miércoles, 17 de abril de 2013

Líos De Oficina 7

-¿Me firmas aquí, y?… ¿Aquí? –Pidió el motorista amablemente a Susan, antes de entregarle el sobre.

-Por supuesto… -Sonrió con amabilidad pero sin mirarlo a la cara-. Muchas gracias, hasta otra.

-Eso espero –Sonrió éste mientras le guiñaba un ojo y se marchaba.




Karolaine y dos chicas más de la oficina, habían observado toda la escena con gran incredulidad. A su amiga Susan le ocurría algo. El motorista no había parado de coquetear con ella. ¿Y qué había echo ella? Nada. No era normal, la Susan que conocían ya tendría en su poder su teléfono o una cena programada.


-¿Y eso? –Preguntó con gran curiosidad.

-Documentos de Thom. ¿Por? –Dijo sin entender nada.

-Eso no… -Rió Clarise-. Lo otro…

-¿Qué otro? –Se giró a ellas confusa.

-¡No le has pedido el numero de teléfono, ni tan siquiera le has provocado un pelín! –Señaló Karolaine exaltada.

-¿Me estáis metiendo bronca, por que no eh tratado de ligar con el mensajero? –Preguntó incrédula.

-¡No! Sabes que siempre te estamos metiendo bronca, para que sientes la cabeza… -Empezó Karolaine-. Pero verás…

-¡Eres una idiota! –Interrumpió Carla a risas-. ¡Ese motorista estaba como un queso! A buen momento fuiste a decidir comportarte como una monja.

-La verdad, tampoco me eh fijado en él –Se defendió-. Tengo muchas cosas en la cabeza…

-¿Y una de ellas no sería por casualidad, Zack? –Preguntó Karolaine-. Eso explicaría  tu comportamiento respecto al mensajero…

-¿Zack? –Preguntó Clarise-. ¡EH, oye!...  ¿Qué te estas callando para ti solita?

-¿OH, ocultando? –Señaló curiosa Carla.


Susan alzó los ojos al cielo, al ver que por culpa de Karolaine iba a tener que explicar algunas cosas.


-Zack, no es nadie… Son tontas imaginaciones de Karolaine. Se cree que me interesa…

-¿Me niegas que no buscas venganza?
-¿Venganza? ¡Tú también! ¡Estas loca, como se entere Thom!

-Yo no estoy loca, y me da igual Thom –Masculló entre dientes-. Solo un poco enfadada por…

-¿Pero quien es Zack? –Preguntó Clarise, en medio de todo aquel cuchicheo.

-El hermano gemelo de Jack –Señaló Karolaine, cruzándose de brazos y dando golpes en el suelo con el pie-. No lo conocéis, pero es un, son… Perdón, dos hombres muy atractivos. Quien uno de ellos, se ha metido un pelín con Susan.

-¿Un pelín? –Señaló escéptica Susan.

-Tú empezaste, si no me equivoco…

-Pensé –se puso las manos en las caderas-, pensamos que era Jack, y por su actitud fue por lo que lo hice…

-¡Pero no te podías estar quietecita como te pedí!

-Deja de ser una quisquillosa –Se mosqueó-. Me críticas, pero si nos ponemos hablar de Sebastián…

-¡Por favor, no eh echo nada comparado con lo que hacéis vosotras!

-Ahí está tu problema –Dijeron Susan, Carla y Clarise a la vez.

-¡Pero qué ocurre aquí! –Apareció Thom, enfadado-. ¡Esto parece un maldito gallinero! Marchad a comer, maldita sea… Deberíais de haberlo echo hace diez minutos.


Las cuatro mujeres se callaron de golpe, para mirarlo con el ceño fruncido y con cara de pocos amigos. Al ver que ninguna de ellas decía nada, decidió que mejor era volver a encerrarse en su despacho. Últimamente, las mujeres de aquella oficina estaban muy alteradas.


-Vamos a comer y nos explicáis todo –Señaló Clarise.

-Sí, últimamente tenéis una vida muy emocionante vosotras –Se quejó Carla-. No tenéis a alguien por ahí, para que me la complique a mí un poquito…

-Idiota –Le soltó Karolaine un tanto mosqueada por la actitud de todas.

-¿Qué os parece de ir a comer a Charly’s? –Sugirió Susan, y ignorando el insulto de Karolaine.

-¡No! –Protestó con energía ésta-. Allí, es donde vimos el otro día a Zack…

-Pues entonces vamos –Rió Clarise-. Esta clarísimo, chica…

-Sí, vamos… -Siguió el juego Carla.

-¿Qué le vamos hacer? –Le guiñó un ojo su amiga Susan-. Les apetece ir allí…

-Busconas liantas –Susurró por lo bajo la joven, sacándoles una carcajada a las chicas-. Eso es lo que sois y en lo que tratáis de convertirme…
-¡Karolaine! –La abrazó, por los hombros Susan-. Pero todo lo hacemos por que te queremos mucho.

-Ya, claro… -No pudo ocultar la sonrisa que se le formó en los labios-. Venga, vamos a ganarnos un tanto más hacia el infierno.

-¡Así nos gusta, que seas atrevida! –Rió Clarise.



Al ser la hora de comer, el bar se encontraba lleno de gente que tenía tiempo para comerse un bocadillo. Dando un disimulado repaso, no encontró a su hombre. ¡Lástima!


-¡Allí, se queda una mesa de cuatro! –Señaló Carla-. ¡Vamos, daos prisa!

-Mientras que llegamos nos la quitan –Indicó Karolaine, con muchas ganas de largarse a otro lugar-. Vámonos a otro sitio, no cabe ni…

-¡Mira, han cogido la mesa! –Señaló risueña Susan, mientras se dirigía hacia allí.

-¡Genial! –Soltó con falsedad, mientras murmuraba gruñidos por lo bajo.

-¿Decías algo? –Le preguntó Susan, entre tanto ruido.

-Para qué, si lo hubierais ignorado.

-¡Mujer! –Alzó los ojos al cielo.



Llevaban casi una hora allí, enfrascadas en sus problemas y comiéndose un delicioso bocadillo, acompañado de unas patatas bravas, cuando fueron interrumpidas por sorpresa.


-¡Vaya, pero si tenemos aquí a una cazadora llenándose la tripa! –Se mofó Zack, divertido.

-Ignorarlo. A los idiotas presuntuosos como él, es lo mejor que se puede hacer –Bromeó Susan, ocultando su sorpresa y dándole la espalda.

-Me hace gracia, que una mujer adulta como se supone que eres. Tu comportamiento, sea como el de una cría…

-Lo mismo digo, Zack –Siguió sin prestarle atención. Sabía que quería picarla-. Si no te importa, estábamos muy a gusto…

-Pequeña mentirosa –Le susurró en el oído, provocándole un sobre salto por que no se esperaba aquella proximidad-. Nos vamos, encantados de conoceros… Karolaine…

-¿Ese es Zack? –Señaló sorprendida Clarise-. ¡Menudo bombón!

-¡Me pido a su hermano! –Levantó en broma la mano Carla.

-¡Está pillado! –Se apresuró a señalar Karolaine.

-Que fastidio… -Lamentó en broma Carla.
-Algo quiere. ¿Sino, para que habría venido a chincharme?... –Señaló Susan.

-Te recuerdo, que… -comenzó a señalar Karolaine, con su tono de santa…

-¡Karolaine! –La regañaron todas, provocando que medio bar se girara a mirar su mesa, incluyendo a Zack y sus amigos. En ver aquello, las mejillas de la joven se tiñeron de rojo.

-Karolaine, puedes echarme todas las broncas que quieras. Pero lo de la oficina pienso devolverlo como sea.

-Tienes a un montón de hombres, deseosos de quedar contigo. ¿Por qué no te olvidas? No creo que vaya a salir nada bueno de todo esto.

-Déjame jugar un poquito, te prometo que después me centraré en salir con un solo hombre.

-¡No puede ser! –Se llevó la mano al corazón-. De verdad te volverás en una mujer que…

-Sí… -Respondió risueña-. Por eso me tienes que permitir un último capricho.

-Bueno, haz lo que quieras. Pero que sepas que no tengo muy buen presentimiento de todo esto –Soltó un tanto amarga.


Cuando llegó la hora de marcharse, fue Susan quien se acercó a caja a pagar la comida de todas. No quiso mirar hacia él, aunque notaba como era observada. ¡Madre mía! No se ponía así de nerviosa por un hombre, desde que tenía dieciséis años.


-No me tenéis que pagar nada, el joven de aquella mesa lo ha pagado todo –Le indicó el camarero amablemente.

-¿Cómo? –Preguntó sorprendida, y volviendo a reaccionar cuando el camarero se lo repitió por segunda vez. ¡Que típico aquel gesto, viniendo de un caradura como él! Le hizo una señal a Clarise para que se acercara, mientras le preguntaba algo al camarero-. ¿Se han tomado ya los cafés?

-No, son esos que tengo en la bandeja para servírselos…

-Pues te los pago yo. Pero una cosa…

-Dime.

-¿Sabes que es lo que se ha pedido Zack?

-Sí, tu amigo le gusta tomarse un cortado y los otros un café solo. ¿Por?

-Mmmm…  -Se hizo la apenada-. Nada, que no pega mucho un bombón con ello…

-Pero el gesto le gustará –Sonrió el hombre.

-¿Me dejarías un papel y un bolígrafo? Así le dejo una nota…

-Claro, dame también que te cobre.

-¿Qué quieres? –Preguntó Clarise.

-Dame un sobrecito de sal, de esa estantería de forma disimulada y vuelves con las chicas y me llamas al camarero.

-¿Qué coño vas hacer?

-¡Hazlo! –Soltó en medio orden y súplica.

-OK, mandona. Y estas loca, lo único que vas a conseguir es que eche hasta la primera papilla…

-¡Quieres ir! –La apresuró.

-Aquí tienes –Vino el camarero-, me espero para darle la nota –Sonrió el chico.

-Gracias… -¡UY! Mi amiga me parece que te pide algo de allí.


Con sonrisa traviesa, y sabiendo que en todo momento había sido observada por Zack, se puso delante de la bandeja a escribir la nota. Y de forma disimulada, abrió el sobrecito y le echó la sal en el cortado. Y con movimiento exagerado, le dejó la nota encima del vaso, para que se fijara en ella y no en el contenido del vaso. Y después, se fue en dirección a sus amigas.


-Ya tiene la nota en la bandeja, muchas gracias –Avisó ella al camarero.

-¿Qué ocurre? –Preguntó Karolaine.

-Mi amigo…

-Querrás decir tú enemigo.

-Bueno, mi enemigo nos ha invitado a la comida. Y yo, le eh escrito una nota de agradecimiento y le eh pagado los cafés.

-¿Y ya está? –Preguntó Karolaine-. No me lo creo. ¿Qué le has puesto en la nota?

-OH, simplemente unas palabras…

-Susan… -Pidió la chica, mientras estaban paradas observando como el camarero se acercaba a la mesa de ellos.

-Vale… Le puse; Os pago el café. Y capullo, en mayúsculas.

-¡Le has insultado en la nota!

-Sí, y sabes qué… Le puse sal en el cortado –Admitió entre dientes, mientras que las otras dos disimulaban como que no sabían nada-. ¡Y para, que se dará cuenta de que ocurre algo!

-¡Pues vámonos de aquí!

-Antes quiero ver su cara… -Protestó.

-Y nosotras… -rieron por lo bajo las dos chicas, con el boleto de rasca, rasca en las manos…

-Schhh… Calla.
Vio como Zack cogía la nota y con una sonrisa, le daba las gracias y les pasaba la nota a sus amigos. Después cogía un sobre de azúcar, le echaba el mínimo, revolvía y le daba un trago… Las cuatro, lo miraban en aquel momento fijamente. Ninguna disimulaba. Tres de ellas, con sonrisa malévola y una, con ojos asustadizos… Pudieron observar como Zack se quedaba quieto y mirándolas fijamente, tras haber saboreado aquel trago. Para después, coger de forma disimulada una servilleta y toser un poco, bastante… ¡Vamos, que su cara se tornó colorada!


-¡Que bruto, se lo ha tragado! –Dijo asombrada Carla.

-OH, OH… -Susurró Karolaine-. ¡Se levanta!

-Chicas, creo que ha llegado el momento de marcharse –Comentó Clarise.

-¡Vámonos! –Rió Susan, y todas salieron de allí por patas.



Eran las cinco de la tarde, y todos se encontraban aún en la mesa tomándose la segunda ronda de cafés… Había un ambiente relajado, pero ella quería saber cosas sobre el encuentro de Marcus con Rachel… Cuando éste había llegado, se había ido a cambiar y se puso con los chicos a preparar la comida. Mientras que todas ellas, estaban en la piscina. De tanto en tanto, alguno de ellos se acercaba unos cinco minutos, para darse un chapuzón y charlar un poco con ellas. Pero él no. Solo se asomaba a la puerta y le quiñaba el ojo.


Y allí estaba ella, sentada a su lado como una tonta. Cuando en verdad, tenía ganas de sacudirlo… ¿Por qué? Pues por muchas cosas. La principal por ser tan guapo, tenía a sus hormonas loquitas. La segunda, por ser tan encantador con su familia. La tercera, por esa magnifica fragancia que desprendía su cuerpo. La cuarta, por ir de chico listo… Había hablado con Susan, y más o menos tenía unas ideas. Iba a enseñarle lo que de verdad se estaba perdiendo… ¿Tendría algún resultado? No lo sabía, pues aquel playboy  debía de tener el corazón forrado de hierro a prueba de amor… Solo entendía de seducción, el muy libertino. Pues muy bien… ¿Quería seducción? Pues la iba a tener… ¿Quería representar el papel de novio delante de la familia? Pues muy bien, iba a tener una verdadera novia con familia…


Sonriendo alguna tontería que decía su primo Alberto, aprovechó para inclinarse a su izquierda y apoyar su cabeza en el hombro de Marcus. Notando así, un segundo la sorpresa de éste por dos segundos que contuvo la respiración. ¿Qué es lo que pensaría ahora? ¿Qué se había rendido ante su encanto? ¡Ni hablar! Aunque, sabía que Marcus no era tan tonto para pensar aquello tan pronto. Seguramente, lo que haría seria ponerse más alerta, sabiendo que alguna cosa estaba tramando. Y así era, tenía un plan tramado… ¡Que rabia! Estaba sola, no tenía a ninguna de las chicas con ella allí. Si es que tampoco tenía suerte ni para eso.


-¿Estas cansada? –Preguntó con gran dulzura, sonriendo ya que muchos de allí estaban mirando con lupa.

-No –Sonrió-. La verdad es que ahora estoy muy a gusto, no tengo ganas de ir a fregar los platos…

-Pues es lo que toca, nosotros hemos cocinado…

-Si se puede llamar cocinar a…

-¡EH! –Protestó él haciéndole cosquillas-. No te podrás quejar… Venga, que te llevo a dar un paseo por…

-Mmm… No quiero dejar a mí familia aquí –Se apresuró a señalar, poniendo su táctica en marcha-. Es que…

-Por supuesto, tonta. Mientras vosotras recogéis, nosotros nos duchamos.

-No esta mal pensado –Comentó Jaime.

-¡EH! El agua de la ducha saldrá helada, van a estar fregando –Protestó uno de sus jóvenes primos.

-No me seas niña –Se rió Alberto-. No te metes en la piscina, que también esta fría.

-No es lo mismo, pero tú que vas a notar a tu edad tienes la piel más curtida…


Ante aquel comentario, Alberto se rió por un momento junto con todos para después levantarse de forma rápida y amenazante.


-Un segundo y os libro de un plato menos en la mesa que servir y fregar –Y dicho lo cual, salió detrás del joven chico quien visto aquello, fue listo y echó a correr.

-Éste Alberto, nunca va a cambiar –Rió su tía Antonia-. Más feliz que un niño.

-A mí ya me sirve, le tiro un caramelo y lo tengo comiendo de mi mano –Soltó en broma Patricia, haciendo reír a todo el mundo.

-¡Te eh oído, cariño! –Chilló el aludido-. Después de liquidar a éste, vas tú.

-¡Socorro! –Se escuchó el joven-. Necesito ayuda, me pasa en bastantes quilos –Soltó riendo.

-¿Me estas llamando gordo? –Se volvió a escuchar a Alberto mucho más claro, al salir estos dos nuevamente al exterior de la casa.

-No… -Rió-. Bueno, hay que decir… ¡AH! –Chilló cuando fue capturado como un simple saco de patatas.

-¡Os vais hacer daño! –Chilló María entre risas.

-Que va –Dijo Alberto convencido, mientras se dirigía con su carga hacia la piscina-. Solo voy a mojarlo un poco, para que vaya con la temperatura adaptada a la ducha –Y dicho aquello, se lanzó con el joven al agua. Pero saliendo rápido a la superficie, por si su sobrino se tomaba la revancha. Pero una vez fuera del agua, se dirigió a la mesa en donde estaban todos, con cierta sonrisa traviesa-. ¿Qué decías antes, mi vida? –Le preguntó cuando se hallaba a escasos metros de ella.

-Que te quiero mucho –Rió ésta, mientras se levantaba de la silla y se situaba tras Marcus-. Oye cariño, a mí no me mojes. Tengo que ayudar a recoger todo esto, y no querrás que lo ponga todo perdido.

-Pero si es solo agua, no tengas miedo –Señaló a un metro de ella.

-¡Tengo el pelo limpio y seco! –Chilló mientras se reía a carcajada y se abrazaba al cuello de Marcus-. Si me llevas al agua, tendrás que llevártelo a él también.

-¡EH! –Protestó Marcus-. Yo no eh echo nada malo.

-Schh… -Rió Patricia apretándose más a él-. Si estoy bien sujeta a ti, no creo que me tire al agua. Lo siento mucho guapo, pero pesas bastante para él.

-A mí no me metáis en peleas de parejas… -Rió guiñándole un ojo a Alberto.

-Cobarde –Señaló Marta, mientras le guiñaba un ojo a él.

-Yo no soy ningún cobarde, mi vida…

-Nunca has tenido ocasión de demostrarlo…

-Creo, que el presentarse aquí con toda tu familia es tener bastantes… -Señaló su hermano Jaime, saliendo en su defensa.

-También opino lo mismo –Habló Alberto, mientras por sorpresa de todos cogía a Marta en brazos-. ¡Al agua! –Chilló como grito de guerra.

-¡Qué! ¡No vale, tramposos! –Reía, intentando soltarse de los brazos de su primo-. ¡Mamá!...

-¡AH, Marcus! –Chilló Patricia, al verse cargada en los hombros de éste-. ¡Maldito traidor! –Le pegó con los puños en la espalda-. ¡Bájame y prometo no hacerte daño!

-Que graciosa… Espera Alberto, mejor las tiramos a la vez.

-¡OH! –Lo fulminó Marta con la mirada, colgada de los hombros de Alberto.

-No me mires así, mi vida… Ves como no soy ningún gallina. Me estoy enfrentando a vosotras… -Bromeó consiguiendo sacar una carcajada  a toda la familia.


Dos segundos después, las chicas eran lanzadas al agua por asombro de ellas mismas. Y viendo como Alberto se volvía a lanzar al agua también, para seguir con la jugarreta con su novia al volver a meterla bajo la superficie.  Mientras que Marcus, se quedó observando a Marta desde el borde. Quien una vez que salió a flote, se dedicó a mirar a su primo con enfado fingido. Sabiendo que su hombre la observaba en todo momento.


-No se vale atacar por la retaguardia, Alberto –Lo regañó.

-Y lo bien que me lo paso –Se defendió, mientras seguía hundiendo la cabeza de su novia.

-Mi amor, no le regañes cuando tu también eres igual –Le indicó Marcus, agachándose en el bordillo para hablarle cara a cara.

-A mi no me digas nada, no hablo con traidores… -Y le sacó la lengua a modo de burla-. Estoy enfadada contigo, aún no había acabado de hacer la digestión… -Protestó poniendo pucheros.

-No creo que te ocurriese nada malo. Se sabe que bicho malo, nunca muere –Se volvió a meter con ella.

-¡OH! –Achinó los ojos, dándole a entender que se estaba pasando. Pero venían en su rescate, sí era momento de vengarse. Poniendo sonrisa tonta y nadando un poco hacía el bordillo, le empezó hablar con tono sensual-. Cariño…

-Dime diablillo –Se levantó sin dejar de mirarla, por que no se fiaba mucho de ella.

-Será mejor que para esto, te guardes bien las espaldas conmigo… Nunca se sabe.

-No te preocupes, cielo. Ya te tengo…

-¡Al agua! –Chilló Rosa tras la espalda de Marcus, antes de propinarle un fuerte empujón.

-¡Seréis!... –No pudo acabar de decir nada, antes de caer también al agua. Mientras que Marta era ayudada por su hermana pequeña, a salir del agua. Y después se quedaban mirando a Marcus resurgir de las profundidades…

-Te lo dije, mi vida… -Le soltó con gran orgullo.

-Sois unas tramposas –Rió-. Y Rosa, por ayudar a tu hermana te acabas de quedar sin entradas para mi próximo…

-¡Ahí va! –No acabo su amenaza, cuando la joven le entregó a una sorprendida Marta a sus brazos en el agua-. Toda tuya.

-¡Rosa! –Chilló su madre.

-¡Traidora! –Señaló su hermana Celia.

-¡Así me gusta! –Se mofó Jaime.

-¡Tú te callas! –Le riñó Ana.


Marcus sujetó por los brazos a Marta, antes de que se le escapara. Y miró hacia Alberto, quien tenía acorralada a una agotada Patricia de tragar agua.


-¡Ya la tengo! ¿Qué les hacemos?

-¡Suéltame! –Forcejeaba Marta, entre risas por lo ocurrido.

-La mía ya a tragado un poco de agua, por ser demasiado lista en sus comentarios…

-Ayuda, menos tú Rosa –Rogó Patricia-. Eso no te lo perdonaré nunca, chaquetera.

-Lo siento… -Se disculpó la joven-. Pero es el instinto de una joven por obtener unas entradas, me ha salido sin poder controlarlo…

-¡Venga chicos! –Se levantó María, en apoyo de las mujeres-. Si no las soltáis en menos que canta un gallo, deberéis de hacer las camas y poner lavadoras todos los días… Y señalo que la amenaza va para todos los hombres de la casa.

-¡EH! ¡Soltadlas! –Empezaron a protestar los chavales.

-Sí, para que más cizaña… Ya se ha demostrado quien es más fuerte –Comentó Jaime, haciéndose el disimulado ante la mirada dura de su mujer.
-Vale… -Aceptó Alberto-. No quiero teñir mi ropa interior de rosa… -Bromeó, mientras soltaba a su novia.


Y Marta, aprovechando que Marcus la sacaba de la piscina y lo sucedido con su hermana, aprovechó para preguntar.


-¿Qué concierto es ese?

-Uno que voy a realizar con Rachel… -Le dijo sin ninguna importancia.

-Mmm… Es que como viniste y no comentaste nada, sobre como te había ido el encuentro con tu amiga… -Procuró soltar con tono desenfadado.

-¿Eso son celos?

-¡No! –Se apresuró a señalar-. ¡Idiota! –Lo insultó por lo bajo-. ¿Por qué debería de tener celos de ella?

-¿Eso, por qué? –Se le acercó de manera muy peligrosa-. ¿Te ha molestado por que no te haya llevado conmigo a mi cita con Rachel?


¡Sí! Quería gritarle a los cuatro vientos. Pero aún no era momento de demostrarle hasta donde estaba interesada en él. Aún debía de esperar un poco bastante más…


-Te recuerdo, que estás aquí por voluntad propia para fastidiarme mis vacaciones. No por que mantengamos ningún romance, Marcus.

-Pero lo habrá, no lo olvides preciosa… -Y con aquella amenaza, se giró hacia los demás-. ¡Venga, vamos arreglarnos antes de que acaben ellas con sus tareas!


Cuando todo el mundo hubo desaparecido, se le acercó Patricia con una toalla para que se secara.


-Sabes, no es que me quiera entrometer mucho… -Se la veía apurada-. No hace falta que te diga, que te aprecio mucho…

-¡Suéltalo, Patricia! –Le señaló con sonrisa, al ver que no se decidía en decir palabra alguna.

-Bueno, tu hermana Celia, Ana y yo, creemos que nos estas ocultando algo muy importante sobre Marcus. Ya está, ya lo dije… -Soltó aliviada en un profundo suspiro-. ¡Me comía la curiosidad!

-¿Así que habéis hablado de mí?

-Sí, pero nada malo… Ya me entiendes…

-Esta bien, veo que os lo tendré que decir… -Miró hacia dentro de la casa-. Pero ahora no es el momento, y menos con tanta gente por aquí…

-Mañana, podríamos ir las cuatro al mercadillo que ponen en el pueblo…
-¡Es verdad! Coméntaselo a ellas, pero que no se entere nadie más.

-Eso esta hecho –Sonrió con picardía-. Anda, vámonos a limpiar todo esto bien rápido-Se quitó la toalla de la cabeza-. ¡Que fastidio, me tengo que volver a lavar el cabello!

-Y yo… -Sonrió con cierta complicidad, mientras se dirigían al interior de la casa.




Nuevamente era bastante tarde cuando llegaban todos. Había sido una magnifica tarde y divertida noche. A lo primero se habían ido a jugar a los bolos, en donde ganaron los hombres por pocos puntos. Después, se habían sentado a cenar en una marisquería, y de allí se habían ido a tomar algo fresco a una terraza junto al mar.


Ahora, es cuando los nervios volvían hacerla mella. Era el momento de volver a la casa, a su dormitorio, a aquella cama de matrimonio que los acogía a los dos con los brazos abiertos. ¡Y un cuerno! Esa noche, pensaba volver acoplarse a su escudo. A su queridísima almohada…


Salía del cuarto de baño de cambiarse, para dirigirse todo tiesa al armario para sacar a su queridísimo guardaespaldas… ¡Cuando se llevó el mayor chasco de su vida, al comprobar que éste no se hallaba allí esperándola tan ansiosamente como ella lo deseaba encontrar a él! Ahora entendía perfectamente, el porque estaba Marcus mirándola con sonrisa divertida… ¿Bueno, no tenía siempre esa sonrisa estúpida cuando llegaba la noche? ¿Y si a lo mejor había sido su madre o algún familiar que la había cogido por algún motivo en especial?


-¿Te ocurre algo? –Preguntó con voz melosa y tono divertido.


Y sin mirarlo a la cara, cerró las puertas del armario con calma simulada y salió del dormitorio sin mirarlo aún, dirigiéndose a la habitación de sus padres. En donde llamó con mucho cuidado y esperó a que le abrieran, o le dieran permiso para entrar.


-Adelante –Se escuchó la voz de su madre.

-Hola… Solo quería preguntar una cosa. ¿Sabes si alguien ha cogido la almohada grande que había en el armario de mí dormitorio?

-¿Una almohada? –Preguntó extrañada su madre-. ¿No, pero para qué quieres?...

-Es igual, gracias… -Salió de allí y se topó con Marcus en el pasillo, que la esperaba con los brazos cruzados y sonrisa torcida.

-¿Has molestado a tus padres eso? –Le susurró sonriendo.

-Sí, algún problema…

-¿Hija, ocurre alguna cosa? –Salió su madre al pasillo.

-No, mamá…

-Su hija, que necesita esa almohada… -Comentó él divertido, para no preocupar a la mujer.
-¡Cállate, quieres! –Le soltó mosqueada.

-¿Qué pasa Marcus? –Apareció Alberto-. Es que no sabes como tratar a una chica en la…

-¡Alberto! –Lo zanjó María.

-¡Cállate idiota! –Lo riñó Patricia, que apareció en aquel momento.

-Muy gracioso… -Señaló Marcus.

-Estoy acostumbrada a poner una en el borde de la cama –Mintió para poder dar una excusa, y largarse al dormitorio para no pasar más vergüenza.

-Pon a Marcus –Volvió a sugerir un divertido Alberto.


Y ante aquella broma, Patricia lo empujó por la espalda para apartarlo de su camino. Acercarse a Marta, cogerla por el brazo y llevársela con ella hacia su dormitorio.


-Anda, quiero tener una noche de chicas y ya buscaremos algo para sustituir la almohada –Le explicó mientras le guiñaba un ojo.

-Cariño… -Empezó a protestar Alberto-. Esa es mi habitación, por lo tanto mi cama y tengo sueño…

-Pues duerme con Marcus –Y dicho aquello, le cerró la puerta en las narices.

-Un momento, me acaban de echar de mi dormitorio… -Señaló totalmente consternado sin creerse lo ocurrido-. Tú, tienes la culpa –Se giró a señalar a Marcus.

-¡No! –Lo calló María-. La tenéis los dos por el numerito de la piscina de hoy. Así que os lo merecéis.

-Aquello era una broma –Dijo moviendo los brazos con gestos exagerados-. Esto, no tiene sin embargo ningún tipo de gracia.

-Buenas noches chicos… -Se despidió María hiendo a su dormitorio, con una gran sonrisa de satisfacción.

-Anda, vámonos a la cama –Señaló Marcus.

-El lado izquierdo es mío, y nada de arrimarse durante la noche –Soltó en broma.

-Menuda noche más larga me espera… -Se apresuró a señalar en un suspiro Marcus, mientras entraban en el dormitorio y aceptaba con resignación que aquella noche tampoco sucedería nada con Marta.



                                                                       ***

Eran las ocho de la mañana de un día muy soleado, cuando las cuatro chicas abandonaban la casa a hurtadillas. Era la hora de la reunión, Marta iba a tener que pasar cuentas con ellas… Se encontraba en la calle, con las llaves de la monovolumen esperando a que fueran apareciendo poco a poco sin llamar la atención de nadie de la casa.
-¿No se ha despertado Jaime? –Preguntó, sabiendo que el sueño de su hermano era muy ligero.

-¡Que va! –Rió divertida Ana, mientras se abrochaba el cinturón de seguridad-. Ya me ocupé de agotarlo ayer noche… -Por un momento, reinó un denso silencio en el coche, siendo roto enseguida por las carcajadas de las mujeres ante aquel comentario.

-Eres muy mala… -La acusó Patricia en broma.

-¡OH, vamos! –Señaló Celia-. ¿Quién de éste coche es buena samaritana?

-¡Nadie! –Rieron todas-. Y lo estamos demostrando más, al habernos ido de esta manera sin avisar a nadie…

-¡Sí, ya verás cuando se de cuenta Alberto! –Señaló Patricia divertida-. Entre lo de ayer noche, y encima cuando vea ésta mañana que eh desaparecido… Creo que dejaré de ser miembro de ésta familia.

-Entonces, para mí es cuando llegará al fin la paz si eso sucede… -Bromeó Marta.

-¡EH! –Le dio un ligero golpe en la cabeza.

-No me distraigáis que estoy conduciendo –Protestó entre risas.

-Pues entonces, empieza a contarnos lo que de verdad ocurre entre Marcus y tú.

-No es mi novio –Soltó sin más, tras ponerse seria.

-¿Hemos escuchado bien? –Señaló su hermana Celia.

-¡Dios! A tu hermana Rosa, le dará un infarto cuando se entere –Señaló Ana-. Lo tiene puesto en un pedestal.

-Es muy joven, lo superará –Comentó, mientras giraba en una estrecha calle-. ¿Era hacia la derecha, verdad?

-Sí, y dos calles más abajo empieza a buscar aparcamiento –Indicó su hermana Celia-. ¿Y entonces? ¡No te calles!

-Se trata simple y llanamente de una venganza de Marcus hacía mí…

-¿Venganza? –Soltó sin entender Ana-. ¿Qué se supone que te tortura sexualmente por las noches?

-Pues te lo cambio por tu primo, solo por una noche… -Bromeó Patricia-. Luego me devolvéis a mi niño.

-Os lo estáis tomando en coña –Se quejó la chica, mientras ponía el intermitente tras encontrar una plaza de parquin libre.

-¿Y qué quieres qué hagamos? Visto lo de las revistas, el echo de que él se halle aquí… Y os besáis… ¿Habéis dormido juntos, ya me entiendes? –Preguntó curiosa una de ellas.

-No. Pero bien que no para de intentarlo…

-Y bien, que tú te mueres por ello… -Señaló Celia.
-¿Tanto se me nota?-Señaló con horror-. ¿Y sabéis una cosa, chicas? Básicamente, la venganza de Marcus, se basa en ese punto…

-¿La venganza de Marcus es que quiere llevarte a la cama? –Preguntó entre risas Ana.

-¡Chica, has muerto y has ido al cielo! –Rió también Patricia.

-Mejor, nos sentamos a tomar un café y os lo explico todo… -Comentó señalando una solitaria cafetería.

-De acuerdo, pero luego vamos a saquear el mercadillo –Pidió Ana-. Quiero arruinar a tu hermano –Bromeó divertida, mientras entraban y se sentaban en una mesa para desayunar como verdaderas reinas.


Quince minutos después….


-¡Maldita sea, acuéstate con él y déjate de tantas tonterías! –Comentó una acalorada Patricia.

-Como mamá y papá se enteren… -Expuso su hermana Celia, después de haber escuchado el entretenido relato.

-¿Sabías que tú hermano te tiene como una santa? –Rió Ana-. Cuando se entere de todo éste embrollo…

-¡No se tiene que enterar nadie! –Protestó Marta-. ¿Y ya veo lo que os llegáis a preocupar por mí?

-Es que en parte, te mereces el tener que tenerlo aquí… -Señaló su hermana.

-Animo, el hombre está como un queso –Seguía insistiendo Patricia.

-Da la sensación, que mi primo Alberto no te… -empezó apuntillar Marta, contra ella en broma.

-¡EH! –La interrumpió rápido-. Que nadie me toque a mi cachorrito… -Rió-. Mujer, es el sueño de toda el tener a un famoso cantante, deseando meterse en tu cama.

-¡Patricia! –Rió Celia.

-¡Qué! Oh, no soñabais con besar a un cantante… ¿No os comprabais revistas para adolescentes?

-Pero éramos ingenuas… Pensábamos que se enamorarían de nosotras –Señaló Marta-. Éste famoso atractivo, solo quiere darme un uso y luego; bye, bye

-¿Estás segura?

-Por favor, me ha seguido aquí para fastidiarme como yo…

-¿Digo que si estas segura, de que solo será un uso? –Preguntó Ana.

-Bueno, te aseguro que a lo mejor serán unos cuantos usos durante toda la noche…

-¡Patricia! –La riñó Celia-. Estoy hablando muy en serio – La regañó.

-Y yo también –Respondió un tanto ofendida-. Solo quería aportar un poco de humor, no me seáis tan…

-Sigue… -Apresuró a su hermana, ignorando a la otra chica.

-¿Qué siga? ¿Qué más quieres que te cuente?

-Veamos… -Hizo que pensaba un poco, llevándose el dedo índice a la barbilla y se daba toques ligeros-. ¡Pues que va a ser!... ¿Lo quieres, verdad? ¿Y qué puñetas te propones hacer?

-Eso, por que te recuerdo que dormís los dos juntitos en una gran cama de matrimonio, con muy poca ropa…

-¡Patricia! –Volvió a regañarla Celia-. ¡Maldita sea, recuérdame que te compre el kamasutra! Haber si así se te enfría esa mente tan calenturienta.

-Ya lo tengo, lista –Soltó la pulla entre risas-. ¿Quieres que te lo deje?

-No… Pero deja de leer esas malditas novelas románticas…

-¡Ni de coña! Son la sustitución al chocolate  –Soltó firme y segura.

-Pues vuelve a pecar, veremos si así dejas de estar tan obsesionada con el sexo.

-Quien fue hablar, santa Teresa…

-Lo sabía, no puedo contar con vosotras estáis como una puñetera cabra –Interrumpió Marta-. Mi respuesta a tus preguntas, soy una completa imbécil por enamorarme de un hombre así. ¿Qué quiero hacer? Como dice Patricia, y que le doy mucha razón… Es un queso de hombre… Sabes lo difícil, que se me ha hecho estas dos noches a su lado… Puse en medio de la cama una maldita almohada bien grande, que encontré en el armario de mi dormitorio. Pero milagrosamente, ayer noche no había nada… La señorita almohada, se había esfumado.

-OH, vaya…

-Sí, vaya… -Resopló-. No quiero acostarme con él, bueno sí… Pero no quiero un solo revolcón, quiero lo que tenéis vosotras… El otro día me propuse conquistarlo, pero me eh dado cuenta de que eso va a resultar difícil…

-Marcus te quiere –Soltó de sopetón Celia, interrumpiendo su charla.

-¿Qué? –Preguntó sin entender por aquella brusca interrupción.

-¿Cómo? –Se inclinaron hacia delante Ana y Patricia.

-No creo que Marcus esté fingiendo –Aseguró.

-No lo conoces –Comentó muy negativa.

-Para empezar hermanita, has estado tan ocupada en esquivarlo en la cama y en estar enfadada con él, que no has observado algunos puntos…

-Corta el rollo… -Soltó con sarcasmo y un tanto molesta-. No trates de venderme la moto, quieres.

-No tengo que venderte nada. Vamos Marta, te digo que Marcus te quiere, solo que hay que hacérselo saber…

-¡Ahora sí, que estas tarumba! ¿Desde cuando hay que hacer saber a un hombre que esta enamorado de una mujer?

-Creo que Celia tiene razón… -Interrumpió Ana pensativa-. Muchos de sus gestos, miradas y palabras son de un hombre…

-Que resulta ser un gran actor –No la dejó acabar ella, enfatizando mucho sus palabras para que vieran que les estaba tomando el pelo aquel hombre.

-Que resultan de un hombre enamorado –Pero prosiguió la mujer, una vez que Marta hubo dicho su tontería-. Y con el palo de la red de voleibol, parecía que le iba a dar un ataque.

-Fue un momento perfecto, para meteros a todos en el bolsillo –Siguió la chica con su testarudez-. Y veo que lo ha conseguido.

-No es verdad –Soltó Ana.

-Vamos Marta –Empezó a defenderse su hermana-, es un hombre agradable y fácil de cogerle cariño. Ese no es motivo, para que no podamos decirte lo que observamos… ¿Y tu Patricia, no dices nada? –Le preguntó, haciendo que ésta se atragantara con el café.

-¿Vaya, ahora si que quieres la opinión de mi mente calenturienta?

-Déjalo, no eh dicho nada… -Alzó los ojos al cielo.

-Creo que tienen razón –La ignoró la joven-, mucha venganza y muchas miraditas, pero todo eso lleva a un punto. Por mí, que Marcus te esta probando.

-¿Qué yo sepa, aún no lo ha hecho? –Soltó riendo Ana.

-¡EH! Quien es ahora la más calenturienta… -Protestó Patricia-. Simplemente, te digo que ha venido aquí por comprobar si lo quieres, y si es así…

-¡Basta! –La frenó Marta, alzando las palmas de las manos al aire-. No quiero escucharos, ni creeros… ¿Os imagináis si por un momento yo lo creyera, y resultara ser una enorme equivocación, que me ocurriría?

-Saldrías desahogada sexualmente, pero con el corazón roto –Soltó sin pensar Patricia.

-¡Patricia! –La riñó Celia, intentando esconder una sonrisa-. Tienes más poca delicadeza…

-Lo siento –Se sonrojó la joven.

-Soy una idiota, la primera vez que me enamoro y lo hago de una manera complicada…

-No digas eso, mujer…

-Por vuestra maldita culpa, ahora estaré súper pendiente de todos sus movimientos y miradas. Todo el rato nerviosa…

-Eres tú, quien lo complica todo y solita –Acusó Patricia.

-No es cierto. Los hombres, siempre nos complican la vida –Señaló Patricia.

-¡Eso, encima dale la razón! –Se quejó Celia.

-¿Queréis saber una cosa? Estoy aterrorizada. ¿Qué hago? No me creo que Marcus de verdad esté interesado en mí. ¿Pero y si resulta que tenéis razón?... –Gimió desquiciada de los nervios-. ¡OH, dios mío!

-Mira lo mejor es que dejes de comerte la cabeza. Que vayas haciendo sobre la marcha, nosotras te echaremos un cable por eso no debes apurarte. Hay que hacer que él se vuelva aún más loco, pero que explote y confiese… -Trazó Celia.

-¿Más aún? ¿Qué quieres que me viole en el pasillo? –Preguntó alarmada.

-Utiliza la excusa, más infalible de la mujer…

-El dolor de cabeza no funciona –Sentenció Ana, muy convencida.

-Cierto –Apoyó Patricia.

-Ilusas, que me decís de la menstruación…

-¡OH!

-¡Es verdad! –rió Patricia.

-Pues ale, todo conforme… -Se levantó Ana de la silla-. Vámonos al mercadillo.

-¿Todo conforme? –Susurró Marta aterrorizada-. Algo me dice, que voy a ser vuestro juguete.

-Hay hija, donde esta tu espíritu de diablillo…

-¡Se fugó hace tiempo! –Señaló mientras se iban a saquear las pintorescas tiendas.


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