sábado, 23 de marzo de 2013

Un Amor para recordar VI




Había visto una sombra azul por el rabillo del ojo pero había permitido que huyera, así la cacería sería mas estimulante. Con paso rápido avanzó hacia el jardín y de nuevo vio una mancha azul detrás de unos arbustos intentaba pasar desapercibida. Sonrió feliz avanzando de tal manera que ella no lo escuchara.

Stefano se había distraído al ver a Ally y Max junto con los demás invitados logrando que ella pudiera salir sin ser vista por él pero ahora no veía como salir de allí pensaba Jackie intentando buscar una salida que la llevara a la casa y a su habitación pero por otra puerta que no fuera la principal, pero el jardín era inmenso y la casa tenía muchas entradas todas con llave.
Forcejeó con una de ellas y ahogó una exclamación de frustración
-         ¿Problemas con la cerradura querida?

 Jackie se quedó paralizada en su sitio y con renuencia giró lentamente hacia él. Estaba cerca, demasiado cerca.

-         ¿Tomando un poco de aire fresco Stefano? – Le dijo lo más tranquila que pudo.
-         Más bien vine a quitar un poco.
-         ¿Cómo dices?

Y sin más la tomó en brazos aprovechando que estaba confusa y ansiosa por salir de allí y la besó logrando quitarle el aliento. No luchó, no forcejeó se dejó llevar en esa ocasión.

-         A esto me refería. – Le dijo al apartar sus labios de los de ella.
-         Bueno, si eso fue todo – dijo Jackie aun en sus brazos. – Me esperan en la fiesta así que si me haces el favor de soltarme. Este juego tuyo del gato y el ratón ya terminó ¿Entendido?
-         ¿Juego mío? ¿Si es así por que te escapaste de mí en el Hotel  y luego hace un momento y durante todo el condenado año pasado?
-         ¿Será por que no quiero estar cerca de ti?
-         No haces más que decir eso, pero esa boquita es mentirosa. Tu cuerpo te desmiente. No hago más que tocarte y se te olvida hasta tu nombre.
-         ¡Eres un engreído, arrogante e insufrible hombre!
-         Y tú una mujer que se comporta como una chiquilla, huyendo siempre.
-         Chiquilla tonta sería si me quedara.
-         ¿Dónde estuviste estos días?
-         Es mi problema.
-         ¿Con quién estuviste Jacqueline?
-         Ese también es mi maldito problema.
-         ¿Ah si? Vámonos.
-         ¿Vámonos? Tú estás loco. No volvamos a lo mismo por favor.
-         Te me escapaste una vez.  No volverá a ocurrir ¿Por qué niegas lo que pasa cuando estamos juntos?
-         Sexo del bueno. Lo admito ¿Y que? ¿Sólo por eso no me dejarás ir? No voy a ser tu maldita esclava sexual.
-         Te tendré que lavar esa tentadora boca con jabón, maldices a cada rato. Y digo que sí a lo de ser mi esclava sexual – dijo burlón.
-         ¡Solo tú eres el que me hace maldecir! ¡Y vete al infierno si crees que voy a acceder a todo lo que quieras!

Volvió a besarla, suavemente al principio derrumbando fácilmente el leve intento de evitarlo. El beso subió de intensidad al responderle ella. De pronto la tuvo de nuevo derritiéndose contra él ¿Por qué negaba lo que pasaba cuando estaban juntos? A él le sucedía lo mismo. No podía dejar de tocarla, ni de desearla ¿Por que no disfrutar de ello?

-         Vente conmigo –le susurró sensualmente al oído, mordiéndole el lóbulo de la oreja. La oyó suspirar. -  No niegues lo que pasa entre los dos cuando estamos juntos. Te deseo… - Volvió a besarla con intensidad. Pero de pronto él empezó a perder el control allí mismo en el Jardín de la Villa de Máximo. Fue un tonto al pensar que podía controlar el deseo de poseerla al menos hasta que estuvieran en su departamento que tenía allí. El deseo por Jackie lo estaba matando. Los besos siguieron incrementando en intensidad y justo cuando iba a ponerla sobre el césped. Ella reaccionó.
-         Aquí no. – Le dijo con la voz entrecortada. Estaba loca, totalmente se dijo Jackie ¿Pero que más daba una noche más? Solo una se prometió a sí misma. El recuerdo tenía que durarle toda la vida. – Solo esta noche Stefano, no puedo prometer más.
-         Ya te haré cambiar de parecer.

La tomó de la mano y se encaminaron hacia el auto que lo esperaba en el estacionamiento. Una vez dentro Stefano subió el panel que los separaba del chofer y la tomó de nuevo en sus brazos para besarla. Con una mano le quitó las horquillas que le sujetaban el pelo y este cayó sobre sus hombros como una cortina brillante de color caramelo.

-         Me vuelves completamente loco… - Dijo y enterró su rostro en su cuello, haciendo que Jackie se arqueara para darle más acceso…


Nueva York una semana después…

Había estado en Nueva York antes pero ahora era por un asunto más que importante, la dicha de saber que ahora si vería a su hija, se empañaba por el hecho de que también tendría que conocer al padre biológico y no sabía que esperar. Estaba sumamente nerviosa y aparte de ello tenía que añadir que no era ella misma después de la última noche en brazos de Stefano. Nuevamente ella se había ido pero esta vez él no la había retenido y para su sorpresa eso le dolió. Habían hecho el amor en el auto de camino al departamento de él cosa que aún no podía creer, había ayudado el hecho de que sabía que nadie podría verlos y de que estaban ambos muy excitados.
Pasión que no había menguado al llegar y toda la noche habían hecho el amor como si fuera la última vez para ambos.
A la mañana siguiente muy temprano, ella había corrido a ponerse el vestido de fiesta pensando en lo que le diría a Allyson y en como saldría de allí.

-         El chofer te llevará. – Le había dicho Stefano sobresaltándola.
-         No es necesario – Se había apresurado a decir ella mientras se subía la cremallera del vestido dándole la espalda.
-         Por supuesto que lo es y no te preocupes, Allyson seguramente no se ha dado cuenta de que no pasaste la noche allí.
-         Eso espero – respondió ella escuetamente ocultando los nervios y la tensión. – Cuídate Stefano – se despidió de camino a la puerta.
-         ¿No hay ni un solo beso de despedida?
-         Se hace tarde.
-         Cobarde. – la atacó.

Molesta por que la creyera incapaz de resistirse a él fue con paso rápido a la cama haciendo que él se incorporara hasta quedar sentado justo a tiempo para que ella le tomara el rostro en las manos y le devorara la boca tomándolo casi por sorpresa por que se recuperó inmediatamente y cuando el beso ya empezaba a salirse de control, Jackie se separó con la misma rapidez con que había empezado.

-         Que tengas buen día – Le dijo burlona sin saber que era la primera mujer en dejar a Stefano de esa manera. Pero al ver que él la miraba fijamente y hacía ademán de salir a la cama, corrió a la puerta saliendo sin que nadie la detuviera. Él la había dejado ir, por que si no hubiese sido así su chofer no la habría llevado o alguien la hubiera detenido. Stefano había tenido su ración de sexo y una vez satisfecho no quería saber más de ella. Al menos ahora sabía lo que era hacer el amor en brazos de un maestro y Stefano había tenido razón en una cosa: Allyson no se había enterado donde había pasado la noche. Minúsculo consuelo pues sus noches eran un tormento lejos del que había sido su amante.

El taxi se detuvo delante de un enorme edificio cerca de la gran manzana, pagó al taxista y entró yendo directo a los ascensores. Iba vestida con un elegante traje de pantalón color marfil y blusa color índigo, de tacones altos, gafas de sol y cabellera suelta no tenía la menor idea que se veía genial.

Apretó el botón del piso donde se encontraba el despacho y momentos después entraba en el bufete donde una recepcionista impecablemente vestida de labios rojos brillantes la recibía con sonrisa de plástico. Había muchas personas yendo de acá para allá que inevitablemente se volvían a verla. Tratando de no demostrar los nervios que le atenazaban no solo el estomago si no todo el cuerpo fue hacia la mujer.

-         Soy Jacqueline Alcántara…
-         Laurent – Terminó por ella – La esperan Señorita, la tercera puerta hacia la derecha por el corredor del lado izquierdo.
-         Gracias. -¿así que ya la estaban esperando? Pero si no llegaba tarde faltaba más de media hora para su cita. Tocó la puerta y de inmediato esta se abrió. Un atractivo hombre de unos treinta y tantos años la hizo pasar.
-         Señorita Alcántara, buen día. Soy Steve Buchanan uno de los abogados de la señorita Monroe.
-         Buen día Señor Buchanan.
-         Llámeme Steve – Le pidió. – Siéntese por favor y déjeme ponerla al día con este asunto. La Señorita Monroe fue específica al decir que tanto usted como madre biológica de la pequeña y el padre biológico compartirían la custodia.
-         Ya había sido informada de eso ¿Hay alguna posibilidad de que el padre de la niña quiera cederme la custodia completa?
-         Me temo que no. Él pidió exámenes para comprobar su paternidad y una vez que estos dieron positivo ha viajado inmediatamente. No creo que tarde mucho más en llegar. Usted es libre de hacerse los exámenes correspondientes Señorita Alcántara.
-         No creo que sea necesario, una vez vea a la niña sabré lo que tenga que saber. Además no creo que Sibia me haya mentido en algo así.
-         Si no insistimos en que se los hiciera es por que la pequeña ha heredado de usted una marca particular que seguro sabe a cual me refiero.
-         ¿Mi lunar en forma de corazón? – Dijo asombrada.
-         Sibia sabía de él y dijo que eso era lo único que usted necesitaría para  aceptar a la niña.
-         Es cierto… - Murmuró ella. Sabía que al verla sabría si era suya o no.

Casi una hora después el padre de la niña seguía sin aparecer y el abogado se deshacía en disculpas ante una muy enojada Jacqueline. No obtendría más información ni sabría donde estaba la niña hasta que llegara el irresponsable de su padre. Jackie se paseaba por la alfombra color azul de un lado a otro sintiendo que iba a estallar de coraje ¿Cómo era posible que ese hombre le diera tan poca importancia a su hija? Un problema con el transporte lo había retrasado le acababa de decir el abogado a lo que con voz helada le había dicho:

-         ¿Un problema con el trasporte? ¿Qué? ¿Viene a caballo por toda la ciudad?
-         Ciertamente hubiera sido más rápido a juzgar por el tráfico. – Le respondió una voz detrás de ella que hizo se le erizara toda la piel y hasta sintió que el cabello también. No lo había oído llegar ¿Qué hacía allí? No lo entendía.
-         Stefano… - Dijo casi en un susurro y comprobando que él también estaba sorprendido de verla.
-         ¿Estás siguiéndome? – Le preguntó él.
-         Yo llegué primero en todo caso. Creo que eres tú el que me sigue.
-         En esta ocasión te equivocas ¿Qué haces aquí?
-         Esa pregunta es la que yo tengo que hacer. Pero creo que te has equivocado de oficina.
-         El señor Troyanos no se ha equivocado es a quien esperamos señorita Alcántara. – Dijo el abogado. Haciendo que Jackie sintiera que de pronto le empezara a faltar el aire.
-         ¿Cómo dice? – Preguntó aún esperanzada de oír que se trataba de un error.
-         Que podemos empezar, el Señor Troyanos es la persona que esperábamos.
-         Debe ser un error. – Insistió ella sintiendo que las piernas le fallaban.
-         Y uno muy grande – Añadió Stefano – No puede ser posible. Esto sería demasiada coincidencia.

El abogado los miró a ambos.

-         Veo que ya se conocían. - Les dijo.
-         ¿Él es el padre de mi niña? – Preguntó Jackie con voz ahogada.
-         Así es – confirmó el abogado – Por favor siéntense.
-         ¿Así que ella es la madre de la niña? – Preguntó Stefano sin sentarse y con cara de no poder creerlo todavía.
-         En efecto. – suspiró algo cansado el abogado.

Tanto Jackie como Stefano se observaron consternados sin asimilarlo para nada. Ella tenía cara de horror y él de completa confusión. De pronto Jackie sintió que el piso se le movía y buscó con la mirada una silla para sentarse antes de que cayera al suelo e hiciera el ridículo, pero aún así no pudo evitar preguntar:

-         ¿Está temblando?
-         Por supuesto que no, no seas tonta… ¿Estás bien? – Stefano se acercó y la sentó en una silla frente al escritorio – Respira, no así, más lentamente.
-         Estoy bien, estoy bien – se apresuró a decir al ver dos miradas preocupadas enfocándola a ella.
-         Sí, claro. – dijo cínicamente Stefano.
-         ¿Podemos empezar por favor? –Pidió ella, ansiosa por saberlo todo antes de volverse loca.
-         Por supuesto – dijo el hombre y esperó que Stefano tomara su lugar al lado de ella para empezar a leer el documento.

Yo, Sibia Monroe dejo la custodia legal y completa de mi hija a sus padres biológicos quienes llegaron a serlo sin consentimiento legal o de palabra pero que dadas las circunstancias son los que deseo se queden con mi hija.
Lego todas mis propiedades a Jacqueline Alcántara Laurent. Dejo un fideicomiso a nombre de Maddison que será administrado por Jacqueline, su madre.

-         Maddison… ¿Es el nombre de la nena? – Preguntó Jackie.
-         Exacto.
-         Maddison – repitió Jackie encantada. Era de sus nombres favoritos y Sibia lo sabía. Eso hizo que los ojos se le llenaran de lágrimas, pero las contuvo. Escuchó al abogado a medias que seguía leyendo, pero ya no eran cosas tan importantes, si no formalismos legales y la realidad de lo que ocurría la golpeó de nuevo.

-         ¿Cómo es que Stefano es el padre biológico? – Hizo la pregunta que la carcomía por dentro.
-         Eso quizás el Sr. Troyanos quiera explicarle en privado, señorita. – Dijo incomodo el otro hombre.
-         ¿Cómo es que tú eres la madre biológica? – Preguntó él a su vez- ¿Guardaste óvulos para el futuro?
-         Sibia me convenció de hacerlo – Replicó a la defensiva, no pensaba decirle que ella no era precisamente fértil - ¿Qué hay de ti?
-         Tuve una enfermedad de niño que puede afectar la fertilidad, me hice unos estudios en los laboratorios en los que trabajaba tu brillante y lista amiga y jamás imaginé que haría semejante cosa. Si no los demando es por que esto se haría un escándalo de magnitudes enormes, por que ella está muerta y sobre todo por que hay una inocente bebita en todo esto.
-         Muy amable de tu parte – Dijo ella mordaz.
-         ¿Te hiciste los estudios para comprobar tu maternidad? – dijo Stefano de pronto.
-         No, no fue necesario.
-         ¿Se puede saber por que?
-         Sibia no me hubiera mentido en algo así.
-         ¡Que inocencia! ¿O debo decir estupidez?
-         ¡Me escribió en su lecho de muerte!
-         ¿Y eso qué? ¿Los moribundos no mienten?
-         ¡Lamento tanto que tengamos que compartir una hija! Pero vete acostumbrando. Se que soy madre de la pequeña. Un lunar así lo demuestra.
-         ¿Un que…? ¿Está loca? – Le preguntó al abogado que observaba la escena y que a todas luces quería irse lejos de allí.
-         Un lunar, señor. – Repitió – Es muy rara su forma de corazón y la niña lo tiene en… en…
-         ¿En dónde? – Explotó Stefano.
-         En uno de sus glúteos – dijo azorado.
-         ¿Cómo sabe que ella tiene uno igual? – Señaló a Jaquie.
-         Bueno, lo sabemos…Incluso que está en el mismo sitio que lo tiene la niña.
-         ¿Lo sabemos? – Preguntó amenazador- ¿Se puede saber como es que lo sabe? – Plantó las dos manos con un golpe en el escritorio acercándose hacia el pobre hombre que quería escurrirse en el asiento. - ¿Cómo rayos lo saben Jacqueline? – Se volvió furioso hacia ella que lo miraba como si fuera un extraterrestre.
-         ¿Qué demonios te pasa? ¿Te has vuelto loco? ¡Deja de atemorizar al pobre hombre! ¡Lo saben por que Sibia lo sabía y ella se los dijo! ¿Pues que pensabas? ¿Qué me pidieron que me bajara los pantalones y les mostrará? – casi le gritó y observó que Stefano se ruborizaba levemente. - ¿Ya puedo ver a mi hija? – Preguntó aún enfadada al abogado.
-         Por supuesto. – Tartamudeó y salió casi corriendo de la habitación.
-         ¿Un lunar es la única prueba que necesitaste para aceptar las palabras de esa mujer? – Atacó de nuevo Stefano.
-         Cuando vea a la niña sabré si es mía o no. Pero algo en mi corazón me dice que sí lo es.
-         ¿Algo en tu corazón? – dijo con cinismo.
-         Llámalo instinto materno o como sea. – Repuso furiosa.
-         Aún no la has visto y se supone que ya tienes instinto maternal.
-         Bueno, es que da la casualidad que no soy un ser despiadado y sin sentimientos como tú.
-         Claro que siento – le dijo acercándose - ¿Te recuerdo lo que sentí y te hice sentir la otra noche?
-         Aléjate de mí. ¡Dios! No puedo creer que esté metida en esto y de paso tenga que ser contigo.
-         No te imagino de madre.
-         ¿Y crees que yo a ti si te imagino siendo un amoroso padre?
-         Ambos fuimos a la misma clínica ¡Es increíble! – exclamó Stefano.
-         Casi creo en eso de la mala suerte.
-         O en el destino.
-         No crees en él ¿recuerdas?
-         Es cierto, en todo caso es una coincidencia increíble.
-         No estás listo para ser padre – le dijo de pronto Jaquie.
-         ¿Y tú si?
-         Quiero a la niña.
-         También es mi hija.
-         Dame la custodia completa de la nena. Será lo mejor para los tres.
-         ¿Ya habías pensado en esto antes, verdad?
-         Y ahora con más razón al saber que tú eres el padre.
-         No pienso cederte nada.
-         ¿Por qué? – dijo frustrada - ¿Quieres las responsabilidades de la paternidad? ¡No lo creo! Tu vida de magnate multimillonario no lo permitirá.
-         No he pensado ni por un instante en deshacerme de mi hija y que te quede claro.
-         Ya cambiarás de parecer. ¿Te levantarás por las noches a cambiarle los pañales? ¿A darle de comer?
-         Escúchame bien Jacqueline. No voy a darte toda la custodia.
-         Pero es que… - Un llanto los sobresaltó a ambos y los interrumpió.

Conforme pasaban los segundos el llanto era más claro y a Jackie le dolió ese llanto también, ambos estaban atentos al sonido de pronto la puerta se abrió y pasó una regordeta mujer vestida de uniforme que tenía pinta de niñera, pero de niñera infernal pensó rápido Jackie a juzgar por su cara amargada, empujaba un carrito para bebé y dentro se retorcía la niña que no se veía pues estaba casi toda cubierta por la sabanita ¡Se ahogaría si seguía así! Stefano observaba la escena clavado en su sitio y ella tirando a un lado su bolso, corrió hacia el carrito y retiró la mantita. Una hermosa carita toda empapada de lágrimas la miró implorante y ella por poco se echa a llorar con la bebita. Le retiró toda la manta y lanzó una mirada asesina a la niñera que se encogió literalmente.

Una preciosidad de piel cremosa apareció, de hermosos rizos del mismo color que su pelo, brillantes ojos plateados la observaron curiosos. Así que tienes los ojos de tu padre, pensó Jackie. Una boquita parecida a la suya pero en miniatura ahora le sonreía y ella no aguantó más y sacándola del carrito la abrazó y la puso sobre su pecho. Jackie le acarició los rizos y le besó la cabecita, la pequeña se acurrucó en su pecho haciendo que por fin  se echara a llorar sin importarle nada ni nadie.
Stefano no recordaba haberse sentido así en su vida, se sentía conmovido al ver a Jackie llorando al tener a la nena en brazos, casi paralizado. La nena era una verdadera preciosidad, en cuanto la vio un fuerte y poderoso sentimiento emergió de él. Se acercó a ellas y la niña alzó sus ojitos para mirarlo, al ver el color de sus ojos idénticos a los de él casi se sintió mareado, la pequeña le lanzó una sonrisa que le hizo ver que lo tenía ya comiendo de su pequeña manita. Jackie lo vio y le sonrió entre las lágrimas.

-         Es preciosa ¿verdad? – Le susurró.
-         Lo es. – Dijo él sin dejar de ver a la pequeña.
-         ¿Quieres tomarla en brazos?
-         ¿Yo? – preguntó como si no pudiera hacerlo.
-         Por supuesto. – sonrió de nuevo Jackie pero esta vez algo divertida.
-         No sé si pueda, en mi vida he cargado a un bebé. – Stefano el hombre más seguro sobre la faz de la tierra  ahora se mostraba a las claras inseguro.
-         Bueno, es tu hija. Eso tiene que cambiar.

Con una facilidad que él envidió, enseguida Jackie cambió a Maddison de posición para que él pudiera tomarla en brazos, dejándola frente a él. Para tener poco más de tres meses era grande y vivaracha igual que la pequeña Jackie Vecchio hija de Ally y Max de hecho tenían la misma edad. La tomó en brazos y quiso estrecharla con fuerza contra si, pero se contuvo y la observó con la misma curiosidad e interés con que él era observado por la pequeña como si ambos se estuvieran estudiando. Es inteligente y lo será aun más se dijo con orgullo mientras miraba en esos bellos ojitos. Estuvo plenamente seguro y convencido que no daría esa niña por nada en este mundo. Jackie opinaba lo mismo, se avecinaba un enfrentamiento. Él no iba a perderse por nada el crecimiento de su hija, de ninguna manera, apenas la conocía pero ya sabía que la amaba. No tenía la intención de apartarla de su madre que si bien era la mujer más obstinada, terca y difícil que conocía sabía a ciencia cierta que sería una buena madre y también que en buena medida lo volvía loco en muchos aspectos, uno de ellos muy importante. Con ninguna mujer había disfrutado tanto, ya fuera en la compañía como en el sexo. Era un hecho que también quería a la madre de su hija a su lado y no solo por el bien de Maddison.

-         ¿Dónde están las cosas de mi hija? – Preguntó muy seria Jackie a la mujer que la cuidaba.
-         Todo está aquí señora – respondió con voz sumisa. Jackie seguía enfadada por la manera en que había traído a Maddison, como un pequeño bulto molesto.
-         ¿Quién cuidó de ella desde que murió Sibia? - Dijo Jackie.
-         Yo señora, ayudada por el personal de la casa también. – Jackie se estremeció al pensarlo.
-         ¿En algún momento llegó la madre de Sibia a conocerla?
-         Nunca lo hizo. Era sabido por todos que repudió a su hija en el mismo momento que supo que esta había quedado embarazada.
-         Era de esperarse…. – Dijo Jackie más para si que para nadie. Janet Monroe era una mujer muy dura.
-         Bueno, veo que todo está en orden o ¿Se iniciara una batalla en los tribunales por este bebé? – Preguntó algo socarrón el abogado que acababa de entrar.
-         No lo creo. – Fue la respuesta escueta de Stefano.
-         En ese caso por favor finiquitemos este asunto.

Jackie no cabía en si de alegría. Stefano le iba a dar a la niña ¡De eso no había duda! ¿Verdad? Él mismo había dicho que no pelearían por ella. Así que eso significaba que le daría a la nena ¿no? aunque algo le hacía estar algo insegura al respecto. Cuando la tuvo en brazos vio un Stefano diferente totalmente, absorto en la pequeña.
Una vez firmados los papeles donde se decía que compartían la custodia de la pequeña, ella aún creía que eso no significaría nada y que Stefano le daría inmediatamente a Maddison, claro que la vería cuando quisiera, aunque fuera una tortura para ella el verlo tan seguido si es que visitaba con frecuencia a su hija ya que como poderoso magnate, su tiempo era muy escaso.
Tenía la facilidad de alterarla con una sola mirada y ella no quería esa clase de problemas con el padre de su hija. Desear estar retozando todo el día con un hombre como él era de lo más normal ¿Qué mujer no querría a un hombre así en su cama? Pero eso solo serviría para complicar más la de por si complicada situación que vivían.

El teléfono de Stefano sonó en ese momento y ella aprovechando el momento para tener a Maddison en sus brazos, los extendió para tomarla pero él empezó a hablar por el móvil sin hacer gesto alguno por dársela. Eso la hizo sentir temor de que sus esperanzas fueran solamente eso y no se concretaran. Stefano colgó y la miró largamente sin decir palabra poniéndola nerviosa, esa mirada de plata no era precisamente fácil de sostener sobre todo por que la hacía pensar en como esos ojos se ponían tormentosos y centelleaban cuando hacía el amor. Estuvo a punto de tragar saliva para no gritar cuando él por fin habló.

-         Tenemos que hablar Jacqueline.

¿Jacqueline? Él casi no le decía su nombre completo ¿Qué significaba eso? ¿Por qué lo sentía casi como una amenaza?

1 comentario:

  1. Guau. Quede super intrigada. Ojala stefano no le diga algo que ella malinterprete. Gracias por el cap.

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