viernes, 4 de octubre de 2013

Noches En El Balcón 8


A las once de la mañana, se hallaba sentada con Albert en el comedor general de la empresa, tratando de tomarse su zumo y bocadillo con cierta calma, porque había que decir que su mal humor no se había evaporado aún desde aquella mañana temprano, ni aunque se hubiera dejado la espalda trabajando a cierta velocidad.



Creándole cierta aura negativa en su expresión corporal, que había sido proyectada con cierta agresividad, sobre todo aquel que se había acercado a ella, intentando escabullirse de las normas impuestas en su zona. 

Incluyendo al pobre hombre mayor, que al ver su estado de humor la había evitado durante toda la mañana, hasta que había sonado su alarma para ir hacer el descanso habitual. 

Sabía que no tenía que perder el tiempo con ello, pero su cabeza no paraba de darle vueltas a lo ocurrido en el comienzo del día. 

El único culpable era su vecino. 

Él, le había inyectado aquel mal humor. Pero que siendo realistas, no tenía motivo alguno, para estar aún de aquella manera. Simplemente había señalado un hecho, que era acertado. Pero que en su interior, se negaba aceptarlo.

No quería que la viera como una niña.

Sí, de acuerdo. Tenía cerca de dieciséis años, pero mentalmente no era así... Bueno, descartando su actitud actual... Pero había demostrado que era seria y responsable. Bueno... Había que recalcar también, que siempre que estaba con él, su comportamiento distaba mucho de ser serio. Más bien, era el de una adolescente confusa. 

¡Dios, aquello era patético! 

Y confuso, pensó arrugando el ceño y dándole un mordisco a su bocadillo con la mente lejos de aquella mesa. Dado que no lograba comprender, el por qué le importaba tanto lo que él  pudiera opinar de ella.

-Hola -Saludó el objeto de sus cavilaciones, con tono jovial y ajeno al lío de su mente. Cogiendo y sentándose en una de las dos sillas libres que quedaba en la mesa-. ¿Cómo va todo por aquí?

En un principio, Eric miró de forma alterna a los dos. Para descubrir, que la chica ignoraba por completo su saludo y demostrándole, que no le importaba para nada que el hombre supiera de su enfado con él. 

Quien al comprender de donde venía el mal humor de la joven, decidió apresurarse en saludar con cierta diversión al joven.

-Hola chico, aquí estamos tomándonos un merecido descanso.

-Sí -Rió Eric-. Ya me han dicho otra vez algunos chicos, que te he encontrado el acompañante perfecto para ahí abajo. Incluso, dicen que es peor que tú.

Acto seguido, los dos se rieron en alto al tiempo que ella paraba de morder su bocadillo, para mirarlo con los ojos entrecerrados por aquel ataque repentino.

Aquello, no vaticinaba nada bueno. Pensó Eric, con una mirada aún sonriente. Pues le encantaba poder provocar de forma constante a la joven. Pero al parecer, ella se lo tomaba todo mal.

-Vamos Yola -Guiñó el ojo-, tienes suerte de que no les haya dicho como te llamo en verdad. Sino, lo cogerían como costumbre ellos. Aunque debo decir, que más de uno ya hizo cierta comparación del carácter con el color de tu cabello. 

Los dos, observaron callados y con cierta tensión como ella alzaba un momento sus hombros, como movimiento por haber cogido aire profundamente. Y evitar así, el lanzarse directamente a su yugular.

-Pero todo eso son habladurías -Intervino el hombre mayor, intentando quitarle hierro al asunto-. Esta chica, es un enorme tesoro. La culpa de eso, la tiene su puesto de trabajo.

-No se Albert -Contra opinó  Eric, negándose a dar el asunto por acabado-. Yo la conozco fuera de su puesto de trabajo y debo decir que...

-¡Hola! -Saludó Elisabeth sonriente y sentándose en la última silla libre, llevando en sus manos una bandeja con dos cafés y un par de donuts-. Aquí tienes -Dijo, tras haber sacado de la bandeja un café para ella y un donut y pasársela deslizando por encima de la mesa a Eric.

Aquello, no pasó desapercibido para Albert y Yola.

-Créeme, que se me hace muy difícil de verte en el papel de sirvienta de Eric -Soltó con cierta burla el hombre, al tiempo que alzaba una ceja de forma curiosa.

Eric, soltó una carcajada divertido para detenerla al momento, cuando recibió una patada por debajo de la mesa, dada por parte de Elisabeth.

-¡Ay! -Se quejó el chico.

-Por listo -Refunfuñó la chica-. Solo lo verás por un mes, pues perdí una apuesta con Eric. Aposté que no cogerías a Yola para trabajar... -Confesó con cierta mueca-. Pero claro que él hizo trampa, pues ya conocía del fuerte carácter de ella -Dijo guiñándole un ojo a la chica, sin saber que aquel día no estaba de buen humor.

-Mira que llegas a ser mal perdedora -Apuntilló nuevamente él.

-Mira, que hago que te tires varios meses fuera de casa en congresos -Amenazó con tono socarrón.

-Abusona -Respondió éste guiñándole un ojo.

De pronto, sin ninguno esperárselo. Yola habló, cambiando la conversación.

-¿Te has  hecho tú esas mechas californianas que llevas?

Eric, chascó la lengua mirando a Albert con cierta diversión.

-Ya está, era raro que se tardara tanto en escuchar conversación de mujeres.

Albert, sonrió asintiendo con un gesto leve de cabeza y acabándose su café.

-Dejar de decir tonterías -Los amonestó Elisabeth-. Sí, me las hice yo. ¿Te gustan?

-Mucho, a mí me gustaría hacerme un... -Comenzó a indicar, pero fue interrumpida por los dos hombres de sopetón.

-¡Ni hablar!

-No.

Soltaron cortantes, en apenas un silbido causando que las dos los miraran con el ceño fruncido.

-Chicos, se trata de su cabello -Apuntó con cierto tono irónico-. No va a pasarle nada pro unas mechas.

-¿Quieres decir, que el tinte no penetrará en su cerebro como te ocurre a ti? -Se burló Eric.

-En verdad, me gustaría teñírmelo entero de color oscuro -Señaló Yola, consiguiendo que la otra chica se interrumpiera a mitad de darle la siguiente patada al joven, para quedarse unos segundos mirándola completamente muda.

Después, movió de forma negativa la cabeza.

-Me niego a tapar ese color tan precioso que tienes -Siguió negando-. Yo, solo me refería a resaltarlo aún un poquito más.

-Es que quiero probar un experimento sobre mi color y el factor de atención -Masculló seria, acabándose también su bebida.

Elisabeth prestó una mirada a seria a los dos hombres, quienes se mantenían callados. Obvio, que sabían algo que ella se había perdido.De modo, que prefirió asegurarse.

-Lo siento, pero conmigo no cuentes para esa masacre -Se disculpó con amabilidad-. Si cambias de idea, en darle un tono aún más fresco y moderno. Sí.

-Gracias -Intentó mostrar una completa sonrisa-. Pero me interesa eliminar ese punto. Después, cuando termine mi turno me acercaré a un centro de venta de productos de peluquerías, para coger algo de información.

-Lamento esa decisión -Soltó con cierto fastidio la otra chica-. Pero sigo opinando, que vas a cometer un tremendo error.

Ante aquella observación, Yola solo supo encogerse de hombros sin perder su actitud amenazadora del día.

-Ya veré que hago después -Suspiró poniéndose en pie-. Vuelvo al trabajo, que ya me pasé cinco minutos. Hasta luego.

-Adiós -Se despidieron los tres.

Una vez que se hubo alejado de la mesa, Elisabeth no perdió el tiempo para mirar a los dos con mirada dura.

-Se puede saber que le habéis hecho, para que la joven tome esa decisión -Gruñó, cruzando los brazos por encima de la mesa.

-Él -Se apresuró a señalar el hombre mayor-. A mí no me mires -alzó las palmas en señal de paz, para seguidamente ponerse también de pie-. Y si me disculpáis, creo que es mejor que me vaya. No quiero que me salpique nada de sangre. Hasta luego -Dijo sonriendo al joven y alejándose de allí a paso apresurado.


A las dos de la tarde, colgaba su bata blanca en su taquilla con diferentes ánimos. El que llevaba cargando todo el día, aún iba resurgiendo cada tanto. Pero ahora, había que añadirle cansancio y hambre. Con las enormes ganas de llegar a su casa, para comer y tumbarse un rato en su cama.

Alzó su muñeca izquierda, para controlar la hora. Dado que no tenía ganas de volver a perder el mismo autobús. Y era mejor apresurarse, para no tentar a la mala suerte de que Eric, se ofreciera a llevarla de vuelta  a casa.

Aunque no sabía su horario, ahora que se detenía a pensarlo. Pero habiendo entrado a la misma hora que ella, seguro que también finalizaba su jornada por un igual.

Así que cerró su taquilla con cierto ímpetu, para salir al pasillo de la zona de vestuarios y emprender la marcha lejos de allí con cierta prisa en sus piernas.

Tenía suerte, la parada se hallaba en la calle de atrás de la empresa. De modo, que no tenía que dar ninguna gran caminata.

Comenzó a bajar los cuatro escalones exteriores de su edificio, para detenerse de sopetón al hallar allí a Eric, sentado en el último.

Sus miradas se cruzaron.

Después, alzando su barbilla con cierto orgullo. Yola, siguió bajando los escalones para pasar por su lado sin decirle nada.

Obvio, que él no iba ha dejarla marchar tranquilamente.

-Venga Yola, déjame llevarte a casa –Suplicó con tono suave-. Es tontería, que cojas el autobús.

Siguió andando, sin decirle nada y mirando al suelo.

-Por favor… -Volvió a suplicar-. Yo…

Calló lo que fuera a decir, cuando al pasar por al lado de la caseta de seguridad, apareció al lado de ellos un coche blanco, con la música bien alta.

Elisabeth.

-Sube, seré tu hada madrina –Dijo cantarina y con cierto guiño de ojos.

Yola no se lo pensó dos veces. En menos de un suspiro, se hallaba al lado de la otra chica y con el cinturón puesto.

-Adiós –Se despidió Elisabeth de Eric, con cierta diversión y alzando su mano  a modo de victoria.




1 comentario:

  1. Mmmmmmm quiero másssssssssssss!! Nuestra Yola ha estado uy tranquila en este capi aunque decidida...y espero qu eno cambie su color , siempre quise ser pelirroja, auqnue por otro lado me divertiría ver la reacción de Eric!!!!

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