miércoles, 20 de mayo de 2015

Blackdalion , la Luz del lobo 4°



Iolhen no cabía en sí de la impaciencia, se le hacía eterno cada minuto para que llegara la tarde, quería ver a Baylor y constatar que no estuviera enfadado con ella.
Apenas llegó la hora usual en que se reunían y sus padres se distrajeron en otras actividades, mencionó que saldría un rato y escapó hacia el bosque.

A medida que se acercaba, sus pasos se hicieron más apresurados hasta que terminó corriendo, casi sin ser consciente.
Llegó agitada y con el cabello desordenado, se frenó de golpe al ver a Baylor parado delante de la laguna, dándole la espalda. Iba a aprovechar para observarlo , pero él se giró inmediatamente.
-Iolhen.
-Baylor – se nombraron al mismo tiempo lo que los hizo sonreír. Él se dirigió hacia ella dando grandes zancadas, por un segundo, la chica pensó que la abrazaría, pero él se detuvo de golpe  a pocos pasos de ella.
-Estás aquí…- dijo él y ella asintió
-Lamento mucho lo  de ayer, siento que hayas estado esperando, yo de verdad quería venir…- empezó a explicar atropelladamente y la interrumpió.
-Lo sé, tu prima me explicó que se sentía mal y no pudiste venir – dijo y la chica se preguntó qué tanto había dicho Lyonisse realmente.
-Aún así…
-Estás aquí- repitió él como si eso cerrara el tema.
-Sí, ¿qué quieres que te enseñe hoy?
-¿Trajiste la flauta?  - preguntó desconcertándola y ella la sacó del bolsillo para mostrársela.
-¿Podrías tocar? Como cuando nos conocimos…- le pidió y ella asintió. Baylor se sentó a su lado en silencio, escuchando cómo tocaba.
La melodía los envolvió y Baylor pensó que siempre asociaría  a la joven con aquella melodía, cálida, envolvente y llena de vibrante energía. Pura luz y pura vida.
Un día sin verla y la había extrañado horriblemente, no quiso preguntarse cómo sería no verla de nuevo jamás. Lo asustaba pensarlo, no había esperado que alguien fuera tan importante y necesario, pero ya era tarde, Iolhen Likaios era demasiado importante para él.
-¿Cómo aprendiste?- le preguntó cuando ella dejó de tocar para descansar.
-Me enseñó Lombard. – respondió Io y  ante la mirada curiosa de Baylor, que trataba de dilucidar quién era el hombre que mencionaba ella, siguió explicando – Lombard es mi cuñado, el marido de mi hermana.
-¿El príncipe? – preguntó él y también aclaró- Lo escuché de gente de la casa, que tu hermana está casada con un príncipe.
-Sí, supongo que sí. Llevan muchos años casados y no suelo pensar en él como príncipe, sino como Lombard. En fin, él me enseñó cuando era niña y me encantó el sonido, así que seguí tocando.
- Me gusta escucharte tocar- dijo él sonriéndole y la chica sintió que se le aceleraba el corazón. ¡Ay Lyonisse, por qué tenía que haberla hecho ser tan consciente de sus sentimientos por aquel hombre! Tendría que hacer algo.
-¿Baylor?
- Umm..
-Quiero que seamos amigos, quiero decir fuera de aquí. Poder hablarte cuando estamos en la Casa Antigua o en algún otro lugar, no me gusta actuar como si fuéramos extraños cada vez que nos encontramos en presencia de otros.
-Iolhen…
-No digo que contemos esto del don ni revelemos nuestras lecciones, pero quiero poder hablar contigo si te encuentro …
-Acabas de decirlo, eres la cuñada de un príncipe. Descendiente del Señor Blackdalion e hija de Likaios, soy simplemente un domador de caballos, no me parece bien, nadie lo verá con buenos ojos – dijo seriamente.
-¿Hablas en serio? – preguntó ofuscada- ¿Qué clase de persona crees que soy?
-No tiene que ver con eso, sé qué clase de persona eres, sino más bien con lo que pensarán los demás.
-No me importa mucho lo que digan los demás, y en cuanto a mi familia, no son tan superficiales. No juzgamos a las personas por su linaje o títulos, sino por su propio valor, por lo que son…sabemos ver más allá del exterior. Nadie se opondrá a nuestra amistad, ni a ti.
-Podría no ser lo que parezco.- dijo sombrío
-Yo sé lo que veo.
-¿Qué ves? ¿Qué ves en mí, Iolhen Likaios? – le preguntó él y su voz tenía un matiz de desesperación.
-Veo a alguien que ama la belleza, la belleza verdadera que muy pocos aprecian. Alguien que sabe ser gentil, lo suficiente como para ganar la confianza de un animal que teme a los seres humanos. Veo a alguien que está buscando un lugar para sí mismo, y lo mucho que eso lo asusta- dijo ella mirándolo fijamente.
De pronto, sobre ellos, quedaron suspendidos en el aire pequeños cristales que reflejaban la luz del sol y brillaban como estrellas diurnas. Iolhen los contempló admirada.
-Así es como yo te veo a ti, Iolhen Likaios – dijo Baylor en voz baja – Eres luz. Donde tú estás no existe oscuridad, ni en el mundo, ni en mí.
-¿Quién te lastimó? – preguntó ella conmovida, había evitado aquella pregunta pero ahora se le escapó de los labios antes que pudiera evitarlo.
Él la miró fijamente y la joven pudo vislumbrar un velo en su mirada, creyó que no iba a contarle, pero comenzó a hablar quedamente.
-Mi padre…o mejor dicho el hombre que me engendró, nunca fue un verdadero padre. Después que mi madre murió, él vino a reclamarme, ni siquiera sabía que existiera. Yo tenía cinco años entonces...- dijo e hizo una pausa .Iolhen lo observó apretar las manos y estuvo a punto de pedirle que se detuviera para no verlo sufrir, pero sintió que él necesitaba contarle. Baylor tomó aire y continuó- Por un momento pensé que estaría bien, que ya no estaba solo, que me cuidarían, que me amarían. Pronto supe que no.
-¡Las cicatrices! – exclamó Iolhen guiada por el tono de voz de él.
-Sí, las cicatrices me las hizo él, era su forma de educarme, de enseñarme.- dijo y su voz se tornó áspera, casi reprimiendo la furia que le provocaban aquellos recuerdos.
La chica no pudo soportarlo más, apoyó la mano en la de él.
-Pero escapaste, eso es todo lo que importa ahora. Estás aquí, estás a salvo.- dijo con aquella seguridad que tenían todos los miembros de su familia, como si pudieran enfrentar cualquier peligro que amenazara a los que los que amaban. Como si ellos fueran escudos que garantizaran la seguridad de los demás.
- Sí…- musitó él pero su respuesta sonaba insegura.
Baylor cesó de contar y la joven no preguntó, a pesar de que había una última pregunta para completar el rompecabezas, quizás la más importante de todas. Iolhen deseaba preguntarle por el don,  pero temía preguntar, por él y por ella.
-Será mejor que regreses ya- dijo Baylor poniéndose en pie y ayudándola a levantarse.
-Pero…¿ es un trato, verdad? Desde mañana vamos a dejar de tratarnos como extraños- insistió ella con una mirada anhelante y él sólo puso asentir, entonces Iolhen sonrió plenamente lo que le aceleró el corazón. Después la acompañó hasta el linde del bosque, donde la despidió y la vio partir.
Él había buscado un lugar donde refugiarse, había creído que el mejor lugar era la cueva misma del poderoso lobo, el último lugar donde podrían buscarlo por lo irónica de la situación, pero ahora Likaios ya no era el nombre del cazador de magos oscuros, ni uno de los seres más poderosos y temibles, ni de quien era quizás su enemigo natural. Ahora Likaios era esa joven mujer que iluminaba su vida, que había entrado en su corazón a pesar de las murallas. Y ahora temía haber cometido un error, sin quererlo,  podía haberla puesto en peligro, porque aunque deseaba que no sucediera jamás, quizás la pesadilla que lo perseguía, llegara hasta las puertas de la Casa Antigua.

Dionis despertó en medio de la madrugada y percibió junto a él  la calidez de Kalymera, estaba acurrucada contra él. Cada vez que la descubría a su lado, se maravillaba, como la primera vez que la había tenido en sus brazos, como cuando había sentido que ella no era sólo su mujer sino su hogar.
Suavemente se desprendió de ella para no despertarla, la cubrió con las mantas y salió de la cama.
Aquel enorme lugar se sentía vacío sin sus hijos y nietos, automáticamente se encaminó a la habitación de Iolhen. Entró y se acercó a ella, dormía plácidamente y él sintió diluirse un poco la inquietud que lo embargaba.
Aquella era la menor de sus hijos y quizás la más mimada. Con los mellizos había transitado el camino difícil de aprender a ser padre, por otro lado su hija Kyrian tenía un carácter demasiado combativo y sumado a su rechazo por el don cuando era niña, habían tenido enfrentamientos a pesar de amarse profundamente.
Sin embargo, sus hijos menores habían sido  una etapa muy diferente, sobre todo Io. Era una joven dulce, muy sensata y que llevaba su poder con una naturalidad que de alguna forma le recordaba a sus propios padres. Tal vez eso lo asustaba, perderla como había perdido a su familia. Era tan confiada y eso la hacía vulnerable, quería protegerla.
-Amor…- lo llamó Kaly suavemente y la sintió acercarse y enlazar los brazos en su cintura.
-Nuestra pequeña ha crecido de prisa, ¿verdad? – susurró con nostalgia y Kalymera apoyó la cabeza contra su espalda.
-¿De nuevo te sientes inquieto?
-Creo que debería ir a ver a Bladian y a Ennis en Dalalbión para saber qué piensan de esto, o quizás para darme cuenta que  no pasa nada. Quizás lo que ha sucedido en el último año me ha afectado, pero preferiría estar seguro.
-¿Por qué no le pides a Lysander que regrese?
-Lysander es padre ahora – dijo como si eso lo explicara todo. Pero Kaly lo entendía.
-Y tú eres el padre de Lys, así que quieres protegerlo…
- Sigue siendo impulsivo, mejor mantenerlo lejos de los problemas – dijo él.
- Te amo, te amo por ser tú, Dionis Likaios. Vamos, volvamos a la cama. Me parece buena idea que vayas a Dalalbión si eso va a tranquilizarte, pero  por esta noche, vamos a descansar. Yo cuidaré de ti.- le dijo y lo tomó de la mano, él se dejó llevar.

1 comentario:

  1. Que esconde Baylor. esa es la pregunta que durante toda la lectura se me viene a la mente. por qué su poder es distinto, algo se me paso por la mente, espero que no sea eso. esperaré con ansias los prox. Capitulos. Gracias por seguir con esta Saga que me encanta.

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