jueves, 27 de diciembre de 2012

La elección 11°



Cian y Azize llegaron a la ciudad y dejaron los caballos en un establo para poder caminar por las calles. Por las dudas se cubrieron con las capuchas de las sencillas capas que llevaban pero la princesa notó que la gente no les prestaba mayor atención.
Al principio se sintió nerviosa, pero luego se relajó y disfrutó de lo que había soñado mucho tiempo, podía caminar por las calles como un ciudadano común.

Había visto aquel lugar desde su carruaje o acompañada por una escolta que la mantenía alejada de la gente, era curioso que el hombre que iba a su lado fuese quien alguna vez   la hubiera mantenido aislada.
Pensó que no había pasado tanto tiempo desde la época en que Cian se hubiera horrorizado de que ella sugiriera mezclarse entra el pueblo.
Ahora era su esposo, y la acompañaba mientras recorrían el empedrado . Llegaron hasta el mercado y la chica se sintió atraída por los sonidos, los colores y  olores tan diferentes a su Palacio, allí había más bullicio, más desorden y , definitivamente, más vida.
Un aroma dulce llegó hasta ellos y Azize se acercó a un  puesto de comida callejera, una anciana preparaba pastelillos dulces. La chica desvió la mirada hacia su guardián.
-¿Quieres probarlos? – preguntó él y ella asintió.
-Denos dos …- pidió Cian y le pagó a la mujer que les entregó los pasteles de miel y especias aun calientes.
Azize le dio un mordisco al suyo.
-Cuidado...vas a quemarte- le advirtió el joven y la anciana les sonrió.
-Hacen una parea muy bonita – dijo y él bajó la cabeza como agradecimiento por el cumplido.
-¡Está delicioso! – exclamó ella sorprendida, estaba acostumbrada a comer manjares en el palacio, pero este pastelillo tenía un sabor exquisito, quizá resaltado por la libertad.
Cian la miró divertido y luego elevó la mano hacia su rostro para limpiar con sus dedos las migas que habían quedado en los labios de la chica. Ella se sonrojó por aquel gesto, no pudo evitar un estremecimiento al sentir los ásperos dedos del guerrero deslizarse con suavidad sobre su boca. Además era inusual que él se permitiera un gesto tan íntimo frente a otros.
-Come despacio, aquí tienes más – le dijo Cian y le ofreció el que tenía.
-No, está bien .Cómelo tú – contestó Azize a quien de pronto le costaba tragar. Se había puesto nerviosa.
-Bien, más tarde pararemos a comer algo en alguna fonda. – le dijo él comiendo su postre y siguieron caminando entre los distintos puestos.
Al principio la joven se movía con cautela, pero de a poco tomó confianza y empezó a recorrer el lugar con seguridad. Se detuvo a mirar telas y accesorios Cian estuvo a punto de ofrecerle comprarle alguno, pero recordó que ella tenía muchos, y la mayoría eran de oro y con piedras preciosas.
Sin embargo, allí parecía una joven cualquiera, su belleza seguía haciéndola destacar pero  había perdido aquella rigidez que tenía siempre, se la veía alegre y muy joven, más de lo que era.
Él la siguió de cerca, sin perderle pisada.
Y cuando la joven se detuvo ante un  corro de gente a observar a los trovadores que actuaban en la calle se aseguró de abrirle el paso para que ella pudiera mirar de cerca y se quedó parado detrás para cuidarla. Había bastante gente apretujándose para observar el espectáculo así que Cian rodeó desde atrás a Azize con los brazos y la acercó a su pecho para protegerla.
La joven se relajó contra él, aún tenía el sabor dulce del pastelillo en la boca, la música era encantadora y el cuerpo cálido de Cian la hacía sentir segura.
Sabía que no debería bajar sus defensas, que luego volverían a Palacio y que todo sería igual, que aquel hombre era su esposo a medias, que ella no era una joven común sino la princesa, sabía todo eso pero por un rato decidió olvidarlo.
Cuando la actuación finalizó, Cian la llevó a una posada a comer. Les trajeron platos abundantes de guisado de carne.
Mientras comían, Azize no pudo evitar escuchar con atención los fragmentos de las conversaciones de las otras personas.
-Come tranquila- le dijo él observándola con agudeza.
-Yo…
-Tenías la misma mirada que cuando mueves las fichas en el tablero – le comentó adivinado lo que ella estaba preguntándose.
-Me interesa saber cómo viven, qué piensan, qué necesitan…-susurró ella.
- Lo harás bien – le dijo y la joven supo que se refería a gobernar y ocuparse del destino de aquellas personas que los rodeaban ignorando quienes eran.
-¿De verdad lo crees?
-Sí, Azize – le dijo él y ella asintió aliviada por la seguridad y sinceridad que se percibía en sus palabras.
Cian siempre había sido un hombre honorable, era grato contar con su aprobación, aunque fuera como futura reina.
También era extraño sentirlo decir su nombre y que le hablara informalmente pero había cambiado su forma de tratarla temporalmente, llamarla Alteza o tratarla de usted mientras circulaban como ciudadanos comunes los habría puesto en evidencia.
Terminaron de comer y regresaron a las calles.
Unos jinetes pasaron cabalgando salvajemente y Azize se hizo a un lado de prisa para darles paso, al hacerlo perdió equilibrio y Cian la tomó de la mano para evitar que cayera. Aunque el peligro pasó, él no la soltó y siguieron caminando así un buen tramo.
Había sido un día estupendo y ella había estado tan enfocada en disfrutarlo que muy tarde percibió la presencia de extraños.
-Nos siguen…-susurró en voz baja a Cian.
-Lo sé, son mis hombres, los de mayor confianza, estaban esperando cuando llegamos aquí- le informó y ella se detuvo de golpe y lo enfrentó.
-¿Nos han seguido todo el tiempo? –preguntó y de golpe aunque estaba al aire libre sintió barrotes cerrarse alrededor de ella. La libertad que había disfrutado había sido falsa, Cian había vuelto a ser el comandante que se encargaba de custodiarla.
-Desde que llegamos a la ciudad.
-¿Tú lo ordenaste?
-Sí, siguen mis órdenes.
-¿Por qué?- preguntó y él no comprendió el tono dolido en su voz.
-Porque debo velar por su seguridad, no puedo confiarme y depender sólo de mi espada si se trata de usted – respondió volviendo a tratarla formalmente.
-¿Si se trata de mí?- preguntó en forma retórica.
-Usted es…
-Sé quien soy…y si fuera tu esposa..-empezó a decir ella y antes que él la interrumpiera con la obvia acotación de que era su esposa, ella continúo- me refiero a que si tu esposa fuera una mujer común, ¿igual saldrías a pasear con ella con guardias siguiéndote…?
-Mi esposa no es una mujer común- respondió él con seriedad.
-Contéstame, si lo fuera. ¿Podrían caminar tranquilos por las calles sin temor?
-Supongo que sí, probablemente conmigo para defenderla bastaría- le dijo y ella sonrió aunque era una mueca llena de amargura.
Acababa de despertarse de un sueño.
-Pero conmigo no puedes hacer eso, Comandante. Volvamos al Palacio, ya estoy cansada- le dijo en voz baja y Cian vio como ella se apagaba frente a él, como una flor que se replegaba repentinamente.
-Es mi deber protegerla, usted…su padre me confió su seguridad.- dijo sin saber muy bien por qué estaba molesta o por qué debía justificar su intento de mantenerla tan segura como fuera posible.
-Volvamos, por favor – insistió la joven y él asintió. Empezaron a caminar hacia las caballerizas donde habían dejado sus caballos.
Cian notó que ella caminaba alejada de él y la miró con tristeza.



































5 comentarios:

  1. Me gustó mucho este capítulo, fue hermoso el tiempo que pasaron juntos en la ciudad pero tan triste la decepción de Azize.
    Espero el siguiente capítulo! Gracias :)

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  2. OH pobrecilla q desilusión!!!!
    Espero que haya una recompensa linda por parte de él
    quiero quiero quiero

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  3. Oh, pero es que no es facil, en parte lo entiendo a el y tambien a ella, solo espero que el amor les haga superar tantas barreras.

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  4. Que día tan bonito pasaron, la pena volver a la realidad...
    Saludos

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  5. Que lindo!!!! Se me hizo algo corto, ya que desde hace dias la esperaba, gracias =)

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