jueves, 18 de abril de 2013

Líos De Oficina 8

Era sábado, y no tendría por que ir a trabajar. Pero Thom, se lo había pedido como un gran favor.  Tenía una comida con un posible cliente, y quería que ella estuviera presente para tomar apuntes. Como no estaba obligada a vestir de manera formal, había decidido ponerse un vestido floreado y fresco. Evitando de fundarse sus camisas y faldas de tubo. Se cogió su bolso y una libreta, y salió a la puerta en donde su jefe ya se encontraba esperándola.


-Hola –Le sonrió amablemente, nada más abrir la puerta del copiloto.

-¿Tú le has dicho algo a Helen?... Y hola, buenos días… -Inquirió en tono desenfadado, mientras volvía a la circulación.



-¿Perdona?

-¿Qué si has hablado de Marta con mi mujer?

-Sí, pero…

-Lo sabía –Gruñó un poco enfadado-.No creía que fuese Karolaine, pero ahora tampoco se sabe lo que puede ocurrir con ella…

-Pero no hablé de nada, simplemente me preguntó por Marta y yo…

-¡Exacto! Te faltó poco por contarle lo de Marcus –Le señaló con tono acusador.

-¡Pero bueno! –Protestó con gran enfado-. Me dirás que te parece bien lo que…

-¡Y lo que ha hecho Marta!

-Él la provocó –La defendió con uñas.

-¡Por favor, no me vengas con chorradas!

-¿Me puedes explicar como puñetas ha sabido la dirección exacta?

-A mi no me mires –Mintió de forma descarada.

-¡Por favor! –Lo imitó-. No me vengas con chorradas…

-Deberíais de admitir, que todo esto esta ocurriendo por como habéis sido.

-¿OH, perdona? –Preguntó con gran consternación-. ¿Por como hemos sido? Te recuerdo, que vosotros o ellos, si te quieres quedar al margen por miedo a Helen, que tampoco habéis sido muy santitos que digamos… Salvando un poco, solo un poco a Jack.

-¡Como! –Rió a carcajadas-. Para empezar, no le temo a Helen…

-Como tu digas… -Susurró por lo bajo a modo de sonrisa.

-Te eh oído –La miró rápido, y amenazándola con el dedo-. Ese tema, no te incumbe…
-¿Perdona? –Se molestó-. No hice nada malo, para tu información. Helen es mi amiga, y como tal la mantengo al corriente de los últimos sucesos o chismorreos.

-Eso es lo malo… -Entró en el parking del restaurante-. Que sois todas demasiado amiguitas.

-Como tú, con Lucas y Marcus…

-Y no te olvides de Zack –comentó con burla mientras estacionaba en una plaza de parking, cerca de la puerta.

-¡Querrás decir Jack! –Lo corrigió un tanto nerviosa, por la sola mención del nombre…

-No, lo dije bien… -La miró con sonrisa torcida mientras se apeaba del vehículo-. Cierto, los conozco a los dos…. Pero desde que vine a vivir a Londres, me empecé a relacionar más con Zack… Jack, sale más con Lucas…

-Y a mí que me explicas, si apenas lo conozco… -Soltó en tono de reproche.

-Pues eso, no es lo que tengo entendido  -Atacó con sonrisa felina su jefe.

-¡Qué! –Dejó de caminar por un momento ante sus palabras, para reanudar los pasos   rápidamente en dos zancadas colocándose a su altura y mirándolo con fuego en la mirada-. ¡Muy bien, ya lo estas escupiendo todo vieja sabandija!... –Le soltó, agarrándolo por el brazo nada más traspasar por la puerta del parking del restaurante.

-¡Menuda forma de tratar a tu jefe, cazadora!


La sorprendió una voz muy conocida para sus oídos y temida para su corazón. Miró al frente, y allí fundado en unos tejanos y camiseta, se encontraba el hombre de sus sueños… ¡Pesadillas, joder!... Se rectificó mentalmente. Aquello era una maldita encerrona de Thom y él… ¡Muy bien, ahora si que iba hablar con Helen!


-Vaya… Hola… -Sonrió con amabilidad simulada-. Veo que hoy ya no tienes la cara roja. ¿Que te pasó el otro día, te atragantaste?

-Muy graciosa… Y hola –Se le acercó de forma desprevenida, para darle un beso en cada mejilla y susurrarle en el oído-. Espero que cuando estemos a solas, seas igual de valiente.

-Dalo por echo, pero si puedo evitar cualquier encuentro contigo, mejor que mejor… Maldita rata…

-¡Susan! –La riñó Thom, riéndose divertido al comprobar que su buen amigo era muy buen contrincante para su mano derecha.

-Hoy es sábado, y puedo replicar cuanto quiera. Esto es una reunión informal, y después de todo lo que eh echo por ti no me esperaba una cosa así… -Protestó con mirada dura.

-No pasa nada Thom, Susan y yo… En realidad, nos queremos mucho.

-Claro, como un gato a  una rata…

-Mujer… -Alzó su jefe los ojos al cielo-. Vamos dentro y hablamos de trabajo… Temo por la vida de alguno de los dos.
Dos horas después, se encontraban en los cafés. Mientras Susan, acababa de pasar unos apuntes más a la libreta, pudiendo así evitar la mirada del demonio que tenía sentado a su lado… Durante la comida, había estado con la cabeza agachada, solo miraba su libreta… Menos cuando el muy mal nacido, por que no tenía otro nombre, la incluía expresamente en sus comentarios para provocarla… Era solo el único momento que lo miraba directamente a los ojos con mucha frialdad, así se le congelaran sus….


-Bien, entonces el Lunes por la tarde tendrás una copia del informe de todo lo que hemos redactado –comentó Thom, sacándola de sus  impuros pensamientos.

-Perfecto, así pondré todo en marcha…

-No creo que haga falta anunciarte en nuestra revista –No pudo evitar comentar, llena de rabia-. Tus pastelerías se conocen muy bien, sin falta de que las promociones…

-Gracias, veo que eres clienta de ellas…

-Por desgracia la mía, sí –Reconoció a regañadientes.

-¡Susan! –La riñó Thom riendo.

-¡Qué! –Protestó con énfasis y molesta-. Ahora que sé quien es el dueño, intentaré no ir más… - El sonido del móvil de Thom, interrumpió la conversación consiguiendo que Susan se callara y no le soltara todo a Zack.

-¡Mierda! –Colgó Thom enfadado-. Chicos me voy, era mi hija... Al parecer, Helen no se encuentra muy bien. Lo siento mucho, la comida corre a mi cuenta. Susan, encárgate de ello.

-Eh, si claro. ¿Pero qué ocurre? –Preguntó preocupada por su amiga.

-Creo que habrá comido pescado en mal estado o algo similar, es lo que eh logrado entender de Hanna, que lo ha comido y se ha puesto a devolver….

-Dime algo, cuando llegues….

-Tranquila. Zack, me haces el favor de llevar a Susan a su casa…

-¡OH!

-Claro, no hay problema… Todo un placer.


¿Había dicho lo último con tono sensual eh intrigante? Se asustó Susan. ¿Era lo de Helen cierto? ¿No era todo aquello, una treta de aquellos dos malditos individuos? ¡Genial, un sábado sola ante un coyote!... ¡Tenía que protestar! ¿Que se creían, qué era una niña?...


-No, no hace falta. Thom, vivo muy cerca…

-No digas tonterías, mira el calor que hace… Me voy, adiós chicos.





Y sí señor, se fue. Susan vio como su jefe se alejaba y la dejaba allí sola, ante aquellos colmillos… Traidor, pensó con amargura. Aquello era lo que le faltaba para completar su semanita… No sabía que se iba a encontrar con él, sino, se habría vestido mentalmente mucho mejor de lo que había ido.  Si mal no recordaba, el último encuentro ella fue la que salió victoriosa. Así que se encontraban en un empate… ¡Basta! Ni que estuvieran en una guerra. Bueno, era cierto, ella quería demostrar que era mejor que él… Así, que bien mirado, aquello era una guerra.


-No me es ninguna molestia el llevarte, puedes estar tranquila que no te vas a encontrar nada que…

-No me importa coger un autobús, pero que sepas que no te tengo miedo, Zack.

-Ya se que no me tienes miedo –Sonrió-. Se supone que eres una cazadora como yo…

-Deja de decir esas cosas –Lo miró con enfado.

-Es verdad, no te gusta que te lo diga… Aunque te recuerdo, que si quieres te doy un par de lecciones… Sabes que aún te queda bastante por aprender…

-OH… -Lo fulminó con la mirada, antes de levantarse de la silla y llamar al camarero-. Sueltas esas falsas acusaciones, por que sabes que no tienes razón. Sabes que te supero, es decir, te gustó mi beso pero viste que a mi me era indiferente…

-Si eso es lo que quieres creer… -Le comentó con picardía.

-¿Qué quieres decirme con eso?

-Decirte, no –La miró de muy cerca-. Hacer que veas la verdad…

-¿Qué verdad? –Preguntó recelosa por lo que fuera a decirle, mientras le firmaba al camarero el recibo a nombre de su empresa.

-Simplemente tienes esa actitud hacia mí, por que estas enfadada. No te gustó que te dijera que no sentí nada con aquel beso…

-Alto, alto… -Levantó las manos para que se callara. Después una vez que el camarero le trajera el recibo que le pertenecía, se colgó el bolso en su hombro y empezó a encaminarse hacia la salida del restaurante, con él siguiéndole tras su espalda-. Ciertamente Zack, eh de señalarte que estas muy equivocado… Claro que me hallo enfadada contigo, por que simplemente no me gustó el trato que recibí por tú parte en el despacho de mí compañera… Y perdona que dañe a tu ego, pero tengo que señalarte que no sentí nada con tu beso. Me han besado otros hombres, con una técnica mucho mejor con las cuales…

-¡EH, EH!... –La detuvo él, en mitad del vestíbulo-. Me estas tomando el pelo. ¿Una técnica mucho mejor?

-OH, vamos Zack –Rió de forma desdeñosa-. Ya sabes como soy… Prácticamente como tú. Una persona que huye de las relaciones estables. Aún no eh llegado a los treinta… Tengo mucha vida por delante, para ser atada a una sola persona. Y la suerte mía, es que vivimos  en una época moderna… Y lo que ocurre entre nosotros dos, esta muy claro. No te eh encontrado la suficiente técnica o experiencia, como queramos calificarlo para que me sedujeras de tal forma que yo participara en aquel beso en condiciones…

-¿Así es como juegas, Susan? –Le soltó con gran humor.
-¿Jugar? Yo no estoy jugando… Simplemente te estoy señalando, que no quiero que pienses que me siento atraída hacia tu persona, y que me sienta ofendida por tus palabras del otro día…

-Pues quien lo diría, con tu invitación de los cafés… -Señaló con sonrisa torcida.

-Perdóname –Se rió un poco-. También suelo jugar un poco sucio. Solo quería devolverte la encerrona del beso… Además, me da rabia esa actitud de chulito playboy que utilizas conmigo.

-¿Chulito playboy? –Se rió a carcajadas-. Bueno, como puedes comprobar te eh escuchado atentamente sin reírme en ningún momento de tu pequeña conferencia, sobre tu enemistad hacía mí… Ahora, creo que es mi turno de explicarte del por que te besé, y comentarte de mí gran error en ello… Mientras te llevo a tu casa, si tú me dejas…

-Muy bien, acepto que me lleves a ella –Aceptó con la barbilla bien levantada.


Susan frunció el ceño, y cruzó los brazos a la altura del pecho. Como preparación, para no saltarle al cuello y ahogarle con las manos. ¿Qué le iría a decir ahora el muy desgraciado? Era bastante obvio, que no le había gustado que calificara sus besos de falta de técnica. Pensó divertida… Veía perfectamente como era Zack. ¡Vamos, por favor!  Sabía de sobras, que había quedado aniquilado con su beso… Al igual que ella. Pero él no se lo esperaba, él simplemente quería reprenderla por su actitud hacia él, en el bar cuando lo confundió con Jack. ¿Y qué le había ocurrido? Que el muy idiota, se había quedado sorprendido por la corriente tan bestial que corría entre los dos. ¡Ponía las manos en el fuego, de que le había pasado igual que a ella! Por primera vez en la vida, el deseo no lo dominaban, sino más bien los dominaba… Y como a ella, aquello no le gustaba para nada. ¿Y qué ocurría? Pues que cada uno quería salir victorioso de aquel encuentro. Lo divertido, es que sabía perfectamente que quien iba a ganar iba a ser ella. Simplemente, se iba divertir un poco con él. Y no le daba ninguna lástima, era él quien se lo había buscado. ¿Si no, que no la hubiera buscado aquel día, verdad?


-Veras preciosa… No voy a mentirte, en decirte que se te ve muy atractiva. Y sumando ese factor y el que me pusieras como que me gustaban los hombres aquel día… -Sonrió-. A ningún hombre, le gusta que le señalen de esa manera. Siempre habían castigado a Jack por mi culpa, pero aquel día me tocó a mí se castigado por una linda gatita. Que luego resultó ser esquiva conmigo… Me resultaste un poco desafiante. Y me llamó mucho la atención, que notaras la diferencia entre mi hermano y yo. Supongo que todo eso me nubló un poco… Pues querida mía, a mí me gustan verdaderamente las mujeres más dóciles, más femeninas… No tan agresivas, seductoras como tú… Me gusta dominar y no que me dominen, cielo. Supongo, que es por eso que el beso no produjo ningún efecto, y que no empleara toda mi técnica al cien por cien –Subrayó con énfasis-, como tú dices… De manera, que me gustaría enterrar el hacha de guerra. ¿Qué me dices, Susan?


¿Qué que le decía? Tenía muchas palabras en mente, pero estaba segura que si las escuchara su profesora, sacaba la regla para reprenderla. Además, no quería rebajarse. No quería que la viera enfadarse, para él sentirse vencedor. Estaba segura de que todo era una mera provocación de su parte. ¿Por qué sino iba a señalar que no era una mujer femenina? ¡Sería cretino! Acaso para él, el adjetivo de femenino era ser una bonita pero hueca muñequita… Segurísimo que sí. Muy bien, si aquel iba a ser su juego… Lo aceptaba. Se iba a enterar, quien era dulce y femenina. ¡Hipócrita idiota!


-Bueno, ya que cada uno a expuesto su teoría… Creo que no queda más remedio que enterrar el hacha de guerra, por nuestra gran estupidez.
-Sí, creo que sí… -Comentó el muy hipócrita risueño, mientras giraba por la esquina de su calle-. ¿Dónde es?

-El portal verde, donde esta aquella chica… -Señaló-. Mmm… Me parece que es mi amiga Karoaline.

-Sí, creo que sí.


Cuando Zack detuvo el coche delante de la joven, pudo observar como esta cerraba la tapa del móvil con los ojos abiertos como platos, por la sorpresa de verlos llegar a los dos juntos.


-¡Hola Karolaine! –La saludó sonriente.

-Ho…Hola… -Saludó con timidez y sonrojándose-. Ahora te iba a  llamar –le señaló a su amiga, mientras ésta se bajaba del coche y cerraba la puerta con un buen golpe seco.

-Pues aquí me tienes –Sonrió entre dientes. Sabiendo que la joven chica la conocía muy bien-.Adiós Zack –se giró a él-. Encantada por la charla, supongo que nos veremos algún día.

-Supongo que sí… -Sonrió de manera sexy-. Adiós chicas…

-Adiós –dijeron las dos al unísono, viendo como éste se alejaba de allí.


Después, Susan se dio la vuelta y caminó hasta el portal. Abrió la puerta en total silencio, y junto con su amiga se dirigió a su piso. Karolaine sabía que tanta calma no era normal en ella… Sabía que en algún momento explotaría… ¡Y ocurrió! Cuando entraron en el recibidor del piso de Susan, ésta cerró la puerta de la calle con un gran estruendo mientras al mismo tiempo lograba vociferar unos cuantos insultos en nombre de a quien acababan de despedir…


-¿Pero qué te ocurre? ¿Qué hacías con Zack?

-Era el cliente de Thom, de ésta mañana… -Comentó en un gran gruñido, mientras desaparecía por el pasillo para cuando entraró en el salón tirar su bolso al sofá y dirigirse echa toda una furia a su dormitorio.

-Entonces, veo que ha sido un tormento de mañana.

-Has dado en el clavo. ¿A qué venías? –Chilló desde su dormitorio.

-Por si querías ir a dar una vuelta, vine hacer un recado cerca y me pasé a verte.

-Genial, me acompañaras de compras…Voy a convertirme en una mujer dulce y femenina…

-OH, OH… ¿Por qué me huele esto a problemas? Y de seguro que la culpa la tiene Zack… ¡Susan, pensé que!...

-¡Me permitiste jugar con él, él es el último!… -Sacó la cabeza con furia por el quicio de la puerta, para recordarle a su amiga.

-¡Olvídalo! –Le rogó esta.

-No. Ahora, sí que no…
-Te vas a meter en problemas…

-No me dan ningún miedo… -Rió con sarcasmo.

-¡Venga, muy bien! –Exclamó Karolaine con ironía-. Pues vamos a comenzar tú…

-¡No lo digas! ¡Sabes que tengo razón! –La detuvo antes de volver a desaparecer en el interior.




                                                 ***



Hasta que Marcus no vio al mediodía, la aparición de las chicas con las manos llenas de bolsas, no respiró feliz. Fue cuando pudo relajarse, pudiendo soltar todo el aire contenido y aflojar la tensión de los músculos de su espalda.


No le había echo ninguna gracia, cuando María le había comentado a todos en el desayuno, que las chicas grandes habían dejado una nota explicando que se habían ido al mercadillo. En un primer momento, había tenido la imperiosa necesidad de coger el jeep y salir a comprobar si era cierto. Pues su primer pensamiento, era que ésta estaba huyendo de él. Pero la ropa de ella, se encontraba allí al igual que sus maletas. Pues imposible de que lo hubiera cogido, él dormía allí… Y además, estando allí sus padres no actuaría de aquella manera. ¿Qué explicación les daría después? Pero de lo que estaba muy seguro, es de si aquella escapada había resultado ser totalmente de ocio, o implicaba algo con él. ¿Sabrían ahora todas ellas la verdad de su presencia allí? Eso, es lo que debía averiguar. Quien sabía si iba a tener el mismo problema que Lucas, cuando Sabrina tubo a todas allí en Sicilia… Aquello no le gustaba nada. No sabía por que, pero se olía problemas… Si tenía la misma mala suerte que Lucas, iba a tenerlo todo muy difícil… Su lucha, se iba a basar básicamente en el dormitorio por las noches. Por una parte iba a ser divertido, pero entonces, sabía que si lo que se imaginaba era cierto, iba a estar muy castigado por aquellas cuatro mujeres. Vamos, que básicamente se repetía lo de Sicilia. Pero entrando nuevas contrincantes en escena… La única ventaja que iba a tener sobre Marta, es que no todas las noches iba a dormir en otro dormitorio y con alguna de sus familiares. No señor, aquello era su punto a favor… Pensó con sonrisa torcida, mientras escuchaba como los novios y maridos de éstas, las reprendían por su desaparición.


Marta, lo ignoraba a posta. Estaba defendiendo a Patricia, de las garras de Alberto. Viendo aquello, le recordaba perfectamente cuando era ella, quien salvaba a Sabrina de las garras de Lucas. Así, que a quien más iba a tener que tener en cuenta iba a ser a Patricia. Fijo, que era el escudo principal de Marta, como ella lo fue de Sabrina. Muy bien… Ya sabía, que tenía que mantener una pequeña charla con Alberto, para que le limpiara un poco el camino. Pero no estaba muy seguro, si debía contarle toda la verdad… Por el momento, se guardaría un poco las espaldas. Al fin y al cabo, Alberto era su primo. Y no era lo mismo la protección de la familia, que la de un amigo.


Ya más calmado con sus nervios, eh ideas decidió acercarse a Marta, ya que ella no lo hacía…



-No ayudes tanto a Patricia, por que tú también tienes tu pequeña bronca… -La alertó con humor, y poniéndose al lado de Alberto para ayudarle en aquel frente.

-¿Perdona, qué has dicho? –Preguntó achicando los ojos, y cruzándose de brazos.

-Lo que has oído cariño… -Sonrió con gran presunción.

-No soy tu esclava, para que tenga que estar dándote explicaciones de lo que hago o dejo de hacer…

-Bien dicho –Apoyó Patricia muy valiente.

-Tú te callas, que aún ni hemos empezado –Soltó con sonrisa torcida Alberto.

-A mí, no me vengas con ciertas amenazas cielo –Lo fulminó Patricia-. Mira, que vuelves a dormir con…

-¡Eso, recuérdame lo de ayer! –Saltó interrumpiéndola el hombre-. La bronca de ahora, era por lo de hoy… Pero gracias, por recordarme que debe de ser doble.

-¿Acaso te crees mi padre? –Señaló la chica consternada-. El que seas mi prometido, no te da ciertos derechos sobre mí…

-Ahí, apoyo a Patricia –Comentó Marta, sujetándola por los hombros-. De manera, que hasta que no bajéis vuestros tontos humos de las nubes, os podéis ir olvidando de que tenéis novias…

-¡EH, EH!... –Levantó las manos Marcus-. ¿Qué quieres decir con esto cariño?

-Que cambias de actitud, oh vais a ser compañeros de habitación lo que queda de vacaciones –Amenazó sin miedo alguno.

-Estáis de coña –Rió Alberto.

-No lo creo –Respondió Patricia, con gran seriedad.

-¡Vamos cariño! –Suplicó Alberto-. Tampoco es para que lleguemos a ésta situación… La culpa la tiene Marcus, por…

-¡Oye! –Fue a protestar el aludido.

-Y tú, por ser un maldito bocazas… -Indicó Patricia-. Cuando dejes de comportarte como un hombre de las cavernas, entonces hablaremos… Voy a guardar las compras. Las chicas, nos esperan para cocinar.

-Voy contigo –Corrió Marta, pudiendo así escapar de él de manera cobarde.





A las seis de la tarde, cuando el sol ya se encontraba bajo, empezando a formar un marco romántico en el paisaje con sus destellos naranjas… Los hombres, se hallaban fregando y recogiendo la mesa. Mientras que las chicas, descansaban junto a la piscina, en las cómodas tumbonas.



-Hay algo en sus risas que no me gusta nada –Comentó un Jaime pensativo, mientras tiraba las servilletas de papel a la bolsa.

-¿De qué hablas? –Le preguntó Ramón, que iba  recogiendo las sillas plegables.

-Pues de que no me convence para nada, que se levantaran pronto y decidieran largarse al mercadillo.

-Yo solo te digo, que en cosas de mujeres prefiero no meterme –Señaló bromista-. Que luego, uno siempre sale escaldado…

-Cierto, y más si son como ellas… -Rió-. Conozco muy bien a mis hermanas, siempre han sido muy pillines.

-Pues tu mujer, no se queda muy lejos –Apuntó.

-Ni que lo digas, mi mujer es una revolucionaria. Ahí donde la ves tan calladita…

-¿Quién está calladita? –Preguntó Marcus, que aparecía con la escoba en sus manos.

-Ninguna… -Rió Ramón-. Aquí Jaime, que dice creer que nuestras chicas están planeando hacer alguna travesura.

-¿Tú también lo has notado? –Le indicó con un tono un poco indiferente.

-¡Lo ves! –Chasqueó los dedos Jaime-. No estoy para nada paranoico…

-En ningún momento dije eso –Se defendió Ramón-. Solo señalé, que las mujeres tienen muy malas pulgas en grupo. Y ese grupo en cuestión, es de los peores. Sí, se me están poniendo los pelos de punta, al observar como nos están observando a los tres en estos momentos… Pero si hasta creo ver en sus sonrisas, unos colmillos bien afilados…


Jaime y Marcus, no pudieron evitar el soltar unas buenas carcajadas ante las palabras de su cuñado, Ramón. Consiguiendo que las chicas, estuvieran aún más interesadas en ellos.


-Mejor que paréis de reír –Les aconsejó Ramón-. Os digo, que ahora estamos más en su punto de mira…

-¡EH, es un país libre y me rio si quiero y de lo que quiero! –Protestó un feliz Jaime.

-Eso me ha sonado un montón a las protestas, de éste mediodía de las chicas –Se descojonó Marcus-. Mejor que no te oigan ni Marta, ni Patricia… No vaya a ser, que también te declaren la guerra a ti.

-Es que os pasasteis un poquito con ellas –Recalcó Ramón, mientras volvía  a cerras más sillas.

-Aquello fue una tontería, tampoco era para que se lo tomaran de esa manera, echándonos a dormir juntos…

-Pues te digo, que me parece que esa pequeña reunión que han tenido va ha llevarnos a que…

-Yo no me preocupo por tu hermana Celia –Interrumpió Ramón a Jaime, feliz y muy seguro de su relación con su esposa-. Te digo, que si aquí se forma alguna guerrilla… Ésta, va a ir más bien dirigida a Marcus y Alberto. ¿Qué hay qué hacer para no recibir? –Sonrió de forma malévola-. Simplemente, no apoyar en nada a éstos dos inútiles…

-¡Oye, serás cabrón! –Protestó riendo Marcus.

-Tranquilo… -Le soltó, antes de cargarse en los brazos un montón de sillas, para dejarlas en su armario-. Si ocurre algo, contad conmigo. Pero simplemente es cuchicheo de ellas, hacía ti y Alberto. No creo que vaya a ocurrir nada, y menos que mi princesita se preste hacer algo…



                                                             ***



-Esos están hablando de nosotras –Señaló Patricia.

-Pero por que saben que estamos tramando algo –Soltó Ana-. Vuestro hermano, no es idiota. Nos conoce a las tres muy bien, solamente te escapas tú Patricia.

-Y Marcus, tampoco es tonto… -Suspiró Marta-. Ese, sabe de sobras que no dejo de ir ideando cosas, para seguir puteandolo…

-Supongo, que tenéis idea de lo mucho que pueden enfadarse cuando vean nuestra siguiente salida… -Comentó traviesa Celia.

-Perfecto… -Rió Patricia-. Ya va siendo hora, de que mi cachorrito recuerde que soy una chica joven, bonita… Y que si me descuida, me puedan conquistar…

-Tú puedes decir eso –Sonrió Ana-. Pero, no creo que vuestro hermano lo vea bien de mí, siendo madre de una preciosa niña… Se le caería el alma a los pies.

-Si queréis, os podéis quedar al margen –sugirió Marta-. Lo entenderé perfectamente…

-¡No digas tonterías! –Rió Celia.

-Cierto, un poco de celos a los maridos siempre vienen bien –Apoyó Ana.

-¿Y qué me decís de las otras chicas? –Señaló Patricia.

-Habrá que hacerlas partícipes, son más jóvenes y nos hacen falta…

-Quien no creo que participe es Tamara –Señaló Ana-. Se encuentra muy avanzada con el embarazo. Y como deje solo  a Daniel con los gemelos, a ese le da un infarto…

-Es verdad, la pobre esta teniendo un embarazo un poco pesado –Dijo Celia-. Pero cuando se levante de la siesta, que será ya mismo. Se le puede comentar de todas maneras…

-Sí, ya me encargaré yo –Señaló Marta.





Eran las once de la noche, cuando dos motos de restaurante chinos les traían la cena. Habían decidido quedarse ahí, relajados y jugando a las cartas. Marcus, no paraba de mirar a Marta y a las chicas. Se olía algo raro, no veía muy convencido la actitud tan sumisa y relajada, que habían tenido el resto de la tarde y noche… Sabía perfectamente, que en algún momento alguna de ellas, tenía que decir algo. ¿Pero quién de todas ellas? ¿Y qué sería?


-Haber Rosa, deja de cuchichear con Júlia y saca carta de una vez… -Se quejó Carlos-. Quiero acabar ya, para ir a cenar.

-Vale, vale… -Se apresuró a señalar, mientras sonreía con picardía a Júlia.


Puesta su carta en la mesa, volvió a cuchichear con Júlia, con mayor sonrisa traviesa. Era el momento, por que Marcus ya no apartaba la mirada de ellas dos, al igual que Jaime. Se veía que tenían la mosca, tocándoles las narices… Ahora, era el turno de las chicas grandes.


-A mí me parece, que esas dos tienen que estar haciendo trampa… -Señaló Marta, en una queja-. Yo las separaría, papá.

-¿Cómo? –Se rieron las dos jóvenes.

-Yo también creo lo mismo –Apuntó Celia-. ¿Y si las separáis?

-¿Y si acabamos ya de una vez, con trampas o sin trampas? –Inquirió Carlos-. Tengo hambre, y la cena tiene muy buena pinta.

-Sí, yo ya empiezo a estar un poco cansado del juego –Señaló Alberto-. Y más, con esas dos lentas de niñatas, que detienen el juego cada vez que llega su turno… -Señaló con humor.

-¡OH, papá!

-¡OH, tío Carlos!


Protestaron las dos jóvenes, ante la acusación de su primo mayor. Para después fulminarlo con la mirada…


-¡Queréis tirar la carta! ¡Os vuelve a tocar! –Se quejó Ana, mientras les guiñaba un ojo de forma disimulada.

-¡Ya está! –Tiró si jugada Júlia-. Si vais a perder… Y por ser tan impaciente Ana, no te vamos a incluir en la idea.

-¿Cómo? –Se hizo la extrañada, sabiendo que su marido y Marcus, no le quitaban el ojo de encima para nada-. ¿Qué idea? ¿Es qué vosotras sabéis pensar, a parte de mirar fotos de revistas para adolescentes?

-¡OH, que canalla! –Señaló Júlia-. Ahora, si que no te vamos a incluir en nuestro plan por mucho que nos lo supliques.

-¿Pero de qué plan habláis? –Siguió Ana, esperando que su marido no notara como se estaba aguantando la risa, al ver sus caras.

-¡Gané! –Chilló Ramón, aliviado-. Ya podemos levantarnos, callar a esas dos pesadas eh ir a cenar… ¡Que hambre dios!

-¡Cómo podéis comer tanto! –Se quejó riendo Carlos, mientras lanzaba sus cartas al centro de la mesa.

-Mira quien fue hablar… -Señaló Ramón riéndose de él-. El primero, que estaba incordiando la partida con los ruidos de su barriga. Cualquiera diría, que tienes dentro un leopardo…

-Yerno, no te pases de listo… -Lo amenazó en broma con el dedo índice, mientras desaparecía en dirección a la cocina.

-Por supuesto, pero mirad como es el primero en correr hacia allí… -Se rió, para después  encararse con las dos jóvenes-. Y vosotras, a recoger las cartas por ser tan pesadas y bocazas…

-¡Que morro! –Protestó Rosa-. No eres mi padre, para…

-Pero yo tú hermano –Rió Jaime-. A recoger –Les ordenó, sabiendo que alguna de las mayores saltaría. Pero no se esperó que lo hiciera su madre.

-Y yo tú madre, y te ordeno que por listo vas a recoger tú las cartas y Ramón, pondrá la mesa con ayuda de Alberto y Marcus…

-¿Cómo? –Chilló con voz aguda Alberto.

-¿Algo qué decir? –Soltó Antonia, cruzándose de brazos mientras miraba a su hijo con los ojos achicados.

-No… -Aceptó a regañadientes-. A las mujeres de ésta familia, se les han subido los humos a la cabeza –Gruñó por lo bajo, al dirigirse a la cocina, pero que fue escuchado por todos los presentes con humor.

-¿De qué cuchicheabais tanto? –Preguntó María-. Habéis revolucionado la mesa entera –Se rió curiosa.

-Es que verás, mamá… -Empezó Rosa, con cierta timidez en sus palabras.

-¡UY, miedo me das! –Alzó los ojos al cielo-. Tú no eres para nada tímida, solo cuando lo que me vas a pedir no me va  a gustar para nada…

-Bueno, Júlia y yo… Hemos tenido una idea…

-¿Y qué idea es esa? –Preguntó Jaime completamente desconfiado, de su hermana pequeña.

-Bueno, tenemos ganas de ir a la discoteca…

-¡No! –Soltó su hermano-. Sois muy jóvenes para ir solas.

-Tu hermano tiene razón –Comentó María.

-Pero mamá, déjame acabar… -Suplicó la joven.

-¡Olvídate, de ello enana! –Volvió a señalar Jaime.

-¡Quieres callarte, pedazo de alcornoque! –Sonrió entre dientes la chica.
-Niña, un respeto a tu hermano mayor… -La riñó en broma éste, dándole un azote en la cabeza con mucha delicadeza-. Ya llegará tu día, para que puedas disfrutar…

-Pero nosotras, queremos proponer de ir con las chicas como guardianas nuestras, mamá… -Sugirió defendiendo su idea, con persistencia.

-¿Discoteca? ¿Perros guardianes? –Comentó pensativa Celia, pero con mucho pesar en la voz-. UF, no creo tener ya edad para esas cosas…

-¡Vamos hermanita! –Se le acercó Rosa, para abrazarla por el cuello y darle un beso en la mejilla-. No eres para nada vieja…

-Díselo a tu hermana Marta, a mí no me mires… -Comentó entre risas, por el peloteo de la joven.


Y entre aquel numerito de Rosa, Marcus y Jaime se giraron en dirección a Ramón con sonrisa traviesa. Quien se acarició la barba para poder taparse así, la risa que se le estaba a punto de escapar al ver que aquellos dos tenían razón. Conocía a su mujer y veía perfectamente, que todo aquello era un puñetero montaje de todas aquellas locas… Haber como seguía el juguetito… Pensó irónico, mientras cruzaba sus brazos y miraba con mucha atención a todas, sin dejar a ninguna tramposa por observar, empezando por Marta. Que por lo visto, era la siguiente en representar su papel…


-A mí, no me mires –Protestó veloz-. Sabes que no me gustan mucho las discotecas.

-¡Vamos hermanita! –Se acercó ahora a ella-. Pero estas son diferentes, son al aire libre… Grandes carpas… Nada de calor, ni de agobio de gente…

-No tengo muchas ganas… -Siguió protestando-. Que pesadilla tener que cambiarme ahora, y maquillarme…

-Eres joven, se supone que debe gustarte salir –Sonrió Júlia-. Además, será muy divertido una noche de chicas…

-A mí me esta entrando el gusanillo –Entró en el juego Patricia, aprovechando que Alberto no estaba allí presente en aquel momento-. Ánimo, seguro que será divertido…

-¿Y a ti, que no te parece divertido? –Le recriminó Jaime en broma.

-¿Perdona? –Se hizo la tonta.

-Bueno, opino que es un poco de morro el organizar una salida de chicas… ¿Qué ocurre con nosotros? ¿Y los niños?

-Por los niños, no os preocupéis –Saltó Antonia, sin saber nada-. ¿Verdad, María?

-Sí, no dan para nada de guerra cuando duermen –Respondió su madre inocente.

-Y con vosotros, esposo mío –Acabó por intervenir Ana-. Ya sois lo bastante grandecitos, como para vivir una noche sin nosotras y montaros, una pequeña fiestecita…

-¿Así, que no te molestaría que nos fuéramos por ahí? –Preguntó con voz melosa.


-No, siempre y cuando seáis caballeros y os sepáis comportar decentemente, como nosotras haremos…

-¿Es eso, una amenaza mi vida? –Preguntó burlón.

-Ya sabes que te quiero –Movió las pestañas en un pequeño aleteo coqueto-. Pero como beses o toques algo indebido… Te corto toda tu personalidad… Ya me entiendes…

-¡Ana! –Se rió María.

-¡Que bueno! –Palmeó su mano, Celia con ella.

-¿Entonces, significa que vais a salir? –Preguntó Ramón.

-Decir que sí, por fi… -Suplicaron a la vez Rosa y Júlia.

-Bueno, no sé… -Se sonrojó un poco Celia, por la inquisitiva mirada de su esposo.

-A mí me gustaría, doy un punto a favor a las chicas jóvenes –Señaló veloz Patricia, haciendo que las chiquillas corrieran a ella histéricas, para abrazarla y darle las gracias por su apoyo.

-Que valiente, al no hallarse aquí Alberto… -susurró lo bastante alto Jaime, en tono acusador.

-¿Perdona, decías algo? –Se cruzó la joven de brazos, mientras encaraba a su cuñado.

-Nada, nada… -Respondió riéndose y mirando a Marcus, quien también sonreía.

-Muy bien –Salió en apoyo aquella vez Ana, después de ver la actitud de su marido-, yo también doy mi voto a las niñas... –Pronunció con orgullo, y mirando directamente a su marido.

-¡Querida mía, hoy las espinacas del mediodía te están dando mucha fuerza por lo que veo! –Señaló Jaime a su esposa.

-No lo sabes tú bien, me acabo de proponer de pasármelo en grande ésta noche… -Dijo lo siguiente con voz coqueta-. Voy a recordar mis tiempos de cuando salía a bailar…

-Tienes terminantemente prohibido, el ir a cualquier sala de salsa –Sentenció con un poco de brusquedad, cambiando su alegre humor a por uno de gran enfado, y provocando que todos se detuvieran a mirarlo con asombro, por su ataque de celos.

-Pues ahora, sí que voy con ganas… -Apoyó Celia, después de ver la actitud de su hermano.

-Y yo, y es más… -Habló al fin Marta, atrayendo la total atención de Marcus-. El primer sitio hermanito, será la sala de salsa… Hace mucho que no bailo… -Soltó retadora-. Así, que cenamos y nos cambiamos.

-Así que eso tenemos… -Las miró Jaime-. Pues, por ahí nos veremos por que también salimos –Soltó con chulería.

-Pues muy bien hermanito –Se rió Marta, mientras miraba fugaz a un Marcus con el ceño fruncido-. Chicas, a cenar que hay que ponerse lindas…


-¡Bien! –Chillaron Júlia, Rosa y Patricia, mientras iban todas las mujeres a la cocina, para cenar rápido.


Afuera, aún en la terraza  se hallaban los hombres, explicándole todo a un Alberto recién llegado… Quien no salía, de susto tras susto, a causa de las mujeres…


-¡Pero a éstas que diantres les ocurre! –Protestó.

-Tienen ganas de juerga –Señaló Ramón.

-¿Tú hermana Marta, sabe bailar salsa? –Preguntó Marcus, aún serio tras las palabras de la joven.

-Sí, y muy bien… -Gruñó Jaime-.Todas, saben moverse muy bien…

-¡AH, no! –Exclamó Alberto-. No pienso dejar que vayan a una sala de salsa… Ahí todos son muy pulpos… Y a mi Patricia, no me la toca nadie…

-A ninguno le hace gracia, Alberto –Señaló ramón-. Pero no podemos detenerlas. Eso no se prohíbe…

-Esto, es lo que planeaban las muy condenadas… -Se rió Jaime.

-Haber, siendo serios… -Expuso Ramón-. Sabemos que no tenemos nada que temer de nuestras mujeres…

-Lo sabemos… -Habló Alberto, sin bajarse aún de su enfado-. Pero que no, que hoy en día hay mucho listillo… Y que esos bailes, se bailan muy juntitos…

-En definitiva… -Suspiró Ramón-. Salimos tras ellas, pero sin ser descubiertos. ¿Verdad?

-Sí –Asintió Alberto.

-Exacto –Apoyó Jaime.

-¿Eso vais hacer? –Preguntó Marcus sorprendido.

-¿Vais? Que va hombre, dilo bien… -Sonrió travieso Alberto-. Vamos hacer…

-Ya veo… -Sonrió animado, por la ocurrencia loca de aquellos-. Pues mejor que nos demos prisa, sino queremos que se nos escapen.

-¡UY! –Se rió Ramón-. Tranquilo… Se nota, que no conoces a mi mujer para la hora de vestirse, cuando salimos por ahí.

-¡Y la mía peor! –Se rió Jaime-. Anda chicos, a cenar relajadamente.

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