Stefano
Troyanos arrogante, despiadado en los negocios, con un instinto letal y cerebro
privilegiado, poseedor de una fortuna inmensa que le bastaría para vivir 10
vidas con el esplendor de un rey y le seguiría sobrando el dinero. ¿Guapo? No.
Hermoso sería la palabra adecuada para describirlo con un encanto sobrehumano
cuando así lo quería, carismático y protagonista de las fantasías de quien sabe
cuantas mujeres.
Ese era Stefano, hacía lo que quería cuando lo quería y como
él quería. Sin importar las consecuencias o los corazones rotos que dejara a su
paso. Y ella era uno de esos corazones rotos. Recordó con dolor. El apuesto
Stefano se había presentado de la nada en el Hotel aquella vez en Grecia y aún
sin verlo ella ya había sentido que algo estaba distinto. Odiaba saber donde
estaba él aun sin verlo, era indicativo que lo que ese hombre le hacía sentir
no entraba en lo normal.
Después
de la esclarecedora conversación con el recepcionista del Hotel, ella había
decidido marcharse de allí, había ofendido a un hombre que no tardaría en
aparecer para demandarla o algo peor, las flores seguramente eran una especie
de regalo de advertencia así como indicativo de que él ya sabía quien era ella
y eso fue lo que intentó, pidió la cuenta y que subieran por sus maletas, pero
pasaron los minutos y nadie iba por ellas. Cuando enojada arrastró las maletas
a la puerta de su suite esta se abrió de improviso y ella ocupada en su tarea
no alzó el rostro, solo se limitó a hablar enfadada al botones ignorando la
advertencia que le dio su cuerpo.
-
Ya era tiempo de
que apareciera ¿no le parece?
-
Opino
exactamente lo mismo – le dijo una voz masculina y profunda que le provocó
escalofríos – Pero he estado demasiado ocupado.
Jackie
soltó las maletas y lentamente se incorporó a observarlo. Lanzó una mirada
calculadora hacia la puerta y él advirtiendo eso sonrió divertido y la cerró
suavemente para apoyarse después indolentemente sobre la puerta.
-
¿Planeando otro
escape fantástico?
-
Algo así –
admitió ella
-
Lamento
estropearlo.
-
Me quedan las
ventanas como opción.
-
No es buena
idea. Estamos en el piso 12.
-
Siempre hay
cornisas y balcones – dijo resuelta intentando que su presencia no la dejara
tartamuda.
-
Es cierto. –
concordó él frunciendo el ceño – Y no dudo que lo harías.
Jackie
retrocedió lentamente hacia el balcón sin darle la espalda.
-
¡Santo cielo! No
lo harás ¿verdad? – le preguntó incrédulo. Y ella se limitó a sonreír
traviesamente para ocultar su nerviosismo.
-
Déjame salir por
la puerta y todo esto será innecesario.
-
No vengo a
hacerte daño. – le dijo dejando claro que no se iría.
-
Eso yo no lo sé
¿Qué quiere un hombre como tú de una mujer como yo?
Deseó
no haber preguntado pues él le lanzó una mirada evaluadora y abiertamente
interesada rematándola con una sonrisa de lobo.
-
Todo. Un hombre
como yo quiere todo de una mujer como tú.
El
recuerdo de esas palabras la trajo a la realidad nuevamente. El equipo de
seguridad había dispersado a las personas y ella notó que la observaban con
curiosidad.
Reconoció
dos caras y casi enrojece pues eran los que ella había derribado en Grecia
cuando creía que querían quitarle la cámara. Por ser mujer la habían tratado de
inmovilizar no de derribar o lastimar y esa había sido su ventaja al momento de
mandarlos al suelo pues eran enormes.
-
No tengo
intención de estar en el mismo sitio que tú – espetó Jaquie poniéndose de pie y
volviendo al presente sin haberse ido realmente. Stefano la observó con calma logrando
que ella casi gritara de frustración.
-
¿Vienes de una
lucha en lodo? – preguntó burlón.
-
Algo así y
créeme es mucho mas divertido e interesante que el volver a verte.
-
¿Sí? - Preguntó
con su arrogancia natural, dando a entender que no le creía nada.
-
¿Qué es lo que
quieres? – le espetó.
-
Tenemos que
hablar – dijo sin más.
-
¿Acerca de qué?
¿Del clima? ¿De la bolsa de valores? No tenemos nada, absolutamente nada de que
hablar – dijo recogiendo sus cosas y dirigiéndose hacia una de las puertas de
salida de la sala, inmediatamente le bloquearon el paso dos guardaespaldas
obedeciendo una señal en silencio que había hecho él. – Diles que se aparten –
dijo Jackie con voz glacial.
-
No lo harán – le
respondió él tranquilamente.
-
Diles que se
hagan a un lado – repitió ella con la misma voz glacial y haciendo que de sus
ojos salieran destellos de furia.
-
Créeme no lo
harán. – dijo Stefano acercándose a ella – puedes intentar lo que quieras, esta
vez no te irás.
-
¿Qué te hace
pensar que no voy a intentar lo que sea para
salir de esta absurda situación? – le dijo volteándose para quedar cara a cara.
-
Haz lo que
desees pero saldrás de aquí conmigo te
guste o no.
-
Estás pasando por
alto lo que yo deseo y es que no tengo la menor intención de permanecer un
minuto más aquí.
-
Lo lamento. –
dijo sin asomo de en verdad lamentarlo – pero tenemos cosas pendientes.
-
¿Tenemos? No
hables en plural. Dejaste todo muy claro aquella noche ¿verdad? Y en realidad
te lo agradezco, no se que hubiera sido de mi de haber seguido al lado de un
ser tan insensible como tú.
-
Esta
conversación no tiene por que ser en público- le dijo Stefano en voz baja y
controlada.
-
No estoy
acostumbrada a que me digan lo que tengo que hacer. Me largo de aquí y juro que
si no apartas a tus guaruras haré tal escándalo que te arrepentirás el resto de
tu vida.
-
Haz todo el
escándalo que quieras.
-
¿No le importa
al magnate Troyanos verse en medio de un escándalo? Con lo que tú los odias. –
Al no ver reacción alguna en él se
preparó para salir pero la detuvieron las palabras que le soltó.
-
A mí no me
importa siempre y cuando me salga con la mía pero, ¿tienes idea de las
repercusiones y consecuencias para ti? ¿Qué diría tu jefe en la revista para la
cual trabajas si sabe que su fotógrafa arma semejante escándalo y de paso
ofende a un Troyanos?
-
No lo harías… -
le dijo entendiendo sus palabras a la perfección.
-
¿No haría que?
¿hacer que te despidieran? Por supuesto que lo haría – le dijo sonriendo
cruelmente - ¿Vienes conmigo? – preguntó señalando la puerta de salida.
-
Prefiero el
maldito infierno.
-
¿Quieres que te
ponga sobre mi hombro y te saque de aquí?
-
¿Te atreverías a
manchar tu traje? – preguntó enfurecida y burlona.
-
Claro que sí,
tengo muchos – contestó igualmente burlón.
-
¿Aunque también
implique que me defenderé con todo y te lleves por lo menos un buen golpe?
-
Nena te puedo
asegurar que no lograrás descargar tu furia conmigo, al menos no aquí y no
ahora. ¿Vienes por la buena o por la mala? – le dijo acentuando su pregunta con
una mirada penetrante.
-
Maldito seas- le
dijo caminando aprisa hacia la puerta. En un segundo él estuvo a su lado y los
rodearon los guardaespaldas haciendo que ella quisiera ponerse a gritar y a
lanzar golpes. Varias enormes y largas filas imposibilitan transitar con
facilidad y ella aprovechó cuando se internaron entre la gente, los guaruras se
concentraron en él y por un segundo la descuidaron logrando que se internara
entre el gentío y corriera hacia la salida.
¡Maldición!
Gruñó Stefano en cuanto vio una trenza color caramelo moverse veloz y alejarse
a toda velocidad. Se maldijo por no haberla sacado de allí como le había
prometido si no se iba con él a las buenas. La indecisión de su equipo de
seguridad entre seguirla y dejarlo a él sin protección les había quitado
tiempo, aunque él no reparó en eso de momento por que ya se movía con celeridad
hacia Jackie. La gente era mucha y él la perdió de vista.
Jackie
se deslizó entre la gente agradeciendo solo llevar una pequeña mochila donde
llevaba todo lo indispensable para salir de allí, se permitió voltear a ver y
vio a los gorilas de Stefano moviéndose con rapidez en su afán de encontrarla
pero aun estaban lejos y no la habían visto, no vio a Stefano y sonrió
sintiendo que su escape estaba cerca. Afuera llovía a cántaros todavía y hacía
mucho frío, no se detuvo a dudarlo y salió. La lluvia la recibió con fuertes
ráfagas en el rostro dejándoselo helado, se apretó la gabardina al cuerpo y
corrió sobre la acera sintiendo con cada paso que se empapaba toda a pesar de
la gabardina que al parecer no estaba hecha para la lluvia. Avanzó dos calles
en la oscuridad de la noche y justo cuando empezaba a pensar que se había
librado de Stefano, una enorme camioneta negra se puso frente a ella paralizándola
con sus potentes faros, otra camioneta igual de grande se puso atrás de ella
dejándola atrapada en la calle.
¿Podré
saltar por encima? Se preguntaba Jackie pero la duda la detuvo el tiempo
suficiente para que con una rapidez envidiable de pronto tuviera una figura
sumamente familiar atrás de ella que sin más se la echó al hombro provocando
que ella empezara a patalear y a golpearlo.
-
Suéltame
¡Maldito seas!
-
Cálmate.
-
¿Qué me calme? –
decía jadeando mientras chorros de agua le escurrían por el rostro y trataba
inútilmente de que la soltara pero era pelear contra una pared de granito.
De
pronto se vio en el asiento de cuero de la parte de atrás de la camioneta donde
la depositó Stefano con poco cuidado y acto seguido entró él. Un clic indicando
que las puertas se cerraban la llenó de desesperación.
-
Esto es un
secuestro – dijo furiosa y empezando a temblar a causa del frío.
Dedicándole
una mirada a todas luces impaciente y con tintes de algo más peligroso Stefano
se quitó su chaqueta y se la pasó por los hombros sin decirle palabra, ella
hubiese querido aventársela al rostro pero el frío que sentía no se lo permitió
y a regañadientes se quedó envuelta en esa condenada chaqueta que olía
delicioso por que olía a él. Stefano le habló en griego a su chofer y enseguida
circulaban por las calles de esa antigua ciudad colonial con destino al hotel
en el que se hospedaba, a juzgar por la orden que le dio al chofer que ella
había entendido a la perfección y que su cuerpo registró con más temblores.
- ¿Cuántas veces
te han dicho que estás absolutamente loca? – Le preguntó de pronto Stefano.
-
¿Y a mi me dices
loca? ¡Tú eres el que me ha secuestrado! ¡El que me tiene aquí en contra de mi
voluntad!
-
Eso es por que
eres testaruda, terca y empecinada.
-
Y seguro soy la
única así en este vehículo. – replicó ella.
-
Dije que
teníamos que hablar.
-
Y yo dije que no
quería.
-
Pero yo sí.
-
Y todo debe
hacerse como tú quieras y ordenes ¿verdad? Pues conmigo te equivocaste. No
tengo madera de esclava y menos de estúpida.
-
Lo dice quien
salió corriendo como loca a la lluvia helada que cae sin detenerse esta noche,
estamos casi bajo cero por si no te habías dado cuenta – la observó y se dio
cuenta de que aún temblaba de frío así que añadió burlón – Bueno, creo que ya
te diste cuenta - Por toda respuesta recibió una mirada asesina.
-
Te demandaré –
le dijo de pronto.
-
Puedes
intentarlo ¿sabes? Será divertido.
-
Ya lo creo que
si. Cuando toda la prensa se entere que secuestraste a una mujer en contra de
su voluntad. Serás noticia por mucho tiempo.
-
Siempre soy
noticia – la corrigió – Y nadie creerá que te secuestré, en todo caso creerán
que fue al revés.
-
¡Cómo te
atreves! – Explotó.
-
No seas
dramática…
-
Me vas a pagar
todo esto, te lo juro.
-
No jures en
vano.
-
Nunca lo he
hecho.
-
Que miedo.
-
Lo lamentarás,
lo prometo.
Por
toda respuesta recibió una mirada cargada de burla de Stefano que la enfureció
aún más. Justo en ese momento llegaron a un Hotel de fachada colonial y antigua
y las fuertes manos de Stefano la sacaron casi a rastras de la camioneta.
-
Más vale que te
comportes. – Le dijo serio.
-
No me toques. –
le dijo intentando liberarse de sus brazos.
-
No hagas un
drama o si no…
-
¿O si no que…?
-
Te llevaré
adentro de la misma manera en que te subí a la camioneta. Tú decides.
-
Hazlo, todo
mundo se dará cuenta de que me traes a la fuerza.
-
No estoy
jugando.
-
¿Qué esperas?
Haz lo que dices – le retó pensando que no se atrevería a hacerlo en un sitio
público.
-
No digas que no
te lo advertí.
-
Mucho ruido y
pocas nueces…
No
pudo seguir diciendo más por que nuevamente se vio levantada por los aires por
Stefano, la sensación era una mezcla de furia, placer y de impotencia por verse
en una situación no deseada con un hombre que le provocaba sentimientos
contradictorios. Se vio de nuevo sobre el hombro de Stefano quien con agilidad como
si se tratara de un costal de plumas la había levantado y para su terror vio
que él entraba en el lobby del Hotel sin reparo alguno. Comenzó a moverse
intentando bajar y solo logró que él la apretara con más fuerza a su cuerpo. Al
menos su traje quedó hecho un desastre pensó al ver el resultado de la lluvia
en el.
-
Voy a gritar.
-
Ya hubieras
empezado a hacerlo. Por mí no hay problema.
No
había gente en el Hotel. Seguro dormían calientitos y tranquilos en sus camas,
pensó con añoranza Jackie deseando estar en su lugar y viendo que el gritar no
remediaría nada tomando en cuenta que los pocos empleados que andaban por allí
se limitaban a ignorar la situación como si fuera de lo más normal.
-
¿Es uno de tus
malditos Hoteles? – preguntó desde las alturas.
-
Sí. Compra
reciente ¿no te parece encantador?
-
Lo que me parece
encantador es que tus empleados hagan todo lo que quiere su jefe aunque eso
signifique estar en contra de la ley.
-
Saben que no voy
a asesinarte ni nada parecido.
-
¡Que consuelo
para sus conciencias y para la tuya! ¿podrías bajarme de una vez?
-
Solo si me
prometes que no harás alguna tontería.
-
¿Desde cuando es
tontería querer estar a mil kilómetros de ti?
-
Bueno, tú lo
quisiste – dijo dirigiéndose al pequeño elevador al que subió con ella al
hombro aún y dejando atrás a su equipo de seguridad pues el elevador era muy
pequeño.
-
¿A dónde rayos
me llevas? – gritó.
-
¿Desde cuando
maldices tanto?
-
¿Qué demonios te
importa? – Volvió a gritar al verse bajada bruscamente y depositada en el suelo.
-
No te va ese
vocabulario – le dijo poniéndola frente a él.
Jackie
iba a replicar que le importaba un rábano lo que él considerara bueno para
ella, cuando un dedo de Stefano se deslizó por sus labios mandándole señales
confusas a sus piernas por que la amenazaron con dejar de sostenerla.
-
Tus labios no
tienen color, casi están azules – le dijo preocupado.
-
Es tu culpa.
-
Yo no te dije
que salieras corriendo a la lluvia helada.
-
¡Me obligaste a
ello!
-
¡Basta! Tenemos
que hablar pero después de que te quites esa ropa.
-
¿Cómo? – casi
graznó Jackie.
-
Estás toda
mojada debes quitarte esa ropa empapada.
En
eso él tenía razón, la situación la estaba afectando se sentía con el frío
calándole los huesos y algo débil. Miró anhelante la enorme chimenea que
dominaba la estancia donde crepitaban troncos de madera, cómodos muebles
antiguos estaban colocados estratégicamente por todo el lugar y pesadas puertas
de madera labradas detalladamente daban paso a las habitaciones. En otras
circunstancias habría apreciado el contorno pero entrar por una de esas puertas
con ese hombre no era algo que ella quisiera hacer precisamente.
-
Voy a pensar que
no te mueves por que ya te gustó que te traiga en brazos. – le dijo mordaz.
-
No me llevaste
en brazos precisamente, me trataste como a un costal de papas.
-
No pesabas tanto
¿Insistes en discutir? Pareces un pitufo, estás casi toda azul.
-
Yo…creo que si
necesito ese baño caliente… solo por eso es que… - tartamudeaba a causa de la
pérdida de calor de su cuerpo y ese momento aprovechó él para meterla en la
habitación.
Sin
más se vio de pronto en el baño con las manos de Stefano a toda velocidad
quitándole la ropa, la bañera se llenaba ya de humeante agua caliente y de
pronto fue consciente de esas manos encima de ella. La sensación era demasiado
agradable para pasarla por alto, pero en cuanto vio que volaba su gabardina, su
suéter, sus botas y calcetas y esas enormes manos se dirigían a la camiseta que
traía abajo sintió que todo se le podía ir de las manos y lo detuvo.
-
Puedo yo sola,
gracias. – dijo entrecortadamente pero no por el frío.
-
No tengo
problema en ayudarte – dijo él con brillo en la mirada.
-
Lo haré yo. – trató de poner firmeza en su voz.
-
Como quieras. –
le respondió sin bajar las manos que tenía sobre sus hombros y teniéndolas muy
cerca de sus senos rozándolos y
provocándole escalofríos que la pusieron a temblar.
-
Me voy a helar –
dijo temblorosa haciendo que él por fin bajara las manos y saliera de allí no
sin antes amenazarla.
-
Si no te metes
inmediatamente allí – dijo señalando la bañera - lo haré yo.
Jackie
no necesito de más para entrar. Una vez que vio que cerró la puerta con un
suspiro se sumergió en el agua que estaba casi demasiado caliente, cosa que
agradeció.
Puso
sales aromáticas y gel de baño con un sutil aroma a vainilla que se parecía al
que ella usaba. Su cuerpo empezó a tomar calor y ella se sintió deliciosamente
bien se sumergió por completo con mas suspiros de agradecimiento.
Stefano
podría haberla encontrado antes, pero sus múltiples y variadas ocupaciones, la
habilidad para desaparecer de Jackie y claro, si se contaba también su propio
orgullo en la ecuación, todo eso había hecho que no la hubiera encontrado tan
pronto. Hacía poco más de un año que Allyson le había dicho que Jackie estaba
por casarse, el instinto territorial y el sentido de posesión lo habían
impulsado a buscarla a pesar de que se había prometido no saber nada más de
ella. Durante mucho tiempo había logrado mantener a raya sus pensamientos
respecto a Jackie, pero la noticia de Ally había desatado todo lo que tanto
trabajo le había costado meter en un rincón de sus pensamientos.
Ella
no se merecía nada de él, como nunca en su vida se había abstenido y contenido
con una mujer por que pensaba que ella era diferente. Pero había pagado a todo
eso siendo una mentirosa, acostándose con otro mientras salía con él, mientras
lo besaba a él, mientras él se consumía de deseo por ella. Pero que tonto había
sido. Ahora quería explicaciones ¿Por qué lo había hecho? Después de tan amarga
y pública despedida y después de todo ese tiempo quería saberlo aunque
prácticamente había jurado no dirigirle siquiera la palabra. Una extraña
necesidad interior lo impulsaba y obligaba después de todo ese tiempo a querer
saberlo y no es que antes no hubiese querido, pero simple y llanamente se había
negado.
Ella
aun no se había casado pero eso no significaba que no fuera a hacerlo, los
celos aparecieron nuevamente y odió ese sentimiento, pero lo sentía cada vez
que se acordaba de ella y él jamás había celado a una mujer. Estaba en la
posición perfecta en ese momento, la tenía donde quería y muy pronto la tendría
en su cama por que ahora podía probar lo que se le había negado ¿verdad? Para
que ahondar más en lo que ella le hacía sentir, mejor disfrutar de esa furiosa
atracción y ese maldito deseo que aun lo devoraba por ella. Quizás después
podría saber por que ella le había engañado y luego cada quien por su lado
logrando finalmente sacársela de la mente. Sí, era todo muy sencillo ¿o no?
Poniéndose
una toalla en su cabeza con la que se recogió el cabello, Jackie agradeció que
hubiera un albornoz y se lo puso después de secarse a conciencia.
Registró
entre las escasas pertenencias que traía en la mochila que había quedado en el
suelo del baño y frustrada se dijo que esta vez si se había pasado al no tener
más que dos mudadas de ropa y la única que era para el frío yacía completamente
mojada. Con lo único que contaba era con una camiseta blanca y un par de
pantalones viejitos de su pijama, eran rosa pálido y con estampado de florecillas
silvestres y que ahora empezaba a sentir que eran un tanto ridículos.
Pero
¿Por qué diantre se preocupaba por la ropa? Si prácticamente la habían
secuestrado y ella ¿se preocupaba más por la ropa que por estar allí en contra
de su voluntad? Era el efecto Stefano definitivamente ¿Serviría de algo llamar
a la policía? Si es que pudiera hacerlo. Ese demonio de hombre estaba allí
fuera y según él quería hablar ¿De que? ¿Para que? No entendía nada. La última
vez que se habían visto había sido un desastre total. Él había dejado claro que
no quería nada con ella y ella había dejado salir su carácter en todo su
esplendor. Sí, había sido un desastre total.
Se
sentó en un taburete que formaba parte de la decoración del baño y con pesar
recordó su penúltimo día en Grecia esa vez, penúltimo por que al día siguiente
tanto ella como Ally se habían marchado.
A
partir de esa frase dicha por él en el Hotel cuando estaban en Grecia su vida
cambió, aunque en realidad ese cambio había empezado cuando ella lo confundió
con un ladrón.
Con
su acento seductor le había puesto la piel de gallina al decirle aquellas
palabras:
-
Todo. Un hombre
como yo quiere todo de una mujer como tú.
La
había convencido de no salir por la ventana, hecho realmente infantil viéndolo
desde otra perspectiva pero ella no sabía que esperar. Habían acabado cenando
juntos y riendo por lo sucedido, a partir de ahí Stefano le había enseñado la Grecia que no cualquiera
conocía y simple y sencillamente se había enamorado de él. La precaución
respecto a los hombres la habría echado al viento por él de no ser por que
siempre algo parecía interrumpir el momento justo cuando la pasión los
dominaba. Estaba el hecho irrefutable de que se habían deseado con locura y
casi desesperación pero las cosas no se habían dado y no había probado lo que
era estar con ese hombre. Seguro era genial en la cama, más que seguro si se
tomaban en cuenta las historias que contaban con embeleso muchas mujeres bellas
que habían disfrutado en sus brazos. Un escalofrío que no tenía que ver con el
frío le recorrió de nuevo el cuerpo, pero justo a tiempo su memoria le recordó
lo peligroso de dejarse llevar por la tentación.
-
¡Te extrañé! –
Decía Allyson al encontrarse por fin en Grecia aquella última vez en aquel
viaje hecho por ambas. – Tienes mucho que contarme ¿no es así?
-
Bueno, más o
menos – había dicho Jackie sonriente al abrazarla en el aeropuerto.
Un
día antes había recibido una invitación de Stefano para una cena de gala que
tenía la finalidad de promover la cultura y las artes griegas, la cual reuniría
a lo mejor de la alta sociedad de Grecia y también de Europa, ese mismo día
había pedido la cambiaran de habitación por que había notado que sus cosas no
estaban tal como ella las había dejado al salir, lo reportó a la recepción y
después de asegurarle que no había entrado nadie y viendo que a ella no le
faltaba nada se había tenido que conformar con un cambio de habitación. El día
que llegó Ally se fueron de compras para esa cena en la cual los mejores
conservadores y coleccionistas de arte se presentarían sin faltar por supuesto
muchas personas de la jet set. Así que se había comprado un hermoso vestido
azul en forma de túnica griega, le había costado bastante caro pero ella solo
pensaba en verse espléndida para Stefano esa noche. Había contado a Ally que
salía con un guapísimo griego cosa que había sorprendido a su amiga pues sabía
que ella no era de las que se entusiasmaban por un hombre. Ally al enterarse
que se trataba de Stefano Troyanos casi le da el síncope.
-
¡Pero si dicen
que es un mujeriego!
-
Lo sé – había
dicho tranquila.
-
¡Dios! ¿Y así
estás tan tranquila?
-
No estamos
comprometidos ni vamos a casarnos o algo por el estilo – dijo tratando de
demostrar indiferencia.
-
¿Es una
aventura? – Preguntó Ally con la boca abierta – Tú y el…ya…
-
¿Ya que? –
respondió Jackie empezando a divertirse.
-
Muy graciosa.
Sabes a lo que me refiero.
-
No. Tranquila.
Aun no, al menos.
-
¿Quién eres?
¿Qué hiciste con mi mejor amiga?
-
El hombre me
encanta – dijo omitiendo que era algo más que encanto lo que sentía por él – sabes
que yo no me he sentido así con nadie.
-
Lo sé, por eso
todo esto me resulta extraño. Aunque el hombre ciertamente está para comérselo.
-
¿Verdad que si?
– dijo Jackie y rieron ruidosamente.
-
Hombres así de
guapos muy pero muy pocos ¿tiene hermanos? – Bromeó Ally.
-
Me temo que no,
solo una hermana – aunque eso no lo sabía por boca de él. – Pero tiene un primo
muy guapo según sé, no sé el nombre pero igualmente parece un ángel caído de
acuerdo con la amplia información que me brindó una camarera del Hotel.
-
Así que un primo
¿eh? – Y volvieron a reír.
Máximo
era ese primo, el cual ahora se encontraba felizmente casado con Allyson. La
vida tiene caminos extraños se decía Jackie mirándose al espejo mientras
peinaba su pelo y usaba el secador. Esa fatídica noche ella se había esmerado
en su arreglo personal, sus ojos destacaban luminosos y por primera vez no le
había importado verse bella. El vestido le sentaba de maravilla y Ally
igualmente hermosa vestida de verde oscuro la alabó contenta.
Al
llegar hicieron voltear las cabezas de gran parte de los presentes, algunas
mujeres les lanzaron miradas asesinas y ellas contuvieron el deseo de echarse a
reír. Jackie inmediatamente encontró a Stefano con la mirada, habían quedado de
verse allí mismo aunque le extrañó el hecho de que en todo el día no le hubiese
llamado. Él estaba de espaldas a ellas, contenta le señaló a Ally a Stefano con
un gesto, y se dirigió hacia allá
deseosa por presentarlos. Antes de llegar a donde se encontraba él una mujer
con apariencia de haber bajado en ese instante de una pasarela y vestida casi
escandalosamente con un revelador vestido de noche color dorado de abundante
melena cobriza se acercaba a Stefano, lo tomaba del brazo con posesividad, se
ponía de puntas y le besaba en el cuello. Una ráfaga helada de pura
incredulidad la detuvo en seco. La otra mujer pareció advertir su presencia y
susurró algo al oído de Stefano haciendo que este, aún del brazo de la mujer se
diera la vuelta para observarla al tiempo que alzaba la ceja en un gesto
horrible de desdén. Su fuerte carácter la sacó del trance y con paso firme y
controlado se acercó a ambos.
-
Buenas noches
Stefano – le dijo fríamente.
-
¿Quién es ella
querido? – Preguntó con voz venenosa la otra mujer.
-
Tan solo una
mujer ¿no lo ves? – dijo burlón, haciendo que la rabia de Jackie emergiera en
su totalidad.
-
Dile que se vaya
o yo misma la saco. Tú decide. – dijo Jackie con asombrosa calma en la voz.
-
¿Qué? – gimió la
mujer contrariada.
-
Déjanos un
momento Aymé por favor – pidió Stefano con mirada relampagueante. Aymé no
necesito de más para marcharse.
-
¿Puedes
explicarme este jueguito tuyo? – preguntó furiosa Jackie.
-
¿Juego? Me he
aburrido, tan solo es eso.
-
¿Qué te has
aburrido? ¿Podrías ser más específico?
-
Todo tiene su tiempo
y el tuyo ya fue preciosa. Eso es todo.
Ahora, si me disculpas, Aymé me espera.
-
Por supuesto. –
dijo Jackie sintiendo que iba a explotar. – Pero antes…
Antes
de que Stefano se diera cuenta tenía estampada la mano de Jackie en el rostro.
Ella imprimió toda la fuerza que pudo y logró volverle el rostro a un lado. El
silencio fue sepulcral. Todos miraban horrorizados la escena.
-
Puedes irte…Querido…- Le dijo y en ese momento
sintió la mano de Ally sobre la suya y después estaban dentro de un taxi, no sabía
ni como había llegado allí. Escuchaba como en la distancia la retahíla de
maldiciones de Allyson, sintió la cara mojada y fue hasta entonces que se dio
cuenta que estaba llorando.
Nuevamente
el reflejo del espejo le devolvió una imagen que no quería que fuese la suya.
Sus ojos estaban llenos de lágrimas aún sin derramar y con coraje las limpió
aunque aun no habían salido. El hombre que la había tratado con tanto desdén e
indiferencia estaba detrás de esa puerta y todo el coraje de antaño resurgió,
con decisión abrió la puerta.
Al
parecer él también se había duchado, se dio cuenta que la suite en la que
estaban contaba con dos cuartos de baño. Estaba vestido únicamente con un
albornoz y eso la detuvo paralizada, el coraje casi se esfumó y se quedó absorta
contemplándolo mientras él, distraído hablaba por el teléfono móvil en lo que
parecía ser… ¿alemán? ¿Qué importaba, mientras ella pudiera seguir disfrutando
de la vista? Sus fuertes piernas se dejaban ver aunque no en su totalidad y
ella casi gimió frustrada por ese motivo, su cuerpo era una verdadera obra de
arte se dijo aun atontada y justo cuando presintió que él iba a dar por
concluida la llamada, se obligó a moverse de su sitio y avanzar haciendo como
que ordenaba su mochila que llevaba sus escasas pertenencias. Lamentó de nuevo
no tener ropa, tenía dos maletas repletas de lo que toda mujer necesita en casa
de Mabel la abuela de Allyson pero eso estaba hasta la capital del País. Al
trabajar solo llevaba lo necesario y esta vez lamentaba eso ¿otra vez pensando
estupideces? Se reprendió furiosa. Levantó la vista y se topó con esa mirada
que siempre lograba hacerle latir el corazón a mil por hora, esa condenada
mirada plateada que la había hecho elevarse al cielo para luego estrellarla con
fuerza en el suelo.
¿Por
qué tenía que estar tan guapa a pesar de las fachas que llevaba? Llena de lodo
la deseaba, empapada y calada hasta los
huesos la deseaba, vestida con una sencilla camiseta y unos pantalones ¿rosa? O
algo parecido por que se veían desgastados se le antojaba y le parecía la mujer
más deseable del planeta. Eso tenía que cambiar se dijo Stefano o se volvería
loco y primero muerto a enloquecerse por una mujer como Jackie. Ella lo miraba
con rabia en la mirada, pero había un brillo que él no se atrevía a querer
descifrar, al menos no todavía. Ese sedoso cabello color caramelo oscuro caía
con suavidad sobre sus hombros, estaba más largo advirtió, le llegaba a media
espalda. Su cara limpia de maquillaje y de barro estaba un poco pálida pero se
veía hermosa, esos jugosos labios ya tenían otra vez el color de las fresas
maduras y esos ojos del color del chocolate e igualmente tentadores lo seguían
observando desafiantes y él se excitó de inmediato. Y eso que aún no observaba
su cuerpo con detenimiento ¿llevaría ropa interior? Se preguntó, esperando que
no, para poder disfrutar cuanto antes de ella.
Aunque
en este caso, la espera podía prolongarse un poco más. Quería que ella
reconociera quien era el que la llevaría a las más altas cotas de placer.
Que
lo mirara a él, que le suplicara más a él. Sus pechos se adivinaban bajo la
sencilla camiseta y con fastidio vio que estos no estaban libres, su esbelta
cintura se alcanzaba a ver un poco pues los pantalones estaban algo bajos, sus
redondeadas caderas y toda la exquisitez de su cuerpo le hicieron pensar que la
habían moldeado exclusivamente para él.
- ¿Has terminado?
– escuchó su suave voz cargada de cinismo y eso extrañamente lo excitó más.
-
¿De hablar por
teléfono?
-
De tu
inspección. Estoy reluciente de limpia.
-
No sé… Tendré
que comprobarlo, no quiero que dejes manchas por todos lados.
-
Tú no me pones
un dedo encima. Necesito ropa limpia, no puedo salir en pijama.
-
¿Eso es un
pijama? – Preguntó divertido y algo confuso - Pero no te preocupes por que de
todas formas tú no sales a ninguna parte.
-
¿Insistes en
esta tontería? ¿Qué pretendes? ¿Qué me quede aquí, así sin más?
De
preferencia en mi cama y debajo de mí pensó Stefano y esbozó una sensual
sonrisa.
-
¿Dónde está mi
ropa? – Insistió Jackie.
-
En la
lavandería. Estará seca para mañana.
-
¡Mañana!
-
¿Por qué viajas
con tan poca ropa?
-
Solo lo hago
cuando se trata de viajes de trabajo. Estoy segura que pueden entregarme mi
ropa antes de que sea el día de mañana.
-
No si yo digo
que no.
-
Acabemos con
esto de una vez.
-
Me parece bien.
-
¿Qué es lo que
quieres?
-
¿Quieres
sentarte primero? – le dijo señalando un cómodo sofá.
-
Ya que no hay
más opciones para salir de aquí. – Y renuente se sentó a una considerable
distancia de él
-
¿Vino? – Ofreció
él mostrándole una copa.
-
No lo creo.
-
¿Temes perder la
cabeza? – Dijo burlón.
-
No. Dame una
copa.
-
Blanco ¿verdad?
-
Sí.
-
Lo recuerdo.
Entre otras cosas…
-
¡Bien por ti! –
Bufó cínica. - ¿Podrías decirme de una buena vez por todas por que has hecho
todo esto?
-
Así como también
recuerdo esa bofetada que me diste – continuó él.
-
¡Te la merecías!
-
¿Ah si? Y
podrías decirme ¿Por qué?
-
¿Qué por que te
la merecías? – Exclamó Jackie levantándose del sofá – ¡Habrase visto tanto
cinismo! Me invitas esa noche y luego te apareces con otra, me tratas como lo
peor que puede existir en este planeta después de que… de que… - Se quedó
callada no queriendo meterse en terreno peligroso.
-
¿De que…?
-
¡De que me
invitaste tú! – Dijo por fin.
-
No ibas a decir
eso. – atacó él dándole una copa.
-
¿Y que se supone
que iba a decir? – Preguntó con rabia Jaquie aceptando la copa que le ofrecía.
-
Ibas a decir que
después de haber estado en mis brazos, creíste que nadie más ocuparía ese lugar
¿eso ibas a decir no? – dijo con crueldad.
A Jackie
se le paralizó el corazón y se sintió nuevamente como aquella noche, pero no
era la misma, ya no, se recordó.
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