martes, 12 de febrero de 2013

Sorpresa De Navidad II Parte

Cuando habían atendido a todas las personas y puesto el cartel de cerrado, habían enviado a James a que fuera a buscar unos bocadillos para comer allí mismo. Teniendo así, la oportunidad de contarle lo ocurrido a su amiga. Primero, quería hablarlo de chica a chica. Después, ya escucharía el punto de vista masculino.

Pero el hablar con Paige, solo había servido para sobre excitarla más. Su amiga, llevaba tiempo insistiendo con una buena colección de chicos para que perdiera la virginidad. Contando también, con que había visto al hombre y lo encontraba muy atractivo. Empezaba a ver, que su amiga no era de mucha ayuda. Pues quería una respuesta seria sobre un tema delicado. No era algo banal, no quería aventuras pasajeras con él. Estaba segura, que el ritmo que había alcanzado su corazón, no era solo por sexo.

Después, cuando lo hubo hablado con James la cosa iba a peor. Éste, con tono serio le había recordado que era la tercera vez que lo veía. Ni siquiera sabía su nombre, si estaba casado y si la veía como una diversión momentánea. Sus encuentros, no habían durado más de una hora, ni juntando los tres encuentros… Con cariño, le dijo que esperara antes de decir que aquello era amor. Y recalcó, que aquella noche no se separara de él ni por asomo. Ya se encargaría de frenarle los pies a Paige.
Acabaron de comer, y ella seguía con la misma incertidumbre. Se ofreció a quedarse también por la tarde, pero Paige le dijo que no hacia falta. Que siguiera con sus compras de navidad. Pero que si veía un vestido sexy para aquella noche, no dudara en comprárselo. Obviamente, ante aquel comentario James volteó la vista…
  No quería irse de allí. Sabía que no era buena idea, pues no pararía de darle vueltas al asunto, si no ocupaba su mente con algo. El entretenerse a buscar regalos, no daba lugar a que su mente se entretuviera mucho… Y el estudiar, tampoco iba a funcionar.
¡Que rabia! No sabía si flotar de alegría por enamorarse y recibir su primer beso, o bien darse de bruces por dejarse engañar a lo mejor por un adultero, pensó con gran frustración volviendo hallarse en medio de la ajetreada avenida.
-Abie –La llamó una voz masculina, perdida dentro del gentío.
Al detenerse y mirar por encima de su hombro, descubrió a su hermano sentado en la terraza de un bar, fumándose un cigarro.
-Hola –Lo saludó sonriente, de poder entretener su mente con algo.
-Hola pequeña –Se puso en pie para darle dos besos e indicarle que tomara asiento junto a él-. Me han llamado hace un rato nuestros padres –Señaló con cierto tono de intriga.
-¿Y? –Se encogió de hombros, para dejarle de prestar un momento de atención cuando se les acercó el camarero para tomarles nota-. ¿Qué querían?
-¿No lo adivinas? –Inquirió divertido alzando una ceja, mientras apagaba el cigarro.
-No –Frunció el ceño, sin comprender a qué venía aquella actitud por parte de su hermano.
-¿Has mirado tú móvil en el transcurso de una media hora? –Sugirió con media sonrisa.
-Por qué no lo sueltas de golpe, en vez de tenerme tan en ascuas… -Reprochó con cierto fastidio-. No tengo hoy la cabeza, para ir adivinando tus tonterías –Le respondió buscando su móvil en el bolso y frunciendo el ceño, al ver llamadas perdidas en él de sus padres-. Vaya, hay tres llamadas de ellos. No debí darme cuenta en la tienda, fui a echarles una mano esta mañana… ¿Ha ocurrido algo?
-¿Qué si ha ocurrido algo? –Soltó con cierto sarcasmo y riéndose-. Me han echado la mayor bronca de mí vida, por ser un hermano mayor despistado.
-¿Cómo? –Se inclinó hacia delante en la silla al no entender aún.
-¿Hermanita, cuanto tiempo llevas ocultándonos el que tienes novio? –Preguntó riéndose-. Pensé que nos lo contábamos todo… -Dijo haciéndose el ofendido con cierta burla.
-¡Novio! –Gimió con cierto horror, al comprender ahora aquel misterio en su hermano. Sus padres debían haber visto el beso… Estaba muerta y acabada su libertad. Éstos no iban a perdonárselo-. Dios… -Susurró por lo bajo y callando, cuando el camarero les dejó los cafés en la mesa y esperó a que Evan, sacara la cartera y los pagara.
-¿Cómo me has ocultado que estabas saliendo con un chico? Pensé que nos apoyábamos mutuamente… -Siguió burlándose-. ¿Acaso hay algo que no debamos saber y por ello lo ocultas?
-Evan… -Se llevó dos dedos al puente de la nariz, para apretar con ligereza mientras cogía un poco de aire-. No existe ningún novio.
-¡Y un cuerno que no! –Soltó una carcajada-. Por lo visto, se han quedado de piedra al ver como te  besabas con gran pasión, con un hombre en la tele… No puedes negarlo, lo ha visto todo Londres –Chascó la lengua-. Y yo, me lo perdí –Renegó con cierta lastima.
-Dios, Evan… -Volvió a gemir dando un sorbo a su café-. Ahora, no quiero volver a casa… -Soltó con cierto gemido de horror-. Me van a interrogar hasta los días de parvulario.
-Según mamá, se veía un hombre muy atractivo –Seguía comentando completamente divertido-. ¿Sabes si se puede volver a ver ese programa en internet?
-Espero que no –Lamentó con gran pesar.
-¿Cuánto llevas con él?
-¡Que no estoy saliendo con nadie! –Masculló entre dientes, sintiendo como el enfado iba aumentando-. ¿Acaso no me escuchaste?
-¿Y el beso? –Alzó las dos cejas sorprendido.
-Yo… -Se sonrojó avergonzada al tener que confesar lo ocurrido.
-¿Abie? –La instó acabando su café.
-Verás… -Carraspeó un poco-. Iba despistada mirando mi móvil, que yo… -No pudo terminar, al ver como su hermano de forma estruendosa rompía en risas.
-Has vuelto hacerlo… -Siguió riéndose-. Una vez más, te volviste a meter en un pequeño lío… -Se limpiaba las lágrimas que caían por su rostro-. Hay dios… -Seguía riendo por lo bajo, con el rostro girado para intentar calmarse.
-Yo no le veo tanto la gracia… -Reprochó con enfado Abie, cruzando los brazos por encima de la mesa.
-Yo sí, porque quiero ver la cara de nuestros padres cuando les cuentes la verdad… -Volvió a romper en carcajadas-. Pobre mamá, cuando vea que por estas fiestas de navidad, no seremos uno más en la mesa.
-¡Evan! –Soltó en un quejido completamente abochornada.
-Y dime, fue como mamá me explicó… -Paró de reír por un momento, para observar como la chica desviaba un segundo los ojos de él-. Vaya, vaya… Así que alguien ha logrado soltarte la melena.
-No digas eso –Le refunfuñó molesta.
-Abie, no ocurre nada malo –Se alzó de hombros-. Tienes que divertirte un poco, no todo se basa en los estudios.
-Eres igual que Paige –Dijo entornando los ojos.
-Ni hablar –Protestó en seco-. Tú amiga si que es demasiado alocada… -Soltó un suspiro-. Espero que sigas sin hacerle caso en referencia al sexo –Señaló con aire inquisitivo-. Una cosa, es conocer a chicos con pausa… Y otra, a toda carrera.
-No seas tosco con mi amiga –Se enfadó.
-Nunca lo eh sido, salvo en ese punto –Se puso en pie-. Bueno hermanita, te dejo que debo seguir trabajando. ¿Ya me has comprado algo a mí?
-¿Acaso te lo mereces? –Preguntó con sarcasmo y mostrando cierta diversión en la mirada.
-Chica mala –Le dio dos besos-. ¿Vas a ir al pub ésta noche?
-Seguramente que sí –Afirmó un tanto desganada.
-Puede que nos veamos –Le guiñó un ojo-. Adiós pequeña.

Que ganas de que aquel día tocara fin. Jamás, había vivido un día con tantas emociones diferentes. Mentalmente, se hallaba completamente agotada. Cosa, que su amiga no había aceptado como excusa, para quedarse aquella noche en casa viendo una película romántica en la tele. Y al día siguiente, la pesadilla continuaría pero en casa de sus padres. Quienes prácticamente la habían obligado a prometer que iría a comer. Para poder contarles lo sucedido en la televisión. No quería ir, pues de seguro que su padre iba  estar todo el rato riéndose de ella, como había hecho Evan aquel mediodía. No comprendían lo frustrante que era, el no parar de vivir casos raros por culpa de su torpeza y descuido.
Desde luego, que su familia  era más rara que la monster. Se dijo con pesar, mientras se observaba en el espejo de cuerpo entero del dormitorio de Paige.
-Estás genial –Brindó su amiga con tono cantarín, calzándose unos preciosos zapatos de tacón.
-Parezco una fulana –Protestó ante lo que aquel espejo le mostraba.
-Abie… -Dijo su nombre con cierto arrastre-. La falda que llevas mide dos palmos y medio.
-Te recuerdo que tienes una mano un tanto pequeña –Achicó los ojos al indicarlo.
-Ni hablar –Se acercó a ella, para darle en la frente con un dedo-. La que hay dentro de ahí, sí es demasiado grande.
-Y luego está éste top… -Siguió quejándose, mientras trataba de subirlo del escote y gruñendo de frustración, al comprobar que entonces mostraba el ombligo-. Te recuerdo que nos acercamos a Navidad… Cualquiera diría, que en verdad estamos en cuatro de Julio al verme así.
-Pareces mí abuela, ella estaría contenta de que fueras su nieta –Rió Paige, cogiendo su abrigo y agarrándola de la mano para sacarla de su dormitorio-. Confía en mí –Le guiñó un ojo-. Estas perfecta… No se te van a resistir esta noche.
-Por ese motivo no quiero confiar en ti –Le recordó, cogiendo su propio abrigo cuando salieron al pequeño salón, con pocas ganas de moverse de aquellas cuatro paredes seguras-. Yo estoy bien así… Ya me da igual terminar la carrera siendo virgen.
-Realmente, ese hombre te ha confundido –Acertó a decir con un brillo luminoso en la mirada-. Tienes miedo ha encontrártelo ésta noche en el pub.
-No –Protestó demasiado veloz y con poca seguridad.
-Que emocionante… -Dijo casi brincando, al salir las dos al pasillo del edificio-. No tienes escapatoria alguna. Sino lo ves ésta noche, sabes que él vendrá a buscarte a la tienda.
-Paige, cállate… -Ordenó tajante y enfadada, al ver que su amiga estaba en lo cierto. Era de idiotas el huir… Aunque no tuviera la suerte, de que él también acudiera aquel pub. Quedaba la promesa que le hizo de buscarla. Y aquello, significaba que no era otro lugar que la tienda.
No pudo evitar el pensar, en como reaccionaría éste si se topaba aquella noche con ella… No podía decirse, que tuviera aspecto inocente. Sino, todo lo contrario gracias a Paige… Dios, estaba atacada de los nervios. Por un lado quería volver a verlo, y por otro se hallaba completamente asustada, pues no sabía que iba ha ocurrir. Podía decirse que estaba aterrada, ante la idea de que él pudiera ver que resultaba una pardilla a la hora de actuar con un hombre.

Eran las doce y treinta minutos de la noche, cuando estacionaba la moto en la acera de enfrente del pub, que últimamente a su amigo Evan le gustaba frecuentar. Si salía aquella noche, era bajo amenaza de su amigo. Quien estaba muy pesado, con salir a divertirse para animarlo. A él, no le hacía falta divertirse… Simplemente, comprender lo que le ocurría con aquella chica.
A pesar de ser sábado, había tenido un día ajetreado con el nuevo caso. Dándole un poco de rabia, cuando se encontró la tienda de ropa masculina cerrada a las nueve menos cuarto de la noche, viendo como por quince minutos llegaba tarde para recogerla por sorpresa. Ahora, tendría que esperarse hasta el lunes por la noche para poder hablar con ella. Dado, que había prometido dar una charla en la universidad, a su antiguo profesor. ¿Cómo había podido ser tan estúpido de no pedirle al menos su teléfono aquella mañana?
Apagó la moto y se quitó el casco, notando una pequeña vibración en el bolsillo del pecho de la chaqueta. Al sacar de allí su móvil, pudo leer un mensaje de Evan, comunicándole que iba ha tardar bastante en llegar, porque su vecina de al lado necesitaba ayuda urgente con un reventón de tubería, que estaba inundando hasta el rellano de la escalera. Comprendiendo, si decidía no salir entonces… Soltó un improperio a baja voz, al pensar que llegaba un poco tarde el mensaje. Pero diciéndose, que su amigo no tenía culpa alguna, de que hubiera decidido salir con demasiado tiempo de sobras, ni que su vecina, fuera una pobre mujer mayor que se le hubiera reventado una tubería aquella noche… Mejor bajaba un poco los humos, tomándose una cerveza en el pub, y mirando si había alguien con ganas de jugar una partida al billar.

La mataba, y estaba segura que James le echaría una mano en ello. Se sentía muy incomoda con las proposiciones que no paraban de hacerle los chicos, a causa de aquella dichosa vestimenta. Ella no era esa… Había tenido que rechazarle a su amigo una partida al billar, porque no quería verse aún más observada cuando se inclinara sobre la mesa. Ahora, se hallaba sentada en una mesa aburrida, mientras que Paige se lo pasaba bomba ligando con los chicos que había en la sección de los futbolines.
Se terminaría la bebida rápido, para poder largarse de allí. No pensaba molestar más al pobre James, quien venía en su rescate cada vez que un pesado se le acercaba y no comprendía el significado de una negativa. También era mejor hacerlo, por si las moscas llegaba su hermano por allí y ya tenía algo nuevo de lo que burlarse de ella. Eso, o mataba a su amiga por saber que era la culpable en la nueva imagen de aquella noche.
¡OH dios mío! Su primer impulso, fue agacharse un poco al verlo acercarse a la barra del pub. ¡Había ido allí otra vez! ¿Y ahora qué? Estaba aterrorizada, por la indumentaria que llevaba y por no saber, que es lo que esperaría él ahora de ella… Aunque tal vez era mejor seguir oculta, y averiguar primero por si venía acompañado. Ya relajó un poco más su cuerpo, al ver que éste se movía hacia un lateral de la barra, dándole así la espalda a ella… Aquello le iba de maravilla, pues no se sentía preparada para afrontarlo. Si casi tenía miedo que se le saliera el corazón del pecho, por lo rápido que le iba éste.
Si cuando tenía razón, la tenía… Lo mejor era largarse de allí, como había concluido hacía unos minutos. Sin acusarse de ser una cobarde en todo momento, no señor, simplemente estaba siendo algo precavida. Y por nada del mundo, iba arriesgarse en ir a la zona de futbolines y comunicarle a Paige que se largaba. Le mandaría un mensaje al móvil a cada uno… No pensaba arriesgarse a que éste la descubriera o que su amiga, la arrastrara hasta él.

Iba a darle un trago a su cerveza, cuando se detuvo de hacerlo al visualizar la imagen que le reflejaba el espejo del frontal de la barra. Bebido no iba, así que imaginaciones suyas no eran… Ella se hallaba allí, observándolo con ojos de gacela  desde las mesas del fondo. Aquella mirada, lo detuvo de darse la vuelta y acercarse a ella de inmediato. Era mejor, quedarse quieto y observar por un momento, antes de actuar de forma equívoca.
Pero allí estaba ella, completamente diferente a como la había visto por el momento. Y si no se equivocaba, estaba sola… Aquello hizo que sonriera pro pocos segundos, al caer que bien podía estar acompañada, pero quien fuera podía estar en el baño o jugando en alguna mesa o futbolín. Era idiota, pues tampoco le había preguntado si tenía pareja. Simplemente había asaltado su boca y le había dicho que la buscaría. Examinando de forma detenida aquella actuación, y contando que ella no tenía mucho tiempo de mayor de edad. Normal que le tuviera algo de respeto. ¡Había sido bastante capullo!
Pero los minutos pasaban y ella seguía allí sola… ¿OH no? Frunció el ceño, al ver acercarse un joven hacia la mesa. Causando un pequeño sobresalto en la chica, quien se giró a mirarlo algo asustada… Sí, aquello le confirmaba que venía sin pareja. Ningún chico se acercaría nunca, a no ser que estuviera la chica disponible.
Ya podía visualizarse el comienzo de un ceño fruncido, al ver como aquel chico no hacia gesto de abandonar en su perseverancia. Lo único malo, que ahora ella le daba la espalda, siéndole imposible el ver su actitud. Pero tenía buen ojo y aquella tensión en la espalda, era de rechazo. Cosa, que estando él cerca nunca había ocurrido. Agarró su cerveza y la chaqueta, dispuesto a convertirse en su salvador en el primer asalto. Después, puede que él fuera el lobo al tenerla sola para él.

¡Ya estaba más que harta! Pensó cuando el chico que tenía en frente de sí, no comprendía el hecho de que un no n tomar algo y ser acompañada a casa, no eran un pase a que estuviera contándole ahora el coche que tenía y lo que estudiaba… ¿Cómo diantres soportaba su amiga toda aquella charada? Pero si resultaba peor que un dolor de cabeza. ¿Dónde estaba James? Había mirado hacia donde había estado toda al noche con unas chicas. Pero solo las veía a ellas… ¡Magnifico momento para desaparecer, maldita fuera! Cuanto más rato pasara, más peligro de que él la viera allí. Ni siquiera quería mirar en su dirección. Menudo sábado estaba teniendo…
-Siento llegar tan tarde –Dijo aquella voz que evitaba tras su espalda-. Hola… -Escuchó que saludaba al joven, tras tomar asiento en el banco junto a ella, observando como el joven apenas articulaba un par de cosas y desaparecía. Con el corazón confuso, en si debía latir más deprisa o pararse a causa de los nervios, se dio la vuelta para tenerlo cara a cara. Y ver como éste abría los ojos como platos al ver su indumentaria y maquillaje, para soltar un pequeño silbido-. Lo raro, es que solo hubiera un chico aquí.
-Ya ha habido unos pocos –Respondió con cierta mueca de fastidio.
-Los comprendo –Soltó con cierta sonrisa en la mirada.
-Yo no soy así –Explotó de pronto algo nerviosa, con los labios fruncidos y cruzando sus brazos por debajo de los senos-. Ha sido mi amiga Paige quien… Tengo que aprender a negarme en sus peticiones…
-No estas fea, Abie… -Dijo con voz sedosa-. Pero se nota que no es tu estilo –Rió con timbre bajo-. No sabía que vinieras por aquí –Señaló animado-. Fui a buscarte ésta noche al trabajo, pero por lo visto llegué quince minutos tarde.
-Yo… -Se estrujaba las manos de lo nerviosa que comenzaba a estar-. Hoy tuve el día libre –Se atrevió a mirarlo, observando lo guapo que se veía con unos simples tejanos y jersey de lana, de cuello alto-. Y sí, suelo venir por aquí cuando me dejo arrastrar por mi amiga –Se lazó de hombros, no pudiendo ocultar una sonrisa-. El día que topé contigo en el tren…
-Elegante manera de describirlo –Le guiñó un ojo sin dejar de sonreír logrando que ella también lo hiciera, así se relajaría un poco más.
-Te vi salir de aquí –Confesó con cierta vergüenza-. Yo llegaba con mi amiga.
-No me di cuenta –Frunció el ceño-.Precisamente quedé con mi amigo, y le acababa de contar mi encuentro contigo… Hoy también había quedado con él –Se encogió de hombros-. Pero me avisó un poco tarde de un improvisto. Así que no me importa hacerte compañía pro ésta noche –Admitió animado, y sin dejar de observarla su rostro algo embobado.
-Yo… -Se sonrojó otra vez-. En verdad iba a marcharme, dado que no me siento cómoda con ésta ropa. Y al parecer, mis amigos están algo entretenidos –Sonrió con cierta mueca.
-¿Cuántos años tienes, Abie? –Preguntó desconcertándola un poco por el cambio de tema.
-Tengo veintidós… -Respondió frunciendo el ceño, al ver como sonreía éste al saber su edad-. Supongo que…
-Sí –Rió-. Soy algo mayor que tú… Aunque, lo que me tenía preocupado era el que no llegaras a los dieciocho, o estuvieras en ellos –Confesó inclinándose un poco hacia ella-. ¿Tienes novio?
-No –Negó con gesto de cabeza, algo hipnotizada por su cercanía y voz.
-Entonces, nadie se ha enfadado por el beso del otro día –Afirmó-. Y pido disculpas si pudo molestarte, el que yo… -No terminó de hablar, al ver como ella se sonrojaba una vez más y negaba con la cabeza.
-No, tranquilo… -Se mordió el labio inferior-. En realidad me ayudaste en mi nuevo infortunio –Confesó con cierto pesar-. Mejor que me besaras tú –Se encogió de hombros, no creyéndose que estuviera manteniendo aquella conversación.
-¿Así que te daba igual quien te besara? –Concluyó con mirada penetrante.
-¿Cómo? –Tragó con fuerza saliva-. No quería decir eso, yo… Dios, como odio ser tan estúpida –Gruñó por lo bajo, arrancándole una risa al hombre.
-No eres estúpida, eres encantadora… -Indicó en un susurro, poco antes de sujetarle el rostro entre las manos y acercarse apenas a dos centímetros-. Confieso, que vi como ibas ha caer en la trampa del muérdago. Pero no hice nada, solo esperé al momento exacto, para besarte… Porque realmente, llevaba bastantes días con esa inquietud. Como vuelvo ha tenerla ahora mismo, aún sabiendo que no debería…
Llegó a notar su cálido aliento, rozándole los labios con suavidad. Provocando que una espiral de nervios, se adueñara de su estomago en espera al beso. ¿Por qué iba ha besarla, verdad? No iba ha echarse atrás… Deseaba con gran ansiedad el volver a compartir con él aquella magia, llena de pasión. Quería más de su primer beso… Pero no iba ha ocurrir, comprendió con pesar cuando él se echó atrás, y sus manos abandonaron su rostro. ¿Qué había hecho mal?
-No me mires así, querida Abie –Resopló él con gran frustración-. Creo que por el momento, es lo mejor… ¿Quieres que te lleve a tú casa?
¿Ya quería deshacerse de ella? Aquello no estaba marchando bien. Aunque suponía, que el culpable era la diferencia de edad que había entre los dos.
-Claro –Se encogió de hombros, levantándose del banco.
Tanta comedura de cabeza, para nada. Todo se quedaba perdido en un beso… ¿Quién sabía si la edad, o su ignorancia ante el tema de seducción? Estaba segura, que si le hubiera ocurrido a Paige, la cosa no acabaría de aquella manera. Bueno, solo le quedaba comportarse de forma correcta y segura, para demostrarle que era una chica adulta.

Salieron hacia la calle, aprovechando ella para enviar un mensaje al móvil a cada uno, indicando que se iba. Pero claro estaba, que no pensaba incluir detalles de que él estuviera allí y prácticamente, se comportaba en categoría de canguro.
Al salir a la calle, fue tan fuerte el bofetón del frío viento de invierno que rápido buscó en su bolso la bufanda para anudársela alrededor de su cuello. Mientras que él se ocupaba en abrocharse su chaqueta.
-Si llevas guantes, póntelos –Dijo o mejor dicho, ordenó subiéndose la cremallera de la chaqueta hasta la garganta.
-Claro –Volteó los ojos al tiempo que mascullaba algo ofuscada-. ¿Miramos también si el bolsillo de tu chaqueta es mágico y tiene unas orejeras? –Respondió molesta, al sentirse como la escena de mary poppins cuando encontraba de todo en su bolso para sus pequeños. ¡Por dios, que no era una niña!
-No creo que sean muy útiles con el casco –Respondió frunciendo el ceño por un momento ante su actitud molesta.
-¿Casco? –Aquella vez fue ella quien frunció el ceño extrañada.
-Si –Sonrió divertido-. Para ir en moto, es necesario ponerse casco –Dijo señalando la cera de enfrente, en donde había aparcada una enorme.
-No –Respondió escueta.
-¿No, qué? –Preguntó agarrándola de la mano para comenzar a cruzar la calle.
-Que no pienso subirme a ese trasto –Señaló seria, causando que éste se detuviera a mirarla curioso.
-¿Te dan miedo las motos? –Preguntó con tono cariñoso.
-Nunca me he subido a una –Se encogió de hombros.
-Siempre hay una primera vez para todo –Le guiñó un ojo, abriendo una de las dos maletas que llevaba en un lateral la moto, para extraer de allí un curioso casco de tonos vivos-. Veamos como te queda… -Señaló dando un paso hacia ella, pero sonriendo al ver que ella también ponía uno de distancia entre los dos-. Puedes confiar en mí pequeña –Rió con delicadeza.
-No creo que ese trozo redondo de plástico, me proteja mucho –Renegó con los ojos casi cerrados.
-Conmigo puedes ir segura de que no va ha ocurrirte nada malo –Señaló volviendo avanzar el paso que ella había impuesto con desconfianza-. Prometo no correr.
-Pero si no eres tú –soltó con cierta mueca en los labios-, soy yo. Los desastres me persiguen.
-Confía en mí –Susurró con voz seductora, al tiempo que lograba ponerle el casco y le aseguraba el cierre-. No va ha ocurrirte nada, nunca dejaría que algo te ocurriera… -Confesó atrapando sus labios en una leve caricia, para seguidamente ser él quien se pusiera el otro casco.- Arriba… -Le pidió todo sonriente, una vez que se hubo subido a la moto.
Muy bien, si subía era a causa de aquel amago de beso… Como una zombi, su cuerpo había subido al cacharro de metal, dejándose arrastrar por sus fuertes manos, quienes la obligaron apretarse más a la espalda masculina.
-Agárrate fuerte –Le ordenó, una vez que ella se había acoplado como una segunda piel a sus músculos-. ¿Dónde debo dirigirme?
¿Al fin del mundo? Pensó con sonrisa bobalicona, allí quieta apoyada contra el duro cuerpo… Que rabia, su casa se hallaba apenas unos diez minutos andando.
-A los apartamentos del campus del sur –Dijo con cierto desánimo por que fuera a durar tan poco aquella novedad.
Colín sonrió una vez más, para arrancar en dirección a su piso. ¿Qué iba hacer? Sólo estaban a ocho calles de su casa. No quería dejarlo tan pronto. ¿No se decía  siempre que la noche era joven? ¿Qué podía hacer para estar más rato con él? ¿Acaso, éste no sentía lo mismo que ella? ¿No le había dicho, que quería hablar? Diantres… Tenía tantas preguntas en la mente, que se sentía completamente confusa. Y ya se hallaban a una calle. Inclusive, los semáforos iban en su contra al ponerse en verde a medida que iban aproximándose a ellos.
Dos minutos después, entraban en la pequeña zona donde todo eran apartamentos de estudiantes pertenecientes a la universidad, envueltos en preciosos pequeños parques de arboles y jardines florales. Éste redujo la velocidad y por encima del hombro le preguntó por su edificio. Cuando se lo indicó, volvió acelerar un poco en dirección al lugar, para detener el cacharro metálico a pocos metros de su puerta y dejándolo bien estacionado en una plaza de parquin. Aquello la extrañó un poco, pues bien podía haberse detenido en la puerta… ¿Quería acaso quedarse un rato más charlando con ella? A ella le parecía bien, genial… Sonrió para sí misma. No le importaba pasar un poco de frío, si con ello pasaba diez minutos más en su compañía y luego la premiaba con un beso de despedida.
Se bajó aún sonriente de la moto, observando como él también lo hacía sin dejar de mirarla.
-¿Qué te ha parecido? –Preguntó alargando sus brazos para desabrocharle el cierre del casco y quitárselo con delicadeza.
-Muy excitante… -Respondió con los ojos vidriosos de la emoción, y ocultando que se hallaba un tanto nerviosa por lo que fuera ha ocurrir seguidamente al ver como el hombre guardaba los dos cascos.
-Ya te dije que confiaras en mí –Le guiñó un ojo, al tiempo que la agarraba de la mano y la conducía hacia el portal del gran edificio-. Venga, que te acompaño hasta tu apartamento –Sonrió-. Siendo hoy sábado, seguro que por los pasillos hay mucho chico animado por el alcohol.
¿Para que iba ha decir ella todo lo contrario? Había que ser muy tonta, para informarle que rara vez ocurría aquello. Normalmente, el que llegaba borracho lo hacía acompañado por amigos, que se encargaban de encarcelarlo rápido en su habitación, para que no diera guerra y la dirección no tuviera que amonestarlos.
-Muchas gracias –Logró pronunciar, sin sonar tartamuda por los nervios que le oprimían ya el estomago. ¿Qué actitud debía tomar en cuanto llegara enfrente su puerta? ¿Lo invitaba a una última copa, café, lo que fuera?… ¿Oh, pasaba directamente a guiñarle un ojo, mientras que lo arrastraba del brazo a su dormitorio? ¡Mierda, porque no se acordaba de cómo lo hacía Paige!
-¿Abie? –La llamó él por segunda vez con suavidad.- ¿Abie, me estas escuchando? –Sonrió levemente.
-Sí… Mmm… Dime –Despertó veloz de sus maquinaciones torpes de seducción.
-Estamos dentro del ascensor… -Se aguantó la risa-. Dime que planta pico.
-Octava –Lo miró algo acalorada-. Apartamento ochocientos veinte…
-Bien, viajemos al ático pues… -Dijo divertido por lo nerviosa que estaba ella. Le encantaba ver aquella inocencia, se veía tan bella.

Fue el minuto en silencio más largo de su vida. No sabía de que hablar, mientras subía siendo sujeta por la cintura y arrimada contra el cuerpo masculino. Madre de dios, si ya solo con oler su fresca fragancia se sentía seducida…Tal vez fuera por estar encerrada en un espacio muy reducido o por lo que podía ocurrir, los próximos minutos  que lograban paralizarle el cerebro… Aunque él tampoco había dicho nada. ¿Estaría también pensando en lo que podía ocurrir una vez que llegaran a su puerta?
¡Ding! El timbre de llegada y el abrir de las puertas, la sacó de sus miedos. Logrando que pudiera mostrar una pequeña sonrisa, al salir los dos de aquel cubículo y emprender la marcha por el largo pasillo hasta la última puerta de allí. La suya, la ochocientos veinte… Bueno, la que compartía con Paige y James. ¡Hay dios mío! Se acordó de repente… ¿Qué hacía, les tenía que mandar un mensaje indicándoles que tal vez no estaría sola en su dormitorio? Y si no resultaba así, menuda vergüenza.
Sacó de dentro de su bolso las llaves, para abrir la puerta de madera gris, con el sistema nervioso colapsado. Ha decir verdad, era la primera vez que un chico la acompañaba hasta la puerta, después de una cita. Aunque no habían tenido esa cita…
-¿Éste apartamento es de los más grandes del campus, verdad? –Preguntó él con tono tranquilo y curioso.
-Sí –Se giró a observarlo-. Lo comparto con mis dos amigos. Los que trabajan conmigo en la tienda de ropa. ¿Has vivido en ellos? –Preguntó sonriendo por la coincidencia.
-No –Negó con la cabeza-. Yo me quedé en casa, pero un amigo mío sí que vivió en el primer edificio –Sonrió-. Pasemos mucho rato dentro de él estudiando.
-¿Quieres pasar a verlo? –Preguntó con cierta duda en su tono de voz.
-Yo… -Dudó un poco éste.
-Yo voy ha tomarme un buen cappuccino –Señaló girándose y entrando en el interior, con los ojos apretados por un momento y mordiéndose el labio inferior por si él rechazaba aquella invitación.
-¿Realmente puedes preparar uno decente, o es instantáneo de sobre? –Preguntó cerrando la puerta de entrada y caminando por el corto pasillo que comunicaba al comedor.
-Por supuesto –Sonrió cogiendo aire un poco más animada y desabrochándose el abrigo, para dejarlo encima del pequeño sillón individual-. James compró una cafetera diciendo que no pensaba destrozarse el estomago, tomando para estudiar café del malo.
-Hace bien –Comenzó a bajarse la cremallera de la chaqueta-. ¿No va ha impedirte dormir? –Preguntó observando como ella se dirigía a la pequeña cocina americana.
-No –Sonrió-. Además, yo soy de los tres la menos cafetera.
-¿Quieres que te eche una mano? Propuso desde el mismo lugar.
-No hace falta –Se giró a sonreírle-, es un minuto, una vez que se calienta la maquina. Pero sino te importa, voy a quitarme ésta ropa –Se sonrojó un poco por lo que implicaban aquellas palabras-. No me siento muy cómoda con esto…
-Claro… -Asintió con gesto de cabeza, tomando asiento en el sofá de dos plazas-. Aquí te espero.
Entró veloz en el dormitorio, para comenzar arrancarse de forma apresurada aquel top, quitándose también el sujetador. No iba ha seducirlo, solo iba a ponerse lo que acostumbraba a llevar por casa. Un suéter de manga larga a juego con un pantalón gris de algodón. Se acababa de poner el suave suéter, cuando se desprendió con manos temblorosas de los zapatos de tacón, para hacerlo después con las medias. Miró el reloj de la mesilla de noche en un rápido vistazo, viendo que aún era temprano para que aparecieran sus amigos. Y comprobando también, que iba a batir un propio record en desnudarse… cuando frunció el ceño al ver que la maldita cremallera lateral de la falda no cedía. Tenía que ser una broma, aquello no podía ocurrirle ahora…  Volvió a dar un tirón con un poco de más fuerza, pero ésta no cedía. Seguía apostada allí arriba, burlándose de ella. Enderezó la espalda, se apartó el cabello de la cara y cogió aire unas pocas veces con cierto ritmo, para tratar de calmar a sus nervios quienes estaban comenzando a burbujear. Después, encogió un poco su barriga para tratar de subir la prenda unos centímetros por encima de la cadera, para que quedara un tanto holgada y así, tal vez bajara con más facilidad de lo que estaba resultando por el momento. Pero no, la muy ingrata seguía allí firme, aferrada al final de su recorrido. ¿Acaso se había proclamado así misma como su más ferviente protectora de su intacta virtud?
-¡Demonios! –Gruñó por lo bajo, volviendo aplicar más fuerza de la normal en aquel pedazo de metal, consiguiendo únicamente con ello llevárselo entre sus delicados dedos, causando que se desesperada aún más-. ¡No, mierda!
-¿Abie? –Llamó el hombre preocupado, justo al otro lado de la puerta saltándole el corazón a la chica por un momento, para después pasar a tristeza al comprender que nuevamente volvía hacer el ridículo enfrente de él y éste lo veía-. ¿Va todo bien?
-Sí –Gimió desesperada, para aceptar su derrota-. No…
-¿Puedo pasar? –Volvió a preguntar el hombre.
-Adelante –Soltó en un bufido, cruzándose de brazos a  los pies de la cama, observando como éste abría la puerta y asomaba primeramente la cabeza con cierto titubeo-. No puedo quitarme la falda –Confesó notando como sus mejillas se sonrojaban-. La cremallera ha decidido atascarse, logrando enfadarme y que acabara de romperla.
-OH –Mostró seguidamente una sonrisa en sus labios, encaminándose hasta ella, para agacharse a la altura de su cintura-. Veamos que podemos hacer…
Si hacía unos segundos se sentía enfadada y abochornada, ya no. Ahora, se sentía tímida  he impaciente.

2 comentarios:

  1. Ohh...volvióooo!! Gracias brujis muy lindo capi...a quiero ver qué pasará cando se descubra todo pero por ahora disfruto d elos accidentes de Abie y ese inicio d eomance..besos

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  2. Gracias querida sis mia!!!!! En la tercera parte todo se resolverá con accidentes o sin ellos jejeje Besazos

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