¿Realmente
sentiría eso o solo quería hacer las paces con ella por el bien de todos? Pensó
Jackie, pero la verdad es que no tenía deseos de cuestionarle nada y pelear con
él en ese momento, estaba intentando sacar de su mente el hecho de que eran
blanco de gente mal intencionada. Lo cierto, es que se sentía segura sabiendo
que Stefano no permitiría que les pasara nada, en cuanto él volviera le
contaría todo acerca de las llamadas.
-
Jackie… ¿Me
creerías? – Insistió él con la pregunta y ella sonrió.
-
Mm, no sé…
déjame analizarlo bien. – Contestó con risa en la voz. La verdad era que la
hacía flotar cuando le decía cosas así.
-
¡Eres la mujer
más difícil que he conocido en mi vida!
-
Gracias. – Esta
vez no pudo más y se rió.
-
Así que te
resulto divertido. – Dijo seco.
-
No sé si tú me
extrañes, pero, la verdad es que… yo a ti, sí. La pregunta sería entonces, ¿me
crees?
-
No sé. – También
hizo una pausa imitándola – Déjame
pensarlo detenidamente.
-
Increíble pero
es cierto. – Le aseguró ella. – No mentiría en algo así.
-
Entonces creo
que debo creerlo.
-
Tú seguro lo que
extrañas son nuestras peleas.
-
Eso me hace un
masoquista ¿no?
-
Algo así. – Rió
de nuevo Jackie.
-
La verdad es que
extraño todo de ti. – la voz aterciopelada y sensual de Stefano le puso los
pelos de punta.
-
No dilates
demasiado tiempo entonces.
-
No lo haré. –
Después de contarle lo que había hecho ese día ella y Maddie, Jackie colgó sintiéndose
de lo mejor.
Stefano
estuvo ausente casi toda la semana, durante la cual le llamaba a diario y le
mandaba mensajes al móvil, algunos de ellos diciéndole lo divertido que era ver
a su amigo León sufrir a causa de Gabriela, pero no había mensaje o llamada en
que no le dijera que ya quería estar en casa con ella y Maddie. Jackie sintió
renacer la esperanza en su corazón. Esos días sin Stefano se ocupó al máximo
para no pensar demasiado en él, en el futuro de su relación y en si algún día
la amaría, también lo hizo para olvidar esas escalofriantes llamadas. Hablaría
de eso con Stefano por supuesto, pero en cuanto él estuviera en casa. Lo que
menos quería era interrumpirlo en su viaje de negocios, por un asunto que
estaba más que controlado, puesto que ella y Maddie estaban muy bien
resguardadas. Así que viajó a varias islas griegas, dejando a la niña al
cuidado de su eficiente niñera y prefiriéndolo así a fin de evitar cualquier
peligro. Hizo su reportaje fotográfico y fue realmente irritante y fastidioso
que en varias ocasiones la fotografiaran reporteros de la prensa rosa, mientras
trabajaba, ya fuera haciendo fotos, pasándolas a su laptop, escribiendo sentada
sobre una roca o buscando los mejores ángulos.
Tratando de evitarlos y que arruinaran su trabajo, optó por los sitios
más remotos y de difícil acceso de las islas que visitó, todo el tiempo
acompañada por dos miembros de su equipo de seguridad que no pudieron ocultar
su sorpresa al verla caminar tan rápido, escalar sin perder el aliento y trepar
sin dificultad alguna y teniendo todo el equipo que usaba en la espalda, pues
acostumbrada a hacerlo así, no había dejado que le ayudaran, se sentía rara sin
tener nada en la espalda.
-
Es la práctica.
– Les había dicho ella con una sonrisa, cuando habían preguntado por que era
tan hábil, mientras los veía luchar por llegar a la cima de un risco de difícil
acceso desde donde tomó fotos fantásticas.
-
Te lo dije. –
Comentó uno de ellos a su compañero.
-
¿Qué cosa? –
Preguntó ella sin dejar de mirar por la lente de la cámara.
-
Que solo de una
mujer como usted, podría enamorarse el Jefe. – Eso hizo que Jackie detuviera
sus movimientos para enfocar la toma. – Es usted única, una mujer excepcional
para un hombre excepcional. No quería molestarla señora, disculpe.
-
No seas tonto
Paolo – Sonrió al gigante rubio que tenía por guardaespaldas – No estoy
molesta. Y si, me temo que no soy como la mayoría, quizás eso es algo que mi
esposo tomó en cuenta. Aunque después lo lamentara. – Les hizo un guiño
divertido a los dos y vio como sonreían a su vez y se relajaban.
-
Nadie del equipo
olvidará jamás como eliminó a más de uno aquella vez en Grecia. – Esta vez si
se sonrojó con las palabras de Paolo.
-
Fueron tres. –
Apuntó Manuel, un moreno de iguales músculos y tamaño que Paolo. – Ese día
nosotros estábamos de guardia en la mansión de Atenas. Nos perdimos todo su
despliegue de habilidad en las artes marciales.
-
¡No fue para
tanto! – Exclamó ella, que empezaba a reír. – Los tomé por sorpresa, además
ellos no se atrevían a derribarme por ser mujer.
-
Eso no fue lo
que dijo el Jefe – Prosiguió Manuel refiriéndose a Stefano. – Por poco los
despide, pero terminó dándoles otra oportunidad arguyendo que a lo mejor era
usted alguna especie de acróbata de circo y experta en artes marciales.
-
Ni lo uno, ni lo
otro. Simplemente lo que ya les dije.
Siguieron
charlando sobre lo ocurrido aquel día, riendo en varias ocasiones por lo que le
contaban acerca de la admiración que generó entre todos, incluyendo Stefano.
-
Desde ese día lo
capturó usted, señora. – Le decía Manuel.
Dios te oyera, pensaba Jackie entre divertida y nostálgica por los recuerdos.
Cuando bajaron hasta la camioneta donde les esperaba otro miembro del equipo
que hacía de chofer esa vez, ya estaba anocheciendo. Su móvil sonó y ella
pensando que era Stefano contestó enseguida con alegría.
-
¿Te sientes muy
segura verdad? ¿Crees que tus gorilas podrían conmigo si decidiera raptarte?
Con mucho gusto te digo que nada podrían hacer – Esas palabras dichas por la
misma voz rasposa la pusieron pálida, en lugar de entrar a la camioneta echó a
andar lejos de los guardaespaldas que la observaron preocupados.
-
¿Señora? –
Preguntó Paolo. Ella le hizo señas con una mano indicándole que no hablara.
-
Sí les dices una
palabra, provocaré que tengan un accidente en cuanto salgan a la carretera
¿sabías que es muy fácil provocarlo y que yo pueda salir indemne? Puedo hacer que tu camioneta gire
por los aires ¿Qué sería de tu pobre hija sin madre? – Jackie apretó el móvil
con furia contenida.
-
Tus amenazas no
hacen mella en mí, no seas idiota.
-
¿Ah no? pobre
ilusa.
-
¿Qué quieres? –
Exigió ella con rabia.
-
A ti, claro ¿Qué
más puedo querer? – Dijo burlonamente y ella se estremeció por sus palabras.
-
Si crees que
puedes salir limpio de esto que estás armando, estás muy equivocado. – Viendo
que ya habían hablado más de un minuto y sin saber si eso serviría de algo para
localizarlo colgó. Fue hacia sus guardaespaldas y les dijo exactamente lo que
estaba ocurriendo. A los pocos minutos
llegaron dos camionetas más con más miembros de su equipo de seguridad y
regresó a casa fuertemente vigilada, llegando a la mansión lo primero que
quería era correr a la habitación de su hija, pero le pasaron el teléfono, era
Stefano.
-
¿Desde cuando
recibes estas llamadas? – Preguntó sin preámbulos y ella cerró los ojos, lo que
menos quería era una reprimenda por parte de él.
-
Hace unos días…
-
¿Por qué no me
habías dicho nada?
-
Te lo iba a
decir en cuanto regresaras, no quería preocuparte. Además Maddie y yo estamos
bien cuidadas y…
-
Esto es
imperdonable ¿cómo pudiste ocultarme algo así? – Exigió saber.
-
¡Ya te he dicho
por que!
-
Vuelvo a casa
hoy mismo. – No dijo más y colgó. A continuación le hicieron infinidad de
preguntas sobre las llamadas recibidas por parte de la policía que ya estaba en
la casa. Mucho después sintiéndose de lo más agotada mentalmente y después de
ver a su hija por fin se deslizó agotada entre las sabanas.
Así
fue como la encontró él, horas después cuando aún no había amanecido.
Durmiendo, su suave y bello rostro no estaba relajado a pesar del sueño, su
cabello enmarcaba la belleza de sus facciones, a pesar de estar molesto con
ella por haberle ocultado algo tan importante, no pudo evitar ablandarse al
verla sobre la cama, tan vulnerable. Sin embargo ella no tenía idea de lo mucho
que se había preocupado al recibir la llamada de su Jefe de seguridad, lo mucho
que le había enfadado que ella no lo considerara tan importante como para
decirlo, y que incluso siguiera con sus actividades como si nada ¿Y si les hubiera
pasado algo, a ella o a Maddie? Pero, por lo que sabía el ataque era directo contra
Jackie solo contra ella. Y eso hacía que por primera vez en su vida sintiera un
fuertísimo instinto de protección que jamás había experimentado antes. Se duchó
y se metió en la cama con ella, la rodeó con sus brazos y la pegó con firmeza a
su cuerpo, aspiró el dulce aroma de su cuerpo y de su cabello, lo cierto era
que ya no se imaginaba la vida sin ella. La abrazó con más fuerza y ella se
removió inquieta, aflojó el abrazo pero vio que ella seguía moviéndose como si
tuviera una pesadilla. Comprobó que así era en cuanto ella empezó a hablar
entre sueños.
-
¡No, no! – Decía
desesperada. Él trató de calmarla abrazándola pero eso solo empeoró las cosas,
pues ella gritó.
-
¡Jackie!
¡Despierta! – haciendo a un lado su intento de zafarse de él, la tomó por los
hombros y eso al fin pareció ayudar un poco. Jackie se sentó de golpe en la
cama casi golpeándolo en el trayecto. - ¿estás bien? – Le preguntó al ver que
ella miraba a su alrededor desorientada.
-
¿Stefano?
-
Sí, corazón soy
yo. – En cuanto oyó su voz se lanzó a él abrazándolo con fuerza.
-
Estás aquí. –
Sollozó sobre su hombro.
-
No pienso irme a
ninguna parte.
-
Lo siento, no
quería preocuparte por eso iba a esperar a que volvieras para decírtelo. – Le
dijo Jackie atropelladamente.
-
Me preocupé
demasiado y con razón, por eso me molestó que no me dijeras nada. Pero,
olvidémoslo ya. – la besó en la frente. Ella volvió su rostro hacia él y
Stefano la besó en la punta de la nariz, haciéndola suspirar. – Jackie, ¿Qué
soñabas? – La sintió ponerse tensa entre sus brazos.
-
Era una
pesadilla. – Alzó una mano y le acarició el rostro. – No te has afeitado.
-
¿Te molesta?
-
No. Para nada,
me haces cosquillas. – la mano de Jackie pasó a acariciar los labios de
Stefano.
-
¿Qué clase de
pesadilla? – Insistió él a pesar de que le estaba costando trabajo hacerle
preguntas, sobre todo teniéndola en sus brazos y teniendo su mano
acariciándolo. Ella volvió a suspirar pero en señal de agotamiento y retiró la
mano de su cara. – ¿Tiene que ver con tu acosador? – Preguntó con voz dura,
ella sabía que el tono no era dirigido a ella.
-
Estoy cansada y
seguro tú más ¿podemos hablar de eso mañana? – Por mucho que él quisiera saber
que le había provocado tanta angustia en el sueño tenía que aceptar que debían
dormir.
-
Ya es mañana,
pero está bien. – La besó en la boca y ella le correspondió, cuando el beso
amenazaba con salirse de control él se detuvo. – No sería justo para ti.
-
Pero… - Objetó
ella. Sin embargo él ya se acostaba y la ponía a su lado.
-
Duérmete. – Le
dijo.
-
Empiezo a odiar
esa palabra. – Jackie escuchó su risa, y sin otro remedio se dispuso a dormir
tratando de olvidar la pesadilla en donde corría como loca huyendo de un rostro
desconocido y de esa maldita voz rasposa que de pronto se le hacía conocida,
aumentando así su temor. Pero estando en los brazos de Stefano se sentía lo más
segura posible, se apretó a él.
-
Sigue así y no
seré tan caballero…
-
¿Quién ha pedido
un caballero esta noche? – lo provocó ella.
-
Jackie… -
Advirtió él. Esta vez ella fue la que rió.
-
Ya no tengo
sueño.
-
No lo tendrás si
sigues hablando y provocándome.
-
Aguafiestas.
Rato
después, ambos dormían.
El
despertar de Jackie fue placentero, rodeada por los brazos y para ser exactos
también por las poderosas piernas de su marido. Eran una especie de maraña de
piernas y brazos los dos juntos. Se sintió dichosa. Ella había dormido bien en
cuanto él había estado en su cama, vio el reloj y se dio cuenta que no era tan
tarde, él no había dormido lo suficiente
todavía, así que se deslizó poco a poco de la cama para no despertarlo, cosa
que no fue nada fácil. Fue al baño y se lavó la cara y los dientes, se cepilló
el pelo y fue al armario a buscar que ponerse antes de darse un baño e ir a ver
a Maddie. Al salir lo vio en la cama tan bello, tan fuerte, dormía tranquilo y
su corazón lleno de amor por él inundó con la misma sensación todo su ser. Se quedó como una boba observándolo y cuando
vio que él se movía se apresuró a ir al armario para no quedar como una tonta.
-
¿Qué haces fuera
de la cama? – Le preguntó él despertando.
-
Sigue durmiendo.
– Fue su respuesta.
-
Así ya no puedo.
-
¿así como? –
Preguntó Jackie confundida.
-
Sin ti.
-
¿Cómo dormías en
Durban entonces? – Le preguntó ocultando el placer de oír esas palabras.
-
¿Quién dice que
dormía bien?
-
Pobre de ti. –
Dijo ella acercándose a la cama y entrando de nuevo en ella, él ya estaba
sentado, lo rodeó con los brazos y le dio un suave beso. Cuando iba a separarse
él la tomó de la cintura reteniéndola. Ella le sonrió burlona. – Ni te hagas
ilusiones, es tarde y tengo que ducharme e ir a ver a Maddie.
-
Ella está bien.
Iremos a verla juntos. – La besó en el cuello. – No seas vengativa por lo de
esta madrugada, teníamos que dormir. – Siguió besando su fino cuello y
sujetándola esta vez de las caderas atrayéndola a él logrando que cayeran
juntos a la cama.
-
No es venganza.
Es sentido común, además la poli… - se interrumpió cuando él la besó en los
labios. – La policía… - Insistió ella.
-
¿Qué pasa con la
policía? – Logró captar su atención.
-
Llegará en unos
minutos para otra ronda de preguntas. – Frunció el ceño al recordar todas las
que le habían hecho el día de ayer. – Pensándolo bien, creo que ya no hay
preguntas posibles que hacerme sobre el caso.
-
Tienes que
contarme todo sobre esas llamadas. – Dijo él serio y levantándose de la cama
junto con ella.
-
¿No seguirás
molesto conmigo por eso, verdad?
-
Ahora hablamos.
– Dijo él entrando en el otro cuarto de baño de los dos que habían en su amplia
habitación, con un sonido de resignación Jackie entró a ducharse también pero
no en el mismo baño, al parecer Stefano seguía enfadado, si fuera mas valiente
entraría y lo seduciría ahí mismo. Salió del baño aún sin saber que hacer y
sopesando la idea, cuando el teléfono de
la habitación sonó y ella se lo quedó mirando como si se tratara de una
serpiente. De inmediato salió Stefano con el cuerpo cubierto de gotas de agua y
con una toalla anudada a las caderas, al verlo se sintió segura y simplemente
atinó a decir:
-
No creo que sea
él…
-
Imposible, todos
los números han sido cambiados y todas las llamadas monitoreadas. – Cosa que
antes no era necesario, pues el número de teléfono de la casa no aparecía en la
guía telefónica. Stefano contestó en griego. Su semblante serio cambió y sonrió
en cuanto escuchó la voz del otro lado de la línea. – Allyson, que gusto
escucharte. –Dijo en italiano y luego riendo por algo que decía Ally.
Jackie
esbozó una enorme sonrisa al saber de quien se trataba. Stefano le pasó el
teléfono después de conversar brevemente con Allyson.
-
¿Por qué no me
habías dicho que estaba sucediendo? – Reclamó Ally en cuanto oyó la voz de
Jackie.
-
Tú no por favor.
– Imploró.
-
Yo, sí ¿tienes
idea de lo preocupada que estaba cuando me lo contó Máximo?
-
Lo imagino, pero
no me regañes tú también. Lo que menos quería era causar preocupación. Seguramente
Stefano le contó todo ¿no? – Y le dirigió una mirada reprobatoria al susodicho
quien ya estaba vistiéndose.
-
Lo llamó desde
el avión, estaba muy preocupado Jack, realmente preocupado.
-
Iba a decírselo,
pero en cuanto él estuviera aquí.
-
Bueno, olvidemos
eso. ¿tienen idea de quien se trata?
-
Ninguna, pero
tuve una pesadilla horrible, el hombre que me seguía tenía la misma voz del que
me acosa, sentí que sabía de quien se trataba...
-
¿Entonces, de
quien se trata?- Preguntó Allyson.
-
Sé quien es,
pero al mismo tiempo no tengo la menor idea.
-
Me lo has dejado
claro. – Ironizó Ally.
-
No te preocupes.
– Dijo suspirando para esperar dar por terminado el tema. Lo cual en realidad
no iba a ser tan sencillo, aunque tenía la esperanza vana e ilusoria de que sí.
Craso error.
-
¿Qué no me
preocupe? ¿Realmente acabas de decir eso?
-
Olvídalo,
estaremos bien, recuerda que no estoy sola.
-
Claro que no,
está Stefano, pero de todos modos iré para allá.
-
¿Qué tú qué? –
Preguntó Jackie sin poder creer lo que había dicho. – Máximo no lo permitirá.
-
Max no está
aquí, está en Nueva York. Así que la pequeña Jackie y yo decidimos que no
iríamos con él y mejor te visitaríamos
en Grecia. Tiene mucho que las niñas no se ven además. – Eso último la hizo
reír.
-
Si con lo de
“las niñas” te refieres a ti y a mi, es
cierto. Volviendo al tema, si sabes que un lunático me acecha ¿verdad? Por que
parece que no lo supieras, aquí no es seguro como para que vengan, no quiero
que les pase nada. Aunque lo que más me gustaría es verlas, no quiero ponerlas
en peligro.
-
Oh, no lo
estaremos. Simplemente quiero estar contigo, además entre las dos tenemos como
cien guardaespaldas así que no nos pasará absolutamente nada. – No eran cien
precisamente, pero la verdad es que si eran más que suficientes.
-
Repito: ¿Máximo
sabe que vendrán?
-
No, y no lo
digas tan fuerte o Stefano que deduzco sigue en la habitación se lo dirá y
bueno, me meteré en un lío. Iremos, estaremos unos días y regresaremos antes de
que mi querido esposo se percate.
-
Él se enterará,
vendrá por ti en un santiamén y después no sabrás ni donde esconderte.
-
Claro que no.
-
Claro que si.
-
Que no. Está
todo fríamente calculado.
-
Si tú lo dices… -
Tenía que rendirse, cuando a Allyson se le metía algo en la cabeza… Se parecían
en eso.
-
Nos vemos
pronto.
-
No digas que no
te lo advertí.
-
Yo también te
quiero, hasta muy pronto. – Y colgó.
¿Y
ahora que podía hacer? Nada, solo esperar a que Stefano se diera cuenta de la
situación y la regresara a casa.
-
¿Todo bien? – Le
preguntó en ese momento Stefano.
-
Eso creo.
-
Te espero abajo.
– Dijo y salió.
¿Habría
retomado su enojo por que ella le ocultara que recibía esas llamadas? Antes de
que Allyson hablara ellos estaban a punto de… ¡Hombres! ¿Quién rayos podía
entenderlos? Ella, al menos no.
Después
de ducharse y de ir a ver a Maddie, bajó con ella a fin de que desayunaran. Stefano
ya había desayunado y estaba en su despacho haciendo llamadas, como le había
dicho una empleada.
Antes
de salir al jardín rato después para jugar con la pequeña que ya se encontraba
allí con su niñera, le fue entregada una invitación.
-
La han traído
esta mañana señora. – Le informaron.
Jackie la abrió, era para un evento que era principalmente patrocinado
por los Troyanos, una exposición de objetos antiguos recién desenterrados en
una expedición con patrocinio de la familia.
-
Gracias ¿Mi
esposo sigue en su despacho?
-
Si, señora.
Jackie
decidió ir a verlo, tenían que dejar las cosas tranquilas entre ellos, no
soportaba la idea de vivir todo eso y encima que él estuviera enfadado con
ella. Pero antes de que atravesara el salón principal rumbo al despacho,
llegaron unos agentes de la policía listos para otra ronda de preguntas
respecto a lo sucedido. Stefano se reunió con ella y se sentó a su lado, tomó
su mano y ella suspiró aliviada cuando lo hizo. Respondió a las mil y un
preguntas que le hicieron. No, no sabía quien podía ser, no tenia enemigos, no
había tenido problemas serios con nadie, no entendía que pasaba.
-
Bueno, todo se
reduce a que es objeto de interés de algún lunático, por el simple hecho de
estar en la mira pública ahora, debido a su matrimonio con el Sr. Troyanos. –
Dijo uno de los agentes. Stefano pasó un brazo por sus hombros y la atrajo a
sí.
-
¿Por qué el
ataque no es contra mí? -. Preguntó él.
-
No siguen un
patrón razonable y lógico esta clase de personas. Pero no se preocupe Sra.
Troyanos está fuertemente resguardada y custodiada tanto por su propio equipo
de guardaespaldas como por nosotros.
-
Gracias. – fue
lo único que pudo decir y enseguida se retiraron los agentes dejándolos solos
en el salón. – Lamento no habértelo dicho. – Le dijo a Stefano.
-
Lo sé. – Se
levantó del sofá. – No saldrás a ninguna parte.
-
¿Pretendes que
me mantenga encerrada aquí? – Hizo la pregunta con voz tranquila aunque no se
sentía así en absoluto.
-
No quiero
arriesgarte de ninguna manera.
-
¿Permitiremos
que ese… loco trastorne nuestra vida? – Ella también se levantó y fue hacia la
ventana, desde allí veía a Maddie reír contenta mientras jugaba con su niñera.
Él se acercó por detrás y la rodeó con sus brazos.
-
No será por
mucho tiempo. Daremos con él y esto acabará más pronto de lo que tienes una
idea. – Dijo él con voz confiada y segura. - ¿Confiarás en mí?
-
Confío en ti. –
Y eso era muy cierto. – Tenemos un evento, ha llegado la invitación es para
dentro de dos días, había pensado que podríamos asistir, pero… ahora, veo que
no podrá ser.
-
No, pero tendré
que ir yo. Somos los principales patrocinadores, daré un pequeño discurso y
luego volveré a casa. – Le dio un beso en la sien. – No tardaré casi nada.
-
Quería
acompañarte… - Empezó ella, realmente tenía ganas de ir y olvidarse un momento
de todo.
-
No creo que sea
buena idea Jackie.
Quizás
la llegada de Allyson no estaba tan mal después de todo. Le preocupaba la
reacción de Máximo al enterarse de que su esposa iba directo a donde había
problemas y claro que también le preocupaba que pudiera verse afectada por la
situación. Sin embargo, ambas estarían bien cuidadas como ella misma había
dicho y solo serían unos días. Tomando en cuenta que estaría encerrada en casa,
tener a Allyson y a su sobrinita sería ideal para sentirse mejor.
-
No sé cuanto
tiempo soportaré esto. – Le dijo ella.
-
El tiempo que
haga falta. – Le dio la vuelta para poderle ver la cara. – No te arriesgarás
bajo ningún concepto ¿entendido? – Al no recibir respuesta la besó con firmeza
y decisión.
-
No siempre vas a
conseguir todo lo que quieres con estos métodos. – Jadeó Jackie cuando la
soltó.
-
No importa. –
Volvió a besarla. - ¿Tienes una idea de lo que es ser un adicto a ti? Vamos. – La tomó de la mano y
echó a andar hacia las escaleras.
-
¿A dónde? –
habló ella pero no detuvo su paso en lo que casi parecía una carrera. Empezó a
reír. Apenas llegaron al cuarto, él la despojó de toda la ropa con prisas y la
apretó contra la pared. - ¿Podríamos al menos llegar a la cama? – Pidió ella.
-
Han sido
demasiados días. – Fue lo último que escuchó por que ahí mismo teniendo como
apoyo la pared él entró en ella y no le importó, fue el paraíso. El clímax no
tardó demasiado en llegar pues ya estaba más que lista para recibirlo. Suaves
gemidos y al mismo tiempo fuertes sonidos de placer salieron de su garganta
durante todo el interludio. Agotada y satisfecha se dejó caer sobre él quien
finalmente la llevó a la cama.
-
Demasiados días…
tienes toda la razón. –Dijo entrecortadamente.
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