sábado, 2 de noviembre de 2013

Una rosa en la noche 9

Capítulo 27
Había sido una revelación inesperada para los dos.  Se quedaron en silencio… cada uno sumido en sus pensamientos.  Mel se sentía tonta por haber formulado esa pregunta… obviamente si iba a dar un paso tan importante debía estar seguro.  Finalmente había admitido que amaba a Micaela… estaba sorprendida… y no se explicaba por qué. 

Daniel aún reflexionaba sus palabras.  Tal vez si amo a Micaela –había dicho-  y… probablemente era cierto.  Él se casaba porque su relación era larga y estable, porque ella estaba ahí, no quería defraudarla y… por comodidad.  Debía aceptarlo.  En verdad, creía que el amor era solo una ilusión propia del inicio de un romance… por eso no le había dado tanta importancia a que tal vez ya no sintiera lo mismo por Micaela… solo comodidad.  Pero… sin pensarlo, había admitido que la amaba.  Se sentía confuso… todo lo que creía no era así…
-  Mel ¿caminamos?  -ofreció y ella aceptó.  La suave brisa golpeaba sus rostros y los despeinaba ligeramente-  Te has quedado callada…
-  Daniel, yo…  -Mel olvidó lo que iba a decir.
-  ¿Si?  -esperó que continuase pero no habló-  Melina, quiero darte algo…  -la condujo hasta una niña pequeña que vendía flores… rosas.
Compró una rosa de color rosado muy intenso.  Y se la extendió.
-  Melina… ¿qué sucede?  -Daniel la miraba curioso-  tómala, es para ti.
-  Yo…  -ella lo  miró-  no la quiero, Daniel.
-  Es solo un símbolo de amistad, Mel…  -él malinterpretó su negativa-  No significa un compromiso o… algo más…
-  Lo sé, Daniel…  Sería algo absurdo pensar…  -Mel esquivó su mirada-  Quedó muy claro lo que sientes por… ella –vaciló al final.
-  Melina… entonces…
-  Él…  Diego  -aclaró-  es un gesto típico de él…
-  ¿Obsequiarte rosas?
-  Una rosa…  una sola rosa en cada encuentro…  -dijo Mel.
-  Yo… lo siento… no quise…  -él tartamudeo un poco.  De ninguna manera quería parecerse a ese tal Diego.
-  No es un gran problema.  Tranquilo  -ella trató de sonreír-  Solo…  -tomó la rosa de su mano-  no la quiero…  -dijo mirándola como si fuera la culpable de algo.
-  Dámela entonces…  -él la tomó de vuelta-  Tendré que pensar en un regalo más adecuado…  -sonrió cálidamente-  ¿algo más que esté en tu lista negra?
Eso le arrancó una pequeña sonrisa.
-  Hummm…  -simuló pensar-  No… creo que es lo único.
-  Bien… ¿te parece si damos otra vuelta por aquí?  -preguntó internándose por otro camino.
***
Mientras paseaba por los jardines se le escapó un involuntario suspiro.  Solo pensar en alejarse hacía que una especie de vacío se instalará en su estómago.  No podía ser por Daniel… ¡¡por supuesto que no!!  Él… él había sido un buen amigo, una persona paciente que le escuchaba y le hacía reír… que la hacía enojar y pelear… ¡Habían sido dos semanas de lo más estupendas! Por el hecho de alejarse de su realidad, claro, no porque las hubiera pasado al lado de él… ¿O…?  ¡¡No!!  ¡No podía permitirse ni siquiera pensar en una posibilidad tan descabellada! ¡Por qué estaba enamorada de Diego ¿no?!  ¡¡¡Dios!!! Si ya no era una adolescente que cambiara de opinión a cada momento…  Así que… ¡sí!  Amaba a Diego.  No había que darle más vueltas al asunto.  Pero… entonces… ¿por qué se encontraba extrañando a Daniel?  ¿Por qué quería verlo antes de irse a España? 
-  No me gustan las despedidas  -había dicho Daniel ayer.
-  ¡¡Ya!!  -soltó Mel incrédula y lo retó con la mirada.
-  Vale…  -él la miró escogiendo las palabras-  Mañana debo arreglar unos asuntos…
-  ¿Asuntos?  ¡Daniel!  -ella dijo impaciente.
-  De la boda  -concluyó y Mel sintió como se le encogía el corazón.
-  Ah  -vaciló y tras un silencio incómodo se despidieron con un tenso beso en la mejilla.
Aún creía sentir el cálido aliento de Daniel en su mejilla.  No le dirigió ni siquiera una última mirada y… lo lamentaba.  ¿Qué le sucedía?  Esa pregunta rondaba su cabeza hace algún tiempo…  ¡Daniel!  -suspiró una vez más y pronunció su nombre como si con ello lograra traerlo hasta ese jardín… hacía el lugar donde ella lo esperaba.  Se estremeció y decidió ir a por una chaqueta a pesar del clima relativamente templado.
 Capítulo 28
Mel entró en su cuarto y abrió el ropero.  Estaba a punto de tomar un sweater… cuando la vio.  Esa era la chaqueta que Daniel le prestara el primer día.  Habían salido de la heladería y conversaban entretenidamente mientras caminaban… de pronto él había pronunciado aquellas palabras: Solo me pasa contigo. Y ella se sintió desfallecer… confundida por lo que esas simples palabras despertaron en su interior.  Y, casi sin pensar, le había pedido que le abrazara… ¡Qué tonta debió parecer!  ¡Tan… frágil!  ¡¡No!!  Sentía como la vergüenza le invadía pero él no dudó ni un segundo… ni siquiera le dejo terminar.  La tomó entre sus brazos aún antes de que ella acabara de pedirlo… de procesarlo en su mente.  Recordaba vagamente que él había preguntado algo más… pero ya no era consciente del todo… simplemente se acurrucó en sus brazos y él le brindó seguridad… estabilidad… cariño.  Aquel desconocido que parecía entender sus sentimientos mejor que ella misma.  ¡Daniel! De pronto él se separó pero solo unos instantes en los que se quitó la chaqueta y se la pasó por los hombros.  Continuó abrazándola y tenía la sensación de que una pequeña eternidad había pasado desde aquel instante.  Una especie de reconocimiento.  Una corriente de… Luego se separaron y sumidos en sus pensamientos se dirigieron al auto.  Dentro de el, continuaron conversando… como si no hubiera ocurrido nada extraordinario.
Tomó la chaqueta entre sus manos y la acarició con levedad.  Ya no quería darle más vueltas… no quería buscar explicaciones…  Aspiró su aroma y, por increíble que fuera, parecía tener aún un ligero toque de la fragancia de Daniel.  ¡Se estaba volviendo completamente loca!  -pensó disponiéndose a arrojar la chaqueta lejos de ella-  Pero… no pudo.  Se quedó contemplando, absorta, como sus dedos la aferraban con fuerza.
Fue hasta su cama y se sentó, incapaz de seguir en pie.  Eran demasiadas revelaciones que su corazón le gritaba y la estaban abrumando.  Levemente, le llegó una pequeña señal a su mente… Pero, ¡es que era imposible!
Negó enfáticamente con su cabeza como si tuviera que probar a alguien que estaba equivocado… Tal vez a ella misma.
Lo mejor era seguir con sus planes.  Si, mañana mismo se iría a España y no volvería la vista hacia Italia en mucho tiempo. 
***
Alzó la mano una vez más hacia la pareja que se despedía calurosamente.  Danna y Leonardo le habían acompañado hasta el aeropuerto.  Había llegado el momento de dejar Italia.  El corazón se le encogió una vez más… sentía que algo la retenía.  Creyó verlo… pero era demasiado.  Rápidamente se subió al avión y no miró para atrás.  Ni siquiera una vez.
***
Apenas llegó tomó una ducha y se durmió de inmediato.  Estaba cansada… pero no, precisamente, por el viaje.  Lo que en realidad le molestaba era la situación tan absurda en la que estaba…
El amanecer de un nuevo día se anunció cuando un tenue rayo de luz bañó su rostro adormilado.  De a poco abrió sus ojos y sonrió.  Creía haber tomado una decisión definitiva que, aunque no lograra hacerla feliz, si le proporcionara una paz que tanto ansiaba.  Se vistió dispuesta a visitar a Doménica. 
***
-  Hola Dome ¡me alegra tanto verte!  -Mel abrazó a su amiga a pesar de la tensión que notó en ella-  ¿Sucede algo?  -inquirió frunciendo el ceño.
-  Melina, pasa…  -Dome se dirigió a la sala-  Si  -fue lo que dijo.
-  ¿¿Si??
-  Si sucede algo… claro.
-  ¿Alex está bien?
-  Perfectamente.
-  ¿Tú estás bien?
-  Si.
-  ¿Tus padres…?
-  Todos están perfectamente, Melina  -soltó Dome con reproche-  Menos tú.
-  ¿¿Yo??  -Mel la miró intrigada-  Ah, quieres saber que sucedió en Italia…
-  No  -fue la tajante respuesta.
-  ¿¿No??  Dome, ya, ¿qué pasa?
-  ¿Cómo pudiste Melina?  -Doménica se paró y le dio la espalda.
-  ¿Cómo pudiste…?  -Mel repitió sin entender-  ¿A qué te refieres?
-  Volver con Diego…  -pronunció y Melina palideció al instante.  Dome no podía… no sabía…
Capítulo 29
-  ¿Yo?  -Mel miró al suelo mientras Dome le encaraba-  Yo no…
-  No intentes negarlo.
-  Pero…
-  No funcionará  -Dome dijo cortante-  No quiero justificaciones.
-  Yo… no se que decir  -Mel vaciló-  Dome, mírame.  No quise mentirte… se me fue de las manos…  Doménica -insistió
-  ¿Lo amas?  -fue la sencilla pregunta-  No… no me lo digas a mí  -se apresuró a añadir en cuanto Mel abrió la boca-  Solo deseaba que reflexionaras eso…  -Dome se acercó.
-  Dome…
-  ¡No!  ¡No deseo juzgarte!  -Doménica le abrazó-  Yo no quiero opinar en tu vida privada, Mel… pero me duele que me dejes a un lado…
-  No… tu eres mi amiga… puedes opinar…
-  No  -ella le cortó-  no lo voy a hacer.  O, al menos ya no  -sonrió levemente-  Melina, yo no tenía derecho a querer separarte a ti de Diego… a pesar de todo.  Ahora sé que debí dejar que tú tomaras la decisión, como lo hiciste, pero sin alejarme de ti.  Eso estuvo mal…  Yo no apruebo tu relación con Diego, lo sabes y no voy a mentir, pero no te pido que lo dejes…  Si eres feliz con él, adelante, sigue.  Pero, por una vez, mira las cosas objetivamente… Inténtalo.  Y, si a pesar de eso, decides continuar con él… no me voy a enfadar.  Ni siquiera voy a protestar…  Mel, es la última vez que hablaremos de eso… después es cosa tuya.
-  Dome, yo…  -Mel no sabía si contarle su resolución pero decidió esperar-  Gracias.  Eres una buena amiga  -la abrazó y esbozó una sonrisa.
-  Ahora quieres contarme que diablos pasó en Italia…  -Dome la abrazó riendo como si la charla anterior no hubiera tenido lugar-  No he podido dormir de lo intrigada que me tienes…  -bromeó y Mel empezó a contar la historia a breves rasgos sin dejar de pensar en como pudo haberse enterado de su “relación” con Diego.  Se suponía que nadie lo sabía… salvo ella y Diego… y Daniel.
Al despedirse Mel se giró:
-  Una única cosa… ¿cómo?
-  Él mismo me lo dijo.
Ella no necesitó más para querer hablar cuanto antes con Diego.  Su resolución era aún más fuerte que antes.
***
No había logrado localizar a Diego.  Seguro estaba “muy ocupado”, pero igual le dejó un mensaje avisándole que ya estaba de vuelta.  Tenían que hablar…
Su celular interrumpió sus pensamientos:
-  ¿Diga?
-  ¿Melina?  -sintió como su corazón se saltaba un latido.  ¡Era imposible!
-  Daniel  -respondió segura tras aspirar fuertemente.
-  Me reconociste…
-  Si…  -Mel no lo negó… ¿Para qué?
-  ¿Puedes bajar?  -inquirió simplemente.
-  ¿Por qué?
-  Hay una sorpresa para ti…
-  ¿Sorpresa?  Daniel…
-  Baja y lo verás  -dijo él y colgó.  Mel se paró rápidamente.  No podía tratarse de…
Una vez se asomó al umbral giró buscando para ambos extremos.  Nada.  Simplemente un auto rojo y al otro lado la calle desierta.  La puerta del auto se abrió y bajó Daniel impecable con un terno gris que le calzaba a la perfección.  En su mano tenía… la chaqueta de aquel día en la heladería, que tras mucho esfuerzo se había decidido a devolver.
-  Daniel… tú… ¿Qué haces aquí?  -Mel estaba sorprendida.
-  ¿Ese es tu saludo?  -Daniel sonrió irónico-  ¿Qué haces aquí?
-  No… claro que no  -Mel se acercó a besarlo en la mejilla pero fue tan solo un roce porque él se alejó de inmediato.
-  ¿Me invitarás a pasar?  -él sonrió provocativo y luego se burló-  Es una broma…  -repuso con un brillo de tristeza en su mirada al ver la expresión de Melina.
-  Si… yo… no es que no quiera pero…
-  Melina, ¿me acompañas a cenar?  -dijo él ignorando sus palabras.
-  Pero…  -como él iba a insistir, accedió-  Vale, espera un segundo.
Capítulo 30
Una vez que él asintió, Melina salió presurosa escaleras arriba.  Debía cambiarse porque no quería desentonar con Daniel.  Iba tan elegante y guapo.  ¡Santo cielo!  ¡¡Estaba aún más apuesto de lo que recordaba!!  Rápidamente se colocó un pantalón negro con una blusa rosa cruzada.  En cuanto se colocaba el abrigo, decidió que era mejor ponerse una falda.  Tenía tan solo dos porque no le gustaban, precisamente.  Una era bastante antigua, pero la otra, Danna la había convencido de adquirirla en su largo día de compras.  Se la puso y salió sin mirarse en el espejo para no arrepentirse.
***
Daniel sonrió al ver como Melina se perdía rápidamente por los escalones.  No sabía que le pasaba.  No… si lo sabía.  Es más, por eso estaba ahí.  En España cuando debería estar en Italia.  Mas, todos sus asuntos ya estaban resueltos o casi…  Él ya había tomado su decisión.  Sintió aquellos sutiles pasos que sin duda le pertenecían a la mujer que…  Detuvo sus pensamientos en cuanto la vio aparecer.  El aire se negó a salir de sus pulmones.  Estaba ahí, parado, a punto de ahogarse mirando embelesado a Melina.  Llevaba un abrigo abierto que dejaba ver una blusa y… ¡Dios!... una falda.  Dejaba al descubierto sus bonitas piernas con elegancia.  Sin mostrar demasiado pero si lo suficiente como para provocarle un paro… cardíaco.  Sintió como si su corazón se saltara un latido en cuanto ella tocó su brazo. 
-  Siempre pensé que tenía un corazón sano  -murmuró bajo.
-  ¿Qué?
-  Nada Melina.  Estás muy bella –dijo mirando sus piernas.
-  Gracias, Daniel.  –Mel no sabía porque se sentía incómoda ante esa escrutadora mirada.  No… incómoda no era la palabra…  era… no sabía… pero un calorcito le recorría con sutileza cada terminación nerviosa-  Tú te ves bien.
-  ¿Solo bien?  -preguntó dirigiéndole una mirada retadora.
-  Muy bien  -aceptó sin mirarlo-  Magnífico, en realidad –susurró.
-  ¿Qué?  -inquirió elevando una ceja.
-  Nada.  ¿Nos vamos?  -articuló rápidamente y él soltó una carcajada por lo bajo.
***
Después de una charla decidieron ir a donde Melina sugirió.  Él aceptó con la condición de que él escogería el lugar más adelante.
-  Vale…  -aceptó Mel pensando que él se refería a una próxima cita… ¡cita!-  ¿Por qué…?  -preguntó mirando la chaqueta.
-  Pensé que te la habías quedado  -dijo y ella se sonrojó-  No me refería… no era un reproche –sonrió-  Solo… en fin, como me la enviaste decidí venir a darte las gracias.
-  ¿Hasta aquí?  -Melina sonrió sarcástica-  ¡¡Ya!!
-  Es una palabra muy frecuente en ti  -Daniel ladeó una sonrisa-  ¡¡Ya!!  -intentó imitarla-  la dices con un acento… agradable  -él sacudió la cabeza como apartando unos pensamientos inoportunos-  Y… también vine a verte  -de refilón vio que ella se sobresaltaba- No nos despedimos…  -buscó una palabra- adecuadamente. 
-  Adecuadamente…  yo… te dije que me iba.
-  Si pero no pensaba dejarte ir sin despedirme.  Con algún detalle o algo…
-  Tú estabas… yo lo comprendo.
-  No, un asunto de negocios se presentó y tuve que viajar a Los Ángeles  -miró como la cara de Mel adquiría una sonrisa inusual-  Cuando regrese… tú te habías marchado  -no le iba a revelar que la había visto en el aeropuerto.
-  No lo sabía… pensé…  en fin  -descartó con una mano-  ya que estás aquí…
Disfrutaron de una cena deliciosa.  Melina sintió varias punzadas durante toda la cena por las miradas coquetas que le dedicaban las mujeres a Daniel. Él no parecía ser consciente pero aún así… ¿Será que… estaba celosa?  No, imposible…
Pero él tampoco lo había pasado tan bien.  Aún cuando había bromeado y sonreído con Melina, no podía evitar ser consciente de las miradas de deseo que le dedicaban los hombres.  Sin descaro, contemplaban la gracia de sus movimientos y sus largas piernas… él no los culpaba porque ella era hipnotizante.  Y, aún así, no podía quitarse de la cabeza la idea de cubrirla con su chaqueta, tomarla entre sus brazos y sacarla de ahí… con una única dirección: la de su habitación.
-  Daniel…  -susurró y él la miró con un ansia tal que sintió como el mundo se desvanecía a su alrededor.  Un ligero temblor la recorrió al tiempo que él le acarició levemente la mejilla y rozó con un dedo sus labios…-  Daniel…  -repitió confundida pero sus palabras se vieron sofocadas cuando él dijo con resolución:
-  La cuenta, por favor  -dirigiéndose con voz algo ronca al mesero

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