ello.
-
¿Y cuando se
supo lo de mi accidente?
-
Oh, eso es algo
que muy pocos lo sabemos. Yo ni me hubiera enterado de no ser por que su esposo
nos advirtió de su delicado estado de salud. Sabía que usted se encontraba
trabajando en otro País, por eso no la veíamos acompañando a su esposo en sus
viajes y él era el que iba a verla a usted ¡que considerado y romántico!
–suspiró feliz.
-
no tienes una
idea de cuanto lo es – sonrió y se guardó la mordacidad para ella misma. Esa
chica vivía en el lugar de las fantasías y los cuentos de vivimos felices por
siempre. Y aunque sea un poco, le había ayudado.
Ella le
había dicho que él iba a verla. Sabía no era así. Más bien, él andaba
buscándola. Eso era lo más seguro.
-Has
sido muy amable.
-Encantada
de ayudarla.
-Te
recuerdo que mi esposo no debe saber que te he preguntado. No quiero
preocuparlo.
-Por
supuesto que no le diré nada. Esto queda entre usted y yo –y se fue satisfecha
por haber logrado una conversación con la famosa Señora Vechio.
¿Qué
había logrado con esa conversación? No mucho. Es verdad, pero al menos su
matrimonio era un hecho. Era algo de lo cual había dudado en su momento. Y
ahora estaba mas que confirmado. Había acompañado a su Máximo a sus viajes. No
era una posibilidad fuerte que la hubiese obligado a acompañarlo, al contrario,
ella seguro no quería perderlo de vista. Un hombre así no debe dejarse solo
mucho tiempo, las mujeres se le tirarían encima. Si se había casado con él es
por que estaba enamorada y una mujer enamorada es posesiva ¿no? Más si se
trataba del soltero codiciado. Pero ella nunca había caído rendida a los pies
de hombres parecidos a él, ricos, guapos y seductores y jamás en la vida había
sido posesiva con nada ni nadie, ella era un espíritu libre y así trataba a los
demás.
Pero
debía aceptar y no sin cierta rabia que nunca había estado con alguien como él,
el muy canalla era único en su especie. No tenía comparación con ningún otro
hombre ¡maldito fuera!
Tenía
esa aura de poder, belleza masculina e inteligencia que difícilmente se
encontraban en un solo hombre y claro, dinero mucho dinero ¿un avión privado?
¿Cuándo costaba semejante lujo?
Pero
haciendo a un lado todo eso. Lo cierto era que se había casado con él y de lo
que estaba al cien por ciento segura es que lo había hecho por amor. Se conocía
demasiado bien en ese aspecto.
Pero, si
lo amaba ¿Por qué lo había abandonado? Por que eso había hecho ¿no?
Abandonarlo. Quizás se había interpuesto en su trabajo que era su pasión. No
sabía que pensar. Todo se complicaba más. Y eso que aún no llegaba al lugar que
en algún momento había llamado casa.
Un
conocido dolor de cabeza empezaba a amenazarla con aparecer de nuevo.
Eso se
lo debía a las emociones vividas hasta ahora y claro, a Máximo. Se dedicaría a
desenmarañar sus meses olvidados, y lo lograría pero por ahora tenía que salir
y darle la cara. Demostrarle que lo que había pasado no le había afectado en
nada.
Se había
puesto un traje de falda y chaqueta que le quedaba perfecto. Femenino, sencillo
pero elegante. El traje en color beige resaltaba sus ojos color avellana. Un
maquillaje discreto, su pelo recogido ligeramente en un moño suelto para que su
dolor de cabeza no se intensificara y estaba lista para enfrentarse al tigre de
su marido.
Observó
su mano y la movió, ni siquiera había recordado que tenía la muñeca lastimada,
abrió la puerta con desición sin darse demasiado tiempo para pensarlo. Alzó la
barbilla y se dirigió al primer asiento que vio. No contaba con que él alzaría
su rostro de los documentos que examinaba y le lanzara una penetrante mirada,
que si no fuera por que ya había llegado al asiento elegido lejos de él,
inevitablemente hubiese trastabillado.
Así que
se permitió devolverle la mirada y se obligó a no apartar la vista de esos
hermosos ojos dorados. Gran error, por que Máximo siguió viéndola y ella
adivinó en lo que estaba pensando.
Lo que
había ocurrido hacía tan poco. Sintió ruborizarse y su cuerpo tenso, ardiendo
como esperando por él y quiso golpearlo
por tener ese efecto en ella.
Cuando
no creía poder sostener por más tiempo su mirada. Una solicita azafata que ella
reconoció al instante se acercó a ella y tuvo la excusa perfecta para romper el
contacto visual.
Por el
rabillo del ojo lo vio sonreír cínicamente y poco faltó para que gritara de
frustración.
-Falta
poco para que aterricemos – le informó sonriente.
La
sonrisa de Allyson se esfumó enseguida. Lo que menos le apetecía era enfrentarse
a su nueva situación, sabía que iban a su ciudad favorita en el mundo,
Florencia, pero no quería estar al lado de ese hombre. Mientras tanto no le
quedaba de otra. Pasados unos minutos llegaron al aeropuerto Amerigo Vespucci y aunque él la tomó del brazo para ayudarla a bajar y no
la soltó para nada aunque ella se tensó enseguida seguían sin dirigirse la
palabra.
Si supiera
el motivo de su tensión, se reiría en su cara. Al tocarla en lo único que
pensaba era en las maravillosas sensaciones que él le despertaba.
Se portó
como un amante esposo, considerado y atento en todo momento. Ella quería gritarle
delante de todos lo canalla y falso que era. Casi creyó escuchar suspiros a su
paso entre las mujeres que había a su paso mientras caminaban rumbo al auto que
los esperaba ¡pobres tontas! Se dijo con enojo.
De pronto,
vio a los guardaespaldas de Max, cubriéndolos de tal manera que no les sacaran
fotografías ¿Qué clase de vida era esa? Pero ya se imaginaba los titulares: Máximo Vechio y esposa a su llegada al
aeropuerto de Florencia. ¡Él la encuentra después de meses de ausencia y con
amnesia! Bueno, por lo que había
dicho la azafata, no todos sabían lo que le había ocurrido. Las lectoras
seguramente no podrían entender como es que una mujer podría olvidar a alguien
como Máximo Vechio.
Para ser
honesta su mente de una manera u otra no se lo había permitido. Él había estado
presente, aunque sea por medio de sus pesadillas.
Una
flamante limusina los esperaba y ella deseó patearla solo para ver la cara que
ponía. Pero esas demostraciones de impotencia tenía que reservarlas solo para
su imaginación.
Un chofer
uniformado los recibió con una agradable sonrisa y ella espontáneamente se la
devolvió.
Se acomodó
en el asiento y justo cuando la puerta se cerró al entrar Máximo. Ella se fue
al rincón más apartado.
-¿te encuentras suficientemente descansada? – le preguntó.
-Por supuesto – le respondió lo más fríamente posible, sin mirarlo.
-No lo creo. Mírame – le ordenó.
Allyson nunca había tenido que rendir cuentas a nadie y para ser más
exactos ni siquiera a sus padres. La habían criado para saber defenderse y
valerse por si misma y confiaban en su criterio y en sus decisiones. Así que hizo caso omiso a la orden que de tan mala
manera le había dado Máximo y se concentró en observar por la ventanilla,
deseando estar sumamente lejos de allí.
-Te he dicho que me mires – gruñó él, con impaciencia – o es que sigues
enfadada por que no termine lo que empezamos – concluyó en tono burlón.
Eso bastó para que su hermoso rostro volviera a mirarlo, al hacerlo unos
mechones de su precioso cabello castaño rojizo se desprendieron y cayeron sobre
su rostro dándole un aspecto de lo mas sensual, sensual y de temer por que sus
ojos se habían llenado de furia y lanzaban chispas.
Si las miradas mataran, él hubiese caído fulminado. Aunque en realidad se
sentía más vivo que nunca con ella al lado.
Todo ese tiempo sin ella a pesar de todo lo que los separaba, había sido un
muerto viviente. Entregado al trabajo para tratar de olvidarla y al mismo
tiempo obsesionado con encontrarla. ¿Por qué? Se preguntaba ¿Por que no podía
olvidarla? Y la respuesta la tenía allí delante, una mujer como ella jamás
podría olvidarse por mucho que detestara la idea. Allyson lo había dejado
marcado de por vida.
Aún no comprendía cómo un ser en apariencia tan dulce, angelical y
encantador guardara tanta pasión pero sobre todo tanta maldad.
Haciendo un esfuerzo sobre humano había logrado apartarse de ella, cuando
la había tenido como quería, completamente desnuda y a su disposición.
Pero no, era demasiado pronto y no era el momento ni el lugar. Ella había
respondido apasionadamente por que así era su naturaleza, se tuvo que recordar
que ella hubiera respondido así con cualquiera, o quizás no con cualquiera, si
no con su amante. Ese pensamiento había logrado apartarlo de ella aunque todo
su cuerpo protestó dejándolo adolorido y anhelante. Pero viéndola así de enfadada y hermosa, tan
sólo quería hacerla suya, una y otra vez.
-Yo no empecé absolutamente nada, fuiste tú el que quiso demostrar su
condición de macho dominante ¿no es así? – le respondió completamente furiosa.
Y gloriosa añadió Máximo con pesar para si. Esa mujer ya estaba ejerciendo
su embrujo sobre él. Pero debía reconocer que nunca se había librado de el.
Como siguiera así, volvería a salir perdiendo y eso se juró no ocurriría de
nuevo.
-No tuve demasiada resistencia por parte tuya. Así que no trates de ponerte
como una víctima.
-¿Hubiera servido de algo oponer resistencia? Bien sabemos que no.
-Por supuesto que no, tú misma te hubieras traicionado mas temprano que
tarde y bueno, eso fue lo que ocurrió.
-Eso no demuestra
nada. Quizás mi cuerpo no ha olvidado ciertas
sensaciones y da igual quien las despierte – dijo sin pensar.
-¡¿Ciertas
sensaciones?! ¡Te derretías en mis brazos! – le dijo totalmente furioso – pero
tienes toda la razón cuando dices que da igual quien te las haga sentir. Eres una mujer bastante fácil ¿verdad? Tú no
lo recuerdas, pero yo sí y por lo visto tu cuerpo también. Eres una mujer
infiel y una adultera, en una sola palabra… Una zorra.
Allyson
se quedó completamente paralizada, era cierto que había hablado sin pensar
cuando le había dicho que cualquiera podía despertar su pasión. Era mentira y
eso ella lo sabía pero no quería que él tuviera idea de la respuesta que
provocaba en su cuerpo.
Sin embargo no esperaba todo lo que él le
había respondido ¿infiel? ¿Adultera? Eso no podía ser cierto.
-Yo no
sería capaz de hacer algo así – susurró entrecortadamente.
-Eres
capaz de eso y más. Eres una ramera – le dijo con desprecio.
No podía
ser cierto, no podía ser verdad. Por ello hizo lo que debía haber hecho desde
un principio y que desde luego deseaba hacer así que acortó la distancia que
los separaba y teniendo el ángulo exacto le dio una bofetada. Disfrutó viendo
la incredulidad en los ojos de Máximo ante lo que ella acababa de hacer.
Estamparle la mano en su bello rostro.
Eso no
lo había visto venir, reconoció Máximo si no hasta que su mano estuvo a escasos
centímetros de su mejilla y para entonces era ya tarde para detenerla. Había
sido muy rápida. Pero se lo merecía, ella no recordaba nada de su pasado, no
estaba bien de salud todavía debido al accidente y lo único que estaba
provocándole era otro dolor de cabeza el cual al parecer había vuelto y en
consecuencia estando ella mal, no podría tratarla sin piedad como se lo
merecía. Pero no había podido detenerse. Tenía que encontrar la manera para
controlarse, hasta que fuera necesario y no alertarla sobre sus intenciones.
-No
debería haberte dicho eso – le dijo para calmar su furia.
-Y yo
debería haber hecho esto desde la primera vez que te vi, en el Hospital – le
respondió aún alterada.
-Gracias
por tu sinceridad, pero te recuerdo que lo primero que hiciste cuando me viste
fue desmayarte.
-¿Qué
pruebas tienes para decirme que fui infiel? - sin cambiar de tema como él lo
estaba haciendo le recordó el motivo de la discusión.
-¿Qué
mas pruebas quieres que el haberte ido de casa sin ninguna explicación?
Obviamente me dejaste por otro hombre.
Máximo
rogó por dentro para que ella le creyera eso. Tenía las pruebas más obvias y
concluyentes contra ella de su infidelidad. Pruebas que lo habían vuelto loco
de celos y de ira cuando las había tenido en su poder. Sentimientos que
recordaba a la perfección y que hacían que quisiera matar a alguien. Se obligó
nuevamente a controlar sus emociones.
La
observó y vio que titubeaba, como si le creyera y al mismo tiempo no lo
hiciera. Era perspicaz, pero no era raro, Allyson era una mujer inteligente y
era una de las cosas que lo habían atraído irremediablemente de ella.
-¿Dedujiste
eso solo por que me fui de tu lado?
-Todo
estaba bien, al menos es lo que yo creía. De pronto desapareces, te busco como
un loco y bueno, no es exagerado pensar que te fuiste con otro.
-¡Eso es
completamente absurdo! –Objetó acalorada.
Pero era
lo que ella había pensado, lo había dejado y él en su condición de marido
dominante había visto eso como una afrenta terrible como si estuvieran en la
edad media y por ello la había buscado para hacerle pagar.
No era
necesario un estudio exhaustivo para darse cuenta que Máximo era un hombre que
no estaba acostumbrado a que le llevaran la contra, de esos que siempre quieren
mantener el control sobre todo y todos y que una esposa es algo así como un
objeto decorativo, una muñeca sin voluntad dispuesta a lo que le dicte su amo y
señor.
Y ella
seguramente cegada por su encanto y sus más que buenas habilidades en la cama
cosa que no había comprobado en su totalidad pero que no dudaba, le había
dejado controlarle hasta que su espíritu independiente había resurgido de nuevo
y claro, para entonces era demasiado tarde y la mejor opción había sido la
separación. Aunque eso de irse sin ninguna explicación no encajaba con ella.
-Como
está eso de que me fui sin ninguna explicación.
-Eso es
lo que a mí me gustaría saber. Pero, ya tendrás tiempo de explicármelo.
-Sobre
todo dejar en claro que no soy ni he sido nunca una mujer infiel.
-claro,
ya tendrás tiempo de sobra para demostrármelo – le dijo sin poder ocultar su
sarcasmo.
-Lo haré
– dijo con los dientes apretados y resintiendo las emociones del viaje su dolor
de cabeza empezó a aumentar.
A pocos
kilómetros de Florencia, según lo que habían viajado llegaron a su destino. Una
hermosa villa, del siglo xv probablemente calculó Allyson al asomarse por la
ventanilla.
Totalmente
restaurada la villa Vechio se erguía en todo su esplendor rodeada de frondosos
árboles y en general de una vegetación sorprendente, sus suaves tonos en color
crema daban una sensación de paz. En cuanto el chofer le abrió la puerta salió
y se detuvo a admirarla. Las villas como esa sacaban a flote todo su interés
como la historiadora que era. La historia, la construcción, las estructuras
antiguas eran uno de sus delirios. La enorme fachada conservaba parte de la
construcción original se fijó Allyson al igual que los arcos de piedra. De
pronto su corazón empezó a latir con fuerza.
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