viernes, 6 de septiembre de 2013

Universitaria Y Canguro 1


Solo le quedaba una calle, pero sus piernas ya no podían más. Frenó el sprint, y comenzó a caminar algo ligero hacia la puerta de casa de sus padres. Algo más aguantaba, hacía dos semanas que paraba de correr a cuatro manzanas de allí. Poco a poco, volvería a coger la resistencia de recorrer quince kilómetros  como hacía en el instituto el año anterior en atletismo. Ya enfrente la puerta, se detuvo hacer los estiramientos adecuados, cuando se detuvo de hacerlo al abrirse la puerta de sopetón dándole una enorme sorpresa.


-¡Megan! –Canturreó feliz una voz de niña pequeña, que no se imaginaba ver por allí tan pronto.

-¡Judith! –Sonrió ampliamente, dejando a un lado los estiramientos, para ir abrazar a la pequeña que se le acercaba danzando para lanzarse a sus brazos-. ¡Que grata sorpresa! ¿Qué hacéis aquí?

-Hemos venido solo el fin de semana, porque papá tenía unos asuntos de trabajo. Y decidimos pasar a veros –Dijo seria, como si fuera una persona adulta, cuando apenas tenía cuatro años.

-Me alegro, así podemos volver a vernos –Dijo con cariño, y llevando aún en brazos a la niña cuando entró en el interior de la casa, para dirigirse al salón donde se hallaban todos merendando-. ¡Hola! –Saludó muy sonriente.

-¡Megan! –Exclamaron todos alegres, mientras se acercaban abrazarla de forma efusiva.

-No me abracéis mucho, que vengo sudada –Soltó en un quejido de protesta.

-Tonterías –Sonrió Fiona, la madre de Judith-. Hay que ver lo guapa que estas –Dijo observándola de arriba abajo.

-Sí –Rió su madre-, mí niña valdría para modelo perfectamente.

-Arabela –protestó aquella vez su padre-,  deja a la chica en paz con tus sueños.

-Lo dice, porque sabe que triunfaría y teme, que la cace un actor algo donjuán con cabeza de chorlito –Bromeó su madre y guiñando un ojo a todos, sacándoles una risa.

-No es verdad –Refunfuñó otra vez Mark-. Es solo, que no me agradaría que mi hija, desaprovechara su gran inteligencia.

-Dejad los dos de decir tantas tonterías –Volteó Megan los ojos-. ¿Dónde están Peter y Elisa? –Preguntó al no ver a los dos hijos adolescentes que también eran adoptados como Judith.

-Se han quedado al cuidado de Gregory –Señaló Fiona-. Mi hijo mayor, tenía unos asuntos que atender en la ciudad, y no le importó quedarse el fin de semana en casa nuestra a su cuidado. Pues Peter tiene un partido de futbol y Elisa, un cumpleaños de una amiga.

-¿Cómo le va a Gregory de doctor en Australia? –Preguntó su madre, ajena a la tensión que sufría su hija, ante la mención de aquel nombre.

-Él encantado de la vida… Todos nosotros tristes –Respondió Fiona con una mueca-. Pero espero que cumpla su palabra y solo se quede un año más.

-Yo, sino os importa… -Dijo con tono tenso-. Voy un momento a darme una ducha.

-Claro hija –Sonrió su madre-, date prisa que queremos darte una noticia que te interesará mucho –Confesó logrando confundir a su hija.

-Sí –Sonrieron Fiona y Harry, su marido un tanto cómplices con sus padres-. Corre, ponte guapa que os invitamos a cenar fuera.



Aquella noche, bien entrada las tres de la madrugada, aún seguía tumbada en su cama sin poder conciliar el sueño. Y todo, debido a un cúmulo de diferentes acontecimientos.

Tenía la oportunidad de poder estudiar en Londres, en la universidad que le gustaba y le ofrecían una plaza. Salvo que hasta el momento, no la había tenido en cuenta por motivos económicos. Era muy difícil, llegar y encontrar un buen trabajo, para poder pagarte un lugar decente en el que vivir.

 Sus padres, no podían ayudarla en mucho, pues gran parte de sus ahorros, habían desaparecido con las operaciones que había tenido que sufrir su padre, cuando en un descenso de montaña en bici había sufrido un aparatoso accidente, teniéndole que amputar una pierna. De aquello, ya habían transcurrido tres años. Por suerte, su padre era un hombre luchador y optimista. Sin perder en ningún momento las ganas de vivir. Y ahora, es a ella a quien le tocaba aportar un poco a la familia. No podía estar dependiendo siempre de ellos…

Y por increíble que pareciera, ahora creía que el haber conocido aquella familia inglesa el verano anterior, de la forma tan drástica que lo hizo, era por  un motivo. Poder estudiar la carrera en la universidad que ella quería. Éstos, le ofrecían encantados una habitación en su casa, que se hallaba a veinte minutos en metro del campus. A cambio, de que cuando tuviera tiempo libre les echara una mano con los niños. Resumiendo, iba como una especie de canguro, pero sin serlo las veinticuatro horas del día.

La idea no le desagradaba para nada, pues podría cumplir su sueño. Y ya conocía a sus tres hijos adoptivos, con los que se llevaba de maravilla. El único punto que no la convencía, era el hijo biológico del matrimonio mayor. A quien también conoció aquel día de verano, cambiándole por completo su vida en lo que al amor se refería.

Gregory, un guapísimo doctor de veintiocho años que le revolucionaba el sistema nervioso, cada vez que la miraba. Convenciéndola por completo, de que si estaba mucho rato en la misma habitación que él, todo el que estuviera rondando por allí notaría su turbación con el hombre. Y aquello, sinceramente le daba mucha vergüenza.

Todo fue un año atrás. Salía a correr cerca de las cuatro de la tarde como una vieja costumbre. Y es cuando mejor lo hacía, pues las calles se hallaban tranquilas del tráfico y la gente, dado que era la hora de la siesta.
 Aquel día, iba recorriendo la zona más adinerada. Todas las casas tenían sus propios jardines con piscina, en la parte delantera o trasera. Cuando de pronto, al no pisar bien firme en un tramo que se hallaba lleno de piedrecillas, perdió el equilibrio cayendo al suelo con su trasero, e hiriéndose su orgullo por idiota. Al ponerse en pie, para poder sacudirse la ropa pudo vislumbrar por accidente entre los arbustos de la casa que tenía enfrente, a dos niños pequeños intentando agarrar desde el borde de la piscina una pelota que flotaba encima del agua.

Todo ocurrió en menos de un segundo. La niña, que no tendría más de tres años. Alargó demasiado sus pequeños brazos, perdiendo el equilibrio de pronto y cayendo al fondo del agua.

 Contuvo un momento el aliento, pero al ver la reacción paralizada del niño, supo que no había nadie más en el jardín con ellos.

 No había tiempo que perder. Estaba agarrándose a la barandilla para darse impulso y traspasar así la pequeña muralla, cuando la aparición de un pastor alemán enseñando sus incisivos la detuvo del intento.
Aquello, causó que el pequeño crio que se hallaba con el brazo dentro del agua para alcanzar a la niña,  desviara la atención hacia ella.

 Su mirada era completamente de terror.

-¡Llama a tu perro, solo quiero ayudarte! –Le gritó, al tiempo que volvía a impulsarse sobre el pequeño muro con gran ímpetu.

 Pero el niño no hacía ningún intento por avisar al perro, era obvio que se hallaba bloqueado por el miedo. Pero el tiempo se agotaba, debía acudir a su  rescate… Cogiendo aliento, decidió no mirar al perro sino más bien el agua, dejándose caer al césped. Sabiendo que tenía menos de un segundo, antes de que el animal se le lanzara encima.

 Esperaba que el pertenecer al equipo de atletismo del instituto le sirviera de algo.

 Pero no fue así, cuando se hallaba apenas a menos de medio metro de lanzarse a la piscina, sintió un fuerte calambre recorrerle toda la pierna derecha y al segundo, se vio tirada al suelo. Notando los fuertes incisivos del animal atraparle el tobillo, causando que soltara un enorme grito sordo de dolor. Pero aún tenía a la niña en mente, no quería que fuera tarde para ella. De modo, que mordiéndose el labio con fuerza y cayéndole grandes lágrimas de los ojos, cogió la suficiente fuerza para propinarle una fuerte patada con la otra pierna en toda la cara al pobre perro, que solo hacía su trabajo. Defender a sus seres queridos.

 Al notar menos presión, buscó rápido al chico para volver a darle órdenes.

-¡Busca a tus padres! –Vociferó volviendo a patear al animal y logrando aquella vez soltarse, para poder arrastrarse al agua y dejarse caer en ella.

Diez segundos después, salía  a la superficie con el cuerpo inerte de la pequeña entre sus brazos, para volver a maldecir al ver que el animal le flanqueaba toda salida del agua. No le quedaba más remedio que comenzar la maniobra de primeros auxilio en el agua.

Iba  a proceder con la quinta insuflación, cuando la aparición de tres personas la interrumpieron por unas milésimas de segundo. Mentira, fue la mirada fría de los ojos verdes más bellos que jamás había visto, lo que hizo que flaqueara por un segundo con su labor. Pero tuvo que restarle importancia a la mirada furiosa del hombre, sabiendo que la veía por el momento como una intrusa. Ahora, la pequeña era lo primero…

-¡Ayúdenme! –Gruñó entre dientes-. ¡Alejen a ese perro! –Ordenó para seguir con las insuflaciones, logrando que a la segunda, cuando vio aparecer al dueño de aquellos ojos a su lado, la pequeña se movió con fuertes convulsiones antes de expulsar gran parte del agua que había tragado.

Después, observó como aquel individuo le arrancaba de los brazos a la niña, para tumbarla en el césped y comprobar su estado mientras le enfundaba tranquilidad con palabras tiernas. A la vez, que junto a ellos aparecía una mujer de la edad de su madre, llorando desconsolada por lo sucedido agarrando entre las suyas la mano pequeña, para mirar entonces a  ella con una sonrisa de agradecimiento en la mirada.

-Muchas gracias –Dijo en un español forzado, demostrando que era extranjera y se hallaba en las playas de Gerona de vacaciones, como tantos otros extranjeros-. Muchas gracias… -Decía sin dejar de llorar-. Mí pequeña…

-¿Puedes salir? –Le preguntó el hombre mayor que tenía agarrado por los hombros al niño pequeño-. ¿Quieres que te ayude? –Dijo con gran amabilidad, extendiendo un brazo hacia ella tostado por el sol-. No te preocupes, que mi otra hija se ha encargado de Sultán, nuestro perro. Dame tus manos…

-Gracias –Articuló con timidez, para alzar sus brazos y dejarse agarrar por el hombre. Pero notando una pequeña corriente recorrerle por el cuerpo, cuando el dueño de los ojos verdes se adelantaba unos pasos para echar también una mano, al agarrarla de su mano derecha e izarla sin esfuerzo alguno fuera del agua.

-¡Sultán le ha hecho pupa! –Soltó de repente el crío, completamente alarmado al verle las heridas que presentaba desde la rodilla al tobillo en una de sus piernas, a causa del agarre del animal.

Todos, incluyéndola a ella miraron el punto que éste señalaba para soltar diferentes exclamaciones de horror al ver como la sangre resbalaba por la pierna. Pero ella, no debía haber mirado… Odiaba la vista de su propia sangre…

-OH no… -Logró articular en un hilo de voz, antes de desplomarse en los brazos del chico joven.


Cuando despertó, lo primero que vio fue el techo de un coche comprendiendo que iba tumbada en el regazo de alguien.

 Era él. Quien al notar su leve movimiento de cabeza, dirigió toda su atención hacia ella con una leve sonrisa en la comisura de sus labios.

-Hola pequeña guerrera –Dijo apartando un mechón de cabello de su frente con suma delicadeza-. Te llevamos al hospital –Informó con tono seguro-. Quiero limpiarte bien esa herida, ponerte los respectivos antibióticos y… Darte unos pocos puntos ¿Quieres que llamemos algún familiar?

Ahora recordaba todo, incluso el dolor que sentía en su pierna, era como pinchazos de forma intermitente… ¿Había dicho realmente que quería mirarla él? Pensó frunciendo por un momento el ceño. ¿Cuánto rato llevaba fuera de casa? Sus padres debían estar nerviosos. Tenía que llamarlos…

-¿Has dicho, que tienes? –Preguntó intentando incorporarse, pero éste la empujó otra vez sobre su regazo.

-Túmbate –Dijo con tono dictatorial, parecido al que un doctor empleaba con sus pacientes-. Ya mismo llegamos, quedan unas pocas calles. Tú móvil se ha quedado en blanco, con el baño que le has dado. Dime el número de a quien quieres llamar. –Volvió a ordenar, extrayendo un teléfono del bolsillo frontal del polo que llevaba.

-¿Y la niña? –Preguntó de sopetón, a medida que iba despertando del letargo del desmayo y logrando hacer sonreír al hombre.

-Se encuentra bien, solo algo asustada… -Informó-. Viene en el coche que nos sigue detrás… Nosotros dos en un taxi, pues me temo que somos una familia un poco numerosa. Así que ahora volverás a ver a todos. ¿Me informas a quien llamamos? –Exigió nuevamente, alzando una ceja aquella vez ante una duda-. ¿No tienes familia?

-Claro que sí –Respondió cerrando un segundo los ojos-. A mí padre. Pero procura no alarmarlo mucho. El número es…

Un rato después, había comprendido que él era doctor. Al ver como pudo estar presente en la sala de urgencias con ella y proceder a su petición, el ponerle él mismo los puntos necesarios en sus heridas. No sabía porqué, pero enterarse realmente de aquello fue como sentir un enorme vacío en su corazón. 

7 comentarios:

  1. guau, historias nuevas, que genial. me encanto esta historia, estare esperando por mas. todos los días reviso si han subido algo. gracias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. muchas gracias yocely, por q te gustara. yo tambien cada dia me paso por tu casita viendo las novedades magnificas q subes

      Eliminar
  2. yeii, historias nuevas!!!!...me encanta!!!...pero no te vayas a olvidar que nos debes nuevos capitulos de las antiguas...yo quiero más de becaria, por favor!!!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ey, pero mira quien se aparece por aqui.

      que tal, como te va la vida. veo que muy bien, seguro q con un magnifico noviete.

      y siendo como siempre, la q me mete la puntilla por la espalda al recordarme de las historias interrumpidas.

      jejejjee

      Pero tranquila chuminin, no me olvido de ellas. ya mismo las ves revoloteando por aqui.

      muchos besos. y dejate ver mas por aqui guapisima

      Eliminar
  3. WIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!! Me ha encantado, para variar prota chica y chico mayor? pero con esos ojos verdes yo también estoy enamorada, chica mayor de chico menor,jajajaja
    Me gusta mucho, en serio....así que a esperar más de esta nueva historia.
    Y también me encanta ella, chica Valiente!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es cierto, me repito mucho con las edades. Pero ya sabes mi debilidad por estas historias en la lectura romántica. Aichhhh.... Diana Palmer me hizo mucho daño.

      jejejeje

      Eliminar
    2. No es queja...a mí me encantan....jajajaj! Y sí ya culpa a Dian Plamer....que tengas buen día

      Eliminar

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...