sábado, 9 de diciembre de 2017

Amor en Alaska 6°









Rachel tuvo sueños extraños aquella noche, soñó con la aurora boreal,  y  al desayunar pudo hacer la conexión entre aquella manifestación del inconsciente y su realidad. Muchos años atrás, su padre los había llevado a verla, había sido  una experiencia increíble, todos sus hermanos habían ido, también Kenai había sido de la partida porque Evan había insistido en invitarlo. Ella y el muchacho habían sido los primeros en despertar y salir a ver la maravillosa aurora, había sido un espectáculo deslumbrante, más allá de las palabras. Recordaba haber estado parada en mitad de la nada, de madrugada, junto a un jovencísimo Kenai, mirando el cielo en silencio. Un rato después se habían unido su padre y sus hermanos. Era un recuerdo muy feliz. No sabía por qué su cerebro había seleccionado aquel momento que estaba perdido en su memoria, pero le dio una dulce nostalgia, el pensar que habían existido días así.

Estaba por irse a trabajar cuando cayó en la cuenta de que Evan no estaba en la casa, dudaba que se hubiese levantado antes que ella, lo más probable es que hubiera pasado la noche afuera otra vez. Gruñó internamente, su hermano necesitaba sentar cabeza. Y al pensar en sus hermanos recordó que era el cumpleaños del menor, Michael. Lo llamó para saludarlo y de paso preguntarle cómo iban sus estudios, se suponía que era su último año, ya  iba con bastante retraso en la carrera.
La conversación fue un desastre,  su hermano le contó que había decidido dejar en pausa sus estudios, porque quería tomarse un año para recorrer el mundo. Rachel trató de persuadirlo de que primero terminara su carrera, se asegurase tener un título y luego podría hacer lo que quisiera. Era una pena que faltando tan poco, abandonase sus estudios. Él perdió la compostura y le recordó que era un adulto y era su propia vida, que no se inmiscuyera y ella finalmente cortó la llamada.
La sensación agradable que había tenido al despertar se había esfumado. Entendía que su hermano fuera adulto y que tomara sus propias decisiones, sólo que se sentía mal  por la forma en que había reaccionado. Ahora era muy fácil decirle que no se entrometiera, pero  durante años había sido ella quien se había ocupado de él  y de resolver sus problemas o brindarle ayuda cuando la había necesitado. Sentía que había desperdiciado sus esfuerzos.
El día empeoró cuando se encontró con problemas en el trabajo debido a que Evan había hecho mal un pedido.  Se le cruzó por a cabeza que quizás era mejor que no pudiera ser madre porque si sus hermanos eran una muestra de sus habilidades para criar a alguien, estaba  totalmente descalificada. Tuvo que trabajar mucho para  arreglar aquel error y  al finalizar el día tenía un tremendo dolor de cabeza.
Y cuando  su hermano al fin apareció, trató de quitarle importancia a todo.
-Si pudo arreglarse no es tan grave Rach, en serio, necesitas relajarte un poco más. Deberías salir a divertirte un poco, estás muy estresada- le dijo como si él no fuera una de las razones de su estrés. Y ella prefirió callarse las posibles respuestas. Ya había discutido con Michael, no quería otra pelea.
Era verdad que estaba estresada y había probado de todo un poco para mejorar su ánimo, desde trabajar hasta la extenuación, hasta largas caminatas que le permitieran respirar y encontrar calma. No habían funcionado muy bien, así que quizás  necesitaba otra opción, tal vez Evan tenía razón en cuanto a que necesitaba diversión. Y  quedarse en casa, mirar series, leer libros, era totalmente inaceptable, necesitaba diversión de verdad. Algo un poco decadente. No había muchas opciones, sexo o alcohol, eso era lo más decadente en lo que podía pensar. Descartó tener sexo con el primer hombre que se encontrara, y le hiciera caso, pues no era su estilo, ya ni recordaba su última relación,  mejor dicho, sí recordaba, aunque no quisiera, años atrás con su último novio y había podido sobrevivir muy bien sin eso, así que sólo se le quedaba otra opción, ir por unos tragos. Tampoco era muy aficionada para el alcohol, ni siquiera tenía muy alta tolerancia, pero en verdad  sonaba muy tentador y necesitaba hacer algo alocado.
Tomó un taxi, pues estaba  descartado conducir alcoholizada y fue a uno de los pubs más populares que conocía, se sentó junto a la barra y pidió un trago con un nombre rimbombante y ridículo. Un vaso de cerveza sonaba más atractivo, pero no era suficientemente libertino. El trago que le sirvieron era de color azul, con  azúcar escarchada en  el borde de la copa, lo bebió y le resultó refrescante y dulce. Pidió otro. Con el tercero empezó a sentirse un poco mareada y supo que aquella había sido una idea muy tonta. Pero  estaba cansada de juzgarse a sí misma, así que pidió otro más.
-¿Segura? – preguntó el barman.
-Sí, segura , soy una chica grande, ¿sabes?
-Una que no está acostumbrada a beber este tipo de tragos – dijo alguien a su lado- Creo que ya ha sido suficiente, Rachel.
-¡Kenai, el pequeño Kenai! – exclamó sorprendida al verlo sentarse a su lado.
-¿Entonces, sirvo uno más o no?- preguntó el hombre mirando de uno a otro.
-Claro que sí – aseveró ella y Kenai asintió imperceptiblemente, conocía al barman y si Rachel quería seguir bebiendo, la dejaría, después de todo estaba allí para asegurarse que nada malo le sucediera.
Había estado  reunido  con unos amigos, ya que uno de ellos estaba por irse de viaje, cuando la había visto entrar, mejor dicho la había percibido, antes de verla siquiera.
La presencia de ella en un lugar, era como un imán, su cuerpo la sentía.  Además se distinguía  por varias razones, por empezar iba vestida como todos los días, al contrarío de las demás mujeres que iban allí, además era más alta y finalmente, él no podía quitarle los ojos de encima.
La observó sentarse  junto a la barra y empezar a beber, era algo atípico en ella, debía estar teniendo un momento difícil. Siguió mirándola y cuando vio que iba a tomar un cuarto trago, se acercó a ella, era hora de ser el caballero de brillante armadura.
-Rachel, ya es suficiente. Esa cosa es más fuerte de lo que parece.
- Es rico – dijo ella y su voz sonaba algo pastosa.
-¿Sucedió algo? – preguntó tratando de sonsacarle qué le estaba pasando.
Ella solo agitó la cabeza y terminó de beber el trago. Sus ojos parecieron entrecerrarse.
-Rachel – la llamó.
- Una porquería…- susurró ella.
-¿Qué?
-Han sido días de porquería…- completó e hizo además de echar su cabeza sobre la barra.
-Hora de ir a casa – dijo él y la ayudó a levantarse.
-¡No, quiero divertirme! – protestó.
-Mañana vas a arrepentirte- le dijo con suavidad, era un lado nuevo de ella y le daba ternura.
-Lo sé.- respondió Rachel y le causó gracia que ni borracha pudiera dejar completamente de lado su sensatez.
-Vamos, te llevo a casa – insistió.
-Kenai…- dijo ella como si quisiera corroborar algo.
-¿Sí?
- Has crecido – dijo mirándolo  fijamente.
-Me lo pones tan difícil, Rachel. Vámonos – dijo y envolviéndola con sus brazos la sacó de allí después de dejar varios billetes en la barra para pagar los tragos.
La llevó a su camioneta y la ayudó a entrar. Agradeció haber tomado sólo una cerveza, tenía buena tolerancia al alcohol así que estaba en condiciones de conducir. Se acomodó y le puso el cinturón de seguridad a Rachel.
-Estoy cansada – musitó ella y él sintió  que no se refería a su estado actual. Le corrió unos mechones de cabello de la cara y ella se acurrucó.
-¿Qué haré contigo? – dijo para sí mismo y arrancó. Cuando llegaron a la casa de los Thomasson, ella estaba completamente dormida. La  cargó en brazos y luego golpeó a la puerta.
Por primera vez en mucho tiempo, Evan fue sorprendido.
-¿Qué diablos?- preguntó y él le hizo un gesto mientras Rachel se removía en sus brazos.
-Está borracha, deja que la lleve a su habitación y te cuento.- dijo a su amigo y éste asintió. Kenai la llevó y la depositó en la cama con mucho cuidado, le quitó el abrigo y el calzado y la cubrió con una manta. Luego bajó a contarle a Evan.
-¿Tomó cinco BlueIced Starlight? Pero eso tiene vodka, ron y ginebra aparte del licor.
-Sí, así que tendrá tremenda resaca mañana.
-Le dije que se divirtiera, pero no creí…
-¡Cielos, Evan, es tu hermana! No parece estar pasándolo bien, ¿no podrías ser un poco más cuidadoso?
-Oye, es adulta. No es mi culpa si quiere ir a emborracharse.
-¿Estás seguro?- preguntó enfadado.
-De acuerdo, cuidaré de ella. Gracias por traerla a casa.
- Mañana se sentirá fatal, busca algo que la alivie.
-Lo sé, lo sé.
-Y trata de hablar con ella.
-¡Diablos , Kenai, es mi hermana! ¿Quieres encargarte tú? Deja de darme consejos.
-No es mala idea- murmuró Kenai y Evan creyó que se refería a la parte de los consejos cuando en realidad se refería a cuidar de Rachel. Sólo que aún no era el momento, pero pensaba seguir cerca. Muy cerca.

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