miércoles, 3 de agosto de 2016

Ella, Es La Mayor 2

Necesitaba aire puro en aquel preciso momento. El que hubiera aire acondicionado en aquel salón, no le servía. Sentía cierto agobio, y aquello pasaba a ser una sensación de ahogo. Miró a su alrededor, comprobando que todo el mundo se hallaba entretenido con la historia que estaba contando Brian, en medio del salón.

Podría escabullirse a la terraza y nadie lo notaría en un buen rato. Conocía de sobras esa historia y sabía, que su prometido aún tardaría un rato en acabarla, dado que cada vez la adornaba más.
Nada más salir y notar la suave brisa en el cuerpo, que sus labios esbozaban la primera sonrisa agradable de la noche.

Tenía que hacer algo. Desde hacía un año y medio, que ya no sentía lo mismo por la vida. Era como si hubiera despertado de repente de un largo letargo.

Y todo, desde que había regresado de visitar a su hermana Penny, a escondidas de sus padres.

Otro punto, del cual tenía algo de remordimientos. Dado que no se había puesto en contacto con ella, salvando por unos pocos emails que le había enviado desde su despacho con cierto apuro. Sabiendo en todo momento, que no se estaba portando nada bien al no coger nunca las llamadas que había realizado su hermana, utilizando entonces aquellos correos como excusa de estar liada con un importante caso.

La culpa de aquellos sentimientos contradictorios, no era de Penny de forma directa, sino más bien de un punto de vista indirecto.Su visita a Sicilia, no había sido a modo de coacción. En todo momento ella había acudido de forma voluntaria, por un sentimiento de curiosidad.

Recordaba a su hermana, pero nunca había comprendido el motivo de su distanciamiento con la familia. Hasta que llegó a su casa y vio la felicidad, su libertad, el amor que le profesaba su marido…
Penny, vivía la vida que quería. Sencilla, tranquila y dichosa. Rodeada en todo momento de amor y cariño, con sus amistades.

Desde que había vuelto a Nueva York, había estudiado fijamente a toda persona de su entorno, obteniendo con ello un resultado muy penoso.

De todas las personas que tenía en su vida, bien fueran familiares o amistades, solo contaba con cuatro personas que le mostraran el mismo amor incondicional y sincero.

Y lo penosamente vergonzante y realista, es que de aquellas cuatro personas que no mostraban una amistad por interés o llena de falsedad, no entraban ni sus padres ni su prometido.

El ruido de las escandalosas y forzadas risas, la alertó de que Brian había terminado con su estúpida historia de su último juicio.

Debería volver dentro de la casa, junto a él como su mujer florero. Porque así, es como realmente se sentía desde entonces. No veía que él presumiera de prometida por su inteligencia en los juzgados. Sino más bien por su belleza y las joyas con las que la adornaba.

A decir verdad, nunca mostraba gran interés por sus casos. Salvando los últimos seis meses y a causa de sus padres, que decían hallarse preocupados por su comportamiento respecto a un gran cambio que había hecho en su vida, respecto al apartado laboral.

Y no todo había sido, por descubrir la vida de hipocresía que llevaba, tras la vuelta de visitar a su hermana.

No señor, otra parte de su despertar había ocurrido tras poner sus pies en el aeropuerto de Nueva York.

Cuando ya tenía su maleta pequeña en posesión y su maletín, que llevaba consigo a todas partes, notó un ligero empuje con un chaval más bajo de estatura que ella. A lo primero, había escuchado una leve disculpa sin prestar atención. Pero al continuar con su marcha, no notó un sonido acostumbrado en ella.

El choque de sus pulseras, con una que llevaba un mini cascabel. Miró su muñeca derecha y frenó de golpe sus pasos, al hallar su muñeca completamente desnuda de pulseras.

Confusa, miró a sus pies pero no vio nada. Comprendiendo entonces con suma rapidez lo ocurrido. Aquel joven que iba unos metros por delante, le había robado en sus propias narices.

Tal vez por su serenidad en su trabajo, que no había corrido ni llamado la atención. Simplemente lo había seguido de forma disimulada por la terminal, hasta llegar a toparse con un guarda de seguridad. Quien por radio notificó el robo y la descripción del pequeño hurtador.

Recordó que respiró un tanto aliviada cuando lo atraparon y lo arrestaron a una sala privada. Iba a recuperar sus pulseras de gran valor, regaladas por Brian a lo largo de su relación.

Pero minutos después, las pulseras fueron relegadas por grandes y sorprendentes sentimientos confusos, al descubrir que el pequeño ladrón era una jovencita de trece años.

Aquello, fue el segundo episodio que hizo ver su vida de diferente manera, tras enterarse que la chica vivía en una casa de acogida.

Al leer su expediente, algo en su interior se removió, volviendo a su memoria los amargos primeros meses, que pasó en aquella escuela de señoritas.

Realmente, parecía toda una estrategia del destino para despertarla a la realidad, decidiendo no denunciar a la chica, quien pasaría a un reformatorio penal los próximos ocho meses. Optando por un loco impulso y llevándosela a su casa.

Melisa, su pequeña ladrona había estado la primera semana en estado de alerta, como un gato metido en una bañera, listo para su baño. La chica, no entendía como alguien de su estatus, se podía interesar en una don nadie.

Pero los días pasaron, formando entre ellas un fuerte lazo de unión. Algo, que sus padres y Brian, no lograban comprender.

Y semanas atrás, había comprendido que si había aguantado todo aquel tiempo a Brian y sus ideas snobs, era porque en realidad había pasado la mayor parte del tiempo con Melisa. Sin apenas atender a sus llamadas.

Pero su límite había llegado, como también el de él. Quien intentaba disimular, que no ocurría nada. ¿Tal vez, para seguir con lo que sus familias esperaban?

El sonido de un mensaje entrante, hizo que  dejara atrás todas sus cavilaciones, para extraer del bolsillo de su americana de lino gris, su pequeño móvil.

“¿Te falta mucho? Queda media hora, para que empiece la película de Sabrina, con Hepburn”

Ante aquellas palabras de Melisa, se le escapó una encantadora carcajada, al tener de su parte a otra aliada de las películas románticas.

Mirando a sus espaldas, chocó su mirada con la de Brian quien aún se hallaba de pie en medio del salón, pero aquella vez no estaba solo. Junto a él, se hallaba la interesada Vanesa.

Y ahora que lo meditaba bien, le importaba un pepino que lo estuviera agarrando del brazo con tanta confianza. Ahora, sí que sabía lo que debía hacer.

El momento había llegado, como también le había llegado a su hermana años atrás.

Era el momento de sonreír al principio de su vida.

Y con aquella sonrisa socarrona en los labios, la miró Brian alzando una ceja inquisitiva. Era obvio, que no le había gustado que no fuera ella, quien acudiera a su lado una vez terminada su historia.

Podía ver como se sentía decepcionado con su actitud. Pero en verdad, quien debía albergar aquel sentimiento, era ella.

Se encogió de hombros de forma descarada ante su mirada furibunda, para después darse la vuelta y alejarse de allí por el lateral de la terraza.


Sí, al final había hecho bien en acudir con su propio coche. Pensó triunfante, mientras le respondía a Melisa que en menos de veinte minutos estaría allí. 

1 comentario:

  1. Va arebelarse me encantaaaaaaaaaaaa!Y cómo no, fan de Audrey Hepburn, como nosotras, jajaja. Ay ya quiero ver el giro que dará a su vida aunque supongo que no será fácil. Gracias y quiero más obviamente

    ResponderEliminar

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...