jueves, 14 de marzo de 2013

Un Amor para Recordar Capítulo II



-    Deme esa cámara – le dijo el hombre con voz tranquila pero que albergaba amenaza.

¿Es que la iban a asaltar en pleno día? ¿Por qué el ladrón tenía la voz tan profunda, tan sensual, tan sexy? ¿Por qué rayos ella daba el aspecto de muñeca frágil? Ese imbécil se esperaba una sorpresa. La ventaja de haber sido tan hiperactiva era que  había aprendido de todo un poco y el King Boxing estaba entre esas cosas. Si la veía como un blanco fácil se iba a llevar una gran sorpresa.

-         No voy a darle absolutamente nada – contestó con la voz igualmente tranquila, al mismo tiempo que se ponía la cámara al hombro y se levantaba rápidamente de la silla, quedando la mesa entre los dos.


 Ese hombre era alto, ella no era bajita precisamente, medía 1.73 cm., aún así él le sacaba de 12 a 14 cm., ella se movió un poco para que la luz del sol le dejara verle el rostro. Los griegos podían ser guapos, pero ese ladrón había errado de profesión pensó ella, fácilmente se podría haber ganado la vida como modelo, y no como el típico modelo de apariencia delicada, no señor. Único en su clase proyectaba una imagen definitivamente masculina. Sintió que se le secaba la boca y el corazón le palpitaba sin control. Ya había escuchado la expresión: Parece un Dios griego y francamente le había parecido ridícula, ahora tenía ante si uno de carne y hueso y con toda la apariencia de ser uno de los habitantes del Olimpo.
Alto, de hombros anchos, piel dorada, cabello negro, facciones absolutamente bellas aunque cien por cien masculinas, ojos de color plateado un tanto raros para un griego que estaban enmarcados por unas pestañas que solo añadían más magnetismo a su mirada. Añadiendo a todo eso una boca sensual y un cuerpo increíble hacían que la fusión de todo ello hiciera a Jackie que por poco abriera la boca en seña del atontamiento total.

¿Desde cuando un hombre la dejaba en ese estado? ¡A ella! Que incluso había salido con un guapísimo actor español que ahora triunfaba en los Estados Unidos. Había estado entre hombres atractivos, guapos y como era posible que se comportara como una idiota.
Aunque ese hombre no tenía comparación con nadie y ella había logrado controlarse después de haberlo inspeccionado con la mirada por todas partes olvidándose de todo. Obligándose a mirarlo a la cara de nuevo a riesgo de esta vez si quedar como una retardada mental descubrió que él también hacía lo que ella momentos antes había hecho y paseaba su mirada por todo su cuerpo. Casi sintió que la veía a través de la ropa y por poco se coloca los brazos alrededor del cuerpo para taparse. Siempre se había reído de Ally por su tendencia a ponerse roja cuando se avergonzaba y ahora ella estaba segura que podía ser confundida con un tomate ¡Y ella no se avergonzaba nunca! La mirada del hombre seguía recorriéndola lentamente como si tuviera todo el tiempo del mundo y ella no era precisamente objeto de ninguna exposición como para quedarse allí inmóvil sin hacer nada. El enojo vino en su ayuda y la sacó del trance…

-         ¿Ha terminado ya con su inspección? – le dijo furiosa por la manera descarada en que la miraba ¡Ella de ninguna manera lo había visto así!
-         No. – Respondió con una sonrisa asomándole a los labios y posó sus ojos en sus senos sin reparo alguno. Si antes estaba roja, se puso pálida de furia.
-         ¡Basta ya! – Le espetó – O se arrepentirá. – Ese hombre ni siquiera la había tocado y estaba aparte de furiosa totalmente acalorada y no por el clima precisamente.
-         ¿Ah sí? – Le preguntó burlonamente – Pero si sólo hago lo que usted misma acaba de hacer hace unos instantes conmigo.
-         De ninguna manera lo observé así como usted, de manera tan descarada y si lo miré detenidamente fue para poder dar su descripción a la policía – Mintió.
-         ¿La policía? – preguntó confuso.
-         Por supuesto ¡Me quiere robar mi cámara!
-         ¡Usted está loca!
-         No más que usted – replicó.
-         ¿Cómo dice? – Preguntó con el ceño fruncido.
-         Me ha escuchado perfectamente, será mejor que se vaya o lo denuncio ahora mismo. Si prefiere quedarse, aténgase a las consecuencias – Había dicho ella no sin antes tratar de imprimir furia a su voz.
-         ¿Está hablando en serio? Turistas… - Gruñó para si con gesto enfadado. -  Usted me estaba tomando fotografías cosa que no pienso permitir, por eso le pedí la cámara, deme la memoria y quedamos en paz.
-         ¿Qué yo le tomaba fotos? Oh, por favor ¡Fotografiaba las vistas! En ningún momento lo enfoqué a usted, si se atravesó en mis tomas ese es su problema no el mío.
-         A otro con ese cuento, deme ya la memoria – le dijo amenazante.
-         ¡No voy a darle nada! ¿Qué clase de mente retorcida tiene que piensa que le estaba fotografiando precisamente a usted? ¡Es un arrogante, engreído!

Dicho eso vio como el parpadeaba nuevamente sorprendido y se quedaba como si le hubieran dado una bofetada. Ella no tenía idea de que el hombre que tenía delante era el mismísimo Stefano Troyanos y mucho menos que al parecer lo había fotografiado.

El calor y el cansancio del viaje se habían posado en ella al sentarse a descansar, no se había fijado que era lo que fotografiaba cuando lo hizo sentada, simplemente había oprimido el botón.

-         No sería la primera que lo intenta para luego vender las fotos. – le dijo él secamente.
-         ¿Vender sus fotos? – pregunto y se echó a reír a carcajadas.

El hombre era ciertamente guapísimo pensaba ella, y estaba segura de que más de una mujer habría intentado fotografiarlo a escondidas pero para ¿vender las fotos? ¿A quien? Ella no las vendería, se las quedaría se dijo algo divertida a pesar de la situación. Ese Dios griego tenía el ego demasiado inflado gracias a ser extremadamente guapo y encima tenía delirio de persecución. Aunque pensándolo bien ¿Qué mujer no lo perseguiría?

-         No estoy bromeando señorita – le advirtió.
-         Yo menos, tenga por seguro que no lo fotografié a propósito, no tengo la menor idea de quien es usted y no me interesa averiguarlo. Borraré las fotos si es que sale en alguna ¿contento?
-    ¿Así que no tiene la menor idea de quién soy? – le preguntó entrecerrando sus bellos ojos.
-         ¿Un lunático? – respondió cínicamente Jackie.
-         No le veo la gracia – dijo apretando la mandíbula. – Me temo que no creo que borre las fotos.
-         No va a ponerle un dedo encima a mi cámara.
-         Quizás quiera que le ponga el dedo encima pero a usted – dijo con brillo malicioso en los ojos – Y después estará más dispuesta a cooperar.

Jackie abrió los ojos asombrada.

-         Inténtelo, se defenderme de tipejos como usted.
-         ¡se está pasando de la raya! – Explotó.
-         El que se está pasando es usted. – replicó.
-         No pienso hacerle daño si es que eso pensó. Vi como me miraba ¿Eso es lo que quiere? ¿Un revolcón? ¿Una aventurilla de vacaciones? Seguro que es eso y sólo está armando este show para llamar mi atención y lograr su propósito. Ha de ser una zorra cualquiera.

Jackie no recordaba haber sentido tanta furia en toda su vida. Tomó el vaso que estaba en la mesa y aún conservaba la mitad del refresco con hielos que había bebido y se lo arrojó a la cara disfrutando de ver su rostro pasar de la confusión a la estupefacción cuando ella a continuación apartó la mesa que los separaba violentamente haciendo que la frágil mesa volara a un lado. Nuevamente agarró lo primero que encontró que fue una silla y en un par de segundos se la hubiera arrojado de no haber sido por que alguien se la quitó y la sujetó por detrás. El tipo que la había detenido era corpulento y por lo tanto muy pesado, si lograba hacerlo caer se haría daño pero al menos le daría tiempo para que ella se largara de allí. Era más que claro en esos instantes que eran cómplices esos dos.
Sin más tiempo que perder le dio un fuerte pisotón, el tipo la soltó el tiempo suficiente para clavarle el codo con fuerza en el estomago sacándole el aire a juzgar por el sonido ahogado del hombre, lo empujo y este cayó estrepitosamente sobre una mesa. Otro hombre más bajo y más delgado vestido de ropa oscura y gafas igualmente oscuras lo mismo que el tipo que yacía en el suelo con una mesa encima, intentó sujetarla y logró agarrarle un brazo dejándola en la posición idónea para que ella lograra patearle la cara a pesar de que la tenía detenida por el brazo. En el trayecto de esa patada, el vestido se le levantó casi al completo pero poco le importó. Otro más apareció de la nada después que ella lograra zafarse con esa patada y que el pobre hombre se tocara la cara buscando alguna herida.
Ella no era la mujer maravilla y aunque estaba en plena forma, sentía que el corazón le latía tan rápido que bien podía escupirlo por la boca, le punzaba algo el codo y una rodilla ¡Demonios! Se reprochó ¡Era un desastre! ¿Por qué había reaccionado así? Si tan solo no le hubiera dicho zorra cualquiera…
Esa palabra ella no la soportaba, no podía. Oscar había quedado en el pasado ¿no? Pero él había sido uno de los motivos para aprender a defenderse, ya manejaba mejor su furia cuando alguien quería toquetearla o le decía cosas insultantes por que la miraban como una mujer bella pero objeto sexual y nada más.
¿Por qué no al oír el comentario ofensivo de ese adonis se marchó? Hubiera sido mejor buscar a la policía y dejarlo todo en sus manos. Después de todo ellos querían robarle su cámara. Pero no, ella siempre prefiriendo el camino más desastroso.

No tenía tiempo para perder, el adonis la miraba admirado y divertido y ella le había lanzado una mirada asesina. Un sinfín de mesas y sillas estorbaban su huída. Así que antes que el otro tipo la agarrara y que al parecer se lo estaba pensando, saltó hacia una silla y de ahí a una mesa y de ahí a otra, logrando hacerlo con agilidad, al parecer la adrenalina aun surtía su efecto.
Por fin llegó al final del establecimiento, mientras el mesero y otro más la miraban con la boca abierta, comprobando que no la habían seguido les dedicó una sonrisa deslumbrante y después simplemente echó a correr como si la persiguieran mil demonios.

Ese estallido de furia y descontrol había sido horrible y ella que pensaba que ya tenía superado lo sucedido con Oscar. Solo de recordar su nombre un escalofrío de repulsión recorría su cuerpo y ese recuerdo la hizo volver al presente, al aeropuerto. Enfocó la vista hacia los demás pasajeros que tenían los rostros cansados igual que ella. La lluvia hacía imposible conseguir un taxi que la llevara a un hotel cercano. Se revolvió en el asiento tratando de encontrar una posición cómoda e ignoró las atentas miradas de dos hombres que estaban frente a ella. Seguro querían ligar a juzgar por sus caras, que ni lo pensaran pensó Jacqueline volviendo a recordar el por que no siempre reaccionaba apropiadamente cuando los hombres querían llevársela a la cama.

No tenía problemas con los amables y simpáticos como Héctor su amigo el actor, él era un encanto de hombre.
Pero eso no había bastado para que acabaran juntos en la cama y no por que a él le faltaran ganas. Era peor con aquellos que solo la veían como un objeto sexual una mujer que por su aspecto debía estar lista a satisfacer cualquier capricho o fantasía sexual juzgando solamente en base a su apariencia hermosa.

Oscar la había hecho dura e insensible a los hombres, ella salía y se divertía con los montones de amigos y conocidos que tenía pero de ahí no pasaba, nada de sexo. Nadie había logrado atravesar esas barreras, nadie había logrado atraerla y volverla loca de deseo, nadie. Hasta que conoció al soberbio Stefano y él logró vencer donde todos habían fallado. Esas dos semanas a su lado habían sido la gloria, no habían tenido relaciones, resquicios de sus dudas y temores habían hecho que esas dos semanas se contuviera pero si no hubiera sucedido lo que pasó. Ella habría hecho el amor sin ninguna duda con Stefano. Sus dudas se cumplieron desafortunadamente, pero lo hicieron a tiempo, antes que fuera demasiado tarde. En cierta forma ya era tarde, por que ya lo amaba, pero al menos no le había dado todavía su cuerpo. Hubiera sido mucho peor de ser así, se repetía como un mantra. Pero no podía dejar de pensar como sería estar en sus brazos, hacer el amor con él, explotar de pasión con ese hombre que prometía el paraíso. Casi se volvía loca de pensarlo.
Por primera vez el deseo la había consumido. Oscar había sido un recuerdo malo pero muy lejano. Surgía en esos momentos pero en realidad ya no le afectaba tanto. El recuerdo más doloroso muy a su pesar ahora era Stefano.

-         Tú solo sirves para el placer. Estoy segura que eres una zorra eso eres ¿verdad? ¿Por qué te resistes? Si esto es lo que quieres.

Las crueles palabras de Oscar se colaron en su mente. Se las decía con la mirada llena de deseo perverso, la acosaba cuanto podía, la trataba de tocar todo el tiempo.

-         Solo sirves para saciar los instintos de un hombre, después de eso no sirves para nada. No vales. Un simple objeto de placer eso es lo que eres. Eres una zorra, conmigo te haces la difícil ¿Por qué no me das lo que les das seguramente a otros? – Le preguntaba con crueldad.

Para ser sincera eso lo había dejado atrás en gran parte. Era cierto que había aprendido tantas cosas en su afán de demostrar que podía hacer todo lo que quisiera, que tenía cerebro. Pero eso ya estaba en el pasado. La fotografía era su pasión ahora. Era sumamente respetada en su área. La revista para la que trabajaba la trataba de lo mejor y constantemente recibía ofertas de trabajo de muchos sitios.
Pero se había hecho más precavida y prudente y le había servido con Stefano que al no conseguir lo que quería la había despreciado. Pero ahora tenía una vida tranquila, bueno, no tan tranquila. Viajaba por el mundo y se arriesgaba mucho era cierto, pero así era feliz no necesitaba un hombre en su vida era independiente, autosuficiente ¿verdad? ¿O no? ¿Había cambiado eso Stefano? ¡Maldito Stefano! ¿Cuántas veces lo había maldecido y recordado en lo que iba del día? Y era así con frecuencia. Era como una especie de sombra sobre ella.

Lo de Oscar había sido duro y ya estaba prácticamente superado ¿Cómo era posible que con Stefano no pudiera? Por que a Stefano lo amaste, le dijo una vocecita interior que acalló con presteza. Y a Oscar lo detestabas le dijo la misma voz.

Oscar había sido una dura lección de la vida y le había quitado la felicidad por un tiempo. Ally su amiga inseparable estaba muy lejos, con sus padres en algún rincón del planeta cuando aquello sucedió. Jaquie tenía 16 años,  su padre estaba muy enfermo y su madre se la pasaba en el Hospital con él. Ella se quedaba en casa con el Sr. Laroche y su esposa que trabajaban en casa de sus padres desde que ella tenía memoria, su madre era francesa y los Laroche la querían mucho, al casarse con su padre que era español, los Laroche se habían ido con ella a España.
Oscar era sobrino lejano de su padre y llegó en esa temporada a pasar un tiempo con ellos. Era tres años mayor que ella y desde que la vio se dedicó a lanzarle miradas cargadas de lujuria y a rozarla de manera supuestamente accidental, hasta que un día la acorraló en el pasillo y ella furiosa lo abofeteó, no iba a permitir aquello.

Valiéndose de su encanto fingido y de que sus padres se hallaban más en el Hospital que en casa la situación no había mejorado al pasar los días. No había querido mencionarlo a los Laroche por que pensaba que podía sola con ello y a sus padres menos pues suficientes preocupaciones tenían, ese fue un grave error.

El comportamiento de su primo empezó a rayar en lo obsesivo y llegó a atemorizarla, se sentía acechada, perseguida y sobre todo humillada. Se juró no permitir que la usaran nunca mas, que no permitiría eso nunca más.
Físicamente él no era muy fuerte y ella que entrenaba defensa personal ya en parte por él podía frenar sin problemas sus avances. Todo cambió cuando él empezó a drogarse, eso lo volvía más peligroso y más fuerte.
Casi logró su objetivo de violarla si no hubiera entrado en ese momento el Sr. Laroche a casa ese día. Lo molió a golpes y Oscar salió arrastrándose de la casa  tomado un auto de su padre y salido a toda velocidad. Horas después les informaron que se había matado al caer de un barranco y así había terminado su principal pesadilla.

Eso estaba mas que olvidado pero Troyanos era otra cosa. Ese  primer día en Grecia no sabía que sin querer había fotografiado al magnate Stefano Troyanos uno de los solteros más asediados del planeta con todo lo necesario y más para enloquecer a las mujeres de uno a 90 años, de 3 meses a 90 años se corrigió pues sabía que su sobrinita estaba más que encariñada con el tío Stefano.
¿Qué había pasado? ¿Por qué de pronto él la había tratado con tanto desdén aquella noche en Grecia? ¿Por qué después de dos semanas increíbles? Al menos para ella lo habían sido pero por lo visto no para él. Idiota que es, se dijo sintiéndose enojada nuevamente, un idiota arrogante, engreído, sexy, sensual, un condenado ángel caído ¡Para, para ya! se reprendió a si misma.

Se levantó con la finalidad de poner un alto a sus pensamientos y fue a la atestada cafetería por un sándwich y un café caliente o un chocolate así como lo preparaban en la zona.
No le gustaba que la juzgaran por su apariencia pero a veces tenía sus ventajas. Varios se hicieron a un lado al verla llegar para darle sitio en el mostrador donde nadie hacía fila y todos se agolpaban vociferando y exigiendo sus pedidos. Un joven y agobiado camarero pareció iluminársele el rostro al verla y la atendió inmediatamente provocando las quejas de otras mujeres que estaban cerca. Ella les sonrió entre acosada, apenada y divertida por las miradas y atenciones no pedidas de algunos de los hombres.

-         Yo te invito…
-         Siéntate a mi mesa…

Le decían y ella sonriendo se alejó con su comida. Al llegar a su asiento cayó en la cuenta de que reaccionaba normal a las atenciones que antes la agobiaban o la enfadaban. Sí señor, Oscar era el pasado. Se sintió feliz y la noche no le pareció tan fea, comió con apetito y se sintió observada, sensación que sintió desde que estaba en la cafetería pero era normal, donde quiera había mucha gente. Ya alucinaba se dijo, observó la lluvia caer sobre los cristales de la sala de espera y vio una joven pareja que estaba cerca de ella. La chica llevaba flores en la mano y su mente divagó de nuevo a cuando había recibido flores aquella vez en Grecia…

-         Son para usted – Le decía el hombre de la recepción de su hotel señalándole un inmenso ramo de diversas flores – Acaban de llegar, enseguida lo suben a su habitación, tome la tarjeta. – Y le extendió la pequeña tarjeta que simplemente decía:

Nunca había visto patear así a una mujer, tampoco un par de piernas tan hermosas. Nos veremos pronto. S.T.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo al leer esa nota. Sabía que era de él. El ladrón la había seguido. Hacía dos días que ella había salido corriendo lejos de él. Junto con el temor le vino la satisfacción y el deseo de verlo de nuevo. El sentido común predominó y le dijo al recepcionista:

-         Esto me lo ha enviado un delincuente.
-         ¿Cómo dice? – dijo el hombre con cara de espanto.
-         Le digo que esto me lo ha enviado un delincuente y debo de llamar a la poli…
-         Está usted equivocada señorita – la interrumpió – El hombre que trajo esto es empleado de los Troyanos.
-         ¿Quiénes son esos? – preguntó con desconfianza.
-         ¿No lo sabe? – preguntó con la misma cara de espanto.
-         Si lo supiera ¿le preguntaría? – le dijo cínicamente.
-         No claro que no – se aclaró la garganta – Los Troyanos son una de las familias más conocidas y ricas del mundo señorita – le dijo con pompa.
-         Ajá – se limitó a decirle Jackie. - ¿Cómo está tan seguro que es empleado de los Troyanos el que trajo esto?
-         Por que lo conozco señorita.
-         ¿Tan pequeño es Atenas que  todos se conocen? – le dijo desconfiada.
-         Este Hotel es de la familia Troyanos. El empleado lo conozco por que trabaja aquí y a él se le encomendó traer las flores de parte del Señor Troyanos.
-         ¿Me envió flores un hombre casado? – preguntó ella en voz baja.
-         Claro que no – dijo el recepcionista poniendo los ojos en blanco y haciendo que ella quisiera zarandearlo – Sólo hay un señor Troyanos y es soltero. Stefano Troyanos…

Movió la cabeza para alejar los recuerdos ¿Qué le pasaba? Ese día no había hecho otra cosa que recordar, lo hacía con frecuencia pero casi siempre lograba alejar los pensamientos. La llamada de Allyson había desencadenado todo eso, sabía que sería difícil salir de la casa de Ally sin toparse o ver a Stefano. Tenía dos años que no lo miraba a excepción de lo que se enteraba por la televisión o las revistas. No es que ella buscara saber de él es como si todo lo relacionado con él la buscara a ella.

Se levantó del asiento y caminó de un lado a otro para no quedarse entumecida. Empezaba a bajar la temperatura más aún y ella empezó a sentir algo de frío a pesar de la ropa abrigadora que llevaba. La calefacción brillaba por su ausencia, al parecer habían tenido problemas eléctricos también por la tormenta. Se frotó los brazos para darse calor y enfocó nuevamente la mirada en la lluvia, iba a ser una noche larga, muy larga. Pasados varios minutos ella seguía completamente abstraída en ver las gotas caer sin piedad. El cansancio empezó a hacer mella en ella y sintió que los ojos se le cerraban de agotamiento. Un hombre se le acercó.

-         Hola preciosa ¿hace mucho frío eh? – Le preguntó en inglés.
-         No entiendo lo que dice – le respondió ella en español. Aunque ella dominaba ese idioma no quería tontear con ese hombre.
-         ¿No eres inglesa? – Preguntó de nuevo y tontamente en inglés.

Ella le lanzó una mirada que esperara entendiera como confusa y lo alejara. Pero al parecer el hombre estaba muy a gusto a su lado.
-         Bye. – le dijo ella en inglés y se alejó. Pero el hombre la siguió. Provocando que ella le lanzara una mirada helada.
-         ¡Eh preciosa! Nos podemos entender bien. – Le dijo resuelto.
-         Lo dudo, quiero estar sola. Aléjese por favor – contestó obligándose a hablar en inglés.
-         Pero… - iba a replicar ese insistente hombre cuando un murmullo llamó la atención de ambos. - ¿Qué sucede? – preguntó curioso y ella aprovechó para alejarse. El hombre la vio a tiempo y no se apartó para que ella pasara.
-         Hágase a un lado. – dijo secamente Jackie.

El hombre no contestó por que el murmullo y exclamaciones de los demás pasajeros ocuparon de nuevo su atención. Esta vez Jackie también se sintió intrigada, quizás ya había vuelos disponibles. De pronto sintió algo extraño, como si presintiera algo. Se apartó del hombre y este quedó viendo hacia una pequeña multitud con la boca abierta. Jackie no se molestó en comprobar que lo había puesto así y se alejó con paso rápido a su asiento. No había ninguno de los demás ocupando sus asientos. Todos se congregaban en la pequeña multitud. Ella sacó un libro y decidió ponerse al día en la lectura. Era una interesante novela que no había podido terminar. No tenía idea que podía llamar la atención de todos pero no quiso averiguarlo, el cansancio podía más pero a pesar de ello prefirió leer para no quedarse dormida.

De pronto dio cuenta que los murmullos, las conversaciones, las risitas tontas de las mujeres estaban cerca de ella. Empecinada siguió leyendo. En eso un aroma familiar la envolvió y se le puso la piel de gallina, ese aroma, tan masculino, tan embriagador, tan suyo… No lo había olvidado su mente ¿Sería posible que...? Una enorme figura se puso frente a ella y Jackie tragó saliva, con renuencia, miedo, anticipación y sumamente nerviosa alzó la vista. Se quedó momentáneamente hipnotizada al ver de nuevo de cerca a ese ejemplar sublime del género masculino. ¿Por qué lo miraba más guapo que nunca? Su cerebro empezó entonces por fin a trabajar y le recordó que ella no tenía por que estar cerca de ese hombre, no tenía por que estar siquiera en el mismo País. 

Haciendo acopio de todas sus fuerzas pues se sentía desfallecer y al mismo tiempo más viva que nunca, cerró el libro y le dijo:

-         ¿Ahora vienes con circo incluido?- Dijo haciendo referencia a su equipo de seguridad y a casi toda la gente que estaba en el pequeño aeropuerto y que lo seguía como abejas a la miel. Hombres incluso se sentían impresionados por él y por supuesto sabían de quien se trataba. Las mujeres simplemente estaban en perpetuo shock.  Lo vio esbozar una lenta y sensual sonrisa y ella sintió que se convertía en una masa gelatinosa.


-         Hola Jacqueline – dijo simplemente – Cuanto tiempo…
-         ¿Qué haces aquí?
-         Qué maravillosa coincidencia ¿No crees?
-         ¿Coincidencia? Que te lo crea tu abuelita.
-         No, ella tampoco me creería ¿Has pensado en trabajar para la CIA?
-         ¿Cómo dices? – preguntó confundida.
-         Eres más escurridiza que un gato, difícil de localizar.
-         Lo sé. – dijo Jackie con una falsa sonrisa.
-         Pero al fin nos encontramos…

2 comentarios:

  1. hola, me ha encantado tu novela, ya quiero saber que va a pasar,esos flashbacks que haces son geniales, siento que estoy viendo una peli. muchas gracias por compartir tus creaciones con nosotros.

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    1. Gracias Yocelin, esperaba que los flashbacks no sacaron demasiado del ritmo de la historia pero si que explicaran muchas cosas, gracias por leer.

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