martes, 12 de diciembre de 2017

Reencuentro Dorado 9


No sabía que sensación era su favorita.
Pero como podía quedarse disfrutando de las dos, no iba a romperse la crisma decidiendo por una de ellas. Tanto daba, escoger la maravillosa sensación, de sentirse querida y acogida, como si solo hubieran estado separados por un día. O perderse en las mariposas que recorrían su cuerpo, por el deseo que iba despertando Sandro en ella.
Soltó un suave gemido de entrega, cuando éste, dejó sus labios para abandonarse en su cuello, causándole un delicioso cosquilleo.
Daba igual el tiempo que hubiera transcurrido, las caricias de Sandro, seguían despertando en ella los mismos sentimientos. Cierto, que antes eran dos críos y puede, que sus movimientos hubieran sido sin pausas, fogosos, atropellados... No, con la pericia que lo hacía ahora.
Eran lentos, sensuales, centrados solo en el deseo de ella.
Ahora, eran dos personas adultas.
Tan entregada estaba a las dulces caricias de Sandro, que le estaba propinando en su cuello con sus propios gestos. Causando que al momento, el pobre hombre soltara un alarido de dolor y se apartara de ella, cuando sin querer le apretó en su brazo con su mano, por encima del vendaje.
- ¡Arg! –Protestó con los ojos cerrados y condujo su mano sana, al brazo intervenido quirúrgicamente.
-Perdona –Soltó Regina asustada, tapando su rostro con sus manos, recriminándose mentalmente, lo estúpida que era -. Soy un desastre, Max tiene razón... ¿Cómo estás? ¿Nos vamos al hospital?
-Schh... Calma, Gina –Susurró Sandro, abriendo sus ojos para mirarla con cariño-. Estoy bien, ya ha pasado.
- ¿De verdad? –Retiró sus manos y lo miró con cierta duda. 
-Sino te hayas conforme, puedes quedarte ésta noche junto a mí en la cama, como enfermera –Ideó con tono inocente, pero sin poder ocultar su sonrisa traviesa.
-Me parece bien -Aceptó al momento, con voz segura, logrando descolocar al hombre, quien se la quedó mirando fijamente por unos segundos con ojos como platos.
-Solo dormir –Dijo con voz ronca, pero mirada cargada de deseo-. Nunca hemos podido dormir juntos y despertar por un igual –Se puso en pie, con su mano sana agarrando una de ella-. Vayamos, estoy deseando poder abrazarte con nuestros cuerpos desnudos.
-Yo siempre duermo con camisón –Soltó Regina riendo risueña, pero siguiendo encantada al hombre.
-Ésta noche no, por favor –Pidió, deteniéndose por un segundo, para mirarla profundamente a los ojos, darle un suave beso y emprender la marcha a su dormitorio. 

Una semana que llevaba ya en casa de Sandro, durmiendo con él. Una semana feliz como nunca lo había sido.
Los tres juntos, parecían una feliz pareja. Sin conflicto alguno... La única sombra que aparecía alguna vez, era el no haber recibido aún su carta dorada. Sabía, que su destino era Sandro, por su corazón y por la carta de él... Pero después de haber escuchado, como le llegó a él la suya, tenía la vaga esperanza, de que el destino se la hiciera llegar a ella.
Pero vistos, el tiempo transcurrido y lo feliz que era allí, más la decisión que había tomado. Comprendía, que nunca iba a tenerla en su poder, poder guardarla junto con la de Sandro en una preciosa caja de madera.
Pues apostaba, que la tenía que tener su padre.
Aquella, es la única explicación que veía. A ella, tuvo que llegarle antes que a Sandro. Pero su padre y tío, debieron ocultársela. Por ello, que, desde un principio, habían ido en contra de Sandro.
Pero no tenía por qué pararse a pensar en aquello, era lo de menos. Todo su mundo había dado un giro inmenso. Pensó sin poder evitar el sonreír de forma ensanchada, sacando otra prenda nueva de las que habían ido a comprar.
Todo estaba organizado. A la semana siguiente, emprendían un viaje a su piso, para organizar toda la mudanza. Max y ella, habían decidido dejar atrás su vida y emprender, una nueva junto a Sandro.
Nunca había visto tan feliz al pequeño. Como ella, porque negarlo. El estar cada día junto a Sandro, irse a dormir con él y poder despertar cada mañana junto a él, era lo mejor que le había podido pasar en la vida.
El camino de su vida, ya estaba prendido de forma correcta, como tenía que haber sido años atrás.
Se asomó por un segundo a la ventana, para sonreír al ver como su hijo intentaba comprender la actitud reacia de Marie, con él. Pero nadie se preocupaba, sabían que solo había que dejar pasar el tiempo y la pequeña, aceptaría que Sandro tenía a más gente en su vida.
El tiempo, lo encajaba todo en su lugar. Pensó feliz soltando un profundo suspiro, para darse la vuelta y continuar sacando la ropa nueva, cuando detuvo sus pies, al toparse con el hombre de su vida, apoyado en el marco de la puerta observándola atentamente.
- ¡Sandro! –Lo riñó sonriendo-. –Siempre andas asustándome.
-Lo siento –Éste se encogió de hombros-. No puedo evitar el mirarte.
-Pero no paras- Se burló, dejando a un lado el jersey.
-Debo recuperar nueve años, acuérdate –Le guiñó un ojo picaron, mientras se enderezaba y caminaba hacia ella, alterando las pulsaciones de la joven, quien se mordía el labio inferior con gesto nervioso.
-Creía que ya estaban recuperados –Rio nerviosa, dando un paso atrás, al tenerlo ya enfrente de ella y topando con la mesita de noche-. ¡Quieto ahí! –Soltó riendo divertida.
Ante aquello, a Sandro solo le quedó soltar una fuerte carcajada.
-Te tiemblan las piernas cariño –Le guiñó un ojo de forma embaucadora.
-Es de día –Alzó la mano a modo de señal de Stop.
-Muy observadora – Asintió con un gesto de cabeza, mirando por un segundo por la ventana y viendo, como los pequeños intentaban jugar sin matarse.
-Sandro, no estamos solos –Se cruzó de brazos, intentando mostrar un gesto de enfado.
-Vuelve a intentarlo –Alzó una ceja inquisitiva, mientras se cruzaba de brazos.
- ¿El qué? –Frunció el ceño.
-El buscar una excusa, para que no te pille y te haga el amor en éstos momentos –Soltó con voz ronca, soltando un profundo suspiro de placer al ver la cara de sorpresa de ella.
-Ya te lo dije –Rio divertida, inclinándose hacia la cama para coger otra prenda y llevársela al pecho-. Es de día, los niños...
-Escudo débil –rio divertido, dando tres pasos más, parando enfrente de ella para alargar sus brazos y comenzar a tirar de forma continua el jersey que había agarrado-. Mejor que sea de día, para poder verte mejor –Le susurró con voz sensual, dejando caer al suelo la prenda, para llevar seguidamente sus manos a las mejillas de ella-. Y los niños, están abajo jugando, Max, sabe que vine a buscarte para hablar...
-Le dijo el lobo a la caperucita –Inquirió ella, alzando una ceja divertida-. Eres un desvergonzado –Le susurró poco antes de que éste, atrapara su labio inferior con un leve mordisco.
-Y a ti –Dijo contra sus labios-. Te encanta que lo sea –La miró con gran pasión, antes de mostrar una sonrisa socarrona y atrapar sus labios con hambre.

Y no pensaba negarlo.
Alzó sus brazos tras el cuello masculino, para arrimar su cuerpo al calor de él. Entregándose al placer que le ofrecía éste, con sus carnosos labios y manos, que en aquel momento descendían hasta sus caderas, por todo el costado de su cuerpo.
-Siempre cabe la posibilidad de que nos pillen –siseó desprendiendo por un segundo sus labios de los de él-. Si me dijeras que es un momento –Soltó con un suspiro, entregándose al placer de las manos del hombre, que ya acariciaban con delicadeza su vientre plano para pasar hacia su monte venus, causando un respingo en ella y un gemido ronco del fondo de su garganta.
Un segundo después, la palma del hombre remplazaba la capa de sus braguitas, dándole una suave caricia con alguno de sus dedos entre sus labios.
-Creo que sí será un momento –Soltó con voz risueña sin perder ése matiz de voz ronca-, te hayas muy húmeda preciosa –La miró a los ojos con diversión y hambre-. Y pretendías negarnos el jugar, cuando estas igual de hambrienta que yo –Rio suave, volviendo atrapar sus labios sin darle opción a protestar-. Cuando dejarás de tenerme vergüenza –Le besó el cuello, luego el hombro descubierto por el jersey de tirante muy fino que llevaba-. Nos conocemos desde pequeños, Gina.
-Tú lo has dicho –sus mejillas se sonrojaron-. Nos conocemos desde pequeños, pero ya no eres aquel chico dulce…
- ¿Ah no? –Susurró con voz ronca sin despegar sus labios de su hombro, y no permitiéndole ver la sonrisa que escondían éstos.
-No –Respondió humedeciendo sus labios y tragando saliva algo forzosa por la situación de impaciencia que sentía todo su cuerpo-. Sabes que te has vuelto más directo, más… ¡Oh! –Gimió echando su cuello hacia atrás, cuando Sandro le introdujo por sorpresa un dedo en su interior.
- ¿Y qué más? –Le demandó mientras le bajaba el tirante del jersey, hasta dejar al descubierto su seno derecho, el cuál ya despuntaba con su pezón completamente duro.
-Hombre –Resumió en apenas un gemido, cuando se introdujo él su pezón por entero en la cálida boca, para succionarlo de forma intermitente.
-Ya sé que soy un hombre y tú una dulce mujer –Dijo, soltando el pezón y con cierto humor-. Una mujer dulce, bella y que se vuelve muy apasionada ante mis caricias sin ella verlo –Respondió soplando con suavidad al húmedo pezón, causando miles de sensaciones placenteras en ella con aquel gesto.
-Sandro por favor –Dijo, para morderse con fuerza el labio inferior ante el placer que estaba sintiendo por todas sus terminaciones nerviosas.
-Dime preciosa –Volvió a demandar con voz ronca cerca de su oído, mientras introducía un segundo dedo en ella, causando que soltara un fuerte gemido de placer, consiguiendo ya, que centrara toda su atención en él y no se preocupara por si alguien podía sorprenderlos-. ¿Te gusta? –Preguntó con su propia respiración pesada, al tener su pene completamente duro entre sus pantalones, demandando la misma atención que estaba recibiendo ella.
-Sabes que sí… -Respondió con tono pesado-. ¡Ah! – Exclamó ante el placer que sintió cuando éste comenzó a jugar con sus dedos dentro de ella-. Sandro… -Su voz sonaba rota por el placer.
-Schhh –Siseó antes de pegarse más a ella, para volver a devorarle los labios con deseo, notando como Regina, con movimientos nerviosos conducía sus manos a su tensa bragueta para liberar su sexo-. Si me acaricias, puede que no controle mi deseo, quitándote de golpe ésa falda para hacerte el amor de forma rápida, Gina… -Confesó con los ojos apretados al notar menos presión al ser bajada, la cremallera de sus bermudas tejanas.
- ¿Te refieres a esto? –Susurró aquella vez ella, mordiendo nuevamente sus labios al introducir sus manos en el calor de sus calzoncillos, para toparse con la suavidad y dureza de su pene-. Dime Sandro… -Lo rodeó con sus dedos, sintiendo un remolino de impaciencia, por el placer que le esperaba cuando Sandro entrara dentro de ella con él-. ¿Te gusta?
-Joder –Gimió con voz profunda, dejando de mover sus dedos dentro de ella por el placer ante el estrujamiento que había hecho ella a su pene-. Te lo advertí pequeña – corroboró abriendo de sopetón sus ojos, para topar con la mirada cristalina de placer de ella.
Sandro sacó sus dedos del interior de ella, causando que sintiera por ello una pequeña corriente de placer y sin miramiento alguno, tras apartarle también su mano de su sexo, la empujó al lecho, cayendo ésta con un pequeño gemido risueño.
Él de pie y ella tumbada, apoyada en sus codos, se miraron a los ojos todavía con cierto secreto de amor compartido.
Después, Sandro se quitó sus bermudas y calzoncillos, para hacer lo propio con su camiseta de manga corta, dejando su apetito sexual a la vista de ella y acto seguido, se puso de rodillas en el suelo sin ocultar la sonrisa traviesa de sus labios.
-No –Advirtió ella, leyendo la mirada de éste.
- ¿Segura? –Alzó una ceja de forma inquisitiva sin perder su ápice de humor.
-Te quiero sentir dentro de mí ya –Exigió juntando sus rodillas y tratando de sonar decidida.
-Tesoro –Rio con delicadeza, dejando reposar sus brazos en el cómodo colchón-. Hace dos segundos, cuando me he bajado los pantalones, tú mirada era de comerme entero. Exactamente lo que quiero hacer yo contigo –Señaló, moviendo las palmas de sus manos a las piernas de ella, para acariciarlas con suavidad extrema de arriba abajo-. No te me reprimas de sentir mi lengua por un ratito dentro de ti, porque quieras acabar rápido ante el miedo de que suban los niños aquí arriba –Relató de forma acertada.
-No es eso –Soltó sonrojándose de forma súbita, cuando éste dejó sus manos quietas en sus rodillas, para comenzar a separarlas de forma lenta, dejando al descubierto sus bragas húmedas ante él.
- ¿Y qué es? –Siguió hablando con aquel tono ronco y dulce, mientras ahora, sus manos llegaban a sus braguitas para agarrarlas y deslizarlas a lo largo de sus piernas morenas.
-Verás… -Carraspeó un poco, cuando Sandro se alzó un poco más sobre sus rodillas, para apoyar su pecho en el lecho y poder estar más cerca del sexo de ella-. A lo largo de ésta semana, me has tratado de forma muy dulce… ¡No! –Gimió de placer, cuando logró hacer él, lo que se proponía al darle un fuerte lametazo en su sexo húmedo-. ¡Sí! –Exclamó cerrando los ojos y echando hacía arriba todo su cuerpo, para apretar más su vagina al rostro de él.
-Y tú me estabas rechazando tonta –Bromeó parando por un segundo, para llevar seguidamente una mano al clítoris de ella y presionar con su dedo índice, al tiempo que aquella vez succionaba con sus labios.
- ¡AH! –Gritó con cierta restricción, para que nadie los oyera-. ¡Idiota! –Lo insultó, sin dejar de soltar pequeños gemidos con su garganta por el placer que le estaba dando el hombre.
-Lo siento pequeña, los insultos no me van para ponérmela más dura –Volvió a bromear-. Con solo ver tú placer, ya siento explotar.
-Idiota –Volvió a gemir entre risas y jadeos-. Solo… -Cogió aire, cuando Sandro le dio un pequeño pellizco con sus dedos en el clítoris-. Quería por una vez, sentirte apresurado, fuerte, rápido…
Dicho aquello, se sintió abandonada de repente, causando que abriera los ojos al tiempo que tragaba saliva por la sequedad de garganta que empezaba a sentir. Observando como Sandro se ponía de pie, alargaba un brazo para agarrarla a ella y sin miramientos algunos, se la cargaba a la cintura para aplastarla contra la pared del dormitorio.
-Haberlo dicho antes preciosa –Le guiñó un ojo, mientras la alzaba un poco más hasta que notó como la punta de su pene le rozaba los labios vaginales y de ahí, entraba en ella con un solo gesto fuerte.
- ¡AH! –chilló aquella vez, sin poder minimizar el volumen del grito.
- ¿Estás bien? –Preguntó respirando de forma entrecortada y la mirada clavada en la de ella, observando como le sonreía tímida y asentía con un gesto leve de cabeza.
-Pues ahora, estarás mejor –Confesó con un guiño de ojo, al comenzar a realizar penetraciones a un ritmo fuerte sin variación alguna-. Tendrás tú rapidito duro –Indicó con humor y voz rota, ante el placer que estaban sintiendo.
Tal vez fue un solo minuto, dos, cinco o diez… A quién le importaba, era solo a ellos. Quienes al recuperar la respiración tras sus orgasmos, se dejaron caer en el lecho, tirando al suelo la bolsa de la ropa nueva y algún que otro jersey doblado.
-Joder… -Susurró Regina, arrancándole una carcajada divertida a Sandro.
-Te ha gustado, no puedes negarlo pequeña, porque aún me tiemblan las piernas –Bromeó con cariño éste, girando su cuerpo, para ver el sudoroso de ella con la ropa hecha girones y tratando de normalizar el compás de sus pulmones.
-No me extraña que te tiemblen, me tuviste alzada todo el rato –Rio ella, moviéndose para sentarse sobre él a horcajadas y depositar un suave beso en sus labios-. Te quiero.
-Me quieres por el sexo nena –Siguió bromeando, mientras sus manos acariciaban sus piernas, que lo tenían agarrado por la cintura.
-Idiota –Lo golpeó en el hombro con suavidad.
-Creo que te va el rollo de insultar y pegar –Alzó la ceja divertido, observando como ella se sonrojaba y volvía a golpearlo-. Vale, ya paro… -Dijo, apartándola y levantándose del lecho para mirar un segundo por la ventana, para confirmar que los niños seguían intactos sin organizar una guerra entre ellos, cuando frunció el ceño al ver la llegada de un coche en la entrada de la casa-. ¿Esperamos visita? –Preguntó agarrando su ropa, sin apartar la mirada de la ventana-. Mierda… -Gruñó de repente con el rostro pálido, y abrochándose el pantalón con dedos temblorosos.
- ¿Qué ocurre? –Preguntó ella, pero Sandro la frenó sentándola nuevamente en el lecho-. Coge el teléfono y llama a Santino, dile que venga de inmediato, tenemos problemas.
Ordenó con voz dura y tajante, para salir corriendo de allí sin calzarse los pies. Dejando a una Regina, curiosa, que con piernas temblorosas se acercó al ventanal.
- ¡No, no! –Soltó horrorizada, para girarse y con lágrimas en los ojos, coger su teléfono móvil.
  

1 comentario:

  1. ¿Quién vino a arruinar el momento? Aishhhhhhhhhh, como siempre nos dejas al borde del precipicio. Gracias por el capi

    ResponderEliminar

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...