viernes, 8 de agosto de 2014

30 Noches De Verano "2"

Simona se alejó con pasos tranquilos, hacia las luces de las farolas que iluminaban el camino de salida de los jardines, deteniéndose de sopetón cuando se topó con su nieto Albert, quien tenía los brazos en jarra y el ceño fruncido.

-Te lo estas pasando en grande –Masculló entre dientes, en una especie de regañina.

Simona se encogió de hombros con cierta sonrisa en la comisura de sus labios.
-¿Por qué no estas conforme con mis actuaciones? –Preguntó de forma inquisitiva, pasando por su lado y volviendo a coger el sendero que conducía hacia el edificio principal.

-Porque por mala suerte la mía, pude escuchar vuestra conversación –Rebufó yendo tras la mujer mayor-. Y ahora, temo porque la chica haga el ridículo en la playa.

-Así que tú también crees, que escogerá esa opción –Se volteó a mirarlo con cierto brillo divertido en la mirada.

-Mira que te encanta jugar con nosotros –Resopló con tono descontento.

Simona se detuvo un momento para enfrentarlo con cierta reprimenda.

-Te recuerdo, que yo solo digo lo que me indican –Se encogió de hombros-. No me culpéis de los actos que tengáis que hacer por culpa de ellos –Masculló en un gruñido, volviendo a emprender la marcha  a paso ligero.

-Pero bien que podrías haber influenciado sobre ella y que acudiera a su dormitorio –Fue tras ella, volviendo a renegar en defensa de la chica.

-¡OH por favor! –Exclamó la mujer mayor en un suspiro alzando los brazos al cielo sin siquiera voltearse a mirar a su nieto-. Se supone que estamos de vacaciones, deja de amargarte y vete a disfrutar de la noche con tu chica.

Nuevamente volvía hallarse sola en la oscuridad del frondoso jardín, en compañía de las dulces y delicadas luciérnagas, que bailaban a su alrededor como la fragancia de las flores.

¿Era cierto? ¿Ya le concedían la oportunidad que tanto tiempo buscaba y que había rechazado en un principio?

No sabía como actuar. Se hallaba algo desconcertada por aquella notificación tan repentina.

 Alzó los ojos al cielo en busca de las estrellas, con cierto brillo en sus ojos a causa de las lágrimas de agradecimiento, por darle una segunda oportunidad de lograr alcanzar la verdadera felicidad.

Ahora, solo le quedaba escoger el camino. Pensó soltando un profundo suspiro y volviendo a bajar la mirada al frente. Donde aquella vez, sus ojos toparon en cierto lugar en donde había una pequeña acumulación de flores formando un arco.

Frunció el ceño, porque sabía perfectamente que aquello no se hallaba antes allí.

¿Era aquello una señal?

Con paso inseguro, ordenó a sus pies moverse hacia allí, para contener el aire al descubrir unas pequeñas escaleras de piedra antigua que bajaban a la playa de abajo.

Realmente, confirmaba que aquello no se hallaba allí antes. Pues solo existían dos caminos para bajar a la playa, como les habían notificado en recepción.

Sí, aquello era un camino solo para ella.

Comenzaba a sentirse más nerviosa, al ver que el momento había llegado. ¿Hallaría alguna sorpresa más al bajar aquellos escalones? O simplemente tenía que hacer lo que su bisabuela le había dicho.

No era momento de dudar, sino de actuar. De modo, que volvió a dar la orden a sus pies de emprender el camino hacia la cala de abajo.

Tenía que decir, que sabiendo que la magia existía en su familia por muchos siglos, no acababa de acostumbrarse cuando la tenía enfrente de sí. Era muy diferente al verla de espectadora con sus demás familiares y amigos, que vivirla en persona.  

Mientras con paso indeciso bajaba en busca de su destino, las luciérnagas seguían bailando a su alrededor, como ofrenda a darle luz en aquella oscuridad. Donde una dulce voz, iba pronunciando su nombre de forma repetida.

Ya en el último escalón, miró el lugar solitario. Comprobando que no había nada extraño, salvo el mar que brillaba como miles de diamantes por la enorme y brillante luna llena que tenía encima.

Cogió aire, se reclinó hacia delante para quitarse las sandalias y bajó sus pies a la fría y suave arena de aquella cala, para caminar hacia la orilla con cierta ansiedad bombeando en su corazón.

Cuando sus pies fueron acariciados por el agua del mar, cerró los ojos y aspiró con fuerza. Notando como su espíritu se llenaba de valentía, dando unos pasos atrás en la orilla para comenzar a desprenderse de toda su ropa.

Una vez desnuda, se sintió como una ninfa de la noche, con su melena larga rubia envolviendo su cuerpo hasta las caderas, para caminar hacia el mar nuevamente y comenzar a hundirse en él.

¡El agua estaba perfecta!

Con una enorme sonrisa en su rostro, se hundió bajo ella para emerger a los pocos segundos, riéndose de forma cantarina y en voz alta.

Se sentía henchida de felicidad y como muestra de ello, nadó hasta donde el agua le cubría por las caderas, para ponerse en pie con los brazos extendidos al cielo y comenzó a danzar como si de una bailarina se tratara.

En ningún momento, su sonrisa desapareció de su rostro ni de su corazón. Simplemente era una mujer feliz, bailando y nadando bajo la luna de aquella maravillosa noche de verano.

Era como sentirse parte de aquel pequeño y bello lugar. Un lugar secreto solo para ella.

No sabía cuanto rato había pasado dentro del agua, pero sintiéndose completamente satisfecha y viva, decidió que era el momento de volver a la orilla para vestirse y volver al refugio de su dormitorio o de buscar a su bisabuela.

Solo le quedaba por ponerse el sujetador y la blusa, cuando reparó que no se hallaba sola. A unos seis metros de ella, había un chico moreno sentado en la arena que la miraba con ojos maravillados y boca abierta. Éste, no tendría más de diez años.

Primero  sintió un poco de mortificación, pero a los dos segundos una chispa burbujeó en su interior, haciendo que sonriera al joven con un guiño de ojos antes de acabar de ponerse las dos prendas de ropa y salir de allí de forma apresurada por las escaleras de piedra.

No se arrepentía de lo que había ocurrido. Se sentía viva, feliz… Y con aquella sensación y una sonrisa en su rostro, corrió por el frondoso jardín hacia el hotel.

Al entrar en la zona de recepción, pudo comprobar en un reloj de la pared, que daban la una de la madrugada. Y echando un pequeño vistazo a su alrededor, no vio a ningún familiar suyo por allí. Aquello significaba, que la mayoría se hallaba ya en su dormitorio.

Así que decidió danzar como una niña pequeña hacia el ascensor, para poder ir hacia su dormitorio, donde pensaba darse una ducha y después, sentarse en su balcón a observar por un rato la luna.


Quería disfrutar un poco más de aquella sensación que vibraba en su interior. 


Los rayos de sol y el cantar de los pájaros, que entraban por la puerta del balcón abierto hicieron que se despertara poco a poco, pero con cierta sonrisa de satisfacción en su rostro.

Aún podía sentir aquella sensación de espíritu libre por su cuerpo. No había sido ningún sueño, todo había ocurrido de verdad.

Y por sentir aquello, que se desperezó como una gata riéndose de alegría para levantarse de forma ágil de su cama y volver asomarse al balcón.

Pero una vez que lo hizo, frunció el ceño al mirar hacia el jardín que tenía enfrente de ella. Se suponía, que aquel día era la boda y que allí dispondrían de la capilla y de las mesas del convite. ¿Por qué no había nada montado aún? Había podido ver en la pared de encima de la cama, el pequeño reloj digital marcando las once de la mañana. Y el enlace, era  ala una del mediodía.

¿Habría ocurrido algo?

Nerviosa y agitada, se dirigió a su armario para sacar ropa de él. Tenía que bajar  y averiguar si habían surgido problemas.

Tuvo suerte.

Nada más salir del ascensor, vio en recepción a dos de sus primas consultando folletos del hotel y los lugares cercanos de él. Pero éstas, no se veían preocupadas, al revés, estaban muy interesadas en todo lo que hallaban en el folleto.

-Hola chicas –Las saludó con una sonrisa.

-Hola Rosalie –Saludó su prima Ivette, alzando la mirada del folleto y sonriéndole-. No puedes imaginarte los lugares interesantes que hay por visitar en ésta isla.

-Lo se –Sonrió-. ¿Pero alguna de vosotras sabe por qué no están preparando lo de la boda en el jardín pequeño?

Por un momento, sus primas la observaron en silencio, para después deshacerse en risas.

-Mira que eres perfeccionista –Renegó con tono dulce su prima Ivette-. Debes relajarte, estamos de vacaciones. Deja de pensar que estas en la empresa –Soltó un suspiro-. Sabes que te mereces con creces estas vacaciones. Aún hay tiempo de que preparen todo. El enlace es mañana día tres de Agosto.

¡Perdona! Se detuvo su mente con aquel dato.

-¿Cómo dices? –Frunció el ceño, sabiendo que había un error-. ¿No estamos hoy a día tres?

Marian, su otra prima más joven, volteó los ojos al techo con cierta sonrisa.

-No –Meneó la cabeza con gesto negativo-. Llegamos ayer, día uno, recuerda primita –Le guiñó un ojo-. Tenemos todo un día por delante para tomar el sol y poder ponernos morenas, para estar mañana aún más bellas.

¡OH Dios! Su corazón se detuvo por unos instantes de bombear, ante aquel dato.

¿Qué diantres ocurría? ¿Acaso todo había sido un sueño de ella? Y en verdad, el día de ayer no había ocurrido… Tenía que encontrar a su bisabuela.

1 comentario:

  1. ¿Pero que pasó? ¿Por qué es el día anterior? Noooo EJ, continua la historia!!

    Gracias EJ. Está pero que muy muy interesante jijiji. Besitos

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