–¿Mamá? –insistió Alex sentándose
junto a ella– ¿estás bien?
–Sí, hijo –sus ojos brillaban– no
puedo creer cuanto creciste.
–¿Nostalgia? –Alex no terminaba de
creer que eso fuera todo pero la abrazó contra él con cariño–. ¿Ha pasado algo
con mi padre?
–No mucho… –Dome negó apoyando su
cabeza contra el pecho de su hijo– hemos discutido, algo sin importancia…
Alex asintió aunque no entendía
nada. Sus padres eran un matrimonio
consolidado, en todos los sentidos posibles, ellos se apoyaban siempre. Y no se separaban… ¡¿nunca?! Pero su padre
había dicho que estaba una semana en Los Ángeles o más. Jamás viajaban separados. Ellos no…
–¡¿Madre, qué ha sucedido?! –Alex se
alarmó. Finalmente el peso de aquella sin sentido separación le cayó. Es que
ellos jamás se habían separado desde que él recordaba. Acaso…–. ¿Mi padre hizo
algo? –la sola idea de que Sebastien hubiera traicionado a su madre hacía que…
–No –dijo Dome débilmente y Alex
apretó la mandíbula. Mil veces había
escuchado sobre el pasado de su padre.
Era toda una “leyenda” pero eso había quedado en el pasado cuando se
casó con su madre.
–En verdad todo esto me tiene
desconcertado. ¿Me puedes decir,
claramente, que sucede?
–Nada Alex, no te alteres –le palmeó
la mano Dome– fue todo un malentendido.
Pero Sebastien es un cabeza dura y yo no soy precisamente alguien
razonable cuando me enfado.
–No veo a qué va todo esto… –Alex se
preguntaba si no era ahora que estaba soñando, porque cada vez tenía menos
sentido lo que escuchaba.
–Daila vio a tu padre con otra mujer
–soltó Doménica– cálmate, Alex. Recuerda que también soy impulsiva como tú,
hijo.
–Ah no… –Alex empezó a entender. Su madre había creído lo que Daila había
dicho. Daila, esa niña tonta e infantil que se hacía llamar hermana suya. ¿Qué
había hecho su madre?– Y tú…
–Y yo… eché a tu padre.
–¿Qué? –Alex contuvo un grito de
sorpresa y una risa también.
No por nada la Mansión llevaba el
apellido Lucerni. Por generaciones había
sido propiedad de la familia de su padre.
Ahora trataba de imaginar esa escena… su mamá echando de la casa a su
padre, de su casa… Eso hubiera sido algo muy digno de ver– Pero tú y él, ¿cómo
pudiste pensar que era algo más?
–Lo sé, Alex. No sé qué es lo que me
sucede. Creo que la tensión del trabajo, quizá Daila… y tu padre no ayudaba.
–¿Cómo? –Alex se preguntó si no habían
sido meses que estuvo ausente sin darse cuenta.
Era como si de pronto él se hubiera perdido todo un año de la vida de su
familia.
–Él empezó a salir mucho –Dome empezó
a explicar– y no aceptaba que lo acompañara.
–¿Mi padre salía sin ti? –Alex le costaba
trabajo creer eso. Sus padres no se
separaban ni por un instante. Muy rara
vez por sus trabajos, por lo que su madre tomaba casos esporádicamente y
prefería estar asesorando en la compañía de su padre–. No entiendo qué es lo
que está pasando…
–Bien, no mucho en realidad. Era una sorpresa o algo por el estilo. Quien sabe que preparaba tu padre pero ahora
no sé si lo voy a saber.
–Sigo perdido –Alex no entendía por qué
él estaba escuchando todo eso, ni qué hacía ahí.
–Tu padre ha decidido que él irá a
vivir a Los Ángeles para manejar la sede de la compañía allá.
–¿Sin ti? –Alex abrió los ojos
desmesuradamente.
–¿Acaso me ves allá, Alex? –contestó
Doménica con un enorme suspiro.
–¿Tú no quisiste ir y mi padre fue
solo porque lo echaste? –preguntó Alex y Doménica asintió.
–Fue sin mí… no solo.
A Alex se le vino el mundo sobre
él. ¿No solo?
–La mujer con la que Daila lo vio…
–Sí, viajó con ella. Es su nueva… –Doménica lo miró– socia de
negocios.
Alex estaba sin palabras. El tono de su padre, jamás le habría
advertido sobre ninguna clase de problemas entre ellos. Claro, el viaje a solas debió alertarlo pero
¿separados? ¿su padre viviendo en L.A.? ¡No podía creerlo! Trató de ser razonable,
ellos no podían divorciarse ¿o sí?
–Mamá tú estás pensando en…
Doménica negó vehementemente antes de
que Alex lo pronunciara siquiera. El
divorcio no era una alternativa para ellos.
Se amaban como siempre, ahora en verdad que no veía el problema.
–Ah… –Alex finalmente entendió– tú no
quieres dar tu brazo a torcer ¿cierto? –era una afirmación más que una
interrogante.
Doménica se sonrojó un poco y asintió
sintiéndose una completa niña. Su hijo
hacía que ella quedara como una niña caprichosa… algo no estaba bien en esa
situación.
–¿Deberíamos madurar, cierto? –rió Doménica
ante la risa burlona de su hijo– Lo sé. Yo pensaba llamarlo pero…
–¿Y mi padre no te ha llamado?
–preguntó Alex riendo aún por lo absurdo de la situación.
–Ha hablado con Daila. Además aún no creo que se haya ido con ella…
– ¿De negocios? –Alex la abrazó con
más fuerza– es increíble que diga esto mamá pero dudo mucho que mi padre pueda
mirar a otra mujer más que a ti. Realmente, no he visto a muchas parejas tan
unidas como ustedes lo están. Esto es absurdo.
–Lo sé. No pretendía que lo supieras
pero imagino que tu padre estaba preocupado… –Alex asintió pero imaginaba que
su padre también estaba “preocupado”. Traducción: quería que vigilara a su
madre. En verdad sus padres estaban tan
enamorados y eran absurdamente celosos el uno con el otro. Eso no le
incomodaba, él en realidad soñaba con obtener ese grado de complicidad alguna
vez con…
–Está bien, mamá. Fue una buena jugada de mi padre –Dome lo
miró sin entender pero Alex sabía lo que decía. “y puedes aplicarlo en los puntos de tu vida que te plazca” esas
habían sido las palabras exactas de su padre.
Él conocía que Alex idealizaba de alguna manera la relación entre
ellos. ¿Quería que conociera que no todo
era perfecto? ¿Por eso le decía que aún
era un niño y que debía madurar? Tal vez
quería que él empezara a sentar cabeza, a entender que las relaciones no eran
perfectas porque las personas no lo eran, que él debía mirar mucho más allá.
Sebastien sabía siempre lo que hacía, ahora más que nunca lo creía.
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