viernes, 7 de junio de 2013

"Gabriela Ruiz" Encuentro Con El Destino 8

Capítulo 19

Al ver el remordimiento en su mirada y percibir el ligero temblor en la voz de Danna, Leonardo se dio cuenta que estaba demasiado alterado y trató de calmarse.

-  Yo no quería decir eso –Danna trató de aclarar la confusión suscitada- Es decir, lo expresé todo mal.  Discúlpame y tienes razón, no te conozco –Ella concluyó muy bajito y sintiéndose totalmente mal.

-  Danna yo no debí ponerme así –Leonardo rectificó su anterior postura bélica- Sé que tu comentario no fue malintencionado, pero es que no me gusta tocar ese tema.

- Entiendo –pronunció Danna lacónicamente con semblante inexpresivo.

- Lo siento Danna, no quería discutir contigo –él la miró con tristeza- y mucho de lo que dije no lo siento.

- No tienes que disculparte Leonardo, solo dijiste una verdad, que es mejor no olvidar.

- ¿Cuál verdad? ¿Qué amaba a mi esposa?

- Si, que amas a tu esposa y que yo no te conozco.  De ahora en adelante será mejor recordarlo –comentó Danna más para sí.

- Danna –pronunció en un suspiro cansado Leonardo- Yo creo que es mejor sentarnos a hablar.  Largamente.

- No lo creo, no hay…

- No digas que no hay nada que decir –la cortó él- para ti tal vez no, pero yo tengo mucho que decirte.  Por eso quise venir aquí, me gusta mucho este parque y no es de los más populares de la ciudad, por lo que nos brinda tranquilidad y un poco de anonimato.  Es…

- Tarde –interrumpió Danna ante el desconcierto de él- Es tarde y debo ir a arreglarme para la fiesta de esta noche –se sentía aliviada porque no deseaba hablar- Lo siento, pero creo que debemos dejar pendiente la plática para otro momento.

- Pero –Leonardo iba a protestar aunque ante la resolución de Danna cedió- Esto no se queda así, Danna.  Por el momento escapamos de esta charla, sin embargo tarde o temprano se llevará a cabo.

- Está bien.  Lo mejor es que me vaya.  Gracias por traerme a este parque, Leonardo.  Es hermoso –comentó con ensoñación Danna.

- Si lo es.  Tengo únicamente buenos recuerdos aquí –él sonrió.

- Ahora ya no –le presentó una sonrisa traviesa- ahora también tendrás una discusión que recordar.

- Y ¿no es un buen recuerdo no? –replicó irónico Leonardo y Danna afirmó con la cabeza- Pero eso tiene solución –una mirada traviesa conquistó sus ojos.

- ¿Cómo? –inquirió Danna sin percatarse- No entiendo como una pelea puede ser un buen…. –no pudo terminar la frase pues Leonardo se acercaba conforme ella continuaba hablando.  Lo miró avanzar sin entender y por fin cayó en la cuenta. ¿Leonardo la iba a besar? –meditó demasiado tarde ya que en ese instante el capturaba sus labios tiernamente inundando inmediatamente su alrededor del aroma embriagante que desprendía su cuerpo.  Ella no le estaba correspondiendo, así que estaba a punto de desistir, cuando Danna empezó a saborear lentamente su labio inferior.  Lo hizo con suma delicadeza y eso provocó que él la pegara completamente a su cuerpo, al tiempo que le pasaba una mano por la cintura y con la otra tomaba suavemente su nuca para permitirse un mejor acceso.  Danna no pudo evitarlo abrió su boca para dar paso a la insistente lengua de Leonardo que exigía dulcemente recorrer su cavidad y colocó sus brazos alrededor del cuello de él.  Aferrándose para no terminar en el piso, porque sentía que sus piernas no le sostendrían un segundo más, que estaba volando junto a un maravilloso hombre con el que momentos atrás estaba discutiendo. ¿Cómo es que la situación dio un cambio tan radical? –sus pensamientos se sucedían lentamente pues poco a poco se iban haciendo incoherentes y dejó de pensar para disfrutar el momento.

Se separaron lentamente y con los ojos aún cerrados por la momentánea pasión que habían compartido.  Leonardo fue el primero en abrir los ojos y tratar de recobrar el aliento y se quedó mirando a Danna, que permanecía con los ojos firmemente cerrados y respiraba trabajosamente.  ¿Se arrepentiría y por eso no lo quería ver?

Danna estaba reticente a mirar el semblante de Leonardo.  ¿Qué rayos había sucedido? Un momento estaban peleando y al siguiente se estaban besando apasionadamente en una plaza pública.  Era cierto que él había iniciado el beso pero ella no lo había detenido, es más había colaborado gustosamente.  ¡Dios mío! ahora si que se había vuelto loca y no pensó en las consecuencias.  De hecho ya tenía frente a ella las consecuencias: un hombre que la miraba sorprendido y que estaba empezando a molestarse.

- Sé que beso bien, pero jamás había dejado en estado de shock a alguien –murmuró con ironía Leonardo.

Con esta provocación logró que Danna lo mirara como esperando reproche, molestia, algo, lo que sea.  Pero vio algo que no le gustó del todo: cariño, pasión y… algo que no creía posible.  No podía ser amor, porque él no la amaba ¿o si?

- Finalmente –murmuró divertido Leonardo- Pensé que no ibas a recuperarte nunca –continuó bromeando ante la mirada desconcertada de ella- Lo sé –se puso de repente serio- yo tampoco lo esperaba.  Y menos de esta manera –se refería a revelarle sus sentimientos hacia ella- pero ya no hay tiempo para hablar ¿no? –sonrió ante la confusión de Danna- No importa, tenemos tiempo por delante –empezó a caminar y al ver que ella no se movía del lugar dijo- Vamos al hotel, no debemos hacer esperar a los invitados luego.

Danna no podía articular palabra.  Aún estaba aturdida por el beso compartido, pero era como si Leonardo no estuviera afectado en lo más mínimo.  Sonreía y saludaba con normalidad a todo el que se le cruzara por el camino y ella no hacía más que mirar un punto en la nada.  Debía recuperar su autocontrol.  La había tomado por sorpresa.  Es solo eso –se repitió.  Y al fin, cuando llegaron a su hotel se encontraba totalmente bien.

-  Adiós Leonardo –Danna giró resueltamente y ante la mirada expectante de él, ella se acercó y lo besó fraternalmente en la mejilla- Nos vemos esta noche.

-  Hasta esta noche entonces –Leonardo sonrió y antes que ella se alejara aprisionó su mano y la haló hacia él.  Danna lo miraba sorprendida, presagiando lo que iba a suceder, cuando él acercó su rostro hacia ella-  Por cierto –susurró- yo ya no siento nada por Antonella –y para evitar la réplica que venía venir la besó brevemente en los labios- Adiós preciosa –pronunció en sus labios y se alejó rápidamente.  Sin darle tiempo a replicar, a devolver el beso, a pegarle por su atrevimiento… aunque hubiera sido un poco tarde para eso.



Al momento que estaba subiendo a su habitación el encargado le informó que tenía un paquete.  Ella se sintió extrañada, de Ecuador no podía ser porque recientemente había recibido un regalo de Caro y sus padres, su hermana ni sabía su dirección y su madre… no creía que fuera.  Descartadas esas posibilidades fue a mirar qué era y quién lo enviaba.  Halló una caja con un logotipo característico en ella.  La abrió sin más demora y miró su contenido.  Era un precioso vestido violeta sobrio y elegante, junto a él, encontró otro caja, claramente contenía joyas.  Se topó con un sencillo colgante de plata con un pequeño diamante.  Venía acompañado por un par de aretes y una pulsera igualmente de plata con pequeños brillantes.  Se notaba que eran elaboradas finamente por lo que no eran grotescas ni ostentosas.  Eso le gustó, pero aún quedaba ¿quién le haría semejante regalo?   La respuesta era obvia y aún más notoria se le hizo cuando encontró una nota adjunta con la caligrafía inconfundible de su jefe, Leonardo.


Danna:


Espero que no te ofendas por este presente.  Úsalo esta noche, si es tu deseo.  En cuanto lo vi me recordó a ti.  Elegante y sencillo.  Me imagino lo que estás pensando, así que de una vez te aclaro que estoy seguro que tienes muchos vestidos acorde a la ocasión, no te enfades, solo que me haría muy feliz verlo lucir en ti esta noche.  Es perfecto para ti y seguro seré el hombre más envidiado.

Mi chofer te recogerá a las 8:30.  Te espero en mi casa.

Leonardo.

Pd: Es un regalo, por lo tanto no aceptó devoluciones.


Capítulo 20


Danna sonrió levemente.  Aunque ya no estaba con Leonardo, podía sentir la fuerza de su presencia.  Era por el regalo, es que había un toque distintivo en él, no dudaba que el vestido y las joyas habían sido escogidas personalmente por él…  Para ella.  Era increíble y ¿en realidad era tan fácil descifrarla?  Porque en cuanto vio el contenido se sintió fatal pensando que Leonardo lo había hecho porque pensaba que no tendría nada a su altura.  Y se había enfadado hasta que leyó la nota y se le escapó una sonrisa.  “…no aceptó devoluciones.  Incluso se había asegurado de que no lo regresara, como pensó hacerlo.  No tenía más remedio que aceptar de buena gana el obsequio –reflexionó- hasta conocer las explicaciones de Leonardo.  Ahora el dilema era ¿lo usaba o no?

Leonardo caminaba por su casa con una sonrisa en los labios.  Estaba feliz y nadie podría opacar esa sensación, ni siquiera aquella fiesta en que los últimos años fingía una felicidad que no sentía, hasta hoy, claro.  Ahora realmente ansiaba ver a los invitados cuando él hiciera su entrada al salón llevando a Danna consigo.  Seguro se sorprendían, porque generalmente nadie lo acompañaba, se unían a él posteriormente Mandy y Stefano, aunque por muy poco tiempo.  No veía la hora de que el reloj marcará las 9 y Danna hiciera su aparición… ¿Estaría enfadada por la discusión, el beso o el regalo?...  Esperaba de todo corazón, que no.


Faltaba un minuto para las 8:30 mientras Danna hacía su aparición en el vestíbulo.  Encontró al chofer que le había llevado el primer día hasta ese mismo hotel.  ¡Que cambiada se sentía desde aquella vez, ya no era la misma chica!

- Buenas noches Carlos, ¿nos vamos? –Danna sonrío amablemente ante la cara del chofer.

- Buenas noches señorita Báez –sonrío levantándose al instante avergonzado.

Le abrió la puerta y Danna entró intentando serenarse por lo que se le venía encima.  Conocería a toda la alta sociedad italiana, a famosos hombres de negocios y a los padres de Leonardo.  Eso era lo que más le inquietaba.  Además ahí estarían Stefano y Marie. 


Leonardo esperaba ansioso la llegada de Danna.  La mayoría de invitados habían llegado y él les sonreía feliz.  Inclusive a Marie, quien no pudo amargarle el momento a pesar de la cara que traía.  En ese momento Mandy se acercaba del brazo de Stefano.

- Mandy, Hijo ¿cómo están?  Pasen por favor.  La fiesta está por iniciar.

- Gracias Leonardo.  Todo está precioso –Mandy lo besó con ternura y Stefano se limitó a asentir.

Siguieron de largo y Mandy lo interrogó molesta:

- ¿Por qué te comportas así? Debes ser amable, Stefano.  Es tu padre.

- No, no lo es.  Y no quiero discutir eso en este momento –replicó duramente Stefano.

- Está bien, intentaremos disfrutar la fiesta – Mandy sonrió y vio como las facciones de Stefano se suavizaban… por un instante.  Stefano miraba fijamente el reflejo de alguien en el espejo y estaba furioso.  Siguió su mirada y no vio nada raro: Leonardo abrazaba y besaba cariñosamente a Danna.

- ¿Estás celoso? –inquirió Mandy suspicaz dejando sorprendido a Stefano que no pudo evitar tensarse.

- Por… -Stefano se detuvo y cambió el rumbo de sus palabras- ¿A qué te refieres?

- Danna y Leonardo –por la cara de Stefano dio en el clavo.

- Déjame que te explique, yo… -Stefano estaba diciendo cuando Mandy alzó la mano y lo interrumpió:

- No hace falta –Mandy lo miró y sonrió tristemente- Es porque sigues con la idea de que Leonardo se case con Marie ¿verdad? ¿Por eso te pones así?

- Si –afirmó Stefano aliviado.  Por un momento creyó que Mandy lo sabía todo.  No, eso es imposible –pensó más calmado.

Al extremo del salón se encontraban Leonardo y Danna, aún abrazados, como si no se dieran cuenta de las miradas de las personas a su alrededor, que también querían saludar al anfitrión.   Se miraron fijamente como queriendo guardar ese momento.  No hacía falta palabras, sus miradas lo decían todo y parecían estar recordando lo mismo.  El beso.

Cuando Danna bajó del auto, enseguida notó como todos la miraban con extrañeza, porque no la conocían.  No se inmutó y caminó hasta Leonardo que miraba a alguien adentro de su casa.  Él se percató de su presencia y la buscó hasta que su mirada dio con su diminuta figura.  Sonrieron inconcientemente y casi al mismo tiempo.   Cuando subió el último escalón, Leonardo tomó su mano y delicadamente la acercó a su rostro besando el dorso, al tiempo que sus sentidos se inundaban del delicado perfume de Danna.  No era suficiente, la tentación de besarla se manifestó intensamente en su ser.  La acercó peligrosamente y cuando iba a sucumbir a la fuerza de sus deseos, tan solo besó castamente su mejilla y le abrazó.  Pero ese abrazo transmitía todo lo que sentía.  No quería soltarla y sin embargo se obligó a ver sus ojos para ver que hallaba…  Recuerdos… memorias frescas de aquella tarde… el beso.

¿Por qué no se movían los invitados?  Estaba varada en medio de la escalinata y no alcanzaba a divisar que era lo que los detenía.  ¡Qué diablos importaba el protocolo! –Pensó mientras se abría paso por un costado-  Solo quiero llegar a Leonardo.  Cuando finalmente lo divisó, no lo podía creer, él estaba ahí parado en plena puerta abrazando a aquella muchachita, a vista de todos los sorprendidos presentes.  No –se dijo Antonella- no le iba a volver a pasar lo mismo que con Elizabeth.  No y mil veces no, esta vez ella iba a ganar.  Después de todo tenía una buena causa –se corrigió- tenemos una buena causa –sonrió pensando en que su cómplice ya debía estar en la fiesta.

- Leonardo, querido –exclamó teatralmente Antonella provocando que Danna la mirara, al tiempo que Antonella se colocaba sin disimulo entre los dos, disolviendo el abrazo al empujar a Danna.  Y por si fuera poco y ante la sorpresa de ambos besó los labios de Leonardo y sonrió al ver como Danna se adentraba sin rumbo en la mansión.

- Danna espera… -susurró Leonardo intentando tomar su mano.  Pero fue muy tarde porque Danna desaparecía entre la multitud.-  ¿Por qué lo has hecho?  -inquirió en tono increíblemente tranquilo-  Creí que quedo todo claro el día que nos encontramos –dijo en el preciso instante en que todos los presentes se precipitaban a entrar haciendo tan solo un gesto con la cabeza en ademán de saludo.  Excepto dos personas, que los observaban atentamente con ojos brillantes de alegría.  

- Leonardo, hijo ¡qué alegría verte! –exclamó entusiasmado su padre sin percatarse de la situación.

- Si y con esta distinguida compañía –continuó su madre expresando su aprobación a Antonella.

- Papá, mamá –sonrió Leonardo aún tenso- ¡Qué gusto verlos aquí! –dijo al tiempo que los abrazaba cariñosamente.

- ¿Nos presentas a la señorita, hijo? No seas descortés –pronunció su madre con un aire de reprobación pero evidentemente alegre.

- Si, por supuesto –giró hacia Antonella y le dedicó una mirada de desdén- Madre, padre, ella es Antonella Lucerni, Antonella, mis padres Rose y Giancarlo Ferraz.

- Un placer señores Ferraz –contestó ignorando el tono frío de Leonardo y sintiendo que había ganado una importante partida-  Volver a verlos.

- Tienes razón, querida.  Discúlpanos, no te habíamos reconocido –rectificó Rose sonriendo- Pero en cuanto escuche tu apellido, recordé… ¿tu fuiste novia de Leonardo verdad? –aclaró a su confuso marido, que también recordó a la que dama que estaba frente a ellos.  Si, había sido novia de su hijo antes de que este se casara con Elizabeth, pero a él, nunca le había agradado aquella joven bella, pero fría y manipuladora, sin embargo su esposa siempre estuvo encantada con ella.  ¿Por qué? ¿Sería por la fortuna o fama de su apellido? o… Simplemente porque su esposa era una férrea defensora de la distinción de clases sociales.


 
Capítulo 21


Antonella asintió feliz al percatarse la amabilidad y el agrado con que le trataba la madre de su querido Leonardo.  Si, definitivamente se había anotado un gran punto a su favor.

- Si, fue mi novia madre pero… -Leonardo contestó tajante, siendo interrumpido por su madre.

- Ningún pero, querido, estamos felices de que retomen su relación –ante la mirada satisfecha de Antonella y atónita de Leonardo continuó- Es mejor que entremos, tus invitados están esperando tu ingreso.

- Por supuesto –encaminó Leonardo pensando que lo mejor era aclararlo todo y cuanto antes, pero su madre tenía razón: sería una descortesía de su parte dejar esperando a sus invitados.

- Espera hijo –lo detuvo su madre de un brazo- ¿por qué no llevas a Antonella contigo?  Cómo tu novia ella debe…

Era suficiente –pensó Leonardo- ya era más que suficiente.

- No –cortó tajantemente la perorata de su madre dejándola callada por un instante- no es mi novia ni tengo ningún compromiso con ella…

- No hay problema Leonardo, eso lo solucionarás luego.  No creo que Antonella tenga ningún…

- Espera, lo has entendido todo mal –dijo cortante una vez más- Antonella no es ni será la mujer para mí –hizo una pausa, lo mejor era contarlo todo- Yo ya tengo un compromiso, pero como verás no es con ella.  Así que si me permiten, buscaré a mi novia –Leonardo ingresó a su casa, e ignorando el salón abarrotado, siguió de largo hacia una pequeña antesala que cortaba el paso hasta el comedor.  Era una corazonada de que ahí encontraría lo que buscaba.

- ¿Qué ha dicho? –exclamó confusa Rose e indignada dirigió una mirada a su hijo que ya se
marchaba.  ¿Tenía novia?  Bueno ya sospechaba que tendría a alguien, porque les habló de lo importante que era que asistieran esta vez, pero, una novia ya era algo serio y la situación que vio minutos antes, no se prestaba precisamente a imaginarse que tendría a alguien más que Antonella. ¿Quién sería?

- ¿Quién es? –Expresó en palabras Giancarlo los pensamientos de su esposa- ¿La conoce señorita Lucerni? –dirigió su mirada a la irritada persona a su lado.

- No, no tengo el gusto –explicó desdeñosamente y se imaginó quien sería.  La joven del centro comercial, seguro, pero no se lo iba a dejar fácil.  ¡Primero muerta! porque ¿quién le mandaba a entrometerse?  Seguro por ella, Leonardo le había rechazado.  No, esta vez ella ganaría la partida –sonrío meditando su siguiente paso-. Y recorrió la trayectoria hasta el salón principal del brazo del padre de Leonardo.

Danna había salido huyendo tontamente hacia el interior de una casa, que no conocía.  Sintió que Leonardo la llamó, pero probablemente fue solo una ilusión de su atribulado corazón.  Él estaba demasiado ocupado con Antonella –pensó- y no pudo evitar sentir que un nuevo resquebrajamiento afectaba su alma mientras repasaba la escena en el recibidor.  Era cierto que todo había sido vertiginoso, pero Antonella no parecía de las mujeres que se lanzaran así, nada más, sin invitación.  Aunque, pensándolo con cabeza fría, Leonardo no la había besado, ni siquiera la había abrazado solo continuó parado ante la puerta ¿atónito?...  No lo sabía porque había echado a correr, al principio, pero al confundirse entre tanta gente su paso se hizo lento y pesado, hasta que logró escabullirse por un costado.  Ella no quería entrar al salón y enfrentar las caras de todos los que habían visto su recibimiento y luego el beso de Antonella.  Seguro eran caras de burla y risas por haberse prestado a ese jueguito… y ni que pensar de la mirada de diversión en los ojos de Stefano.  No, no podría afrontar todo eso.  Lo mejor era salir de aquella mansión lo más pronto posible.

Empezó a incorporarse y no necesitó verlo para saber que estaba ahí.  Parado contemplándola, mientras ella estaba con la mirada perdida.   No quería verlo, una vez más temía lo que encontraría en su mirada.  Se obligó a mantenerse dura y con paso firme trató de alcanzar la salida.  Sin éxito, porque él bloqueó su paso.

- Danna, lo que paso afuera no tiene… -empezó a explicarle mientras ella miraba al suelo.

- No quiero explicaciones.  No me interesan –terció Danna con una frialdad que estaba lejos de sentir-  Solo deseo irme, así que si me permites –intentó hacer una maniobra para esquivarlo, pero él bloqueó fácilmente la entrada y la tomó de un brazo.

- No, no te permito –apretó inconcientemente su brazo- Danna yo sé que tú crees que no te debo explicaciones pero… -Leonardo hizo una pausa al notar que ella se mostraba indiferente-  Danna mírame –ordenó y al ver que ella se resistía tomó su barbilla y alzó su rostro hasta que por fin sus ojos castaños lo miraban desafiantes- No quiero pelear, Danna, no es el lugar ni el momento.

-  Entonces no hay nada que decir –dijo Danna- porque no veo como hablaremos sin evitar una pelea…

- Qué no tiene razón de ser –terminó persuasivo Leonardo.

- ¿Cómo?  ¿Besar a Antonella frente a todos no es motivo de pelea?  Aunque eso no sería de mi incumbencia solo que…

- ¡Estás celosa! –afirmó feliz ante la creciente furia de ella.

- ¡No! –Dijo tratando de sonar convencida- si no fuera por tu recibimiento yo no me metería en tus asuntos.  Además no creo que le haga gracia a tu “amiguita”.

- ¿Amiguita? ¿Mis asuntos? –exclamó confuso pero divertido y eso molestó aún más a Danna.

- Para que te quede más claro.  No creo que le haga gracia a tu amante verte abrazado a “la niñera” en la puerta de tu mansión o ¿si? –Replicó irónica y él rió-  No le veo lo gracioso –exclamó haciendo un involuntario puchero.

- Yo si –continuó Leonardo riéndose por la actitud de Danna y a continuación la aprisionó entre sus brazos, poniéndose serio siguió-  Danna, en primer lugar yo no besé a Antonella, tú estabas ahí y viste claramente lo que sucedió –al ver que ella asentía el prosiguió-   Ella no es mi amante, así como tú no eres la niñera ¿entendido? –La miró sonriendo cálidamente- Mi única relación con Antonella es de amistad… pensé que lo había dejado claro esta tarde –pronunció al tiempo que Danna se sonrojaba involuntariamente- Yo te amo Danna –dijo con convicción y casi sin proponérselo- Si Danna, te amo –repitió ante la confusión de ella- y no me arrepiento de habértelo revelado.  Sé que es muy pronto y que…

-  Aún no estás listo… -susurró suavemente- tal vez nunca lo estés…

-  Tal vez  -concedió Leonardo- Pero aún así no puedo evitar amarte Danna.  Sé que es una locura y también sé que tú tal vez nunca me ames pero quiero arriesgarme Danna.  No quiero dejar pasar esta oportunidad y luego arrepentirme por haberte dejado ir sin revelarte lo que siento… -de pronto calló al sentir el cálido contacto de los dedos de ella sobre sus labios.

- Basta Leonardo… -Danna quería decirle que no lo amaba, pero eso no era cierto, su corazón se rebelaba a formular esas traidoras palabras que los dañarían a los dos- Yo… -debía decírselo- siento algo por ti Leonardo –al ver el brillo en sus ojos se apresuró a aclarar- no sé si es amor.  No te prometo que lo sea, porque yo ya no sé amar.  No sé si alguna vez lo supe.  Pero aún así tú… no me eres indiferente.

-  Eso es suficiente –Leonardo sonrió peligroso- por ahora.  Lograré que te enamores de mí.  Ya verás –concluyó feliz como un chiquillo y la besó.

Mientras estaba en sus brazos, Danna pensaba si ya no estaría enamorada de él.  Probablemente sí… No, seguramente si.  Lo amaba pero aún no se lo iba a decir.

- Danna, cariño, yo no deseo jugar contigo –terció él interrumpiendo el tierno contacto-  Te amo, ¿quieres ser mi novia?  -propuso con el corazón latiendo a toda prisa.  Y ¿si ella se negaba?

- Yo… no lo sé Leonardo –titubeo Danna ante la decepción de él- es que yo no sé si lo que siento sea lo suficientemente fuerte como para sostener una relación.

-  No hay garantías Danna –pronunció Leonardo- en las relaciones no las hay… Por eso debemos arriesgarnos, cariño –dijo con dulzura tomando una vez más su rostro y acariciándole-  Yo sé que no confías, probablemente pienses que es un reto mayor para ti, por el daño que te hicieron –la miró con todo el amor que sentía- pero lo es para mí también.  Porque como tú lo dijiste, no me puedes prometer nada, tal vez no llegues a corresponderme –ella intentó callarlo por las palabras que parecían hacerle daño, pero él prosiguió- y rompas mi corazón.  Pero, aún así, sin promesas ni garantías me arriesgo… por amor.  ¿Tú que dices? –preguntó soltándola y extendiendo su mano- ¿te arriesgas conmigo?

1 comentario:

  1. ¡Que pasada! Siempre me lo dejan en lo interesante... No vale jijiji
    Muchos besos

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