lunes, 27 de julio de 2015

Saga Emisora Apasionada "Gabriela" 4

Se sentó en la gran mesa ovalada, escuchando en todo momento, el latido de sus pulsaciones zumbar en sus oídos. Pudiendo observar, que sí estaban aquella vez todos. 

Sus miradas oscilaban entre ella y las bolsas de comida, que había traído Steve. ¿Si cruzaba los dedos atacarían primero la comida? ¡No lo creía! Todos se guiarían según hiciera Dylan. Y éste, primero calmaría sus nervios y después, se llenaría la barriga.

 ¡Dios, como le sudaban las manos!


-¡Hola tesoro! La saludó Megan-. Ya me han explicado tu lotería…

-Sí… -Sonrió un tanto nerviosa-. ¿Cómo ves la tuya?

-Supongo, que tendré que aportar cosas nuevas y tal vez, cambiar un poco mi carácter –Se alzó de hombros-. Pero veo, que tú traes un apoyo para el equipo.

-El cual me ha negado –rió Steve.- Y creo, que debe de tener buen contenido, pues…

-Bueno, qué hacemos primero –Entró Dylan, interrumpiendo al hombre y captando la atención de todos de inmediato-. ¿Comemos y después escuchamos a Gaby? –Se sentó en la silla, que encabezaba la gran mesa-. ¿O lo hacemos todo a la vez?

-A la vez –Apoyó David.

-¿No mancharemos el trabajo? –Intentó poner como débil excusa.

-¿Y? –Rió Steve-. Estoy seguro, que no se trata de un original.

-Bien, pásame la carpeta Gaby –Pidió Dylan-. Y tú Steve, te toca servir la comida… Por listo… -Le ordenó con humor, al saber de su pesadez con ella.

Le entregó la carpeta a su jefe, quien se hallaba sentado a dos sillas de distancia. 

No le quitó la vista en toda momento, durante los segundos que Dylan tocó con sus manos la dichosa carpeta, y pudo observar con más tranquilidad que no tenía la misma curiosidad e impaciencia  que su compañero. Éste la dejó a su lado, y después se puso a beber de su lata de cerveza.

-Dime Gaby -Se giró a ella, tras dar un largo trago-. ¿Le ofreciste algo a tú amiga Sandra por facilitarnos información?

-Sí –Lo miró un segundo con seriedad.- A ti, en una cita a ciegas.

Incluso Steve, se quedó con la salsa agridulce en el aire tras sus palabras. Todos se habían callado, y la observaban en espera de más información.

-¿Me estas tomando el pelo, Gaby? –Habló su jefe, con cara de espanto.

-No -Trató de aguantarse la risa. Aquello iba a ser como una mini venganza. Por obligarla ir a ver a su amiga y meterse ella en aquel lío-. Ya tienes treinta y seis años… Tienes que sentar la cabeza.

-Y tú tienes treinta, y no te digo que se te va a pasar el arroz -Se cruzó de brazos, al tiempo que fruncía el ceño.

-¡Oye! –Protestó sorprendida Megan, ante aquella acusación-. No hay nada de malo, en no ser madre aún a nuestros treinta años.

-Pues lo mismo digo –Se giró Dylan hacia Megan.

-Hombre… -Se rascó la oreja divertida-. Ya solo te quedan cuatro años.

-Perdona mona –Intervino Steve-. Pero el hombre, puede ser padre a los cuarenta. Vosotras…

-Nosotras aún jovencitas –Rió Gaby-. No queremos saber nada de los cuarentones. Así, que espabilaros.

-¿Gaby? –Le inquirió dudoso su jefe.

-Es broma –Vio como éste soltaba el aire-. Pero que sepas, que te pierdes a una gran mujer -Le guiñó un ojo.

-Y que sepas, que esta me la pienso cobrar algún día.

-Me parece, que has cavado tu tumba -Rió Steve.

-Tú si que la vas a cavar, como no acabes de una puñetera vez de servir la comida –Lo amenazó su jefe.

-Ya voy… Impacientes… -Gruñó por lo bajo.

-¿Te han hecho mucho en el coche? –Preguntó Dylan.

-Bueno, un buen golpe tengo en el lateral -Empezó hablar, pero una vez más su compañero Steve interrumpió.

-Lo curioso, es quien es el culpable de ese golpe -Habló sentándose ya.

-¿Te han dado un golpe? –Se sorprendieron los demás.

-Sí, en un atasco –suspiró, al recordar que tendría que ir al taller-. Un chico, le fallaron los frenos recién puestos, y empujó a un vehículo que a la vez me golpeó a mí.

-Di, quien te dio el golpe -Insistió Steve, con sonrisa en el rostro.

-Cristian Doyle… -Informó a su pesar, y consiguiendo que todos se sorprendieran aún más.

-¿Y cómo es? –Preguntó con curiosidad Megan-. Es tan encantador como dicen muchas – Revoloteó sus pestañas.

-Demasiado para mí gusto –Soltó con amargor.

-¿Supo quien eras? –Preguntó Dylan.

-Sí, lo supo por mí… -Se mordió el labio nerviosa-. No pude evitar enfadarme, cuando vi su nombre en la hoja del parte.

-¿Y qué ocurrió? –Preguntó David.

-Nada –Se alzó de hombros-. Me comporté un tanto borde… A mí, no me compra ningún hombre atractivo con una sonrisa.

-Esa es mí chica –Sonrió Dylan-. Supongo, que ese encuentro fue quien encendió la mecha de venganza, y de creatividad para que me trajeras ésta carpeta roja. En el fondo, le vamos a tener que estar agradecidos a Cristian –Rió a carcajada limpia el hombre.

¡La carpeta! 

Con tanto hablar, se había olvidado completamente de ella.  Desvió veloz su mirada hacia el objeto con bastante horror reflejado en sus ojos.

 ¡No! Por su culpa, ahora Dylan iba a dejar a un lado la comida china, para poder estudiar su disparatada idea…

Fue ahí, cuando comenzó a notar su respiración más pesada. Y como todo lo que sucedía a su alrededor, iba a cámara lenta. Sus ojos absorbieron todos los movimientos de su jefe. Desde que levantaba la carpeta, la abría con sus grandes manos y entonces, venía la exclamación de sorpresa, al tiempo que sus desorbitados ojos se posaban en ella con cierta incredulidad y volvían a ir a la carpeta con gran asombro reflejado.

¡Maldita sea, se tenía que haber controlado sus impulsos!

 Y tampoco tenía que haber hecho caso a Sandra. Ahora, por su culpa tenía a Dylan sorprendido y a todos sus compañeros, completamente curiosos olvidándose de lleno de la comida de encima de la mesa.

-Aún no estoy muy segura de si utilizar ese material -Confesó en un hilo de voz.

-¡Bromeas! –La contradijo sorprendido-. ¡Es magnifico!  Es… Es… ¡Eres tú!

-Lo se -Bajó la mirada a la mesa totalmente avergonzada.

-Sabes que si lanzamos ésta publicidad, serás conocida públicamente. Y te aseguro, que si ya tienes admiradores por tu voz, ahora… Con ésta foto los duplicarás…

-¡Maldita sea Dylan! –Pidió Steve-. Nos dejas ver a nosotros.

Vio permiso en la mirada de él. 

Sabía perfectamente que aquello era tarea difícil para ella, y áun podía echarse atrás. Le estaba dando una oportunidad de no seguir adelante. Y se lo agradecía, pero había algo en su interior que la impulsaba a seguir adelante…

Asintió con la cabeza y automáticamente Dylan se dejó quitar la carpeta de las manos, por un impaciente Steve.

-¡Madre mía! –Exclamó Megan-. ¿Y yo también voy a tener que posar de ésta manera?

-Estas preciosa –La alabó su compañero David-. Me gusta tú idea, yo me apunto.

-Gracias –Le sonrió, un poco menos avergonzada al ver su actitud.

-Pero apareces… -Habló Steve-. Apareces…

-¿Sí, Steve? –Alzó los ojos Dylan, anticipándose a lo que fuera a decir el hombre.

-Voy a tener que convertirme en tú guardaespaldas… -Declaró con burla.

-No digas tonterías –Rió Gaby.

-¿Y de mí no? –Apuntó Megan con humor-. Yo también saldré casi igual.

-Pero tú ya sabes defenderte de tus fans. Y además, ya me ha quedado asimilado que no saldrías conmigo –Le guiñó un ojo-. Pero Gaby aún…

-Te llevo rechazando desde que te conozco… -Siguió riéndose al tiempo que se reclinaba en la mesa y agarraba una cola de gamba-. Tengo hambre, no vamos a comer…

-Por supuesto –Suspiró su jefe-. Steve, vuelve a tú sitio… Sino te despido…

-Ho me iré a la competencia –Bromeó éste.

-Creo que podríamos aceptar esa pérdida –Se rió David, provocando que todos rieran con un poco de más ánimo, ante los siguientes días de trabajo.



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