martes, 2 de enero de 2018

Tú 5

A las once de la mañana, se hallaba en su terraza, apoyada en el muro con su taza de café en la mano, tratando de recargar pilas con el magnífico sol, que había aquel día. Mientras que su hijo, pintaba con sus lápices en la mesa verde de madera, que había en un lateral.
La calma que había en el lugar, para nada existía en su interior. Después de la extraña charla con Oliver, no había vuelto a dormir, no conseguía llegar a tranquilizarse. Se sentía como inquieta. Y aquello, la enervaba mucho.
- ¡Joder! -Gruñó de mal humor, cuando el teléfono fijo, sonó desde el interior de la vivienda.
Miró con gran hastío hacia el interior. No podía ignorar por más tiempo, ninguna llamada, pues podía ser algo importante de su familia, y como aún seguía su móvil en estado off, tendría que responder.
Con paso obligado, entró en el interior y al acercarse al rincón donde se hallaba el aparato, pudo ver que se trataba de su madre.
Frunció el ceño por un segundo, pues hubiera jurado que la primera en incordiarla aquel día, sería su hermana Laura.
Quince minutos después, colgaba la llamada con su hijo corriendo a su dormitorio, mientras se quitaba el pijama con movimientos rudos por la emoción.
Sus padres, marchaban con la colla de amigos por una noche a un parque de atracciones grande, que celebraba su décimo quinto aniversario. Y todos, tenían descuentos grandes, al ser el hijo de uno de ellos quien se encargaba del gran espectáculo pirotécnico que éste iba a realizar. Y habían quedado en llevarse muchos de ellos a los nietos.
Daniel, los amaba como también amaba por un igual las atracciones. De modo, que aquel fin de semana, iba a ser solo para ella. Lo más seguro que llamaría alguna amiga, para salir a cenar.

Tras despedirse cincuenta veces de su hijo en casa de sus padres, con cierto resignamiento decidió que era el momento de darle encendido al teléfono, si no quería estar incomunicada con su hijo y padres. No debería de afectarle tanto, lo que hicieran o dijeran aquellos tres. Solo debía ignorarlos.
Y una vez que se sentaba tras el volante de su coche, su teléfono comenzó a emitir diferentes tonalidades, una tras otra a marcha continúa. Pasados los quince primeros pitidos, decidió ignorarlos y arrancar el vehículo, en dirección a una zona comercial. Se iría de compras por si al final salía con alguna amiga.
Pero los veinte minutos que duró el trayecto, los dichosos pitidos no callaban. Obvio, que los tres chalados se hallaban de tertulia.
Así que, soltando un fuerte resoplido, lo cogió de mal humor, para desbloquearlo y comprobar que efectivamente se hallaban de cháchara.
Y ahora, al volverse las dos rayitas azules, sabían que ella estaba allí ¿Cuánto tardaría su hermana en increparla?
Nada, volteó los ojos al leer el saludo.
-Laura: Buenos días doña borde
Le escribía su hermana, logrando que achicara sus ojos.
-Gemma: Hola estela, cómo estás
Y es entonces, al leer que Oliver, también se disponía a escribir, que su ansiedad volvía hacer acto de presencia.
-Oliver: Buenos días, duende nocturno.
Soltaba el muy idiota, recordando lo ocurrido de la noche. Para que una vez más, a su hermana le diera igual que ellos estuvieran presentes en su increpación.
-Laura: Cómo puedes escribirle una cosa como ésa al pobre de Oliver. 
-Estela: Cómo puedes recriminarme a mí, que soy tú hermana.
Le escribió completamente sulfurada, tratando al móvil con pequeños, pero casi no contenidos golpes al teclear, olvidando que éste era de táctil.
-Laura: Él, que quiere ser tú amigo…
Su corazón vibró sarcástico por aquello, notando como toda su sangre hervía.
-Estela (Audio):  ¡Y una mierda!
-Laura (Audio): ¡Estela por dios!
-Estela (Audio): Creo diferir en ello, si mal no recuerdo ciertas palabras que dijo.
Escupió con sarcasmo amargo y casi falta de aliento, por no poder gruñir más agresiva al hallarse en la calle.
-Gemma: Qué decís en los audios, me hallo en una reunión, no puedo darle al play… Por favor… (Emoticono de lágrimas)
-Oliver (Audio): Tiene razón Laura y lo sabes.
-Laura (Audio): ¡Oliver!
Le reprendió la chica entre risas.
Habló el maldito cabrón con carcajadas, causando que Estela visualizara todo su mal humor por descubrir que era todo treta de aquellos tres, en una pobre lata de refresco en medio de la acera. La objetivó y alzando su pierna derecha, disparó todo lo que su enfado le permitió, escuchando al segundo como alguien daba un grito.
Era un chaval, que iba con otros más, que miraban alrededor para descubrir al culpable. Por suerte suya, nadie la señalaba y tampoco veía sangrar. Solo obtendría por su culpa, un buen chichón.
¡Malditos aquellos tres!
-Estela (Audio): Iros un poquito a la mierda los tres. ¡No quiero ser amiga de ése idiota!
Volvió a gruñir con enfado, mientras caminaba a pasos agigantados al paseo donde estaban las tiendas. Pero su móvil, siguió pitando.
-Laura: Desde luego, mira que llegas a ser arisca.
-Oliver: Cuatro toques míos y se le quitan ésos humos.
¿Qué coño significaba lo que había escrito aquel idiota? Trataba de descifrar, llegando ya a una tienda de ropa que siempre visitaba primero.
-Laura: ¿Te falta mucho Oliver? Ya estoy sentada y se acerca el camarero.
-Oliver: En la misma calle, unos minutos. Pídeme un vermut negro con una bolsa de patatas chip.
-Gemma: Si acabo pronto voy para allí.
Vaya, los tres habían quedado para tomar algo. Por suerte, se hallaba en la otra punta del paseo, si éstos estaban en el mismo bar que el día anterior. Pero, aun así, pensaba mirar solo las primeras tiendas de aquella calle. No pensaba arriesgarse a toparse con ellos.
-Laura: Supongo que no querrás venir con Daniel, a tomar algo.
Y sonriendo, decidió responderles.
-Estela: (Dedito corazón)
Y quitando el sonido, dejando solo el vibrador, se lo guardó en el bolsillo trasero de su tejano para entrar en la tienda con la música de sus altavoces a toda caña. 



Y tras verla sonreír de forma traviesa, su móvil pitó con un mensaje de entrada, donde Estela, había enviado su acostumbrado dedo corazón. Para después, guardarse el aparato en un bolsillo y en el otro, si no se equivocaba las llaves del coche.
Se detuvo justo delante del escaparate, donde ocultándose tras los maniquís y demás cosas, pudo observar como su preciosa cabezona, iba volteando por la tienda, hasta llegar a un perchero, donde tras descartar varias prendas, se decidió por un vestido granate de tirantes finos.
Y al ver que se dirigía a los probadores, decidió entrar en la tienda. Manteniéndose a cierta distancia, pero pudiendo observar en cuál de ellos se encerraba tras la cortina marrón chocolate, que iba desde el suelo a dos metros y medio de altura por lo menos.
Pasados dos minutos, se posicionó al lado de la cortina con actitud relajada, para que no pensaran que era un mirón sino más bien, el acompañante de la chica que había llegado solo unos minutos después que ella.
Y con mucha maña, por un pequeño hueco vislumbró la espalda desnuda de ella con un sujetador blanco, para al instante ser tapado con la caída del vestido granate, comprendiendo que era el momento de saludar.
Riiiiiissssssss, raaaaaassssss…. Sonó el riel de la cortina al abrirse y cerrarse, en apenas dos segundos, donde ella, solo pudo abrir los ojos de forma desmesurada mientras su cerebro asimilaba que estaba allí junto a él. Nuevamente en un espacio muy reducido.
- ¡Oliver! –Soltó en un susurro medio alto.
- Hola –Saludó apresurado en un gruñido ronco, antes de sorprenderla al agarrarla por la cintura y alzarla contra el espejo del probador, para atacar nuevamente con gran pasión sus labios, en un beso furtivo que apenas duró unos quince segundos-. Solo quería brindarte un regalo, por si ésta noche volvíamos hablar. Al menos que tuvieras algo fresco para el sexo telefónico –Soltó con un guiño de ojos, bajándola al suelo y despareciendo veloz por igual que había llegado.

¡Joder!
Se llevó una mano al pecho, mientras se apoyaba contra el frío espejo y trataba de calmar a su acelerado corazón.
Lo había vuelto hacer, el muy cabrón, la había besado otra vez en una encerrona. Pero aquella vez, no había podido morderle ni vengarse. Pensó con cierta furia, reaccionando entonces en asomar su cabeza por un lado de la cortina e inspeccionar que su hermana no estaba allí.
Aquello, significaba que él la había visto entrar allí y se había aprovechado…
- ¡Joder me cago en mi mala suerte! –Soltó a bocajarro, mientras se sacaba el vestido sin mirar cómo le quedaba, para agarrar su camiseta y volver a colocársela con cierto apresuramiento. Tenía que marcharse de allí, pasaba de encontrarse con ella.
Aunque si mal no recordaba, ella ya estaba sentada en el bar. Y por lo visto, era uno de los de enfrente, porque si no, no la hubiera visto él.
Bien, mejor, miraría bien antes de salir, para ver en qué terraza podría estar sentada y así salir sin ser vista. Y disponiéndose a coger su bolso, notó como su teléfono vibraba, a la vez que también lo hacía su sistema nervioso, indicándole que su sexto sentido le pedía que mirara aquel mensaje.
Seguro era Oliver.
Oliver: Estela, no pierdas los estribos en buscar, que la tengo yo (Emoticono de risa)

- ¡Joder! –Bramó en voz alta-. Cabrón, cabrón, cabrón… -Abrió la cortina con un cabreo descomunal, para descubrir como varias personas la miraban con cierto recelo-. Lo mato y lo descuartizo como a un conejo –Siguió bramando, mientras soltaba el vestido granate encima de un pequeño mostrador y salía de la tienda en busca de su llave.

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