viernes, 28 de abril de 2017

La mujer del rey 9°




Él volvió a los pocos días, y se quedó durante la noche, después estuvo ausente durante un largo mes debido al mal tiempo. El invierno fue mucho más frío con su ausencia, pero Byul trató de mantenerse ocupada.
Su madre le había enseñado a bordar, así que se dedicó a enseñarle a las mujeres que estuviesen interesadas y pasó mucho tiempo con ellas tratando de acortar las distancias. Debido a su relación con Janeul , las demás se manejaban con cierto temor hacia ella, como si una palabra que dijera pudiese acarrearles un castigo. La joven quería cambiar esa percepción, después de todo, eran aquellas personas quienes estaban a su alrededor diariamente. Así que se esforzó por  acercarse a ellas, bordaron juntas y las mujeres se asombraron de cómo las ágiles manosde Byul podían transformar sus prendas , también las retrató mientras se peinaban,  reían o  bailaban.
Incluso una de ellas se había acercado a pedirle un retrato.
-Es para mi hijo, vive con su abuela –le contó la mujer sorprendiendo a la joven.
-¿Tienes un hijo?
-Sí, me enamoré también, una vez. – le dijo con una velada referencia al amor de ella por Janeul.
-¿Y qué pasó?

-Era una joven inocente y me entregué a él creyendo su promesa de matrimonio, luego me abandonó y cuando le dije que esperaba un hijo declaró que no era suyo. Quedé sola y fui repudiada por la gente de mi pueblo, pero yo quería tener a mi bebé. Mi madre me ayudó con el niño, pero no teníamos dinero y ella estaba enferma. Traté de trabajar  pero , conocedores de mi  historia, trataban de aprovecharse de mí,  ya no teníamos comida ni nadie que nos ayudara, así que finalmente decidí vender mi cuerpo y vine aquí.- finalizó y aunque había contado la historia en forma desaprensiva , Byul pudo captar el dolor que escondían las palabras.
-¿Lo visitas?
-Hace tres años que no lo veo, está por cumplir siete – dijo la mujer que no podía tener más de veinticinco años- mi madre lo cría y con saber que está bien es suficiente, pero me gustaría enviarle un retrato mío, para que no me olvide – dijo bajando la  voz.
-Será un placer hacer un retrato tuyo – respondió Byul arrancándole una sonrisa. Y en los siguientes días se esforzó en hacer un buen trabajo, logró plasmar en su pintura el amor que aquella mujer sentía por su hijo, el anhelo y algo de la muchacha que había sido cuando lo había engendrado.
-Gracias – dijo emocionada cuando Byul se lo entregó.
- Gracias a ti por permitirme hacer algo tan significativo, creo que es la primera vez que de verdad siento que hice algo valioso desde que estoy aquí – le dijo.
-Creo que ahora lo entiendo, entiendo lo que él vio en ti- dijo la mujer y con una leve inclinación se marchó.
La muchacha no pudo dejar de sentirse triste por  aquella historia, parte de la vida era perder gente que uno amaba, ella lo sabía muy bien, pero imaginaba lo devastador que debía ser para una madre   desprenderse de su hijo, estar lejos hasta temer ser olvidada y sacrificarse por el bien de un niño que quizás nunca entendiera la dimensión del sacrificio.
A pesar de sus deseos de  adaptarse y vivir lo mejor posible en sus nuevas circunstancias, cuando pensaba en la injusticia y en el dolor y como las vidas de las personas más indefensas podían torcerse con tanta facilidad, Byul se entristecía.
Y cuando por fin, Janeul volvió , ella aún sentía el corazón acongojado por esa mujer y su hijo. Le contó la historia y aquella noche el príncipe se limitó a cobijarla en sus brazos para que durmiera tranquila, no le hizo el amor sino que la abrazó para darle algún tipo de consuelo, imaginaba que Byul extrañaba a su familia perdida, pero de alguna forma también sufría por la familia que no tendría en el futuro si seguía a su lado, si él no podía sacarla de allí. Para él su amor por aquella joven siempre lo ponía al borde del abismo,  por ella quería ser mejor persona, por ella quería ser un gran rey, pero sabía que tarde o temprano su amor la lastimaría, que un día  el Janeul hombre y el Janeul príncipe llegarían a una encrucijada.
Y esa noche de invierno vigiló el sueño de ella deseando que  ese día nunca llegara.
Cuando los días fríos fueron cediendo a la inminente llegada de la primavera, Byul había logrado derribar las barreras  entre ella y las mujeres de aquel lugar, algunas seguían manteniendo cierta cautela e incluso había alguna que la manifestaba una velada antipatía, pero la mayoría de ellas habían llegado a apreciarla y ya no se sentía tan sola.
La llegada de la primavera era todo un acontecimiento en aquel lugar, incluso allí, el renacer del mundo lanzaba su benéfica influencia, las muchachas habían preparado sus mejores vestidos para aquel día, los que habían bordado durante el invierno ,también se habían esmerado en arreglarse y habían convencido a Byul para  que se dejara embellecer por ellas.Le trenzaron el largo y oscuro cabello adornándolo con flores frescas y una de las horquillas que le había dado Janeul, la maquillaron y perfumaron .Se puso un vestido que había  bordado con flores de loto y al verse al espejo apenas se reconoció.
Las mujeres alabaron su belleza e incluso hicieron bromas sobre el efecto que tendría sobre el príncipe, algunas bromas la hicieron sonrojar y aquel pudor, tan fuera de lugar en la casa de cortesanas, las hizo sonreír más.
-El príncipe ya está aquí – dijo una chica entrando a la habitación donde se arreglaban. Byul se sintió nerviosa, nunca había tenido oportunidad de hacer algo como arreglarse para él, y no sabía cómo iba a reaccionar. Respiró profundo y salió  a su encuentro. Era el atardecer y ya empezaban a llegar clientes al lugar, ella estaba tan ansiosa que  tropezó y hubiera caído si alguien no la hubiese socorrido  tomándola del brazo. Levantó la mirada esperando encontrar a Janeul, pero era otra persona, un hombre joven vestido con ropas extrañas, parecía ser un extranjero.
Ella se apartó de prisa.
-¿Está bien? – preguntó el hombre con un leve acento y ella asintió.
-¡Byul! – sintió el llamado de Janeul y lo vio  unos metros detrás. Él abrió los brazos con aquel gesto tan suyo  y ella tras una leve inclinación a su rescatista, corrió hacia su amado.
El extranjero miró al príncipe, que iba vestido con ropa casual, e hizo una profunda reverencia lo que implicaba que lo reconocía. Janeul devolvió el gesto con displicencia y abrazó a Byul que llegaba hacia él, no le había pasado inadvertida la mirada de clara admiración del embajador extranjero.
-Quisiera sacarte de aquí ya mismo – dijo abrazando a la joven y ella se apartó para mirarlo, lo había dicho con tanta intensidad que la había preocupado.
-Janeul…
-Estás preciosa- le dijo y la besó apasionadamente.
-¿Sucede algo? – preguntó ella pues era evidente que estaba turbado y no por su nueva apariencia.
- Sucede que debería poder tomarte de la mano y cruzar esa entrada, llevarte lejos de todo esto. Sucede que te amo y que no alcanza.- le dijo con dolorosa sinceridad.
-Probablemente estaría muerta si no fuese por ti.
-Y estás condenada conmigo – le retrucó.
-Janeul, por favor, es primavera, esperé todo el día por ti. Cumple la promesa, seamos felices ahora.
-Sí. Hagamos eso- dijo y la tomó de la mano para ir a sus habitaciones, a su pequeño mundo.
Y durante un tiempo lograron olvidarse de sus preocupaciones y miedos, sólo fueron jóvenes enamorados. Hasta que la realidad volvió a sacudir aquel refugio que se habían inventado.

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