domingo, 30 de noviembre de 2014

30 Noches de Verano "4"

Tragaba el segundo mordisco de su donut de azúcar, cuando agarraba su taza con el café con leche, que vio pasar por delante de la puerta del comedor a su bisabuela con cierto paso apresurado, y en compañía de una de sus tías.

Su primer impulso fue llamarla con un pequeño alzamiento de voz, pero tenía la boca llena. De modo, que le fue imposible. Así, que pasó al siguiente paso que haría toda persona apurada como lo estaba ella.



Salir corriendo en pos la vieja sabionda de la familia.

Pero ante un movimiento repentino como ese, siempre hay ciertas normas. Todas ellas basadas en recomendaciones de las santas madres.

“Presta atención a tú alrededor y se en todo momento una dama”

Dios, desde los cinco años que llevaba escuchando esas palabras de boca de su madre. ¿Para qué? Pues para un buen día ignorarlas.

Si las hubiera recordado, habría visto la mirada que dirigía uno de sus primos tras ella. Advirtiéndole de aquel modo, que tenían compañía en la mesa.

Siendo todo correcto, se habría podido evitar cierto accidente.

Ella, habría dejado su taza en la mesa y se abría volteado a mirar por encima de su hombro. Pero no, se había tenido que incorporar de sopetón al ver pasar a Simona, sin recordar que aún llevaba la taza con el líquido caliente en sus manos.  Consiguiendo dos cosas que le supieron muy mal.

Uno, golpear con el arrastre de su silla a quien estuviera tras ella y que soltara un gruñido de dolor. Y dos, no teniendo suficiente que se volteó para mirarlo y derramando el líquido caliente, encima de aquel visitante.

 Le hubiera gustado, que los desastres se terminaran allí, pero en un día extraño como aquel era obvio, que nada iba ha transcurrir de forma normal.

Su víctima, ante un ataque repentino de patosidad por parte de ella, tenía que resultar ser un hombre trajeado y por increíble que pareciera, el más atractivo que había tenido nunca delante de ella,  sin contar ninguna estrella de cine.

Era más que obvio, que su sino era permanecer soltera, si lo que iba haciendo siempre, era liquidar la hombría de todo aquel que se le pusiera a tiro.

Además, lo primordial en aquel momento era hallar a Simona y comentarle lo que estaba sucediendo. Para nada, perder el tiempo en babear con hombres atractivos.

-Lo siento mucho –Se disculpó con cierto apresuramiento en la voz, consiguiendo captar la mirada del hombre en ella y logrando aquella vez, que fuera ella quien se quedara sin aliento por un segundo ante aquellos ojos grises-. Éstos chicos son mi familia, ellos le atenderán y le darán mis datos, para el gasto de tintorería –Mostró una débil sonrisa-. Acepte mis disculpas una vez más, debo marcharme pues me ha surgido algo muy urgente.

Y sin dar tiempo a nadie para que soltara una protesta, salió de allí a la carrera. Dejando una mesa de adolescentes ruidosos, completamente muda por lo ocurrido.

-¿Esto significa qué no se conocen? –Preguntó uno de los chicos carraspeando un poco antes.

Jason, negó con un movimiento de cabeza al joven como respuesta, mientras su mente renegaba por haberla visto sonreír por segunda vez y desaparecer ante sus narices a la carrera.

Aquello no era posible, se suponía que dos mujeres mayores no podían desaparecer de un corredor tan largo en tan pocos segundos,  desde que habían pasado por delante de la puerta del comedor. Estas tendrían que haberse metido en algún lugar de aquel pasillo, pero por mala suerte abundaban más de diez tiendas.

Con cierto fastidio, volvió tras sus pasos con un andar tranquilo mirando de izquierda a derecha por si las localizaba comprando en alguna de ellas. Pero una vez más su frustración volvió a crecer cuando no las divisó por ningún lado. Volvía hallarse como al principio.

Mejor iría a mirar por si se hallaba en su dormitorio, pues tenía que encontrarla dado que el día, no estaba transcurriendo para nada de la misma manera que el que ya había vivido.

Cinco minutos después, llegaba al dormitorio de su bisabuela. Para llamar con cierto apresuramiento  con su puño cerrado unas cinco veces. Respirando con más calma al escuchar unos pasos al otro lado de la puerta y como estos se acercaban a ella. Pero toda su ilusión murió de sopetón, cuando la puerta del dormitorio fue abierta por su propia madre.

-Hola tesoro –Saludó con tono alegre-. ¿Qué estas buscando a Simona?

-Sí –Respondió casi sin aliento.


-Pues se ha marchado hace cinco minutos con tú tía Amelia –le informó-. Iban hablando de una rosas curiosas en el jardín que hay en la zona este. Supongo que iban al pequeño jardín botánico que tiene el hotel –Se encogió de hombros-. Yo vine a traerle su traje para la boda de la tintorería del hotel. ¿Bajamos juntas al vestíbulo? Tengo que buscar a tu Padre y éste se halla en la piscina.

                                                                                ***

-Jason, los chicos esos ya saben quién eres –Volvió a insistir, mientras seguía a su amigo por la zona de recepción del hotel-. Y hay que decir, que se han sorprendido bastante al enterarse de la conexión que guardas con el hotel –Soltó con sonrisa pillina-. Segurísimo que la buscan y le pasan tu recado. 


-Yo no te estoy obligando acompañarme en su búsqueda –Replicó éste, saliendo a la entrada del hotel y mirando por los grupos de turistas que marchaban o llegaban de excursiones-. Pero admite que mi estado es el que te impulsa a seguirme. Éste te divierte –Escupió entre dientes volviendo al interior del hotel.


-Reconozco que es divertido el ver por primera vez a una mujer no prestarte mucha atención. Ni siquiera cuando casi liquida tu hombría –Rió divertido-. Pero te recuerdo que nos espera una reunión. 
Cuando se hallaba en el jardín botánico, buscando a su abuela hasta debajo de las piedras decorativas de los laterales del camino, fue cuando reparó en un detalle puede que muy importante .
Fue en una parte de los jardines, donde comenzó todo. ¿ Significaba aquello, que debía buscar las respuestas en el jardín, junto a las escaleras que te conducían a la cala?
¡Maldita sea! Porqué eran las cosas de fuera de su trabajo tan complicadas. Mentira, más bien había que indicar, el por que era todo lo relacionado con el amor tan complicado.
Pasaba junto a la zona donde abundaban grandes sauces llorones, cortadas sus ramas con diferentes estilos para crear diferentes escondites bajo cada uno. Cuando le pareció escuchar la voz de su abuela.
Rápidamente saltó la pequeña valla, siendo la primera vez que no le importaba pisar alguna que otra flor. Ya en otro momento, pediría disculpas a la madre naturaleza, ofreciéndole algún ritual adecuado para ello. Total, pensó encogiéndose de hombros mientras se acercaba más a las mujeres, habiéndolo hecho ya una vez desnuda bajo la luna, que importaba hacerlo una segunda vez.


Pero por lo visto, las sorpresas para ella aún no habían finalizado. Cuando se hallaba apenas a un metro de las mujeres. Su abuela se dio la vuelta para amonestarla con cierta seriedad y altivez en su tono de voz.


-Estas perdiendo un tiempo precioso para encontrar lo que deseas desde hace tanto , al emplearlo para encontrarte conmigo y contarme cosas que sé de sobras.


Por un momento, se quedó bloqueada en el lugar ante aquella pequeña reprimenda. Pero de seguida despejó su mente, para soltarle también un reproche a su abuela, con cierto valor encontrado en su interior. Había que ser muy cuidadosos de no ofendenderla y acabar tal vez perdidos en un mundo de sueños.
Siendo sinceros,a su abuela, se le iba alguna vez la loca con sus poderes.
-Gracias por hacerme ver ese detalle -soltó con cierta ironía-, pero acaso no recuerdas que mi sexto sentido nunca ha brillado por su éxito en cosas... -Alzó las manos al cielo azulado y perfumado por las miles de flores exóticas que las rodeaban-. Que son cercanas y conocidas para ti, pero no para mí -Acabó de recalcar con los brazos en jarra y tono enfurruñado, consiguiendo que su abuela se detuviera por un segundo a escucharla.
-¿Qué quieres preguntarme?
Acabó por ceder, pero no son emplear cierta actitud de impaciencia por su idiotez momentánea.
-Porqué volvemos a repetir el día -Expuso de forma escueta.
-Por que tal vez, hay algo que no hiciste bien -Suspiró Simone.
-¿El qué? -Preguntó aquella vez algo desesperada.
-Y yo que diantres sé -Se alzó la mujer de hombros-. No estuve allí, recuerdas.
-Sí -Respondió en gruñido de frustración.
-Prueba a repetir lo que sucedió y tal vez así, recaigas en tu error -alzó el dedo índice para apuntarla con cierto tono de advertencia-, si es que realmente lo hubo.
-¿Cómo? -frunció el ceño aún más confusa por aquella encrucijada de palabras.
-Yo no se todas las respuestas siempre -Soltó ésta algo exasperada-. Intenta averiguarlo por ti misma -Se dio la vuelta-.Y ahora, déjanos seguir con nuestro paseo.

1 comentario:

  1. Gracias por el regreso, tuyo y de esta historia mágica....Me gustaaaaaaaaaaa...y quiero preguntarle al Universo ¿por qué en mis accidentes nunca termino chocando contra hombres guapos sino contra muebles? Es injusto!!! Besos

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