viernes, 2 de septiembre de 2016

La redención 17°



Cole mantuvo su palabra, no buscó el enfrentamiento directo con Malone, pero comenzó otro tipo de batalla. Empezó a perseguirlo de la misma manera que el otro había hecho, se dedicó a obstaculizar sus negocios, a desenterrar sus trapos sucios y a demostrarle que podía jugar ,tan bien como él , aquel maldito juego.
 En aquellos días  estuvo tan ocupado  que tuvo poco tiempo para dedicarle a Abigail, además quería resolver aquel conflicto antes de pedirle casamiento.
Y cada vez que él no volvía  a almorzar o demoraba en regresar, Aby temía que algo le hubiese sucedido.
Aquella noche había tormenta y Cole no volvía, la joven no aguantó la impaciencia y  salió a esperarlo.

-Entra o te enfermarás- insistió Antoniette y ella se negó.
-Estoy bien abrigada – dijo señalando la gruesa capa que había usado para cubrirse.
-Dime niña, ¿qué crees que hará ese hombre si te enfermas, eh? No llegará más rápido si estás aquí – dijo y eso la convenció. Sin embargo, al día siguiente, la lluvia fría hizo mella y terminó afiebrada y con un Cole bastante preocupado.
-¿Cómo se te ocurrió estar bajo la lluvia? – la increpó cuando la sintió estornudar y comprobó que estaba con fiebre.
-Demorabas…- respondió ella.
-Bart fue por el médico, luego de que te vea,  irás a tu casa a descansar.
-Cole, estás exagerando, no necesito ni un médico, ni ir a casa. Me repondré pronto.- dijo algo inquieta y Cole recordó algo que ya había olvidado, cuando no tenías dinero uno le restaba importancia a la propia salud, y  la atención médica era un lujo. Él tenía muchas cicatrices  en el cuerpo que hablaban de curarse solo como un animal callejero.
-Medico, remedios y descanso- dijo implacable frunciendo el ceño, estaba decidido a cuidarla. Aquel dinero que había acumulado en forma casi revanchista, por fin tenía un propósito noble, asegurarse que Abigail no pasase por ninguna necesidad, nunca más.
Si el doctor se sorprendió de que lo llamaran a aquella mansión para atender a una sirvienta, lo disimuló.
Efectivamente era solo un resfriado, además de un remedio, el médico le aconsejó que se asegurara de ingerir muchos alimentos frescos para fortalecer su constitución.
 Aby se rió de aquella recomendación y aseguró ser fuerte como un toro, pero Cole la envió a su casa para que descansara un par de días y tan pronto regresó la recibió con una cantidad excesiva de frutas y verduras para que comiera.
-Antoniette, esto es demasiado…- dijo ella cuando la mujer le presentó una variedad de platos y le entregó el mensaje que había dejado su jefe para que comiera.
-Te dije que era mala idea esperarlo en la lluvia – dijo la francesa- Y no estaría mal que estuvieras menos delgada. La verdad que no sé de dónde sacas tanta energía
-Soy un pajarillo recuerdas, ¿has visto alguno que coma grandes cantidades?
-Tú, porque en esta pelea estoy del lado del jefe.- dijo la mujer y Aby hizo una mueca de disgusto- Vamos niña, come. Que necesitarás todas tus fuerzas si quieres manejar a ese hombre.
Abigail dejó de discutir y comió , ella no quería preocupar a Cole Bayley, quería ser quien le diera fuerzas y apoyo. Quería mantenerlo a salvo, sin rastros de oscuridad.
Y en su afán de protegerse mutuamente, ninguno de los dos pensó  que había más gente involucrada en aquella relación y que no la veían de la misma manera.
Pocos días después, cuando llegó a la mansión,  le anunciaron a Cole que alguien lo esperaba en su despacho.
-¿Alguna otra madre de un supuesto hijo?
-En realidad es una madre, la de Abigail .Dijo que quería hablar contigo y la hice pasar a tu despacho – dijo Bart y por alguna razón que le hablara informalmente lo preocupó, el hombre sólo volvía a  hablar de aquella manera cuando algo le parecía importante. En un gesto casi inconsciente , Cole se acomodó el cabello y la ropa, y luego entró a su despacho para recibir a su invitada.
La mujer se puso de pie al verlo entrar y él se sintió incómodo, no había esperado que su primer encuentro fuese así.
-Soy Beatriz Owen – se presentó la mujer.
-Lo sé, Sra. Owen,, siéntese por favor- dijo luego de saludarla  con una confusa reverencia luego de darle la mano, estaba muy nervioso- Sé que debí ser quien la visitara primero, lo siento mucho. Siéntese por favor. ¿Quiere una taza de té?
-No es necesario – dijo la mujer en todo adusto y Cole la observó con detenimiento. Era menuda como Aby, también tenía el cabello claro  y un parecido notable con su hija, sin embargo el rostro de la Sra. Owen denotaba que había vivido una vida difícil. Parecía haberse marchitado, hasta su mirada parecía apagada. En Abigail todo era energía y optimismo, su madre en cambio, parecía haber sido vencida por la hostilidad de la vida. Aún así, tenía un aura de dignidad y elegancia que lo hacía sentir incómodo, casi intimidado. No recordaba haberse sentido así frente  a los padres de Victoria, pero esta mujer tan seria, con un viejo y gastado vestido marrón oscuro, sin joya alguna, lo cohibía.
-Abigail no está aquí hoy, ¿sucedió algo? – preguntó asustado, la chica había pedido el día libre, pero no  había mencionado sobre una posible visita de su madre.
- Sí, lo sé. Le pedí que hiciera algunos  mandados para mí. Quería hablarle a solas, sin que ella supiera. Abigail no sabe que vine a verlo.
-Entiendo – dijo Cole y sintió que sus nervios estaban justificados- Dígame, ¿en qué puedo ayudarla?
-Sr. Bayley, quiero que deje de ver a mi hija –pidió.
De alguna forma, él había presentido que diría aquellas palabras, sin embargo, no dejaron de ser impactantes.
-La quiero y ella a mí – dijo con la misma seriedad.
-He escuchado demasiado rumores sobre usted, y mi hija no deja de ser su empleada. Hace unos días llegó con los ojos hinchados de llorar, luego llegó enferma por estar en la lluvia.
-Señora…
- Mucha gente los ha visto  juntos en la calle, incluso yo. ¿Sabe lo que eso hace con la reputación de una muchacha?¿Acaso va a casarse con ella? – preguntó sin dejarlo hablar.
-Sí- dijo él pensando en el anillo que tenía guardado esperando la oportunidad.
-Sinceramente espero que no lo haga, Sr. Bayley. Y tampoco daré mi aprobación. Tengo un marido preso, y sé lo que se sufre ser señalada y vivir en la incertidumbre. ¿Dinero? No es importante, así como se tiene se puede perder, no garantiza nada- dijo ella y Cole sonrió burlón, el dinero cambiaba muchas cosas, él lo sabía mejor que nadie. La mujer continuó hablando- Yo quiero otra cosa para Abigail, quiero que tenga un marido común que la quiera, aunque deban trabajar y esforzarse para ganar el dinero, quiero que tenga una vida normal, paz y no que viva preocupada o en peligro. Esa niña ha sufrido demasiado, y siempre ha tratado de ser fuerte por mí, no quiero que viva toda su vida así, siendo fuerte y tolerando embates como si nada sucediera, quiero una vida normal para ella, libre de sombras. ¿Puede darle eso, Sr. Bayley? – preguntó y él no pudo responder- Si de verdad la quiere como dice, estoy segura que hará lo correcto y la dejará ir.Se lo ruego- sentenció y antes de dejarlo hablar se levantó , hizo una breve inclinación como saludo y se marchó. Cole ni siquiera pudo reaccionar.
En los últimos años, había tenido una sola meta, una mujer digna de él que compensara todas sus falencias, alguien que le diera estatus y  reafirmara su posición, alguien que borrar los rastros de su marginalidad.
Abigail no era nada de eso, era algo más valioso, era quien podía devolverle la fe y la humanidad, y por eso mismo, sentía que era indigno de ella. Abigail merecería algo mejor, merecía aquello que su madre quería para ella, una vida tranquila, sin oscuros pasados, sin miedos, sin preocupaciones. Merecía un hombre que pudiera ver la vida con los mismos ojos que ella.
Ahora sabía que la amaba más que a sí mismo, y por ello iba a dejarla ir. Su pajarillo merecía alas.

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