miércoles, 28 de octubre de 2015

Noches En El Balcón 27

Soltando un gemido y volteando los ojos al aire, no le quedó más remedio que ir tras Eric con la visión de su blanco trasero en todo momento. Para poder detenerlo si el muy tonto, se creía capaz de ir a su piso y detener a los asaltantes.

Además, quién se lo iba a tomar en serio con aquella pinta.

Pero no hizo nada de aquello, solo se acercó al ventanal para correr la cortina al tiempo que agarraba el teléfono inalámbrico de un rincón y marcaba un par de números.


Y estando allí parada, no pudo evitar que sus mejillas volvieran a sonrojarse cuando por inercia uno observaba a una persona y la recorría de arriba abajo, salvando que ella no se acordaba que el tonto iba desnudo. Y sus ojos volvieron a toparse con su anatomía, observando que ya no se veía tan resultona.

Lo veía comprensible dado la situación, meditó dándose la vuelta para que no la pillara observándolo de forma descarada.

-Sí, marco el número de protocolo porque están intentando robarme –Escuchó que informaba con tono serio, causando que frunciera el ceño al no comprender por qué decía aquello. Era a ella a quien trataban de robar-.  Doy mi consentimiento para que procedan con toda libertad.

Aquello ya la estaba asustando un poco, realmente parecía una maniobra del ejercito. Y fue lo que hizo que se girara para observar al chico, cuando al hacerlo dio un pequeño respingo pues lo tenía a un paso de ella.

Eric, se había dirigido a ella, para sujetarla de la mano sin importarle que aún anduviera en cueros y con paso apresurado, la volvió a conducir al final del pasillo.

A su dormitorio.

Allí, éste pasó directamente por al lado de un sifonier oscuro de donde extrajo unas bermudas grises, para ponérselas sin más.

Y ahora, es cuando vendría el momento de ver como estaba la relación entre ellos. Porque lo ocurrido antes, no se podía catalogar como una conversación.

El que ella lo hubiera visto desnudo a él, no era un equivalente como moneda de cambio por cuando é, hizo lo propio con ella.

Lo suyo, se podía cuestionar como un suceso accidental. Lo del, si podía haberse evitado.

Aún sentía vergüenza y enfado, también por haberle abofeteado. Pues ahora, no sabía cómo estaría la confianza entre ellos dos, tras haberle esquivado por aquel corto periodo.

-¿Estás bien? –Preguntó Eric, dando los pasos necesarios para detenerse delante de ella.

Solo supo asentir con un movimiento enérgico de cabeza, como una total cobarde.

-Ahora mismo –Soltó un profundo suspiro, mientras empleaba un tono acongojado con ella y la sorprendía, al alargar sus manos y apoyar las palmas en sus hombros-, me hallo muy enfadado, de solo pensar que te podrían haber hecho mucho daño por mí culpa.

¿Cómo?

Frunció el ceño otra vez extrañada por sus palabras, pero en verdad le podía más el calor de sus manos y su cercanía.

-Yola, yo…

Alzó su mirada a la de él, con el corazón bombeando a mil por hora, sabiendo que quería decirle algo importante por lo nervioso que se le veía. Pero el timbre insistente y unos golpes fuertes en la puerta, lo interrumpieron de hacerlo.


-Ya ha llegado la caballería –Informó aspirando con fuerza y sus ojos puestos en ella, con cierto cariño… -. Tenemos que hablar más tarde.



Pero ese más tarde, nunca tuvo lugar aquella noche. A decir verdad, tuvo que admitir que todo fue muy extraño.

Cuando se acercó Eric abrir la puerta, aparecieron varios hombres trajeados, dos policías y su abuelo Ferrán, quien le guiñó un ojo con simpatía.

Recordaba como la invitaron a sentarse en el sofá, para hacerle una serie de preguntas. Y allí, es donde había amanecido.

Tanto Ferrán como él, habían insistido en que durmiera allí aquella anoche, por más tranquilidad de ellos.

Aún estaba sorprendida por lo que podía hacer el dinero. En su vida, había visto tal desplegué. Y aquello, es lo que la tenía un poco preocupada.

Obvio, que Eric le ocultaba que de rico era su familia, para que hubiera ocurrido una cosa como aquella.

Nuevamente, volvía a sentirse pequeña a su lado.

Medio adormilada, se puso en pie y miró a su alrededor, para reparar en un pósit pegado en el cristal del ventanal. Caminó hasta él apresurada, para leer que se hallaba sola en el piso. Eric no había querido molestarla y se había ido al trabajo.

¿Un sábado?

Soltó un suspiro, porque tal vez éste había ido hacer horas extras, para alejarse un poco de ella. Pues no creía que le hiciera falta ese dinero. Pero puede que sí se sintiera mal, porque tal vez casi había metido la pata ayer noche antes de que los interrumpieran.

Con paso lento, se dirigió a su piso para darse una ducha. Apenas eran las ocho y media de la mañana… Tenía todo el día por delante y por primera vez, se sentía inquieta sin saber qué hacer.

Y ya sabía por qué de aquella sensación.

Su cuerpo, su mente y su corazón, habían aceptado y admitido que necesitaba a Eric. Querían estar con él, pero para ello, primero tendría que disculparse y ver como estaba su amistad. Luego, ya miraría si sus sentimientos por él tenían cabida en la vida de su vecino.

Algo, que veía con bastantes dificultades por su diferencia de edad y su escala social. Pero aquello, aún debía dejarlo aparte. En aquel momento, lo primero era volver a estar como estaban antes.

Así, que mejor se vestía y acudía al trabajo. Sabía que apenas habría gente rondando por los edificios y puede, que hubiera posibilidad de hablar con él. Y de paso, conocería que puesto empleaba él allí.


Por lo ocurrido de aquella noche, que se encontraba ahora en su despacho que compartía lagunas veces con su padre, en el edificio B. De acuerdo, que era más suyo que de él, pero casi nunca lo utilizaba.

Le gustaba más la tranquilidad del que tenía en su piso. Allí, casi siempre paraba en el laboratorio o en diferentes departamentos, para tratar de forma más directa con los empleados.

Aquello, había hecho que lo trataran como uno más. Y no había ningún trato especial. Era un igual para el empleado de más abajo como al de más arriba. Podía decirse, que se había creado un ambiente casi familiar.

Y en breves minutos, acudiría a la sala conjunta, donde le esperaban algunos directivos junto con su padre, y los empleados en los que él tenía depositada mucha confianza. Iba a resultar un momento delicado, donde les tenía que comunicar que tristemente un compañero que todos tenían en mucha estima, había resultado ser un traidor en lo que llevaban muchos años de estudios conjuntamente todos.

Era, el que creyendo que se hallaba aún de viaje había ido a robarle la formula que tenía en el ordenador de su casa, para poder entregarla a la competencia.

Y éste, es el que iba a pasar por el piso de Yola para poder llegar hasta él. Desconociendo todos, cual habría sido el alcance de sus actos al encontrarse con la joven.

Su tomate Cherry…

Sería su siguiente punto a tratar, en cuanto diera por terminada la reunión que iba a comenzar en cuanto llegaran todos. Pues tras lo ocurrido, había comprendido que no quería esperar más, bastaba ya de perder su tiempo sin ser completo del todo.

Le daba igual, si ésta lo rechazaba en aquel momento. O si por la diferencia de edad, cuando llegara a la edad adulta de universitaria, decidiera conocer otras personas diferentes y lo dejara de lado…

Pero al menos, quería vivir algo con ella, fuera corto o largo.

La chica bien lo valía.

Dos golpes en la puerta lo alejaron de sus cavilaciones. Se trataba de Elisabeth, que venía en su búsqueda.

-Ya están todos los que has mandado a llamar.

-Bien –Se puso en pie, para salir de allí en compañía de su amiga.


Tal vez por aceptar al fin, lo que su corazón llevaba tiempo tratando de comunicarle, que se sentía eufórica.

Y aún lo seguía estando, cuando pasada una hora y veinte minutos que había llegado a los laboratorios, no había hallado al chico por ningún lado del edificio A.

Fue entonces, cuando estaba  a punto de salir del edificio que se topó con uno de los vigilantes, que entraba allí tras hacer una de sus rondas. Decidiendo preguntarle por si había visto al chico por algún lugar.

La suerte estaba de su lado, pues le dijo que se hallaba en el despacho de la planta tercera del edificio B, dado que él venía de entregarle unos papeles.

Salió del Edificio A, para ir con paso ágil al edificio B, dejando de lado los ascensores y optar por la rapidez de sus piernas jóvenes en las escaleras secundarias.

Y así fue, que en pocos minutos con falta de aliento, se hallaba delante de un despacho con la puerta abierta y vacío.

Sus ánimos se desinflaron, tras llevarse el chasco de no dar con el paradero suyo. Pero la pronta aparición de un hombre con carpetas, hizo que volviera haber un brillo de esperanza en su mirada.

-¿Estas perdida? –Preguntó amablemente éste acercándose a ella.

-No, en verdad estoy buscando a Eric –Informó con tono amable.

-Claro –Le sonrió con amabilidad-, el jefe se halla en la sala al final del pasillo.

Yola, frunció el ceño para sonreír algo confusa.

-¿Jefe? –Repitió no queriendo pensar mucho.

-Tú eres nueva –Sonrió éste, acercándose a ella un poco más-. A muchos les pasa lo mismo, cuando descubren que no es un compañero más aunque lo parezca. Más bien, es uno de los jefazos de aquí –Le guiñó un ojo divertido-. Si es importante, puedes interrumpirlo ahora antes de que empiece la reunión tras puerta cerrada, en donde te dije –Le comunicó, alejándose de ella para dejar las carpetas en el despacho vacio y salir de allí por donde había venido.

Quería ver aquello. Quería saber si era verdad.

Con el corazón casi saliendo por su garganta, caminó por el largo pasillo enmoquetado hasta llegar al final. Allí, pudo escuchar el murmullo de unas voces y creía, que una de ellas era la de él.

Dio un paso más, para tratar de asomarse a la puerta medio entornada. Pero cuando estaba casi enfrente de ella, dio un respingo cuando alguien apareció de sopetón de dentro la sala, para ir a cerrar ésta.

Era Eric.

Quien se quedó a medio hablar y abrió sus ojos de forma desmesurada, al toparse con ella.

-¿Yola? –Pronunció con sorpresa y miedo.

Así que era verdad lo que aquel hombre le había dicho.

-¿Cuándo pensabas decírmelo? –Le susurró con el brillo de las lágrimas en los ojos.

-Ahora empezaremos la reunión, denme unos minutos –Habló con un tono que nunca había oído en su boca, para salir al pasillo y cerrar tras su espalda la puerta gris. Allí, se la quedó mirando por un momento a los ojos-. Yola yo… -Alargó su mano hacia ella.

-¡No! –Se retiró un paso de él, cayendo ya alguna lágrima por sus mejillas-. ¿A qué estabas jugando conmigo? –Le pidió-. Acaso soy tu buena acción del mes del club de snobs –Soltó con gran desprecio en sus palabras.

-Sabes que eso no es verdad –Respondió con rabia y mirada fría.

-Yo ya no sé que es verdad en ti –Soltó limpiándose las lágrimas.

-Por favor, déjame que luego hablemos con tranquilidad –Le pidió con tono de súplica.

-Luego no hay nada que hablar –Hizo un movimiento negativo de cabeza-. Creo que ya ha pasado mucho tiempo, para que me contaras lo que me tuvieras que contar –Bajó su mirada al suelo-. Al menos espero que mi trabajo sea valorado de verdad y no por quién eres… -Dijo con las mejillas sonrojadas por vergüenza a todo lo que se le estaba pasando por la cabeza y lo tonta que había quedado desde un principio.

 -Sabes que Albert mandaba sobre eso –Soltó medio enfadado por aquella desconfianza-. Por favor, espérame y te llevo a casa y hablamos.

Su respuesta fue un gesto negativo con la cabeza, tirando por los suelos sin que lo supiera los ánimos del joven.


-No –Mostró una media sonrisa forzada en su rostro-. Creo que es mejor dejarlo todo así. Yo, tengo mucho que pensar… -Sorbió por la nariz con fuerza-. Hazte a la idea, de que nuestra terraza se halla dividida por un muro de dos metros de alto –Indicó con tono estrangulado, antes de salir corriendo  por el pasillo para ir hacia las mismas escaleras que había utilizado anteriormente.


1 comentario:

  1. Me ha encatado y vaya giro..pobre Eric que se le vuelve a complicar, gracias cielo me ha gustado leerte

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