miércoles, 24 de abril de 2013

Un Amor para recordar XIV




No te estoy mintiendo… Le había dicho ella, pero Stefano no estaba tranquilo. Jackie lo había mirado con una mezcla de coraje y de incredulidad. Pero en el mismo momento que había visto como arrugaba la tarjeta que había llegado con las flores, algo se había despertado dentro de él. Ella era suya, quería que ella entendiera eso, que supiera que no solo se trataba de simple posesión, que iba más allá de todo eso. Pero el caso es que Jackie no lo amaba, y no solo era eso sino que el reafirmar el hecho de que se había casado con él por el bien de Maddie lo ponía furioso. Así había sido en un principio, todo era por la pequeña a la que amaba tremendamente, pero ahora las cosas habían cambiado, amaba a la madre de su hija y quería que ella estuviera a su lado por él, no por nadie más, no por compromiso, responsabilidad o amor de madre.


Cuando había entrado en la habitación y había oído hablar a Jackie con la bebita, había sentido algo que jamás había experimentado y eso era incertidumbre, desasosiego por que una mujer no lo amara. Ella había sido clara al decir que haría todo por Maddie y ese todo había sido casarse con él. Por supuesto que con tal de tener a su hija al lado él también haría todo. Pero las cosas habían dado un giro tremendo y deseaba como nunca que su esposa estuviera  por su propia voluntad con él. Los días pasados en la Isla, habían sido estupendos. No había querido que terminasen nunca, pero eso no podía ser. Sin embargo, esos días había alimentado la esperanza de que siempre fuera así entre ellos y sobre todo tenía el deseo de que ella terminara enamorándose de él.

Él haría de todo por que Jackie jamás quisiera irse y dejarlo. Pero las cosas se complicaban si había otro hombre en escena. Veía todo en color rojo solo de pensar que Jackie podía desear a otro hombre. Lo de las flores confirmaban al menos un hecho y ese era de que Jackie con lo hermosa que era siempre tendría hombres a su alrededor pretendiéndola sin importarles su estado civil. Ella era honesta, íntegra, pero no podía quitarse de la cabeza que había alguien especial para ella y que intentaba ocultarlo.

-       Ya lo veremos. – Se limitó a decirle.
-       No tengo por que mentirte. No se de que va todo esto. – Insistió ella.
-       Escúchame bien… - Su móvil sonó y él maldijo por lo bajo, al ver el número en la pantalla supo que tenía que contestar. – Tíralas, no quiero que estén aquí. Esto no se ha terminado. – Amenazó antes de contestar el teléfono y se fue de la habitación no sin antes dar un sonoro portazo.

¡Ella era inocente! ¿Por qué diantres le era tan difícil a Stefano creerle? ¿Qué estaba pasando? ¿Quién era el que había mandado las flores? ¿Y si era alguna broma cruel de alguna ex amante de Stefano? Por que ella jamás había tenido ningún ex amante, ex novios si, pero ninguno le haría eso. Y seguramente Stefano tenía por docenas, mujeres deseosas de provocarles problemas, sobre todo a ella como esposa por haberse llevado al soltero de oro.  La cabeza le dolía. Mandó sacar las flores e hizo pedazos la tarjeta. Hablaría con Allyson para contarle y para que le ayudara a pensar quien podría haber sido. Tomó un par de aspirinas y se metió en la ducha. Al salir lo único que deseaba era dormir. Fue a ver a Maddie y después de ver que la pequeña estaba bien se metió entre las sabanas sintiendo que la cabeza le iba a estallar. No tenía ya la menor intención de salir con Stefano esa noche. Todo el mundo se daría cuenta de la tensión entre ambos y era lo que menos quería para su primera aparición juntos.
Ella encontraría la manera de que Stefano se diera cuenta de que no tenía la menor idea de quien había mandado esas flores. El efecto de las pastillas empezó a quitarle el dolor pero también contribuyó a adormilarla, pasados unos minutos se quedó profundamente dormida.

Stefano había preferido contestar una llamada de su gerente en Italia, tenían problemas con las cláusulas de un contrato muy importante pero nada que no pudiera esperar. Sin embargo, sintiendo que iba a decir algo a Jackie de lo cual después se arrepentiría había decidido contestar el móvil y alejarse para calmarse. Después de contestar la llamada, había reforzado la seguridad alrededor de Jackie y puesto a su gente a investigar la procedencia de las flores. Pasada una hora y sin deseo alguno de ir a la cena de recaudación de fondos, pidió a su secretario cancelara su asistencia. Subió decidido a terminar el asunto con ella, a ver si podía averiguar si realmente decía la verdad. Algo le decía que sí, que ella no era una mentirosa, pero también podía ser una realidad el que el corazón de Jackie perteneciera a alguien más. La mera posibilidad lo dejaba frío y furioso. En cuanto entró a la habitación, la vio en la cama totalmente dormida. Dormía en paz, su bello rostro relajado sin una sola pizca de maldad y mentira en él, al contrario la inocencia y tranquilidad de sus facciones le hicieron ver que tan tonto podía ser un hombre enamorado. Los celos le habían nublado la razón, cuando lo que podía hacer era intentar con todo lo que tenía que ella lo amara. Pero no, su instinto primitivo lo había hecho ponerse una furia y la había acusado sin pruebas sólidas. Fue al amplio baño y se duchó, no era tan tarde pero viendo que ella ya estaba en la cama dormida, no le apetecía nada más que reunirse con ella.

Se acostó a su lado y poniéndose de costado la observó, podía hacerlo todo el tiempo sin cansarse nunca ¿Qué había hecho para tenerla así, a su lado, en su cama? Mil cosas recordó, con burla hacia sí mismo, muchas de ellas nada éticas y si sumamente manipuladoras. Pero volvería hacerlo si fuera necesario. La tomó entre sus brazos y la pegó a su cuerpo, hundió el rostro en su pelo que igual que ella olía delicioso, de inmediato se dio cuenta de su error, pues su cuerpo reaccionó con presteza. Ella se revolvió entre sus brazos rozándole, haciendo que aumentara la urgencia que sentía por poseerla. Ella no le permitiría nada esa noche seguramente, por lo que había ocurrido, por como había reaccionado él. Pero no perdía nada intentándolo. Mordisqueó su oreja sabiendo lo mucho que a ella le gustaba eso. Ella volvió a retorcerse entre sus brazos, deslizó sus manos por sus muslos levantándole el ligero camisón que traía.

-       ¿Me despiertas para…? – Dijo ella medio despierta y medio dormida.
-       Para hacerte el amor. – Terminó él la frase sin dejar de acariciarla.
-       No. – Atinó ella a decir mas despierta e intentando apartarse de él, que ya deslizaba las tiras del camisón por sus hombros. Ella se sentó de golpe y mirándolo furiosa se puso bien las tiras de nuevo. - ¿Me gritas furioso y esperas que después consienta tener sexo solo por que se te ha pasado el coraje y te apetece?

Stefano se pasó una mano por el pelo aún húmedo por la ducha. Sabía que eso pasaría, y con toda razón por parte de ella.

-       Lo siento. No debí haber reaccionado como lo hice. – le dijo.
-       No, no debiste. No tengo por que mentir.
-       Lo sé. Es sólo que…
-       ¿Qué? – Preguntó ella alzando una ceja.
-       No me gusta nada la idea de que pueda existir otro hombre en tu vida. – Contestó dejándola un tanto confundida, no podía estar celoso ¿verdad?
-       ¿Otro hombre? Pero si estoy casada contigo. 
-       No por tu propia voluntad. – Su mirada plateada se posó en ella con intensidad.
-       Es cierto. – Confirmó Jackie – Pero eso no significa que seré infiel. Recuerda lo que te dije no hace mucho. Que si te atrevías a estar con otra mujer que no fuera yo, te haría ver tu suerte. Obviamente yo no tengo la menor intención de ser una hipócrita y faltar a mis principios morales. Y estoy tratando de que este matrimonio funcione, cosa que por lo visto a ti se te está dificultando enormemente.
-       No es fácil quedarse impasible al ver como le mandan un enorme ramo de flores a tu esposa con una dedicatoria tan apasionada.
-       ¿Volvemos a lo mismo? – Hizo ademán de salir de la cama y él la detuvo agarrándola de un brazo.
-       ¿En serio no sabes quien es el que te las mandó? – Insistió él y ella intentó librarse de su mano consiguiendo únicamente que él la recostara sobre la cama sin darle margen de librarse pues él se había puesto casi en su totalidad encima de ella. Jackie lo miró con furia y se retorció debajo de él intentando salir. – No hagas eso o esto acabará de una manera muy diferente a lo que quieres. – La amenazó controlando el deseo que se enroscaba dentro de él.
-       ¿Si? ¿cómo? – Preguntó ella desafiante, sabía a lo que él se refería. Pero también sabía que ella deseaba que las cosas acabaran así a pesar de que estaban molestos el uno con el otro. No podía negar que lo deseaba. Él no respondió, la besó con ansia, con furia, con deseo, quitándole el aliento y encendiéndola por completo. - ¿Tan difícil es creerme? – Le dijo ella con voz entrecortada en cuanto él finalizó el beso para que tomaran aliento.
-       Nunca lo hagas. – Respondió él con voz ronca.
-       ¿Qué cosa?
-       Mentirme.
-       No tengo por que hacerlo y si insistes con esto será mejor que duerma en otro lado, por que así no vamos a poder funcionar y…
-       Tú no te vas de aquí. – Le quitó sin miramientos el camisón por la cabeza.
-       ¡Qué haces! ¡Suéltame! Me voy a la habitación de Maddie.
-       ¿Desnuda? – Preguntó él burlón. – Ya te dije que no sales de aquí.
-       ¿Me crees o no? – Insistió ella y él tuvo que claudicar, por supuesto que sí le creía, pero sus celos le impedían ver las cosas con racionalidad.
-       Si te creyera culpable ¿crees que estarías aquí, en mi cama? Por supuesto que no. – Por supuesto que sí, le dijo una vocecita interior a Stefano. Culpable o no, él no la dejaría ir.
-       Que alivio saberlo. – Dijo ella con sarcasmo. – Aún así no me toques, no estoy de humor para nada.
-       Mentirosa. – la tomó por la cintura pues ella había logrado poner un pie fuera aun con medio cuerpo en la cama y la metió dentro, la envolvió en sus brazos y buscó su boca, pero ella apartó el rostro y cerró firmemente los labios logrando que él riera y que le mordisqueara los labios jugando con ellos para intentar abrirlos. Al ver que ella seguía con su negativa, agarró sus muñecas para impedir se fuera y deslizó su boca por su cuello bajando poco a poco hasta llegar a sus senos.
-       ¡No! – Exclamó ella, sabía que en cuanto su boca tocara sus pechos estaría perdida.
-       ¿Te rindes? – Le preguntó socarrón.
-       ¡Nunca! – Jadeó ella al sentir su boca más cerca.
-       ¿Segura? – Insistió él despegando brevemente su boca del valle de sus senos. Ella ya no pudo decir nada más, resistirse a él era una batalla perdida ¿En que momento se le había ocurrido semejante cosa?

Cuando él finalmente llegó a sus pechos y cubrió uno de ellos con la boca, ella ya estaba en el cielo, deshaciéndose en sus brazos, con sus caricias. Nada más pudo hacer, que corresponderle con la misma intensidad. Como sólo una mujer enamorada apasionadamente podía hacerlo. Cuando rato después él por fin la penetró sintió una enorme descarga de placer en todo su cuerpo que se incrementó cuando llegó al orgasmo que fue tan potente que sintió que no podría experimentar algo así de nuevo. Pero se equivocó, por que él la buscó de nuevo no mucho después y volvieron a disfrutar de las delicias que solo proporciona la pasión. Rodeada por sus brazos Jackie se durmió profundamente.

Días después las cosas parecían haber tomado su curso. Stefano se iba por las mañanas a su oficina en Atenas no sin antes haber desayunado con ella y con Maddie y no sin haberle hecho el amor nadamas abrir los ojos por las mañanas. Despertar con él al lado a Jackie le sabía a gloria pura. Él volvía temprano por la tarde, cosa que causó una especie de conmoción la primera vez que lo hizo, no solo en la oficina sino también con los empleados que trabajaban en la mansión. Le dedicaba tiempo a Maddie y a ella. Cenaban juntos, asistían a eventos donde eran la sensación y donde todo el mundo quería estar con ellos. Jackie se había sentido agobiada al principio sobre todo por que eran el objetivo de los fotógrafos, pero él siempre había estado con ella, tomándole la mano, poniendo una mano posesiva en su cintura y no dejándola sola prácticamente nunca. Cosa que había hecho que las revistas de cotilleos y diversos medios de comunicación publicaran que pese a toda duda el gran Stefano Troyanos estaba cautivado por su esposa.   Ella trabajaba en casa sobre todo cuando Maddie dormía, estaba investigando para el reportaje fotográfico que aun tenía pendiente, los mejores lugares que existieran en las Islas Griegas, donde podía ir sin quedarse a dormir  a fin de no descuidar a su pequeña y por supuesto para que no se separara de Stefano ni una sola noche. Ya no imaginaba estar sola en la cama. Cada noche él le hacía el amor como si realmente sintiera algo por ella, eso le hacía sentir esperanzas que alimentaba su corazón enamorado. Pero no podía cantar victoria, sabía que él la deseaba pero que de eso al amor había un largo camino todavía.

Después del incidente de las flores y de haber tenido largas charlas con Allyson sobre el tema, casi creía que él había estado celoso. La única explicación plausible era que Stefano era posesivo y territorial, por que celos por amor era demasiado pedir. No habían llegado mas flores ni dedicatorias apasionadas, lo que había hecho admitir al propio Stefano que lo más seguro es que se hubiera tratado de una broma de mal gusto. Pero la seguridad a su alrededor se había incrementado como ella bien había notado, cuando le había preguntado el por qué, él solo había dicho que las precauciones no estaban nunca de más ¿Seguiría desconfiando de ella? Recordó las fotografías que aparecían en esa revista que le había mostrado Allyson y se preocupó por no habérselas enseñado. Pero seguro que él reconocería enseguida a Fabricio ¿no? buscó la revista y fue al despacho de Stefano donde pasaba tiempo cada noche.
Ahí lo encontró hablando por teléfono en griego. Al verla entrar sonrió y le hizo señas para que esperara. Ella entendió toda la conversación y eso la sorprendió un poco, su dominio del griego no era malo, pero había mejorado muchísimo por lo visto. Tomó un libro en griego para ver que tal había avanzado en su comprensión de la lectura. Sonrió al ver que ahí todavía tenía que mejorar.

-       ¿Está lista la cena querida? – Preguntó él abrazándola por detrás.
-       Ya casi. Vine a verte por que quería mostrarte algo.
-       ¿Me harás un strip tease? Di que sí. – Pidió él y ella rió por la sugerencia.
-       Después, pero ahora mira esto. – Se dio la vuelta y le tendió la revista. Al ver la clase de revista él frunció el ceño.
-       ¿No lees esta basura, verdad?
-       Aparezco allí.
-       Has aparecido en innumerables revistas y no por eso las haz comprado.
-       Es cierto, pero estas fotos son de hace casi dos años y salgo con otro hombre. – Vio su rostro tensarse. En esa fecha él la estaba buscando.
-       ¿Ah sí? – Le quitó la revista de las manos y pasó las páginas lentamente, observó como se tensaba su mandíbula y confirmó asombrada que sí que era un hombre celoso. - ¿Quién es? – Le preguntó con brusquedad y con  mirada relampagueante.
-       Fue hace más de dos años. – Repitió ella con lentitud conteniendo una sonrisa ¿No se había dado cuenta que era Fabricio?
-       ¿Y eso que? Quiero saber quien es.
-       ¿Para qué?
-       ¿En serio quieres saberlo? No lo creo.
-       Lo que no fue en tu año no es tu daño, te mostré la revista para que después no saques tus propias conclusiones o pienses que lo quería ocultar ¿Vamos a cenar? Tengo hambre.  – Dicho eso avanzó hacia la puerta pero él la detuvo.
-       ¿Tuviste algo que ver con este hombre? – Él había sido un tonto al apartarla de su vida por un mal entendido, pero la había buscado a pesar de todo. No soportaba la idea de que mientras él intentaba encontrarla, ella se divertía con otro.
-       Si fue así, eso no te afecta. El pasado es pasado.
-       Difiero con eso. – Por supuesto que difería.
-       ¿Yo te reclamo por todas tus ex amantes?
-       Es diferente. – Contestó arrogante.
-       ¿Si? Explícamelo. – Jackie empezaba a enfadarse.
-       Yo fui el primero en tu vida, eso me da más derechos de los que imaginas. – Con ella se volvía un loco irracional sin remedio, pero a veces no podía evitarlo. Él jamás se había interesado por el pasado amoroso de ninguna de las mujeres con las que había estado, pero con Jackie era sumamente posesivo, hasta llegar a lo absurdo como sentirse celoso de un hombre que había estado con ella mucho antes de que ellos estuvieran juntos en el estricto sentido de la palabra. Aunque ellos ya habían compartido unos días en Atenas que habían finalizado mal, pero aun así…
-       ¿Estás celoso? – Dijo ella mirándolo como si se hubiera vuelto loco. Cosa que no estaba lejos de ser verdad.
-       Me provocas cosas extrañas. – La abrazó, lo que menos quería era que ella se enfadara con él nuevamente. Ella no se resistió, pero lo seguía mirando con extrañeza. – Demonios… ¡Si! Tú me provocas eso.
-       ¿Eso? ¿celos… de alguien del pasado? ¿estás loco?
-       Sí, sí y sí.- loco y mucho pero por ella. La risa de Jackie fue cantarina.
-       Pero si tú sabes quien es, no puedo creer que no te hayas dado cuenta.
-       ¿El tipo de la foto? – La observó con detenimiento y cuando se dio cuenta se sintió de lo más tonto. - ¿Fabricio?
-       El mismo. Jamás pensé que no te dieras cuenta, aunque la verdad, no se le ve bien el rostro. – Dijo Jackie tomando la revista y viendo las fotos.
-       ¿Lo hiciste a propósito? – Stefano entrecerró los ojos ¿Ella quería ver su reacción solo por que si?
-       ¿De que hablas? Te mostré las fotos pensando que sabrías enseguida de quien se trataba, no imaginé que armarías un interrogatorio y definitivamente no te tenía por un hombre celoso.
-       Tú tienes la culpa de todo, me despiertas fuertes instintos…
-       ¿Primitivos? – lo interrumpió burlona y en un esfuerzo para que él no siguiera hablando y confirmara que sus celos y todo lo demás era únicamente por que la deseaba más no la amaba. No quería oírlo, prefería vivir un poco más en su nube de color rosa.
-       Posesivos. – Corrigió él.  

En efecto, nada de amor. Posesión y nada más que eso. No era muy alentador escucharlo, más bien era sumamente descorazonador. Pero algo era algo ¿no? ¡No, lo era! Gritó su corazón. Ella quería amor, lo quería todo.

-       Fuimos a Bali con Fabricio y Allyson, de ahí son las fotos. – Siguió ella explicando y mirándolo con detenimiento le dijo: - No soy posesión de nadie Stefano.
-       No me hagas probarte lo contrario. – La atrajo a sus brazos y ella lo consintió, pero sintiéndose vacía por dentro. Ciertamente era difícil que le recordaran que el amor de Stefano era algo muy difícil de conseguir. Él la besó y ella lo permitió pero cuando sintió que su cuerpo reaccionaba ávido de sus caricias se retiró antes de que las cosas se salieran de control y no pudiera dejar en claro su posición. – Eres mía. - Susurró él a su oído. Ella se libró de su abrazo.
-       ¿Tengo que recordarte que este matrimonio no es otra cosa que algo conveniente para ambos y por Maddie? ¿Qué prácticamente tiene fecha de caducidad? Yo no soy de nadie y nunca lo seré. – Vio algo extraño en sus ojos que no pudo definir y justo después su mirada se encendió. No eran palabras adecuadas en boca de una recién casada, por mucho que su matrimonio no fuera por amor. A pesar de que había tenido sus episodios de celos él se había esforzado por que todo marchara bien. Y ahí estaba ella, tratando de poner en claro que no era posesión de nadie cuando lo que más deseaba era ser de él  y que Stefano fuera solo suyo.  Pero hablaba su corazón angustiado y herido.
-       No tienes que recordarme absolutamente nada. No he olvidado nuestro trato. – Dijo él con voz fría y controlada, sin atisbo de enojo. – Pero mientras estés casada conmigo, te guste o no me  perteneces, harás lo que yo quiera. Funcionamos bien en la cama y al parecer fuera de ella, así que mientras este matrimonio no caduque – Sonrió con lo que a ella le pareció una burla cruel. - Harás bien en recordar que eres la esposa de Stefano Troyanos. Después del divorcio harás lo que quieras, mientras no.
-       ¡Así que sigues siendo el troglodita de toda la vida! – Espetó ella, refugiándose en la furia para no derrumbarse por lo que él le había dicho. ¡Ella había tenido la culpa! Era cierto, pero al oír la palabra divorcio, algo se había quebrado dentro de ella. – No te pertenezco. – Lo dijo recalcando cada sílaba. – Lamento sacarte de tu error. Pero iremos a pique si piensas que podrás hacer de mi vida lo que quieras mientras estemos casados. 

2 comentarios:

  1. Pero que tontos son los dos, y ciegos, se aman y solo la riegan, espero que les vaya mejor pronto. Quiero mas por faaaaaaaaaaaaa!!

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    1. Jaaaaaaaaaaaa siii, se la pasan regandola, pero son muy orgullosos...

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