sábado, 12 de noviembre de 2016

No puede ser amor 22°- Gaby Ruiz



Danaé maldijo a Marcos por intrigarle de esa manera. ¿Estaría Alex bien? ¡Claro que sí! De lo contrario, alguien le hubiera dicho algo.  Solo que… ¿Marcos? ¡Era Marcos! Él en verdad, jamás había sido dado a opinar sobre la vida de los demás y menos a pedir algo… ¡ese no era él! Pero ¿qué pasaba? Él, sin embargo, siempre había sido muy unido a ella y tal vez esa era la razón.  Por ella. Pero, ¿por qué?
Alex no tenía que ver, al menos no directamente. Cualquier cosa que Alex hubiera dicho sería a André y no a Marcos. Pero André era su hermano… aunque Marcos también era su primo. 

¡Ah! Marcos. Seguramente él sabía de su encuentro con Kyle, de sus salidas con él. ¿Pero y por qué la petición tan peculiar? ¡No lo sabía! ¡No lograba entenderlo! Incluso, ella imaginaba que Marcos había sido tan gentil de informarle a Kyle de su llegada pero no podía estar segura.  Según Kyle, todo había sido un encuentro casual y de ahí, a seguir viéndose, fue un paso de nada.  Él seguía siendo el mismo chico, pero más maduro y atractivo. 
Nunca había olvidado esos ojos verdes cuando se despidieron, así que encontrarlo en aquella cafetería fue toda una sorpresa. Había estado pidiendo un café, mientras anotaba unas ideas que se le hicieron interesantes, sintió que alguien fijaba su mirada en ella, insistentemente.  ¡Qué manera de mirar! –pensó sintiendo que no era algo “nuevo”.  Alzó sus ojos del papel y… ¡ahí estaba Kyle!
Sí, coincidencia a días de haberle enviado a Marcos el agradecimiento por la cafetería que le había recomendado en Canadá, país que a él le encantaba. Se encontraba de frente con Kyle, sus inconfundibles ojos verdes y su sonrisa franca. Saludaron entusiasmados y empezaron a hablar sobre sus vidas, a pesar que nunca perdieron el contacto del todo, había demasiadas cosas que no se podía contar por teléfono o por mail.  Así que ahí estaban, en el momento y lugar correcto –había dicho él y Danaé sonrió. ¿Realmente lo estaban?
Había sido irresistible seguirle el juego al “qué hubiera pasado si…”.  Ella quería averiguarlo. ¿Habría funcionado con Kyle? ¿Por qué no? Antes, habría sido un rotundo no. Pero ahora… todo se estaba dando naturalmente. Y ella no logró negarse a una cena, una tarde en el cine, un paseo por la ciudad…
Kyle había sido parte de su vida, lo había extrañado. ¿Podría volver a ser?
***
Alex atendió la última llamada y salió de su trabajo. Aunque le costaba concentrarse, cosa que jamás le había pasado antes, él hacía su mayor esfuerzo por lograrlo.  Por dejar de pensar en algo que no tenía razón de ser. Danaé… Aurora. ¿Qué tenían esas mujeres? 
A más de ser parte de su vida, casi desde el inicio, nada más. No en común, solo su parentesco. Entonces, ¿por qué ellas? ¡No, no es que él hubiera dejado de amar a Aurora! Eso era impensable porque no podría vivir una vida equivocadamente.  Solo no era posible…
Pero Danaé, tal vez porque ya no estaba ahí, le hacía falta. De pronto, recordó todas las veces que él se había sentido morir porque Aurora no lo miraba como él hubiera deseado, como su decepción y furia le habían dominado y de la nada, Danaé aparecía con su sonrisa y alegría vibrante.  Nunca antes lo había notado, para él, no había sido importante en ese entonces. Hasta ahora.  Danaé era una gran amiga… era eso, y le dolía que lo que había dicho los hubiera separado. Pensó que había quedado todo claro, al menos que se había cumplido lo que ella había querido. Sí, lo que él había querido también…
Daba igual. Había ciertas cosas que no tenían solución. Solo el tiempo.
Y, por otro lado, esa noche vería su sueño cumplido. Saldría con Aurora, solo los dos. No podía saber por qué, qué había cambiado en él, pero después de años de un anhelo imposible, de sueños que no se atrevía a poner en palabras, de mirar a lo lejos… ella había accedido a salir con él.  ¡Sí, Aurora!
Aún pensaba que estaba soñando. No podía ser más que un maravilloso sueño del que no quería despertar. 
Y a pesar de toda la ansiedad que sentía, su ser no llegaba a estremecerse como antes. ¿Por qué? ¡No, simplemente estaba tan emocionado que no lo sentía! Eso era todo. Él había salido con muchas mujeres, buscando en ellas a Aurora por eso, se le antojaba la situación irreal. Solo sabía una cosa… ¡no podía esperar más!
Recogió a Aurora en la Mansión Cabalganti, estaba hermosa con su cabello negro suelto y sus ojos grises brillantes, tenía una gran sonrisa y le agradeció cuando él le abrió la puerta del auto, para dejarla entrar.  De inmediato, él fue hasta su asiento para llevarla al restaurante en que había reservado. Le dedicó una sonrisa amplia que ella volvió a corresponder. Seguramente parecía un niño emocionado con su regalo de Navidad, pero no le importaba. Esa era Aurora. Era la mujer con la que había soñado toda su vida, a la que había extrañado sin jamás haberla tenido. Ese era su momento. Y no había nada mejor que eso.
La noche estaba despejada así que decidieron cenar en la terraza del restaurante, la cual tenía una impresionante vista. Todo era como salido de un sueño y Alex aún no se explicaba cómo era que estaban ahí, juntos.  Había sido una casualidad. Habían estado comentando de algún buen restaurante, porque Aurora quería organizar una cena en su cumpleaños pero prefería que no fuera en su casa. Alex le había sugerido ese restaurante, que resultaba ser uno de sus favoritos por la privacidad, buena comida y hermosa vista. Aurora había sonreído, sugiriéndole que le encantaría que la llevara a conocerlo. Él sonrió, siguiéndole el juego, e invitándola a cenar. Lo que no contaba, fue la palabra que salió de sus labios: ¡Encantada! Y él, se había quedado de una pieza. ¡No había podido hacer más que asentir, sonriendo como un estúpido, esperando que lo dijera en serio! Y así había sido. En su siguiente encuentro, Aurora le había preguntado, con encantadora naturalidad, cuándo sería la cena que le había prometido. Él consiguió unir más de dos palabras, un verdadero milagro, y fijó una fecha. No tan cercana, ni tan lejana para que no pudiera suceder.  ¡Quién lo imaginaría!
–Estás inusualmente callado, Alex –observó Aurora mientras tomaba otro sorbo de agua mineral– tú, no eres así.
–¿Por qué lo dices, querida? –él la miró con una de sus sonrisas encantadoras– pensaba en lo bien que luces esta noche.
–Eres increíblemente… –Aurora lo miró– encantador.  Y lo sabes.
Él la miró en silencio, sin saber a dónde quería llegar.  Optó por tomar otro camino para continuar la conversación.
–Me pregunto… –sus ojos azules clarísimos velados, como si lo que iba a decir tuviera un significado oculto– ¿qué quieres cenar?
Aurora sonrió asintiendo. Alex sabía conducir una conversación, sin presionar, aun cuando sus ojos parecían dispuestos a gritar el por qué aceptó aquella invitación. Ella sabía que se lo preguntaría, la verdadera cuestión era ¿cuánto más resistiría él?
–Interesante, pero aún no nos pasan la carta para ordenar.
–Lo sé –se encogió de hombros Alex– solo quería recomendarte algo.

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