jueves, 11 de mayo de 2017

La mujer del Rey 17°



El rey se encargó que la joven Dina estuviese entre las doncellas a cargo del príncipe, de esa forma podía estar informado respecto a cualquier cosa que sucediese. Byul se lo había confiado y él se aseguraría  de que estuviera a salvo y creciera feliz. No había podido proteger a la madre pero protegería a su hijo.
La llegada del príncipe fue también la excusa perfecta para dejar de visitar  el lecho de la reina, antes había sido parte de sus deberes procrear un heredero, ahora ya no tenía ninguna obligación. Y ella misma, al fingir estar convaleciente tras el parto , le dio la oportunidad de alejarse. Él se encargó de que esa distancia fuese permanente.

Dedicó sus días a ser un mejor rey y a cuidar de Yul. La reina era afectuosa e interpretaba a la perfección su papel de madre del príncipe para que nadie sospechara, pero Janeul se encargaba de amarlo realmente, con todo su ser, como hubiese hecho Byul. Él lo amaba por ambos.
Fue poco después que Yul cumpliera un año que Jun le informó del traslado de Byul y de su  relación amistosa con el ex embajador. De sólo recordar a aquel hombre, Janeul volvió a sentir los celos arder en su interior, pero sabía que no tenía derecho. Finalmente  le hizo un pedido a su confidente.
-No quiero saber más detalles, ya no me informes sobre Byul. Sólo hazme saber si algo le sucede o si necesita ayuda, pero nada más – pidió asustado  de sí mismo. Se había prometido aceptar lo que ella eligiese, lo que la hiciera feliz, pero no estaba seguro de poder hacerlo. Así que se conformaría con saber que ella estaba bien sin torturarse con los detalles. Quería mantener la esperanza de que algún día encontraría la forma de traerla de regreso.
El tiempo fue pasando y poco a poco, mientras Yul crecía, él fue cobrando fuerza como rey. Trabajaba sin descanso para mejorar las leyes, para fortalecerse frente a los ministros y para ganar el apoyo del ejército. Las pocas horas que descansaba las dedicaba a jugar con su hijo o a enseñarle cosas, trataba de estar presente  y ser partícipe de cada pequeño avance  del príncipe.
Y el amor era mutuo, a los tres años Yul era un niño inteligente, obediente y que se comportaba tal como le marcaban, pero tenía debilidad por su padre.
Bastaba ver que Janeul ingresaba por el patio principal y se acercaba a los jardines donde él estaba con la reina para separarse y salir corriendo hacia él, que siempre lo recibía con los brazos abiertos.
Fue por esa época cuando la enfermedad de la reina empezó a ser evidente, el mal del corazón que le habían anunciado años antes, empezó a debilitarla y su salud se empezó a deteriorarse con rapidez.
Fueron dos años  en que día a día  la enfermedad menoscababa su salud en una batalla perdida. Y extrañamente fueron los años de mayor cercanía entre Janeul y su esposa impuesta, quizás porque al verla tan débil e intentando mostrarse fuerte y cumplir con sus deberes como reina, sintió culpa.
Jamás había pensado en  ella realmente, incluso la había odiado. Ahora que por primera vez se detenía a verla , entendía que también había sido una víctima, para ella, el palacio había sido también una prisión. Casada con un hombre que no la amaba y que se lo había hecho saber desde el inicio, no debía haber llevado una vida fácil pues él jamás se había preocupado por sus sentimientos.
Y después de todo era la única madre que conocía Yul, así que al menos le debía amabilidad en sus momentos de enfermedad.
En medio de sus obligaciones, mientras la veía apagarse poco a poco, le hizo compañía, le leyó , la acompañó sosteniéndola en pequeños paseos por el jardín, le informó sobre asuntos de estado para mantenerla entretenida,  y cuando ella ya no pudo levantarse, llevó a Yul a visitarla tal como la reina le pedía, ya que se había encariñado con el niño y hasta el final lo trataba como su propio hijo.
Un día  dejó de luchar, y  partió tranquilamente.
Janeul sintió pena pues era una mujer muy joven y también sintió que  siempre sería un pecador respecto a ella. Muchas veces víctima y victimario tenía que ver con una cuestión de perspectiva, él y Byul habían sido víctimas del rey, pero a su vez, él había convertido a Aína en víctima. Ella había sido la victimaria de Byul al quitarle a Yul, pero también le había permitido al niño que ocupara su lugar legítimo. Era confuso, las vidas humanas siempre parecían estar marcadas por el dolor de una forma u otra. Rezó porque pudiera descansar en paz y que si existía otra vida  encontrara quien la amara.
Las ceremonias por la muerte de la reina duraron un largo mes, y cuando terminaron, los ministros y los nobles intentaron convencerlo de tomar una nueva reina, ya tenían hasta las candidatas, pero él se negó rotundamente. Ya había un príncipe y él quería dedicarse a fortalecer su reinado, fue tal su negativa que  decidieron no insistir por el momento.
Janeul tenía muchos planes, el principal era ser un buen padre y un buen rey, ya no sólo se trataba del bienestar de su pueblo, de las viejas promesas que le había hecho a Byul, sino también del mundo que quería legarle a Yul.
El niño había cumplido cinco años, así que pensó que era momento de encontrarle un instructor.
-Busca a alguien para Yul, alguien que pueda ser para él lo mismo que tú eres para mí – le dijo a Jun y eso significaba  hombre de confianza, guardia y amigo.
-Tengo a la persona indicada para el príncipe – dijo Jun y él lo miró sorprendido, parecía que ya lo había decidido de antemano y estaba esperando que él sacar el tema.
-¿Quién? – preguntó intrigado
-Es un joven soldado que ingresó hace poco, pero es bueno con la espada y la lucha y será ideal como instructor del príncipe. Además es alguien que conocemos.
-¿Lo conocemos?
-En cierta forma, usted lo ha ayudado para que llegue aquí. Su madre  estaba en la casa de cortesanas y a él lo criaba su abuela, hace años por pedido de  la señorita usted se encargó de ayudarlos, de que el muchacho recibiera educación. Ahora vive con su madre y su abuela y tras dar un examen excelente ha entrado como  guardia a palacio. No sólo sus habilidades son buenas, sino que su corazón también lo es, es un muchacho confiable y honesto. Siento que será un buen instructor  para nuestro Yul- dijo finalmente y Janeul asintió. Le parecía muy buena idea, sobre todo porque  había alguna conexión con Byul, y  le agradaba la idea de que alguien  con un leve vínculo con Byul y su historia estuviese junto a su hijo.
No mucho después, recibió una noticia que llevaba años esperando oír. Byul había regresado.
-Actualmente está en la casa de cortesanas – le informó Jun y él se exaltó.
-¡¿Dónde?! ¿Qué demonios hace allí? – preguntó con aquel giro en los acontecimientos.
- Parece ser que está tratando de salvar al mundo o algo parecido, al menos  intenta ayudar a las mujeres que están en problemas – dijo Jun tranquilizándolo y le explicó  sobre las actividades de Byul en la ciudad.
Ella volvía a estar cerca y su  primer impulso fue ir a verla, incluso llevar a Yul consigo para que se vieran, pero sabía que no podía, no era el momento aún. Todavía no era lo suficientemente fuerte como para traerla a su lado y protegerla. Iba a esforzarse para que un día ella pudiese estar con él y con Yul, y cuando ese día llegara iba a compensarla por todo el tiempo perdido.
Aquella noche pasó por las habitaciones de su hijo y se quedó observándolo, en silencio le prometió que  lo reuniría con su madre, no sabía cuándo pero  el día que pudiera lograrlo, ya nunca se separarían.

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