sábado, 16 de marzo de 2013

Un Amor para Recordar III




Stefano Troyanos arrogante, despiadado en los negocios, con un instinto letal y cerebro privilegiado, poseedor de una fortuna inmensa que le bastaría para vivir 10 vidas con el esplendor de un rey y le seguiría sobrando el dinero. ¿Guapo? No. Hermoso sería la palabra adecuada para describirlo con un encanto sobrehumano cuando así lo quería, carismático y protagonista de las fantasías de quien sabe cuantas mujeres. 

Ese era Stefano, hacía lo que quería cuando lo quería y como él quería. Sin importar las consecuencias o los corazones rotos que dejara a su paso. Y ella era uno de esos corazones rotos. Recordó con dolor. El apuesto Stefano se había presentado de la nada en el Hotel aquella vez en Grecia y aún sin verlo ella ya había sentido que algo estaba distinto. Odiaba saber donde estaba él aun sin verlo, era indicativo que lo que ese hombre le hacía sentir no entraba en lo normal.

Después de la esclarecedora conversación con el recepcionista del Hotel, ella había decidido marcharse de allí, había ofendido a un hombre que no tardaría en aparecer para demandarla o algo peor, las flores seguramente eran una especie de regalo de advertencia así como indicativo de que él ya sabía quien era ella y eso fue lo que intentó, pidió la cuenta y que subieran por sus maletas, pero pasaron los minutos y nadie iba por ellas. Cuando enojada arrastró las maletas a la puerta de su suite esta se abrió de improviso y ella ocupada en su tarea no alzó el rostro, solo se limitó a hablar enfadada al botones ignorando la advertencia que le dio su cuerpo.

-         Ya era tiempo de que apareciera ¿no le parece?
-         Opino exactamente lo mismo – le dijo una voz masculina y profunda que le provocó escalofríos – Pero he estado demasiado ocupado.

Jackie soltó las maletas y lentamente se incorporó a observarlo. Lanzó una mirada calculadora hacia la puerta y él advirtiendo eso sonrió divertido y la cerró suavemente para apoyarse después indolentemente sobre la puerta.

-         ¿Planeando otro escape fantástico?
-         Algo así – admitió ella
-         Lamento estropearlo.
-         Me quedan las ventanas como opción.
-         No es buena idea. Estamos en el piso 12.
-         Siempre hay cornisas y balcones – dijo resuelta intentando que su presencia no la dejara tartamuda.
-         Es cierto. – concordó él frunciendo el ceño – Y no dudo que lo harías.

Jackie retrocedió lentamente hacia el balcón sin darle la espalda.

-         ¡Santo cielo! No lo harás ¿verdad? – le preguntó incrédulo. Y ella se limitó a sonreír traviesamente para ocultar su nerviosismo.
-         Déjame salir por la puerta y todo esto será innecesario.
-         No vengo a hacerte daño. – le dijo dejando claro que no se iría.
-         Eso yo no lo sé ¿Qué quiere un hombre como tú de una mujer como yo?
Deseó no haber preguntado pues él le lanzó una mirada evaluadora y abiertamente interesada rematándola con una sonrisa de lobo.
-         Todo. Un hombre como yo quiere todo de una mujer como tú.
El recuerdo de esas palabras la trajo a la realidad nuevamente. El equipo de seguridad había dispersado a las personas y ella notó que la observaban con curiosidad.
Reconoció dos caras y casi enrojece pues eran los que ella había derribado en Grecia cuando creía que querían quitarle la cámara. Por ser mujer la habían tratado de inmovilizar no de derribar o lastimar y esa había sido su ventaja al momento de mandarlos al suelo pues eran enormes.

-         No tengo intención de estar en el mismo sitio que tú – espetó Jaquie poniéndose de pie y volviendo al presente sin haberse ido realmente. Stefano la observó con calma logrando que ella casi gritara de frustración.
-         ¿Vienes de una lucha en lodo? – preguntó burlón.
-         Algo así y créeme es mucho mas divertido e interesante que el volver a verte.
-         ¿Sí? - Preguntó con su arrogancia natural, dando a entender que no le creía nada.
-         ¿Qué es lo que quieres? – le espetó.
-         Tenemos que hablar – dijo sin más.
-         ¿Acerca de qué? ¿Del clima? ¿De la bolsa de valores? No tenemos nada, absolutamente nada de que hablar – dijo recogiendo sus cosas y dirigiéndose hacia una de las puertas de salida de la sala, inmediatamente le bloquearon el paso dos guardaespaldas obedeciendo una señal en silencio que había hecho él. – Diles que se aparten – dijo Jackie con voz glacial.
-         No lo harán – le respondió él tranquilamente.
-         Diles que se hagan a un lado – repitió ella con la misma voz glacial y haciendo que de sus ojos salieran destellos de furia.
-         Créeme no lo harán. – dijo Stefano acercándose a ella – puedes intentar lo que quieras, esta vez no te irás.
-         ¿Qué te hace pensar que no voy a intentar lo que sea para salir de esta absurda situación? – le dijo volteándose para quedar cara a cara.
-         Haz lo que desees  pero saldrás de aquí conmigo te guste o no.
-         Estás pasando por alto lo que yo deseo y es que no tengo la menor intención de permanecer un minuto más aquí.
-         Lo lamento. – dijo sin asomo de en verdad lamentarlo – pero tenemos cosas  pendientes.
-         ¿Tenemos? No hables en plural. Dejaste todo muy claro aquella noche ¿verdad? Y en realidad te lo agradezco, no se que hubiera sido de mi de haber seguido al lado de un ser tan insensible como tú.
-         Esta conversación no tiene por que ser en público- le dijo Stefano en voz baja y controlada.
-         No estoy acostumbrada a que me digan lo que tengo que hacer. Me largo de aquí y juro que si no apartas a tus guaruras haré tal escándalo que te arrepentirás el resto de tu vida.
-         Haz todo el escándalo que quieras.
-         ¿No le importa al magnate Troyanos verse en medio de un escándalo? Con lo que tú los odias. – Al no ver reacción alguna en él  se preparó para salir pero la detuvieron las palabras que le soltó.
-         A mí no me importa siempre y cuando me salga con la mía pero, ¿tienes idea de las repercusiones y consecuencias para ti? ¿Qué diría tu jefe en la revista para la cual trabajas si sabe que su fotógrafa arma semejante escándalo y de paso ofende a un Troyanos?
-         No lo harías… - le dijo entendiendo sus palabras a la perfección.
-         ¿No haría que? ¿hacer que te despidieran? Por supuesto que lo haría – le dijo sonriendo cruelmente - ¿Vienes conmigo? – preguntó señalando la puerta de salida.
-         Prefiero el maldito infierno.
-         ¿Quieres que te ponga sobre mi hombro y te saque de aquí?
-         ¿Te atreverías a manchar tu traje? – preguntó enfurecida y burlona.
-         Claro que sí, tengo muchos – contestó igualmente burlón.
-         ¿Aunque también implique que me defenderé con todo y te lleves por lo menos un buen golpe?
-         Nena te puedo asegurar que no lograrás descargar tu furia conmigo, al menos no aquí y no ahora. ¿Vienes por la buena o por la mala? – le dijo acentuando su pregunta con una mirada penetrante.
-         Maldito seas- le dijo caminando aprisa hacia la puerta. En un segundo él estuvo a su lado y los rodearon los guardaespaldas haciendo que ella quisiera ponerse a gritar y a lanzar golpes. Varias enormes y largas filas imposibilitan transitar con facilidad y ella aprovechó cuando se internaron entre la gente, los guaruras se concentraron en él y por un segundo la descuidaron logrando que se internara entre el gentío y corriera hacia la salida.

¡Maldición! Gruñó Stefano en cuanto vio una trenza color caramelo moverse veloz y alejarse a toda velocidad. Se maldijo por no haberla sacado de allí como le había prometido si no se iba con él a las buenas. La indecisión de su equipo de seguridad entre seguirla y dejarlo a él sin protección les había quitado tiempo, aunque él no reparó en eso de momento por que ya se movía con celeridad hacia Jackie. La gente era mucha y él la perdió de vista.

Jackie se deslizó entre la gente agradeciendo solo llevar una pequeña mochila donde llevaba todo lo indispensable para salir de allí, se permitió voltear a ver y vio a los gorilas de Stefano moviéndose con rapidez en su afán de encontrarla pero aun estaban lejos y no la habían visto, no vio a Stefano y sonrió sintiendo que su escape estaba cerca. Afuera llovía a cántaros todavía y hacía mucho frío, no se detuvo a dudarlo y salió. La lluvia la recibió con fuertes ráfagas en el rostro dejándoselo helado, se apretó la gabardina al cuerpo y corrió sobre la acera sintiendo con cada paso que se empapaba toda a pesar de la gabardina que al parecer no estaba hecha para la lluvia. Avanzó dos calles en la oscuridad de la noche y justo cuando empezaba a pensar que se había librado de Stefano, una enorme camioneta negra se puso frente a ella paralizándola con sus potentes faros, otra camioneta igual de grande se puso atrás de ella dejándola atrapada en la calle.

¿Podré saltar por encima? Se preguntaba Jackie pero la duda la detuvo el tiempo suficiente para que con una rapidez envidiable de pronto tuviera una figura sumamente familiar atrás de ella que sin más se la echó al hombro provocando que ella empezara a patalear y a golpearlo.

-         Suéltame ¡Maldito seas!
-         Cálmate.
-         ¿Qué me calme? – decía jadeando mientras chorros de agua le escurrían por el rostro y trataba inútilmente de que la soltara pero era pelear contra una pared de granito.
De pronto se vio en el asiento de cuero de la parte de atrás de la camioneta donde la depositó Stefano con poco cuidado y acto seguido entró él. Un clic indicando que las puertas se cerraban la llenó de desesperación.

-         Esto es un secuestro – dijo furiosa y empezando a temblar a causa del frío.

Dedicándole una mirada a todas luces impaciente y con tintes de algo más peligroso Stefano se quitó su chaqueta y se la pasó por los hombros sin decirle palabra, ella hubiese querido aventársela al rostro pero el frío que sentía no se lo permitió y a regañadientes se quedó envuelta en esa condenada chaqueta que olía delicioso por que olía a él. Stefano le habló en griego a su chofer y enseguida circulaban por las calles de esa antigua ciudad colonial con destino al hotel en el que se hospedaba, a juzgar por la orden que le dio al chofer que ella había entendido a la perfección y que su cuerpo registró con más temblores.

-   ¿Cuántas veces te han dicho que estás absolutamente loca? – Le preguntó de pronto Stefano.
-         ¿Y a mi me dices loca? ¡Tú eres el que me ha secuestrado! ¡El que me tiene aquí en contra de mi voluntad!
-         Eso es por que eres testaruda, terca y empecinada.
-         Y seguro soy la única así en este vehículo. – replicó ella.
-         Dije que teníamos que hablar.
-         Y yo dije que no quería.
-         Pero yo sí.
-         Y todo debe hacerse como tú quieras y ordenes ¿verdad? Pues conmigo te equivocaste. No tengo madera de esclava y menos de estúpida.
-         Lo dice quien salió corriendo como loca a la lluvia helada que cae sin detenerse esta noche, estamos casi bajo cero por si no te habías dado cuenta – la observó y se dio cuenta de que aún temblaba de frío así que añadió burlón – Bueno, creo que ya te diste cuenta - Por toda respuesta recibió una mirada asesina.
-         Te demandaré – le dijo de pronto.
-         Puedes intentarlo ¿sabes? Será divertido.
-         Ya lo creo que si. Cuando toda la prensa se entere que secuestraste a una mujer en contra de su voluntad. Serás noticia por mucho tiempo.
-         Siempre soy noticia – la corrigió – Y nadie creerá que te secuestré, en todo caso creerán que fue al revés.
-         ¡Cómo te atreves! – Explotó.
-         No seas dramática…
-         Me vas a pagar todo esto, te lo juro.
-         No jures en vano.
-         Nunca lo he hecho.
-         Que miedo.
-         Lo lamentarás, lo prometo.

Por toda respuesta recibió una mirada cargada de burla de Stefano que la enfureció aún más. Justo en ese momento llegaron a un Hotel de fachada colonial y antigua y las fuertes manos de Stefano la sacaron casi a rastras de la camioneta.

-         Más vale que te comportes. – Le dijo serio.
-         No me toques. – le dijo intentando liberarse de sus brazos.
-         No hagas un drama o si no…
-         ¿O si no que…?
-         Te llevaré adentro de la misma manera en que te subí a la camioneta. Tú decides.
-         Hazlo, todo mundo se dará cuenta de que me traes a la fuerza.
-         No estoy jugando.
-         ¿Qué esperas? Haz lo que dices – le retó pensando que no se atrevería a hacerlo en un sitio público.
-         No digas que no te lo advertí.
-         Mucho ruido y pocas nueces…

No pudo seguir diciendo más por que nuevamente se vio levantada por los aires por Stefano, la sensación era una mezcla de furia, placer y de impotencia por verse en una situación no deseada con un hombre que le provocaba sentimientos contradictorios. Se vio de nuevo sobre el hombro de Stefano quien con agilidad como si se tratara de un costal de plumas la había levantado y para su terror vio que él entraba en el lobby del Hotel sin reparo alguno. Comenzó a moverse intentando bajar y solo logró que él la apretara con más fuerza a su cuerpo. Al menos su traje quedó hecho un desastre pensó al ver el resultado de la lluvia en el.

-         Voy a gritar.
-         Ya hubieras empezado a hacerlo. Por mí no hay problema.

No había gente en el Hotel. Seguro dormían calientitos y tranquilos en sus camas, pensó con añoranza Jackie deseando estar en su lugar y viendo que el gritar no remediaría nada tomando en cuenta que los pocos empleados que andaban por allí se limitaban a ignorar la situación como si fuera de lo más normal.

-         ¿Es uno de tus malditos Hoteles? – preguntó desde las alturas.
-         Sí. Compra reciente ¿no te parece encantador?
-         Lo que me parece encantador es que tus empleados hagan todo lo que quiere su jefe aunque eso signifique estar en contra de la ley.
-         Saben que no voy a asesinarte ni nada parecido.
-         ¡Que consuelo para sus conciencias y para la tuya! ¿podrías bajarme de una vez?
-         Solo si me prometes que no harás alguna tontería.
-         ¿Desde cuando es tontería querer estar a mil kilómetros de ti?
-         Bueno, tú lo quisiste – dijo dirigiéndose al pequeño elevador al que subió con ella al hombro aún y dejando atrás a su equipo de seguridad pues el elevador era muy pequeño.
-         ¿A dónde rayos me llevas? – gritó.
-         ¿Desde cuando maldices tanto?
-         ¿Qué demonios te importa? – Volvió a gritar al verse bajada bruscamente y depositada en el suelo.
-         No te va ese vocabulario – le dijo poniéndola frente a él.
Jackie iba a replicar que le importaba un rábano lo que él considerara bueno para ella, cuando un dedo de Stefano se deslizó por sus labios mandándole señales confusas a sus piernas por que la amenazaron con dejar de sostenerla.

-         Tus labios no tienen color, casi están azules – le dijo preocupado.
-         Es tu culpa.
-         Yo no te dije que salieras corriendo a la lluvia helada.
-         ¡Me obligaste a ello!
-         ¡Basta! Tenemos que hablar pero después de que te quites esa ropa.
-         ¿Cómo? – casi graznó Jackie.
-         Estás toda mojada debes quitarte esa ropa empapada.

En eso él tenía razón, la situación la estaba afectando se sentía con el frío calándole los huesos y algo débil. Miró anhelante la enorme chimenea que dominaba la estancia donde crepitaban troncos de madera, cómodos muebles antiguos estaban colocados estratégicamente por todo el lugar y pesadas puertas de madera labradas detalladamente daban paso a las habitaciones. En otras circunstancias habría apreciado el contorno pero entrar por una de esas puertas con ese hombre no era algo que ella quisiera hacer precisamente.

-         Voy a pensar que no te mueves por que ya te gustó que te traiga en brazos. – le dijo mordaz.
-         No me llevaste en brazos precisamente, me trataste como a un costal de papas.
-         No pesabas tanto ¿Insistes en discutir? Pareces un pitufo, estás casi toda azul.
-         Yo…creo que si necesito ese baño caliente… solo por eso es que… - tartamudeaba a causa de la pérdida de calor de su cuerpo y ese momento aprovechó él para meterla en la habitación.

Sin más se vio de pronto en el baño con las manos de Stefano a toda velocidad quitándole la ropa, la bañera se llenaba ya de humeante agua caliente y de pronto fue consciente de esas manos encima de ella. La sensación era demasiado agradable para pasarla por alto, pero en cuanto vio que volaba su gabardina, su suéter, sus botas y calcetas y esas enormes manos se dirigían a la camiseta que traía abajo sintió que todo se le podía ir de las manos y lo detuvo.

-         Puedo yo sola, gracias. – dijo entrecortadamente pero no por el frío.
-         No tengo problema en ayudarte – dijo él con brillo en la mirada.
-         Lo haré yo.  – trató de poner firmeza en su voz.
-         Como quieras. – le respondió sin bajar las manos que tenía sobre sus hombros y teniéndolas muy cerca de sus senos rozándolos y  provocándole escalofríos que la pusieron a temblar.
-         Me voy a helar – dijo temblorosa haciendo que él por fin bajara las manos y saliera de allí no sin antes amenazarla.
-         Si no te metes inmediatamente allí – dijo señalando la bañera - lo haré yo.

Jackie no necesito de más para entrar. Una vez que vio que cerró la puerta con un suspiro se sumergió en el agua que estaba casi demasiado caliente, cosa que agradeció.

Puso sales aromáticas y gel de baño con un sutil aroma a vainilla que se parecía al que ella usaba. Su cuerpo empezó a tomar calor y ella se sintió deliciosamente bien se sumergió por completo con mas suspiros de agradecimiento.

Stefano podría haberla encontrado antes, pero sus múltiples y variadas ocupaciones, la habilidad para desaparecer de Jackie y claro, si se contaba también su propio orgullo en la ecuación, todo eso había hecho que no la hubiera encontrado tan pronto. Hacía poco más de un año que Allyson le había dicho que Jackie estaba por casarse, el instinto territorial y el sentido de posesión lo habían impulsado a buscarla a pesar de que se había prometido no saber nada más de ella. Durante mucho tiempo había logrado mantener a raya sus pensamientos respecto a Jackie, pero la noticia de Ally había desatado todo lo que tanto trabajo le había costado meter en un rincón de sus pensamientos.
Ella no se merecía nada de él, como nunca en su vida se había abstenido y contenido con una mujer por que pensaba que ella era diferente. Pero había pagado a todo eso siendo una mentirosa, acostándose con otro mientras salía con él, mientras lo besaba a él, mientras él se consumía de deseo por ella. Pero que tonto había sido. Ahora quería explicaciones ¿Por qué lo había hecho? Después de tan amarga y pública despedida y después de todo ese tiempo quería saberlo aunque prácticamente había jurado no dirigirle siquiera la palabra. Una extraña necesidad interior lo impulsaba y obligaba después de todo ese tiempo a querer saberlo y no es que antes no hubiese querido, pero simple y llanamente se había negado.

Ella aun no se había casado pero eso no significaba que no fuera a hacerlo, los celos aparecieron nuevamente y odió ese sentimiento, pero lo sentía cada vez que se acordaba de ella y él jamás había celado a una mujer. Estaba en la posición perfecta en ese momento, la tenía donde quería y muy pronto la tendría en su cama por que ahora podía probar lo que se le había negado ¿verdad? Para que ahondar más en lo que ella le hacía sentir, mejor disfrutar de esa furiosa atracción y ese maldito deseo que aun lo devoraba por ella. Quizás después podría saber por que ella le había engañado y luego cada quien por su lado logrando finalmente sacársela de la mente.  Sí, era todo muy sencillo ¿o no?

Poniéndose una toalla en su cabeza con la que se recogió el cabello, Jackie agradeció que hubiera un albornoz y se lo puso después de secarse a conciencia.
Registró entre las escasas pertenencias que traía en la mochila que había quedado en el suelo del baño y frustrada se dijo que esta vez si se había pasado al no tener más que dos mudadas de ropa y la única que era para el frío yacía completamente mojada. Con lo único que contaba era con una camiseta blanca y un par de pantalones viejitos de su pijama, eran rosa pálido y con estampado de florecillas silvestres y que ahora empezaba a sentir que eran un tanto ridículos.
Pero ¿Por qué diantre se preocupaba por la ropa? Si prácticamente la habían secuestrado y ella ¿se preocupaba más por la ropa que por estar allí en contra de su voluntad? Era el efecto Stefano definitivamente ¿Serviría de algo llamar a la policía? Si es que pudiera hacerlo. Ese demonio de hombre estaba allí fuera y según él quería hablar ¿De que? ¿Para que? No entendía nada. La última vez que se habían visto había sido un desastre total. Él había dejado claro que no quería nada con ella y ella había dejado salir su carácter en todo su esplendor. Sí, había sido un desastre total.
Se sentó en un taburete que formaba parte de la decoración del baño y con pesar recordó su penúltimo día en Grecia esa vez, penúltimo por que al día siguiente tanto ella como Ally se habían marchado.

A partir de esa frase dicha por él en el Hotel cuando estaban en Grecia su vida cambió, aunque en realidad ese cambio había empezado cuando ella lo confundió con un ladrón.

Con su acento seductor le había puesto la piel de gallina al decirle aquellas palabras:
-         Todo. Un hombre como yo quiere todo de una mujer como tú.

La había convencido de no salir por la ventana, hecho realmente infantil viéndolo desde otra perspectiva pero ella no sabía que esperar. Habían acabado cenando juntos y riendo por lo sucedido, a partir de ahí Stefano le había enseñado la Grecia que no cualquiera conocía y simple y sencillamente se había enamorado de él. La precaución respecto a los hombres la habría echado al viento por él de no ser por que siempre algo parecía interrumpir el momento justo cuando la pasión los dominaba. Estaba el hecho irrefutable de que se habían deseado con locura y casi desesperación pero las cosas no se habían dado y no había probado lo que era estar con ese hombre. Seguro era genial en la cama, más que seguro si se tomaban en cuenta las historias que contaban con embeleso muchas mujeres bellas que habían disfrutado en sus brazos. Un escalofrío que no tenía que ver con el frío le recorrió de nuevo el cuerpo, pero justo a tiempo su memoria le recordó lo peligroso de dejarse llevar por la tentación.

-         ¡Te extrañé! – Decía Allyson al encontrarse por fin en Grecia aquella última vez en aquel viaje hecho por ambas. – Tienes mucho que contarme ¿no es así?
-         Bueno, más o menos – había dicho Jackie sonriente al abrazarla en el aeropuerto.

Un día antes había recibido una invitación de Stefano para una cena de gala que tenía la finalidad de promover la cultura y las artes griegas, la cual reuniría a lo mejor de la alta sociedad de Grecia y también de Europa, ese mismo día había pedido la cambiaran de habitación por que había notado que sus cosas no estaban tal como ella las había dejado al salir, lo reportó a la recepción y después de asegurarle que no había entrado nadie y viendo que a ella no le faltaba nada se había tenido que conformar con un cambio de habitación. El día que llegó Ally se fueron de compras para esa cena en la cual los mejores conservadores y coleccionistas de arte se presentarían sin faltar por supuesto muchas personas de la jet set. Así que se había comprado un hermoso vestido azul en forma de túnica griega, le había costado bastante caro pero ella solo pensaba en verse espléndida para Stefano esa noche. Había contado a Ally que salía con un guapísimo griego cosa que había sorprendido a su amiga pues sabía que ella no era de las que se entusiasmaban por un hombre. Ally al enterarse que se trataba de Stefano Troyanos casi le da el síncope.

-         ¡Pero si dicen que es un mujeriego!
-         Lo sé – había dicho tranquila.
-         ¡Dios! ¿Y así estás tan tranquila?
-         No estamos comprometidos ni vamos a casarnos o algo por el estilo – dijo tratando de demostrar indiferencia.
-         ¿Es una aventura? – Preguntó Ally con la boca abierta – Tú y el…ya…
-         ¿Ya que? – respondió Jackie empezando a divertirse.
-         Muy graciosa. Sabes a lo que me refiero.
-         No. Tranquila. Aun no, al menos.
-         ¿Quién eres? ¿Qué hiciste con mi mejor amiga?
-         El hombre me encanta – dijo omitiendo que era algo más que encanto lo que sentía por él – sabes que yo no me he sentido así con nadie.
-         Lo sé, por eso todo esto me resulta extraño. Aunque el hombre ciertamente está para comérselo.
-         ¿Verdad que si? – dijo Jackie y rieron ruidosamente.
-         Hombres así de guapos muy pero muy pocos ¿tiene hermanos? – Bromeó Ally.
-         Me temo que no, solo una hermana – aunque eso no lo sabía por boca de él. – Pero tiene un primo muy guapo según sé, no sé el nombre pero igualmente parece un ángel caído de acuerdo con la amplia información que me brindó una camarera del Hotel.
-         Así que un primo ¿eh? – Y volvieron a reír.

Máximo era ese primo, el cual ahora se encontraba felizmente casado con Allyson. La vida tiene caminos extraños se decía Jackie mirándose al espejo mientras peinaba su pelo y usaba el secador. Esa fatídica noche ella se había esmerado en su arreglo personal, sus ojos destacaban luminosos y por primera vez no le había importado verse bella. El vestido le sentaba de maravilla y Ally igualmente hermosa vestida de verde oscuro la alabó contenta.
Al llegar hicieron voltear las cabezas de gran parte de los presentes, algunas mujeres les lanzaron miradas asesinas y ellas contuvieron el deseo de echarse a reír. Jackie inmediatamente encontró a Stefano con la mirada, habían quedado de verse allí mismo aunque le extrañó el hecho de que en todo el día no le hubiese llamado. Él estaba de espaldas a ellas, contenta le señaló a Ally a Stefano con un gesto,  y se dirigió hacia allá deseosa por presentarlos. Antes de llegar a donde se encontraba él una mujer con apariencia de haber bajado en ese instante de una pasarela y vestida casi escandalosamente con un revelador vestido de noche color dorado de abundante melena cobriza se acercaba a Stefano, lo tomaba del brazo con posesividad, se ponía de puntas y le besaba en el cuello. Una ráfaga helada de pura incredulidad la detuvo en seco. La otra mujer pareció advertir su presencia y susurró algo al oído de Stefano haciendo que este, aún del brazo de la mujer se diera la vuelta para observarla al tiempo que alzaba la ceja en un gesto horrible de desdén. Su fuerte carácter la sacó del trance y con paso firme y controlado se acercó a ambos.

-         Buenas noches Stefano – le dijo fríamente.
-         ¿Quién es ella querido? – Preguntó con voz venenosa la otra mujer.
-         Tan solo una mujer ¿no lo ves? – dijo burlón, haciendo que la rabia de Jackie emergiera en su totalidad.
-         Dile que se vaya o yo misma la saco. Tú decide. – dijo Jackie con asombrosa calma en la voz.
-         ¿Qué? – gimió la mujer contrariada.
-         Déjanos un momento Aymé por favor – pidió Stefano con mirada relampagueante. Aymé no necesito de más para marcharse.
-         ¿Puedes explicarme este jueguito tuyo? – preguntó furiosa Jackie.
-         ¿Juego? Me he aburrido, tan solo es eso.
-         ¿Qué te has aburrido? ¿Podrías ser más específico?
-         Todo tiene su tiempo y el tuyo ya fue preciosa.  Eso es todo. Ahora, si me disculpas, Aymé me espera.
-         Por supuesto. – dijo Jackie sintiendo que iba a explotar. – Pero antes…

Antes de que Stefano se diera cuenta tenía estampada la mano de Jackie en el rostro. Ella imprimió toda la fuerza que pudo y logró volverle el rostro a un lado. El silencio fue sepulcral. Todos miraban horrorizados la escena.

-         Puedes irte…Querido…- Le dijo y en ese momento sintió la mano de Ally sobre la suya y después estaban dentro de un taxi, no sabía ni como había llegado allí. Escuchaba como en la distancia la retahíla de maldiciones de Allyson, sintió la cara mojada y fue hasta entonces que se dio cuenta que estaba llorando.

Nuevamente el reflejo del espejo le devolvió una imagen que no quería que fuese la suya. Sus ojos estaban llenos de lágrimas aún sin derramar y con coraje las limpió aunque aun no habían salido. El hombre que la había tratado con tanto desdén e indiferencia estaba detrás de esa puerta y todo el coraje de antaño resurgió, con decisión abrió la puerta.
Al parecer él también se había duchado, se dio cuenta que la suite en la que estaban contaba con dos cuartos de baño. Estaba vestido únicamente con un albornoz y eso la detuvo paralizada, el coraje casi se esfumó y se quedó absorta contemplándolo mientras él, distraído hablaba por el teléfono móvil en lo que parecía ser… ¿alemán? ¿Qué importaba, mientras ella pudiera seguir disfrutando de la vista? Sus fuertes piernas se dejaban ver aunque no en su totalidad y ella casi gimió frustrada por ese motivo, su cuerpo era una verdadera obra de arte se dijo aun atontada y justo cuando presintió que él iba a dar por concluida la llamada, se obligó a moverse de su sitio y avanzar haciendo como que ordenaba su mochila que llevaba sus escasas pertenencias. Lamentó de nuevo no tener ropa, tenía dos maletas repletas de lo que toda mujer necesita en casa de Mabel la abuela de Allyson pero eso estaba hasta la capital del País. Al trabajar solo llevaba lo necesario y esta vez lamentaba eso ¿otra vez pensando estupideces? Se reprendió furiosa. Levantó la vista y se topó con esa mirada que siempre lograba hacerle latir el corazón a mil por hora, esa condenada mirada plateada que la había hecho elevarse al cielo para luego estrellarla con fuerza en el suelo.

¿Por qué tenía que estar tan guapa a pesar de las fachas que llevaba? Llena de lodo la deseaba, empapada  y calada hasta los huesos la deseaba, vestida con una sencilla camiseta y unos pantalones ¿rosa? O algo parecido por que se veían desgastados se le antojaba y le parecía la mujer más deseable del planeta. Eso tenía que cambiar se dijo Stefano o se volvería loco y primero muerto a enloquecerse por una mujer como Jackie. Ella lo miraba con rabia en la mirada, pero había un brillo que él no se atrevía a querer descifrar, al menos no todavía. Ese sedoso cabello color caramelo oscuro caía con suavidad sobre sus hombros, estaba más largo advirtió, le llegaba a media espalda. Su cara limpia de maquillaje y de barro estaba un poco pálida pero se veía hermosa, esos jugosos labios ya tenían otra vez el color de las fresas maduras y esos ojos del color del chocolate e igualmente tentadores lo seguían observando desafiantes y él se excitó de inmediato. Y eso que aún no observaba su cuerpo con detenimiento ¿llevaría ropa interior? Se preguntó, esperando que no, para poder disfrutar cuanto antes de ella.
Aunque en este caso, la espera podía prolongarse un poco más. Quería que ella reconociera quien era el que la llevaría a las más altas cotas de placer.
Que lo mirara a él, que le suplicara más a él. Sus pechos se adivinaban bajo la sencilla camiseta y con fastidio vio que estos no estaban libres, su esbelta cintura se alcanzaba a ver un poco pues los pantalones estaban algo bajos, sus redondeadas caderas y toda la exquisitez de su cuerpo le hicieron pensar que la habían moldeado exclusivamente para él.

-      ¿Has terminado? – escuchó su suave voz cargada de cinismo y eso extrañamente lo excitó más.
-         ¿De hablar por teléfono?
-         De tu inspección. Estoy reluciente de limpia.
-         No sé… Tendré que comprobarlo, no quiero que dejes manchas por todos lados.
-         Tú no me pones un dedo encima. Necesito ropa limpia, no puedo salir en pijama.
-         ¿Eso es un pijama? – Preguntó divertido y algo confuso - Pero no te preocupes por que de todas formas tú no sales a ninguna parte.
-         ¿Insistes en esta tontería? ¿Qué pretendes? ¿Qué me quede aquí, así sin más?

De preferencia en mi cama y debajo de mí pensó Stefano y esbozó una sensual sonrisa.

-         ¿Dónde está mi ropa? – Insistió Jackie.
-         En la lavandería. Estará seca para mañana.
-         ¡Mañana!
-         ¿Por qué viajas con tan poca ropa?
-         Solo lo hago cuando se trata de viajes de trabajo. Estoy segura que pueden entregarme mi ropa antes de que sea el día de mañana.
-         No si yo digo que no.
-         Acabemos con esto de una vez.
-         Me parece bien.
-         ¿Qué es lo que quieres?
-         ¿Quieres sentarte primero? – le dijo señalando un cómodo sofá.
-         Ya que no hay más opciones para salir de aquí. – Y renuente se sentó a una considerable distancia de él
-         ¿Vino? – Ofreció él mostrándole una copa.
-         No lo creo.
-         ¿Temes perder la cabeza? – Dijo burlón.
-         No. Dame una copa.
-         Blanco ¿verdad?
-         Sí.
-         Lo recuerdo. Entre otras cosas…
-         ¡Bien por ti! – Bufó cínica. - ¿Podrías decirme de una buena vez por todas por que has hecho todo esto?
-         Así como también recuerdo esa bofetada que me diste – continuó él.
-         ¡Te la merecías!
-         ¿Ah si? Y podrías decirme ¿Por qué?
-         ¿Qué por que te la merecías? – Exclamó Jackie levantándose del sofá – ¡Habrase visto tanto cinismo! Me invitas esa noche y luego te apareces con otra, me tratas como lo peor que puede existir en este planeta después de que… de que… - Se quedó callada no queriendo meterse en terreno peligroso.
-         ¿De que…?
-         ¡De que me invitaste tú! – Dijo por fin.
-         No ibas a decir eso. – atacó él dándole una copa.
-         ¿Y que se supone que iba a decir? – Preguntó con rabia Jaquie aceptando la copa que le ofrecía.
-         Ibas a decir que después de haber estado en mis brazos, creíste que nadie más ocuparía ese lugar ¿eso ibas a decir no? – dijo con crueldad.

A Jackie se le paralizó el corazón y se sintió nuevamente como aquella noche, pero no era la misma, ya no, se recordó.

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