Estar encerrada no era tan malo después de todo pensaba Jackie dos
días después, Allyson aun no
había podido escapársele a Máximo y no había llegado, pero los días no eran
tediosos y aburridos para ella. Afinaba su artículo y retocaba las fotos que
había tomado, estaba de hecho en ese momento enviando todo por correo
electrónico a su editor. Cuando no estaba con su hija o frente a la computadora
estaba con Stefano y para ser específicos se la pasaban en la cama. Él había
decidido trabajar desde casa, y ella había disfrutado de tenerlo con ella casi
todo el tiempo. Esa noche él iría solo al evento al cual habían sido invitados,
la idea de que estaría rodeado por mujeres bellas y descaradas no le ayudaba
mucho a estar tranquila, era frustrante que fuera lo que más le preocupara en
ese momento y no que hubiera un merodeador psicópata detrás de ella. Se rió por
la ironía.
-
¿Qué es tan
gracioso? – La voz de él llegó desde la puerta, estaba apoyado sobre el marco
observándola con una sonrisa, esa sonrisa que siempre era capaz de detener su
corazón.
-
Un mensaje de mi
editor. – Mintió ella. – Quiere que vaya a la Toscana. Acabo de decirle que es imposible.
– Eso sí era verdad, acababa de rechazar ese trabajo.
-
¿La Toscana?
-
Sí. Hay una casa
antigua que le interesa particularmente para que se realice un reportaje sobre
ella, pertenece a no se que miembro de
la nobleza del siglo 19 conocido por ser muy reservado y misterioso. Empiezo a
pensar que me está reservando lo más sencillo solo por que estoy casada y soy
madre. Siempre me daban los trabajos más arriesgados y excitantes, fotografiar
una antigua casa no tiene nada de eso.
-
No me gusta nada
la idea de verte realizando trabajos arriesgados
y excitantes. – Le dijo él serio. – Y debes agradecer que ahora tome en
cuenta que eres madre y esposa.
-
Sí, pero no dejo
de ser reportera fotográfica por ello. En cuanto esto acabe volveré al trabajo.
– Su voz fue decidida igual a su resolución de continuar trabajando, solo eso
la sacaría del pozo de desesperación en el cual se hundiría en cuanto él se
cansara de ella. No sería tan arriesgada como antes, pues ahora estaba Maddie,
pero no dejaría de trabajar.
-
A que te
refieres exactamente al decir “En cuanto esto acabe”. – El acero bajo la
suavidad de sus palabras pensó Jackie. Ella se refería a su acosador, pero en
realidad esas palabras aplicaban a cuando ellos ya no estuvieran juntos, aunque
no hubiese sido su intención al decirlas.
-
A la situación
que me tiene enclaustrada en esta casa. – Ella prefirió desviar la vista y
centrarla en la pantalla de su computadora para no ver el brillo inteligente de
sus ojos plateados.
-
Ven aquí. – Su
mirada era oscura e inexpresiva, Jackie no tenía idea que pasaba por su mente
pero no era nada bueno.
-
Tengo muchas
cosas que hacer… - Empezó ella.
-
Déjalas para
después.
-
No.
Tomando
un brazo la sacó de su asiento y la puso frente a él. Sus ojos parecían
tormentosos pensó ella.
-
No hayas la hora
de librarte de mí ¿verdad? No te preocupes, todo acabará más pronto de lo que
quieres y volverás a tu amada vida arriesgada y libre. – Dicho eso la soltó y
salió de la habitación dejándola totalmente temblorosa, confundida y deshecha.
-
No es así. –
Susurró. – No es así.
Por
supuesto no lo vio el resto del día, ni siquiera cuando se fue a la cena de
gala de esa noche.
¿En
que rayos estaba pensando su corazón en el momento que decidió enamorarse de
una mujer que no sentía nada por él? Pensaba Stefano camino al evento. Solo un
corazón necio, traicionero y amante de los desafíos como era el suyo, podía
ocurrírsele semejante cosa. Ella lo deseaba eso era una verdad innegable pero
no pasaba nada más. No lo amaba ¿Cómo podía amarlo si pensaba dejarlo? Por que
eso lo pensaba constantemente, de eso no había duda. Cerró un puño, listo para
estamparlo contra la ventanilla del auto en el que iba, pero se contuvo a
tiempo.
No solo se ponía como loco por la preocupación de que alguien le quería
hacer daño, si no que ahora no podía dejar de pensar que ella le abandonaría a
la menor oportunidad en cuanto ya no se viera amenazada. ¿Qué hacer para
impedirle de una vez por todas que se fuera? ¿Cómo hacerle entender que lo
mejor era permanecer juntos? ¿Cómo lograr que ella entendiera que él no tendría
vida alguna sin ella y sin Maddie? ¿Cómo
lograr que lo amara? Nunca había quedado sin conseguir lo que quería, siempre
lograba lo que se proponía, no sabía lo que era la incertidumbre y ahora
experimentaba lo más cercano al fracaso y era una sensación horrible. Se
preparó mentalmente para dar su acostumbrada apariencia fría y controlada en
cuanto llegó al recinto donde sería la gala de esa noche. Ni bien había entrado
ya quería que todo acabara para volver a casa y encontrar la manera de retener
por siempre a Jackie.
Jackie
se paseaba por todos lados de la casa, intentó leer y no pudo, trató de navegar
en Internet y nada le pareció interesante, fue a la sala de televisión y nada
de lo que estaba pasando le gustó. Desesperada por pensar en otra cosa que no
fuera Stefano se decidió a ir a la cocina y prepararse algo llevándose el
intercomunicador que la mantenía atenta a cualquier llanto de su pequeña. Se
hizo una ensalada y tomó agua, en realidad no tenía mucha hambre. Vio que había
un pastel de chocolate en el refrigerador y se decidió por una rebanada
¿Mejoraría su estado de ánimo? Quizás debió haberse llevado un bote enorme de
helado, pastel y demás alimentos altos en calorías, sentarse frente al
televisor con un ridículo pijama y poner películas románticas y llorar como una
tonta. Sonrió divertida por la idea, aunque en realidad se sintió fuertemente
tentada a hacerlo. Sacó el pastel y empezó a comer lentamente.
Fuertes
pisadas la hicieron levantarse de su asiento y voltear hacia la puerta
esperando que fuera Stefano quien llegaba. Pero era uno de sus guardaespaldas
con cara de preocupación. Enseguida se sintió asustada.
-
¿Qué sucede
Paolo? ¿Algo le pasó a mi esposo?
-
No señora no es
eso.
-
¿Entonces? –
Suspiró de alivio y comió otro poquito de pastel.
-
Se han desatado
fuertes incendios, y están cerca de aquí, están llegando a la zona residencial,
tenemos que evacuar.
-
No pensé que
fuera tan grave. – Había oído las noticias por supuesto, pero creía que todo
estaba controlado.
-
Tenemos que
irnos ahora mismo. Todo está listo, solo las esperamos a ustedes y por supuesto
el personal ya está desalojando todo. Su esposo se reunirá enseguida con
ustedes, ya fue informado.
-
Voy por mi hija.
Enseguida bajamos, asegúrate de que nadie se quede en casa y búscales un lugar
seguro.
-
Sí, señora.
Corrió
por las escaleras y preparó una pequeña bolsa con un par de mudas de ella, en otra
pequeña maleta metió cosas de Stefano por si llegaba a necesitarlas, metió a la
carrera otras cosas que supuso necesitarían y fue a la habitación de Maddie,
despertó a Susan quien ya estaba dormida y le informó de todo. Enseguida
prepararon las cosas de la niña. Paolo tocó la puerta y sin esperar respuesta
la abrió.
-
Llévate esta
maleta. – Le pasó la de Stefano y la de Maddie. – Susan baja con Maddie en lo
que voy por mi laptop. Tenía todas las
fotos y notas de su libro y no quería renunciar a el.
-
Tenemos que
darnos prisa señora. – Dijo Paolo. – Si algo le pasa a usted o a la niña
podemos darnos por muertos.
-
No tardo. –
Corrió a su despacho y tomó la computadora portátil. Susan ya salía de la casa
con la bebé en brazos siguiendo a Paolo, cuando estaba por bajar las escaleras
recordó el osito de peluche sin el cual Maddie no se iba a dormir. Regresó por
él, para cuando salió Susan y Maddie ya iban en otra camioneta rumbo al
departamento de Stefano que estaba en una parte segura de Atenas. Ella subió en
otra con dos guardaespaldas, uno al volante y otro en el asiento del conductor.
Siguieron a las demás camionetas en las que iban personal de la casa también.
Ellos iban al final. En un cruce fueron detenidos por dos bomberos que llevaban
puestas mascarillas, el humo ya se
alcanzaba a ver y ella se estiró para ver si habían pasado ya Susan con Maddie,
cuando comprobó que si, se sintió más tranquila.
-
Baje la
ventanilla. – Dijo uno de los bomberos en una de las ventanillas.
-
También usted. –
Dijo el otro en el otro extremo.
–Estamos haciendo una pequeña revisión.
-
¿Revisión? –
Dijo el guardaespaldas que iba al volante. – Lo único que debe importarles es
que salgamos de aquí.
-
¡Haga lo que le
digo! – Espetó casi gritando el que estaba del lado del volante.
-
No lo creo…
-
Haga lo que le
pide por favor. – Dijo Jackie, lo único que quería era irse de allí y reunirse
con su hija, lejos del humo y del peligro, esos hombres seguramente estaban
estresados y por eso reaccionaban así.
-
Pero, señora…
-
Es solo una
revisión. – Dijo ella con tono cansado.
-
Está bien. –
Obedeciendo, bajo un poco el vidrio y el otro hizo lo mismo. De la nada
aparecieron sendas pistolas automáticas de la mano de los bomberos y dieron dos
tiros cada una en los pechos de los guardaespaldas. Todo fue en un abrir y cerrar de ojos, fue tan
rápido que Jackie no recordaba siquiera haber gritado. En un acto coordinado
abrieron las puertas y tiraron al suelo a los guardaespaldas. Por fin ella
reaccionó y frenética se dirigió a una de las puertas para abrirla, con horror
vio como esos dos hombres se subían con una increíble rapidez, ocupaban los
sitios vacíos y ponían el seguro a las puertas.
-
¡Malditos! –
Gritó ella y empezó a patear una ventana con las piernas tratando de romperla.
Pero era inútil, recordó que las ventanas y el auto en general estaban
blindados. Volvió a gritar esta vez de rabia y se abalanzó contra el conductor
quien ya empezaba a avanzar con la camioneta. El otro tipo la aventó al asiento
de atrás, al ver que ella hacía el intento de nuevo, le dio un golpe con el
palo del hacha que llevaba en la mano, mandándola desmayada al asiento.
Stefano
ya había dada por concluida su presencia en el evento, cuando fue informado de
que su casa sería evacuada debido a los incendios. Sabía que su gente tenía
todo bajo control pero no pudo evitar sentirse ansioso. Subió a la limusina y
fue al departamento en donde estaban Maddie y Jackie. Tenían menos de cinco
minutos de haber llegado Maddie y su niñera. Besó a la niña y al notar la
ausencia de Jackie preguntó a Paolo con el ceño fruncido.
-
¿Dónde está mi
esposa?
-
Viene en otra
camioneta, ella quiso que Maddie saliera inmediatamente.
-
¿Qué pudo
haberla detenido? – Preguntó enfadado.
-
Fue por su
laptop. – Dijo Paolo.
-
Y seguramente
por el osito de Maddie. – Intervino Susan, yo vi que ya venía con su
computadora y regresó al cuarto de la niña.
-
De todas
maneras, todas las camionetas ya han llegado a su destino ¿no? – Los empleados
se hallaban en otra casa que tenía cerca de la playa, todos habían llegado menos
Jackie. - ¿Quiénes la custodiaban?
-
Gian Marco y
Luca. – Dijo Paolo – Hablé con ellos hará escasos siete u ocho minutos.
-
¡Pues llámales
de nuevo! – Rugió Stefano. No fue necesario, la policía ya estaba contactándose
con su personal de seguridad. Su informe era claro y preciso: La Señora Troyanos había sido secuestrada.
Y fue entonces cuando Stefano experimentó lo nunca vivido: Un terror inmenso y
una furia ciega.
-
Reúne a todo el
personal de seguridad- - dijo Stefano encaminándose hacia la salida como alma
que llevaba el Diablo, seguido de cerca por sus guardaespaldas. Fue al estacionamiento y en segundos
arrancaba el motor de su Jaguar y salía con un chirrido de llantas. Nunca había
sentido esa desesperación e impotencia, aferraba el volante con fuerza, quería
golpear algo, quería matar a quien se había llevado a lo que mas valoraba y
amaba en la vida aparte de su hija. Sabía la ruta que se suponía había tenido
que llevar la camioneta en la que venía Jackie y fue hacia allá, numerosos
autos de policía se hallaban en la escena y dos ambulancias, la zona ya estaba
siendo acordonada. Lo dejaron pasar al saber quien era, pero no permitieron el
acceso a sus guardaespaldas que lo
habían seguido a bordo de camionetas.
-
¿Señor Troyanos?
– Se acercó el que al parecer estaba a cargo un hombre de mediana edad, calvo y
con aire de autoridad.
-
¿Alguna idea de
quien hizo esto?
-
Demasiadas a
decir verdad. – Dijo el hombre – La esposa de alguien tan conocido e importante
como usted puede ser un blanco ideal para muchos.
-
¡Entonces no
saben nada! - Explotó.
-
Por el momento
no, estamos buscando la camioneta. Pero debo decirle que sus hombres están
bien.
-
¿Quiénes? –
Preguntó Stefano tratando de concentrarse y es que únicamente pensaba en que la
culpa de todo la tenía él.
-
Los
guardaespaldas de la Señora Troyanos, les dispararon a quemarropa, pero les
protegió el chaleco antibalas, el impacto los aturdió y así es como pudieron
llevársela. Ya van rumbo al Hospital. – El ulular de las sirenas anunció la
partida de las ambulancias.
-
¡Cómo pudieron
ser tan estúpidos! – Bramó Stefano.
-
Necesitamos
hacerle unas preguntas, sabemos que su esposa estaba siendo acosada.
-
Todo lo que sé
consta en los expedientes que ya están en poder de la policía.
-
¿Acaso no piensa
cooperar?
-
Al contrario,
ahora mismo voy a buscar a mi esposa. – Dicho eso se alejó sin que nada ni
nadie pudiera detenerlo.
-
Se la llevaron
en la camioneta. – Se acercó su Jefe de seguridad en cuanto Stefano salió de la
zona acordonada. – Todos los autos tienen un chip de rastreo. – Eso lo hizo
frenar en seco y detenerse a escucharle. – Sabemos dónde está la camioneta ¿Lo
informamos a la policía?
-
Más tarde. –
Respondió entre dientes. – Quiero al maldito o malditos que hicieron esto
muertos.
-
Pero, señor… -
Dijo el otro con cara de asombro. – Puede ser demasiado peligroso, no necesita
llenarse las manos de sangre.
-
Lo que quiero
antes que nada es que mi esposa esté a mi lado de nuevo, después ya veremos… vámonos.
Minutos
después maldecía sonoramente, la camioneta estaba abandonada cerca de la playa
en un camino que casi no se transitaba, la luz de su auto y las camionetas revelaron
unas huellas, dos pares.
-
Avisa a la
policía. – Dijo el Jefe de seguridad a un subalterno mientras alcanzaba a
Stefano junto a otros guardaespaldas más, quienes seguían las huellas. Sabía
que estaba desobedeciendo una orden, pero quería evitar una tragedia mayor…
*****************************************************************************************
¿Qué
hora era? Tenía que ir a ver a Maddie, le gustaba estar a su lado antes de que
despertara. Aunque a veces no podía hacerlo pues Stefano la retenía y luego…
luego, le hacía el amor como sólo él podía hacerlo, con intensidad, con fuego y
con pasión. Estiró una mano para buscarlo en la cama y no encontró nada, abrió
los ojos lentamente y vio que todo estaba oscuro, sumamente oscuro. Una punzada
dolorosa le taladró la sien y con un gemido de dolor se llevó la mano a la
cabeza, tocó algo húmedo y pegajoso que le cubría parte de la cabeza y el
rostro. Trató de sentarse pero se sintió mareada ¿Qué estaba pasando? Como si
de un rayo se tratara, lo que su cerebro por la conmoción había bloqueado, de
pronto inundó a Jackie con un torrente de información que le recordó lo que
había sucedido. Un frío recorrió su columna y sintió una enorme presión en el
pecho.
-
Tranquila,
tranquila. Al menos Maddie está a salvo. – Susurró para sí. Por qué su hija
estaba a salvo, ¿verdad? La duda la llenó de pánico y sintió el escozor de las
lágrimas. Escuchó chirriar una puerta, era la de la habitación donde se
encontraba, se sentó con dificultad y vio como se esta abría con lentitud y sin
dejar de chirriar cual película de terror. La luz exterior comenzó a entrar a
raudales y la cegó, se llevó una mano a los ojos para tratar de protegerlos y
poder ver al mismo tiempo. Una sombra se cernió sobre ella, solo veía la
sonrisa, esa maldita sonrisa.
-
Hola… cuanto
tiempo Jackie querida. – Le dijo, ella se pegó a la pared que le quedaba como
respaldo, comprobó que estaba en un colchón viejo en el suelo. Esa sonrisa… -
¿Sigues sin recordarme? – preguntó con ira en la voz y entonces ella lo
reconoció...
A
muchos kilómetros de allí, Allyson aventaba ropa frenéticamente a una maleta
mientras lloraba y discutía al mismo tiempo con Máximo. La imagen hubiera sido
de risa de no ser por las razones que la tenían así.
-
No irás a ningún
lado. – Le decía él tratando de hacerla entender.
-
¡Estás loco,
completamente loco si crees que me quedaré aquí de brazos cruzados!
-
¿No entiendes que
no es seguro que vayas a Atenas en este momento?
-
¿Y por que no? –
Gritó.
-
Por que tu mejor
amiga está secuestrada por un loco y por que no la ayudarías en nada corriendo
con la misma suerte.
-
¡Pero tú si
irás! – reprochó ella.
-
Por supuesto que
lo haré y pondré todo de mi parte para ayudar a Stefano a encontrarla. Pero, si
tú vas me mantendrás preocupado y no podré concentrarme ni ayudar como debe
ser. Quiero a Jackie y lo sabes, haré de todo para que la encontremos, pero,
cariño tú debes quedarte. – Stefano le había mandado un mensaje diciéndole lo
ocurrido y ahora lamentaba habérselo dicho a Allyson.
-
No puedo
quedarme esperando aquí, sintiéndome tan desesperada y con tanto miedo por
ella, si le pasa algo... – Sollozó intentando controlar el llanto, pero no lo
consiguió cuando él la abrazó. – Te prometo lo que quieras, no iré a ninguna
parte, no saldré de la casa, además alguien tiene que ver a Maddie.
-
Tiene su niñera.
-
¡Pero no es lo
mismo!
-
¿Prometes que
harás todo lo que te diga? – Dijo él claudicando con un suspiro resignado.
-
Lo prometo. –
Respondió Allyson sintiéndose ligeramente aliviada.
*****************************************************************************************
-
Pero… ¿cómo? Tú…
¡estás muerto! – Decía Jackie a su captor.
-
¡Por poco lo
estuve y tú tuviste la culpa, tú eres la culpable! – Gritó enfurecido.
-
¿Qué quieres,
que rayos quieres? – Respondió Jaquie de la misma manera.
-
¿Qué no es
obvio? A ti, te quiero a ti.
-
Estás muerto,
estás muerto. – Se repitió ella como si con eso pudiera alejarlo y despertar de
esa pesadilla.
-
Sobreviví al
maldito accidente que tú provocaste.
-
¡Yo no choqué el
auto! Eras tú el que huía como loco después de intentar violarme.
-
¡cállate! –
Gritó furibundo.
-
¿Por qué me
haces esto Oscar? ¡Somos familia por todos los cielos! – Intentó apelar a su
corazón.
Jaquie
se llevó las manos a las sienes, intentando calmar el punzante dolor en su
cabeza. No era posible lo que estaba viviendo se repetía una y otra vez, Oscar
había huido después de haberla atacado, había querido violarla. El auto había
explotado según los reportes de la policía, él había sido declarado muerto. El
hombre que por poco le arruina la existencia había vuelto y más psicópata que
nunca.
-
¿Familia? Estás
mal querida, no somos eso, soy un ferviente admirador y ahora seré tu dueño,
olvídate de la vida que llevaste hasta ahora por que eres el juguete de un
millonario ¿verdad? Te dije que solo servías para eso, para ser el delicioso y
bello juguetito sexual de alguien. Una zorra, ahora serás mía únicamente –
Claro que se lo había dicho e infinidad de veces, había sido un terror su vida
cuando siendo adolescente él había llegado a vivir a su casa. De cariño filial
él no tenía nada hacia ella. Ser primos no había significado nada. Únicamente
había enardecido sus deseos perversos. El que los padres de Jaquie se hubieran
pasado en el Hospital por la mala salud del padre de ella, no había ayudado
para nada, Oscar había tenido todo a su favor. Cuando por fin estuvo a punto de
conseguir su propósito, se había salvado por muy poco, y él en su huida había
caído con todo y auto por un barranco o eso es lo que había dicho la policía. –
Dale gracias al cielo de que no haya muerto. Fingí mi muerte, salté antes de
que el auto se cayera, quedé en mal estado. Pero sobreviví y juré que volvería
por ti.
-
No soy tuya.
Maldito seas ¡Ojala y hubieses muerto!
-
Más vale que te
calles. – Le dijo con furia y ella se estremeció de aprensión. – Harás lo que
yo diga si no quieres que tu adorada nena pague las consecuencias.
-
No… - Jaquie se
tragó el nudo de lágrimas que se le formó en la garganta.
-
¿Qué has dicho?
– Se acercó él.
-
¿Dónde está mi
hija?
-
Con su padre
seguramente, por ahora no va con mis planes. Pero te aseguro que así como te
pude conseguir a ti, siendo tan fuertemente custodiada, podré llegar a tu
preciosa hija si me obligas a ello.
-
Haré lo que
digas. – Dijo Jaquie de inmediato ahogando el alivio al saber que su nena
estaba con Stefano, aunque ella no estaba segura de salir bien, Oscar no era el
de hacía diez años, el muchacho que podía tener a raya, ahora era un hombre y
uno grande y fuerte, sabía que no iba a ser tan fácil salir de esa situación,
menos en las condiciones en las que se encontraba físicamente.
-
Así está mejor.
Ahí tienes lo necesario para limpiarte. – Señaló un cubo de agua que había
sobre una silla, encima de la misma había ropa. – Ponte esa ropa también.
Vendré por ti en unos minutos. - Se fue, cerró la puerta y enseguida se
encendió un foco que iluminó por completo la habitación.
Jaquie
todavía se sentía mareada por el golpe y por lo que acababa de descubrir. Por
ahora no le quedaba más remedio que seguirle la corriente a Oscar, pero tenía
que encontrar la manera de escapar. Su hija estaba a salvo y dudaba que Stefano
estuviera confiado, seguramente Maddie estaba mas que bien vigilada y él
estaría buscándola, lo sabía con todo su corazón, con toda su alma sabía que
así era. Se levantó con dificultad, maldijo lo débil que se sentía ya que ella
era perfectamente capaz de dejar a un hombre como Oscar fuera de combate, pero
no se sentía ni siquiera con la fuerza
suficiente para darle un solo golpe. Observó la habitación, era un cuarto sin
ventanas, solo la puerta era la vía de escape.
Fue hacia el cubo de agua y se
lavó la cara, su pelo estaba enmarañado, sucio y con sangre ya seca, a pesar
del dolor en la sien, se lo lavó como pudo y se lo secó con una toalla que
estaba allí. La ropa consistía en un sexi vestido color escarlata, se quitó la
ropa que traía con rapidez para que Oscar no tuviera tiempo de hallarla en ropa
interior y se puso el vestido. No le sorprendió que fuera de su talla, un
maniaco como él sabría con exactitud cual era. El vestido se le pegó al cuerpo
destacando cada curva le llegaba a medio muslo, el escote era inmenso, casi
parecía que se caía del vestido. Sus senos quedaban bastante expuestos. Se
sintió vestida como una prostituta. Bajo la ropa había un par de zapatillas de
tacón altísimo y delgado, se las puso y enseguida se sintió mareada al intentar
estar en pie. La puerta volvió a abrirse, de inmediato se puso tensa. Lo vio
entrar dirigiéndole una mirada abiertamente lasciva, empuñaba una pistola.
Moriría antes de dejarse tocar por él, juro en silencio. Stefano apresúrate amor. Imploró en su mente.
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