lunes, 28 de noviembre de 2016

No puede ser amor 24°- Gaby Ruiz



–¿Danny, estás bien? –preguntó Beth, tras un largo momento de silencio– ¿sigues ahí?
–Lo siento Beth, me distraje. Es que en cualquier momento llega Kyle por mí y me quedé pensando en eso –explicó, sintiendo que conforme lo decía se escuchaba absurdo– así que… ellos están saliendo. ¿De verdad?
–Sí, bueno quien sabe si sea de verdad o no –hizo una mueca Beth– tú sabes lo inestable que es Alex y lo… bueno… independiente que es Aurora.  ¡Quién sabe si es solo un capricho más!

–Y ¿tía Mel lo sabe? ¿los padres de Alex, Sebastien y Dome?
–No –Beth se cortó– no lo creo, de todos modos.  Ni yo misma lo sabría si no fuera porque existen rumores… esta sociedad no se guarda nada, tú lo sabes bien.
–Sí. Pues, que bueno por ellos ¿no? –Danaé trató de sonar convincentemente indolente– si ellos se encontraron, que mejor.
–¿Realmente? –Beth comentó dubitativa– yo sencillamente no los concibo juntos. No, para nada.
–¿No? ¿Por qué no?
–¿Por qué? –se quedó pensando un momento– tantas cosas que uno ve en la vida, Danaé.  Él es más… bueno ella también es… Solo no son el uno para el otro.
–¿No? –repitió tratando de contener una risotada de pena por sí misma– ¿y quién sería “el uno para el otro” con Alex?
–Alguien como… –Beth respondió en un susurro– tú.
Danaé abrió la boca en signo de sorpresa. ¡Qué bueno que los teléfonos no tuvieran pantallas incorporadas!
–Hummm –Danaé no se fiaba de su voz.  Carraspeó un poco– creo que es hora de despedirme, tengo que… vestirme aún.
–¿Por qué…? –Beth escuchó un breve ¡adiós!, antes del típico sonido de marcación del teléfono. ¡Danaé le había colgado! Ya vería su hermana menor…  Cuando se disponía a marcar nuevamente, le distrajo un abrazo de Lucian.  Apoyó la cabeza en su pecho y olvidó lo que iba a hacer.
Danaé se quedo mirando el teléfono, temiendo que en cualquier momento fuera a sonar.  Nuevamente.  Una… dos… tres –contó mentalmente y nada.  ¡Era lo mejor! Necesitaba pensar.
Escuchó el timbre de la puerta y se lamentó que los segundos pasados fueran tan escasos como para poner en orden sus pensamientos. ¿Quién sería? No esperaba a nadie ni saldría a ningún lugar, como le había dicho a Beth, solo fue una excusa como cualquier otra.
Pero sus pensamientos se habían materializado. Al abrir la puerta, se encontró con Kyle frente a ella, sus ojos verdes brillantes, sonrisa genuina y cabello intensamente marrón.  La contemplaba, de pies a cabeza y ella se limitó a sonreír.
–¡Danaé! ¿puedo pasar? –pidió él ya que ella no le había dicho una palabra desde que había llegado.
–Claro que sí, Kyle.  Puedes… –lo dejó pasar pero él se quedó a su altura, inclinándose para darle un beso peligrosamente cerca de su boca– ¡cuidado!  –bromeó ella para disimular un ligero temblor que la recorrió.
–Lo sé, no he olvidado.  Dos hermanos mayores, primos, tíos, amigos de la familia y muchos más…
Ella rió por la descripción de su intimidante grupo de familiares masculinos.  Bueno, en cierta manera… sí, había sido muy difícil para Kyle agradarlos. Su padre no tanto, con Marcos ya eran amigos. Pero a André y Alex, especialmente, no parecía agradarles mucho. Como siempre, su pequeña hermana –pensó con disgusto. ¡Alex!
–No te equivocas –contestó con una sonrisa– te perseguirían…
–¿Por qué? ¡Mis intenciones son honorables! –hizo una reverencia graciosa y ella se rió aún más.
–¡Eres tan… tú! –soltó Danaé.
–¿Y eso es algo bueno?
–Mucho… muy bueno –asintió aprobadora.
Él le brindó una deslumbrante sonrisa antes de dejar en la mesa la pizza que había traído consigo.
–¿Pizza y una película? –preguntó animado– pensé quedarme en casa pero no estabas tú así que lo mejor era venir.
–Me gustas cada vez más –bromeó Danaé pero él se acercó peligrosamente– ¿realmente me extrañabas? –quiso seguir en tono bromista pero la intensidad de esos ojos verdes la dejaban sin habla.
–Mucho –le tomó de los hombros, despacio– Danaé, yo realmente te extraño –remarcó la palabra “realmente” mientras su mano derecha recorría su brazo– no he dejado de pensar en ti… ni un instante.
–Kyle, yo… –se perdía en sus ojos, trataba de pensar con claridad, saber si podía existir una posibilidad pero no podía.  Sencillamente, estaba perdida en muchos más pensamientos de los que era capaz de procesar por el momento.
–Tienes los ojos más hermosos que he visto –él recorrió con la mirada su rostro– eres hermosa, Danaé.  Eso no ha cambiado.
–Ni tú –logró pronunciar en tono bajo– sigues siendo un encantador natural.
Él rió por el recuerdo.  Se acercó a ella y le pasó la mano lentamente por la mejilla, acaricio sus labios y de pronto, se separó.
–¿Qué te apetece ver? –preguntó tomando dos películas que había traído– ¿comedia o drama?
Ella pestañeó repetidamente. Era difícil seguirle el ritmo.
–Ah… comedia.
–¿Realmente? –asintió aprobador– también era mi opción. ¿Vamos?
Ella lo siguió hasta la sala, donde él se manejaba como si fuera su propio departamento. Era tan seguro y guapo, tan endemoniadamente perfecto.  Entonces, ¿qué era lo que hacía que dudara?
–Kyle… –lo llamó ella, acercándose. Estaban a escasos centímetros cuando él giró, mirándola con ojos entrecerrados– ¿qué estás pensando?
–No lo sé… me he perdido –él empezó a cerrar el espacio entre ellos.
El timbre del teléfono fue el sonido más inoportuno que Danaé había escuchado jamás. ¡Rayos Beth! ¿Por qué no podía llamar antes?
–¿Diga? –contestó con desánimo, ya lejos de Kyle.
–¡Cuánto tiempo, Danny! –la voz masculina resonó y ella cerró los ojos.  ¡Tenía que ser una maldita broma!

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